El fantasma de ojos verdes exige un paraguas para
salir a la calle, solo tengo uno roto, me araña y yo le beso; desestima, y con
aire ofendido se mete en mi armario y se tumba a dormir encima de mi ropa.
Tienes grapas de
primavera en el corazón, te acercas, me das un beso con sabor a revolver usado y me juras que el amor es un artículo de lujo; pero a pesar de eso no puedo quererte del mismo modo que quiero lo que no tengo. Mi musa se queja de la frase, pero la culpa es de ella por llevar demasiada ropa.
Es mejor dejar algunos obvios errores en los poemas de amor
como esos para siempreque endulzan con su inconstancia retorcida
y que nunca
llegan puntuales
al funeral.
La inercia de la ciudad nos está matando, nudos y bolsillos vacíos apuntando a una nada que no sabemos compartir, tenemos que adelantarnos al infierno escogido. Hemos comprado medio gramo de esperanza, pero está caducada, y ahora, mientras
las guitarras deshacen la realidad como flecos quemados de neurosis, solo
pienso en follarte.
Marcas en las muñecas.
Mordiscos a ras de hueso. Animales eclosionando. Abjurando límites. Lacerando.
Te prometo dominar juntos
el viento
pero sólo
me corro
lentamente
en tu cara.
Y lanzas un vaso
contra el suelo
y no se rompe
y sales con tu vestido
color puta
y me quedo toda la noche
recogiendo mis pedazos
y llamo al manicomio
y me dicen que esta lleno,
que aguante sin provocar daños un par de años más
y no es que quiera
competir con nadie en asuntos de tristeza, pero sigue sucediendo una
El tiempo pasa y nada sucede. Hoy he tenido un poco
de vida social, gente del trabajo, obligado por ciertos convencionalismos
sociales. A priori gente insulsa, pero dos mujeres han resultado interesantes.
Una de ellas con un hijo, divorciada, y varias historias sentimentales detrás.
Otra de hermosos ojos azules, me recordaba a Laura con esa vitalidad
existencial, esa jovial ingenuidad que parece sacada de libro de autoayuda,
pero que simplemente es el comportamiento normal de una persona de veinticinco
años, con ilusión, con proyectos, con ganas de vivir. Seguro que a ella no le
resulta difícil levantarse, a mí, sin embargo, lo primero que pienso es en
desvancerme, en que la Muerte se folle el almanaque y provoque una noche eterna
en mi conciencia.
Cenamos, y seguimos con el juego social. Pero los
locales son horribles, la música, todo, y solo resta beber, obviar, ignorar el
contexto y sumergirte en la nada. Y las mujeres bailan, mis compañeros dan
buena muestra de nuestra flagrante animalidad, maquinas desgastadas impulsadas –manipuladas-
por la naturaleza con el solo propósito de intercambiar fluidos. La discoteca
da lugar a todo eso: luces estroboscopicas, calor, música demasiado alta, ese
baile de cortejo, el sudor metáfora del semen recorriendo su cuerpo.
Y a pesar de esa insidia, del engaño, del espejismo,
es un gran premio. Y sé como lograrlo, no soy estúpido. En el fondo solo
require esfuerzo, compra ropa, apúntate a un gimnasio, un par de páginas de
contactos, empieza a conocer gente, acción, reacción. Y todos queremos tener
pareja, está tan integrado en nuestra psique que es imposible escapar de ello,
ni mentiras aprendidas, ni siquiera grandes fracasos o experiencias traumáticas
te arrancan esa idea de felicidad que es transmitida de forma subliminal hasta
en los dibujos animados que has visto de pequeño.
Pero no, diez cervezas, vodka adulterado, y solo
pienso en huir, huir, huir, huir, huir. Llegar a casa, escribir esto,
esconderlo, y poco más. Deep by Anathema on Grooveshark
No hay una gran
explicación, un día te levantas y algo te empuja hacía él, quizás crees que el
amor salva -un concepto anticuado-, o quizás sea la necesidad de cariño y la
soledad; en cualquier caso has encontrado un significado –químico- a la inercia
de tus días. La lucidez se escapa, y tu dañada mente cubre con la obsesión de
un tiempo infinito el altar de su licenciosa carne. No puedes huir a pesar del
daño prospectivo, aunque ya le ves alejándose como un sueño, el fatalismo
encogiéndote el estómago.
Pero así funcionan las
cosas, no suele haber permutación de roles, el amor es una cacofonía con sus
propias reglas, el objeto de deseo se aburre de su carga y el amante de su
maldición; como decía Nietzsche: “Sin crueldad no hay fiesta”, nos metemos en
el fango de esa lucha famélica con una sonrisa obtusa, pensando que quizás la
felicidad no es un sentimiento, solo el recuerdo de su antesala.
Y entonces me deprimo -el
coro de cuervos sigue golpeando el abismo de mi cerebro. ¡Ven ángel de amor! te
espero aquí, con las persianas bajadas, el silencio frío y desangelado, hecha
un ovillo de desnudez, un círculo de carne abierto e indefenso. Haz que el amor
sea dolorosamente real, ahógame en este lecho de cenizas lleno de miedo,
destroza todos mis espejos muertos, no me ames con palabras, ámame con tu fricción vocacional.
**
Masturbándome en el baño con la luz apagada
¡Viólame!
¡Fuérzame!
¡Abusa de mi cuerpo¡
[Solo soy una puta con el clítoris inflamado]
Sodomízame con violencia
golpea mis pechos
redúceme a carne
hazme sentir
algo
no quiero romanticismos
[¿Qué es eso?]
además, ¿no ves que estoy
muerta?
toca mis manos heladas
[Sueño a veces que se caen como cenizas de
escarcha]
Otra vez el insomnio, es maravilloso cuando llegas cansado del
trabajo, las ideas hundidas en el fango, quieres dormir, pero no puedes. Simplemente
no puedes.
Entonces, vuestro querido decadente, porque asumo que si me leéis hay
cierta afinidad, rescata una botella de vino y se pone a escribir de madrugada.
Quiero defender una idea desde esta quejumbrosa palestra: la gente contradictoria, incoherente,
incongruente, rara, absurda, es tremendamente interesante. No me refiero
naturalmente a esas personas que afirman una cosa y luego actúan de forma
radicalmente opuesta, gente sin ideas o convicciones que se mueven sin escrúpulos
o por inercia. Me refiero a esas otras que a través de un conocimiento honesto
de si mismas, pueden mantener dos posiciones totalmente opuestas. Esto a priori
nos cuesta de entender porque en occidente prima el pensamiento aristotélico, y
nos resulta inevitablemente ilógico. Pero si nos acercásemos a la filosofía
oriental, como el taoísmo, descubriríamos que conceptos opuestos pueden ser
interdependientes, que pueden forman equilibrios dinámicos, incluso permutarse.
Voy a poner un par de ejemplos para intentar hacerme entender. En el
sexo, sobre todo a la mujer, le resulta difícil mantener los dos roles de puta
y esposa, como si necesitara recurrir a una forzada compartimentación, un
atrezzo psicológico, como si el hecho de ser romántico, poeta, excluyera
utilizar luego un lenguaje sórdido y sucio en la cama, excluyera utilizar
consoladores, fustas o cuerdas; esto sucede incluso en el BDSM, alguien adopta
el rol de sumiso y el otro el de Amo, ¿por qué? ¿no podemos intercambiarlos, no
podemos quitarnos el cinturón de castidad mental y ver que sucede? Coge un arnés
y fóllate a tu novio. Quizás le guste. Deja a un lado tus gilipolleces
feministas, vístete de colegiala, y fingid una violación. Quizás te guste.
Somos animales viviendo en una sociedad que encorcheta nuestras fantasías en un comercio de imágenes
y películas. Sométete a tus propias reglas.
Otro ejemplo: reconozco que tengo ciertas limitaciones a la hora de
escribir, suelo ser monotemático, me cuesta desplegar mi sentido del humor, o
peor aún, pasa desapercibido. Naturalmente no resulto el único por estos lares
afín al realismo sucio, a los poetas simbolistas, a Carver, Houellebecq, Welsh,
Palahniuk, etcétera; hay grandes escritores en blogger, inmensos, pero he de
reconocer que me sorprendo cuando en algunos casos leo sus comentarios y
descubro que su depresión es real. Depresión. Vaya, quiero decir, a priori es razonable pensar que si escriben así es porque
están deprimidos, hay una “lógica” tristeza coyuntural, pero en mi caso, si
puse el nombre a mi blog de “Hermosa
Decadencia” no fue porque quisiera desgarrarme el alma y deprimir en el
proceso a todo aquel que tuviera la mala suerte de leerme, fue porque creía –y creo-
que “sentir” a alguien al límite, en su particular madriguera, hundido, y sin
embargo dejando cantar a su pájaro azul,
o riendo con cierta estúpida épica porque el alcohol se ha acabado y sigue
echándola de menos, es perturbador, pero posee una belleza fascinadora.
No digo que en mi caso sea impostura, en absoluto, ahí, entre líneas,
está mi soledad, mi aislamiento, mi alcoholismo autodestructivo, mi cinismo, mi
tristeza, mi incapacidad para llevar una vida normal. Pero, ¿depresión? En
absoluto, al revés, y creo que transciende en mis comentarios, en mis mails, en
las conversaciones telefónicas: soy una persona jovial que le gusta reírse, y
de hecho lo hace a menudo.
Y sin embargo, me gusta escribir sobre la Muerte, sobre el suicidio, me
gusta pensar que tengo esa decisión, esa salida, me alivia realmente, me gustan
esas goteras rojascasinegras, me gusta pensar en esa cuchilla –siempre vertical-
desgarrando –en agua caliente- la piel del antebrazo. Me gusta, no lo puedo remediar,
y aunque no resulte sano sentir esa pulsión, no puedo evitar esa
incoherencia. Pero quizás reside ahí lo divertido de todo este escaparate efímero
que compartimos, en esa fortuna de poder defender la propia
individualidad, la singularidad de cada uno, resistirse a encajonarse a una
etiqueta –al menos escoge tres-, para de alguna manera empezar el cambio, esa
sutil revolución silenciosa que comienza, siempre primero, delante del espejo.
Nada más fácil y a la vez –volviendo a los conceptos opuestos-, más difícil.
Y como ya he divagado en exceso, voy a intentar dormir un poco. La próxima
vez intentaré escribir sobre mi no-vida sexual.
Realmente escribir no tiene ningún sentido, aunque el público, siempre
idolatrado, esté atento a las actualizaciones.
El caso es que ahora, intentando combatir la resaca con otra cerveza,
zigzagueando por el teclado, el almanaque me ha golpeado con esa terrible fecha
que se aproxima: catorce de febrero. Podría decir que siento un pellizco en mi
débil corazón de soltero, pero si hago memoria antes no era una fecha que celebrase
con mis parejas, quizás más bien Sant Jordi, y solo por el libro. Quizás sea su
simbolismo, o más bien el agravio comparativo, como si desvelase mi absoluta
incapacidad para generar amor romántico.
En esta pausa al cambiar de párrafo me he puesto a divagar sobre las
relaciones que se forman en los blogs, a priori son sencillas, llegas a un
blog, normalmente por casualidad, siguiendo un comentario ingenioso, o quizás
buscando información sobre una película o un tema, y te paras a leer. La
mayoría en este punto no comenta, yo tengo trescientas visitas diarias y apenas
quince comentarios por entrada, es más cómodo simplemente mirar. Te haces
seguidor, lees alguna entrada antigua y sigues con cierto rigor las
actualizaciones, así hasta que un día, estás en el trabajo o en tu casa tomando
un café, una entrada te gusta especialmente y decides comentar. En otros casos
no es así, es más sencillo, simplemente tienes un blog y quieres publicitarlo;
en cualquier caso el juego continua, tú comentas, yo te visito, y así, poco a
poco, se van formando círculos endogámicos en los que nos conocemos todos,
surge cierto buen rollo, camaradería, afinidades.
Los comentarios pueden variar desde lo más anodino en lo que no
subyace nada personal, hasta los largos y densos, muchas veces con más enjundia
que la propia entrada. La mayoría se queda ahí. Pero hay otros que deciden
enviar un mail, quizás para comentar algo personal, porque hace mucho tiempo
que no se actualiza el blog y quiere saber si sucede algo, o simplemente por
curiosidad, porque quieren conocer a la persona detrás de las palabras. Intimar
ya depende de muchos factores, esto no es igual que salir a tomar con un
compañero de trabajo unas cervezas, suele producir pereza, no es lo mismo
contar tu vida en un bar que escribirla poco a poco en una ventanita de chat o
en un correo.
Entonces llega otro momento importante, cuando se decide hablar por
teléfono o utilizar el Skype; al principio causa cierta timidez, ¿y si es un
loco que me empieza a acosar? pero algunos valientes ceden a la tentación. Todo
puede quedar en el impulso de un día, pero en otras ocasiones la conversación
fluye, te diviertes y sigues intimando. Y es entonces cuando sucede algo
interesante, descubres matices en sus entradas, hay segundas lecturas, sí,
claro, todos nos exponemos hasta un límite, pero ahora que te conozco y sé
detalles de tu vida, tengo un contexto. Incluso en un blog de cine sucede,
ahora sé con quien has ido al cine, porque has elegido esa película y no esa
otra, porque estabas cansada y quizás no disfrutaste tanto de la película,
etcétera.
La última parte es quizás la más fácil pero también la más difícil:
quedar en persona. El problema reside a nivel logístico, ¿vivís en la misma
ciudad? no suele ser así, y al menos que se tenga un trabajo con cierta
movilidad –o ciertos intereses sentimentales-, lo cierto es que nadie se suele
molestar.
Mi experiencia en ese sentido ha sido buena, no es que haya quedado
con muchas personas, solo cuatro en estos dos años y casi a regañadientes, soy
bastante asocial, pero siempre fue muy divertido, nadie me pareció diferente de
como se había mostrado por teléfono o en su blog. La gente miente, eso está
claro, pero puede suceder lo mismo aquí, en el trabajo o en una discoteca. De
hecho, excepto ciertos advenedizos, la gente es en general bastante sincera y
se muestra tal y como es.
Quizás todo esto no tiene mucho que ver con San Valentín, es cierto,
pero es aburrido entrar en esas discusiones estériles que van a poblar los
blogs en un par de días; si tenéis pareja, disfrutad con inteligencia de este
día, y si decidís no hacerlo, espero que tengáis algún gesto con ella el resto
del año, cuando os de la gana y las veces que queráis.
En caso de no tener pareja, y sí os sentís tristes y solas, no os preocupéis: también tenéis varias opciones. La primera sería pedir el día libre en el trabajo, mezclar alcohol y antidepresivos, ver la película "Blue Valentine" y pasaros el resto del día durmiendo. La segunda es convertiros en una persona madura que racionaliza
toda esta pantomima comercial con cinismo y suficiencia y que llena con
proclamas maniqueistas su blog. Y la última opción es facilitarme vuestro número de
teléfono y echaros sobre la cama con vuestra mejor lencería a esperar mi llamada.
Prefiero la tercera: soy tan intensamente romántico que me destrozaría saber que una mujer se siente sola en un día tan señalado. Dicho lo cual, debo de terminar aquí, no hay más cervezas y debo salir de mi sancta sanctorum y avituallarme para la noche. Ah, las jodidas noches de
insomnio. Un abrazo.