sábado, 30 de marzo de 2019

Reseña película: La chica del puente (La fille sur le pont)

Bella, turbadora y fatalista película romántica, rodada en un resplandeciente blanco y negro y con unos diálogos repletos de un humor negro y absurdo. Seduce también por lo atípico de sus personajes: ella es una chica impulsiva, errática y apasionada que tras un par de desengaños amorosos y vitales pretende suicidarse tirándose de un puente, en ese momento conoce a un lanzador de cuchillos que le propone acompañarle como partenaire y diana; él, lejos de ser un príncipe azul, es un cuarentón maniaco-depresivo hastiado de la vida. Son dos personas que luchan contra su soledad, cada uno a su modo: ella cayendo en una ingenua y desvalida ninfomanía, y él escondiendo su fracaso tras una máscara de fanfarronería y aires de grandeza. Se intentan salvar el uno al otro, pero nunca se desprenden de la sensación de estar siempre en la cuerda floja, sin futuro, con el sempiterno miedo de que todo acabe como empezó; a veces son ellos mismos, embebidos de la atracción que el abismo ejerce, quienes parecen querer precipitar ese final. Todo resulta deliciosamente melancólico.

Daniel Auteuil atrapa al espectador con sus frases y su magnetismo, cada vez que lanza un cuchillo piensas que va a ser el último; la escena de la sábana es magistral. La interpretación de Vanessa Paradis también es maravillosa, la película comienza con un monólogo suyo (del cual transcribo parte al final de la entrada) y en apenas dos minutos y medio ha conseguido fascinarte con su personaje.

Podrían sacársele algunas pegas: sobran escenas, sobre todo con un final que se alarga demasiado, Leconte se deja tentar por el preciosismo, logrando momentos de gran belleza pero de escaso interés para la historia. Sin embargo, me sigue emocionando su realismo mágico, su poesía y ese tramposo final en el que suena brevemente Who Will Take My Dreams Away. En resumen, quizás no sea una película acorde a los gustos de todo el mundo, pero creo que merece la pena que le deis una oportunidad.


***
- ¿Por qué no tuvo un buen comienzo?
- Porque conmigo siempre es así, empieza mal y termina peor. Nunca acierto cuando elijo un número. ¿Ha visto esos papeles pegajosos para atraer moscas en espiral? Pues yo soy igual, atraigo las historias cutres que pasan a mi lado. Creo que hay gente así, que son como un imán para aliviar a los demás. Nunca acierto cuando elijo un número. Todo lo que intento, todo lo que toco se convierte en una putada.
- ¿Cómo se lo explica Adele?
- La mala suerte no se explica. Es igual que el oído musical. Se tiene o no se tiene.

- Quizá no me merezca nada mejor. Debe de estar escrito en algún sitio. Hay gente que ha nacido para ser feliz, y a mí todos los días de mi vida me han engañado. Todo lo que me prometieron me lo creí, pero nunca conseguí nada. No sé hacer nada, no le importo a nadie, no soy feliz, ni realmente desgraciada, porque seguro que lo eres cuando has perdido algo. Pero nunca he tenido nada mío, sólo mi mala suerte.
- ¿Cómo se imagina el futuro, Adèle? 
- No lo he pensado. Cuando era pequeña, sólo deseaba crecer. Quería que sucediera deprisa. Pero ahora no sé para qué ha servido todo esto, no lo sé. Hacerme mayor... El futuro es como una sala de espera, como una gran estación con bancos y corrientes de aire, y tras los cristales gente que pasa corriendo. Sin verme, tienen prisa. Cogen trenes o taxis. Tienen un sitio adonde ir, alguien con quien encontrarse... Y yo me quedo sentada, esperando.
- ¿Qué espera, Adèle?
- Que me ocurra algo.

viernes, 29 de marzo de 2019

Salones de juego y casas de apuestas: fabricando al ludópata del futuro.

En los últimos años hemos asistido a la proliferación en España de locales de juego y apuestas. Es muy sintomático que los lugares donde más locales y presencia tienen son los barrios humildes, donde la crisis económica se ha cebado más. Pero antes hay un paso previo: captarte, instalarte la compulsión y convertirla en tu inercia. Se despliegan varias ofensivas, como los bonos: “Regístrate y consigue hasta 150 euros para apostar”, “Doblamos tu primer depósito hasta 200 euros”. En muchos lugares ni siquiera hay un control de la entrada para los menores de edad, que ven como a apenas veinte metros de su instituto tienen unos cuantos locales para escoger sin que la legislación vigente lo impida. La edad media del jugador habitual de apuestas ha descendido de 40-45 años a una media de 25-35. Los más jóvenes (18-35 años) son los que más crecen en las estadísticas de jugadores anuales, y lo hacen, sobre todo, en el campo de las apuestas deportivas, el sector que más ha capitalizado el crecimiento del juego en los últimos años junto a los casinos, offline u online. El inicio de la ludopatía es casi siempre social y luego, cuando ya estás enganchado, te vuelcas en las apuestas online que están disponibles 24/7 sin necesidad de salir de casa.

En 2018 existen 1.465.000 jugadores activos y 3.130 casas de juego. En 2017 los clientes de juegos de azar invirtieron 41.827 millones de euros, la cifra más alta jamás registrada. El juego real en apuestas deportivas casi se ha triplicado en apenas seis años. En 2012 las cantidades jugadas a través de Internet suponían 2.726 millones; en 2016 ascendían a 10.885 millones. No ha alcanzado su techo: según la Dirección General de Ordenación del Juego solo en el segundo trimestre de 2018 se han realizado apuestas online por un valor de 4.165 millones de euros, y de 4.251 millones en el tercer trimestre.

¿Cómo lo han hecho? ¿A costa de qué? En la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, esa ínclita mujer que soñaba con Eurovegas, promulgó un decreto en 2006 que abría la veda para la apertura de este tipo de establecimientos. En 2011, el Gobierno de Zapatero lo reguló a nivel estatal. Además hay que tener en cuenta las enormes inversiones de marketing, que prácticamente se han triplicado entre 2013 y 2018: pasaron de 112 a 329 millones de euros. Esta publicidad agresiva, muchas veces en horario infantil, pone el cebo en referentes sociales, sobre todo para la gente más joven, de la mano de deportistas como Casillas, Cristiano Ronaldo o Rafael Nadal, presentadores de televisión y actores conocidos. La publicidad funciona para normalizar, para que algo se haga universal, ese es el objetivo.

La ludopatía crece más que nunca y más rápido porque el tejido que rodea al sector es perfecto. Antes, casinos, ruletas, tragaperras o cartas se atribuían a personas mayores, casposas, problemáticas o aisladas. Ahora se ha conseguido cambiar la imagen del juego y convertir las casas de apuestas en los nuevos centros recreativos de los jóvenes. Hace apenas un mes el PSOE presentó el borrador del decreto para regular los salones de juego y casas de apuestas, y solo exigía mayor control en el acceso para los menores y una distancia mínima de cien metros con los centros escolares, ni siquiera tocaba el tema de la publicidad. No es una sorpresa, al gobierno, da igual las siglas, le interesa seguir recaudando impuestos, aunque ello implique que una lacra social como la ludopatía se extienda sin control en nuestra sociedad.


"Por ridícula que parezca mi gran confianza en los beneficios de la ruleta, más ridícula aún es la opinión corriente de que es absurdo y estúpido esperar nada del juego. ¿Y por qué el juego habrá de ser peor que cualquier otro medio de procurarse dinero, por ejemplo, el comercio? Una cosa es cierta: que de cada ciento gana uno. Pero eso ¿a mí que me importa?"
El jugador, de Fiódor Dostoievski

jueves, 28 de marzo de 2019

Nuevas formas de precariedad laboral.

Glovo nació en Barcelona hace cuatro años y opera en treinta y ocho ciudades españolas. Al principio pagaba 3,75€ por pedido a los repartidores y cobraba 4,5€ al consumidor. Dos años más tarde, cambió su sistema: rebajó el precio al usuario y pasó a pagar 2,50€ por pedido, con variable por distancia y mejor valoración si trabajas en horas de alta demanda (noches de fin de semana y días de partido) y clima muy desfavorable. Para trabajar con ellos hay que darse de alta como autónomo y adelantar los 65 euros de los materiales: una mochila, una batería portátil y un soporte que fija el móvil al manillar. La cuota de autónomos es de 50 euros mensuales durante el primer año, pero asciende progresivamente hasta los 280 euros a partir del segundo.

            Otra forma de precariedad es la disponibilidad total, no solo para los trabajadores pendientes de una app que les marca el próximo servicio, sino también para aquellos que son contratados a media jornada y que en la otra media son reclamados por el supermercado o el restaurante para cubrir un pico de actividad. Todos saben que si llegas tarde o dices que no vas, te quedarás fuera en el próximo pedido, llamada, servicio, envío, turno. Miles de trabajadores mantienen la misma disponibilidad cuando ya han terminado sus jornadas, salido de sus empresas, desconectado ordenadores o entregado trabajos. En cualquier momento una llamada, un correo que leerán nada más sonar, o un WhatsApp que ya ni siquiera va precedido de una disculpa, les reclamará para resolver un imprevisto, una urgencia, o ni eso, la pura rutina que ya no puede esperar a la mañana siguiente. Eso sin contar la hora de descanso para comer, el tiempo de desplazamiento, o las horas extra que no se pagan, aquí dejo un artículo: El 50 % de los empleados hace horas extra, la mitad sin cobrar, todos estamos imbuidos en la exigencia hiperproductiva y el miedo a perder el trabajo.

            Vivimos de facto una distopia a lo Huxley, donde se han cargado la jornada real de ocho horas; y lo peor es que ha sido de forma innecesaria, porque una distribución igualitaria y horizontal permitiría a la humanidad entera vivir con cuatro horas de trabajo diarias sin ningún problema. En plena campaña electoral, donde nos prometen de todo sin explicarnos de dónde van a sacar el dinero para sufragarlo, como si fuéramos niños pequeños a los que hay que distraer para que no molestemos más, no estaría mal recordar que solo ha pasado un siglo desde la huelga de La Canadiense donde se consiguió nuestra jornada laboral de ocho horas. La llamada “economía colaborativa” (y aquí podéis meter a cualquier empresa que presuma de ello), es la nueva forma de precariedad laboral y, por desgracia, sin una legislación que proteja al trabajador, cada vez que pedimos comida a domicilio por Glovo o cualquiera empresa parecida, la estamos perpetuando.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Tu boca es el corazón vivo del mundo.

Inerme frialdad, deseo furtivo
Hago sonar los grilletes ante el teclado mientras la botella arruga con su aliento cada palabra
Busco la destrucción que nace al borde del poema
Besar el filo del cuchillo como si fuera una sábana de viento cubriendo mi poesía

Todos tenemos alguna obsesión que nos define
Que nos ayuda a trascender la muchedumbre
A llenar el hueco existencial, el miedo a la soledad

Para mí tú eres ese anhelo obsesivo y épico
Eres mi necesidad de algo trascendente e imposible
Eres quien provoca esta ternura que creía ya olvidada

Tú, que eres medusa en su atalaya
Que sobrevives con la muerte afilada bailando bajo tu piel
Tú, que has convertido mi pecho necrosado en una pavesa hambrienta
Árbol de nieve, hija del exilio y la anhedonia
Corazoño romántico, Mater Lachrymarum, laberinto ebrio, ciclotimia idealizada

Ya sé que el amor son unas rodillas que caen como terremoto silencioso
Ante la comedia pornográfica que provocan nuestras bocas
Pero a pesar de todo fóllame, deséame
Que por un instante el orgasmo nos transcienda de esta sombra de carne
Y la belleza llegue puntual a nuestro funeral.

martes, 26 de marzo de 2019

Pronóstico de los resultados de las Elecciones Generales del 28A

La política actual es demagógica pura, es cortoplacista hasta un ridículo extenuante, es la posverdad en su versión más simple y reduccionista. Y en España, aunque tarde, ya estamos en esa vorágine en la que todos los partidos nos toman el pelo, cada uno a su manera. Falta solo un mes para las elecciones generales y los periódicos empiezan a mostrar sus encuestas. Lo primero que hay que decir es que llevan fallando años: fallaron con Trump, con el Brexit, fallaron con el surgimiento de Podemos y luego con su fallido sorpasso al PSOE, fallaron con las infladas expectativas de Ciudadanos que nunca se cumplen, fallaron en Andalucía y el surgimiento de VOX... Con el voto tan volátil no sirven para mucho, más allá de mostrar tendencias y modas puntuales.

En cualquier caso, y después de revisar todas las encuestas que se han publicado hasta ahora, la mayoría coincide en que Pedro Sánchez ganaría las elecciones situándose alrededor de los 120/30 escaños (hoy tienen 85). El PP de Pablo Casado se desplomaría hasta los 87/75 diputados (ahora tiene 137). Ciudadanos se mueve actualmente alrededor de los 52 parlamentarios (hoy tiene 32), VOX se estrenaría con 30 representantes, y Unidas Podemos alrededor de los 30 diputados (ahora tiene 71).

Lo gracioso de estas encuestas demoscópicas es que muchas no superan ni siquiera las mil entrevistas, por lo tanto, ¿qué hay de malo en que yo también aporte mi opinión desde la soberbia demiúrgica de mi blog? En primer lugar, sí, Pedro el Conquistador va a ganar las elecciones, pero, ¿conseguirá gobernar? Creo que no, Unidas Podemos (me flipa mogollón el cambio de nombre, por forzado, oportunista y ridículo) van a caer en el olvido más miserable. Es cierto que tienen un mes por delante y sus campañas siempre han ido de menos a más, pero si el primer mitin de Pablo Iglesias después de seis meses cambiando pañales es lo mejor que pueden ofrecer, están acabadísimos, porque lo único que hizo fue volver a la pose del comunista cabreado y desgreñado, clamar contra los medios de comunicación y lanzar un discurso conspiranoico que emocionó por su bilis a los convencidos más jóvenes, pero que dejó fríos y un tanto desconectados a todos los demás. Los tiempos cambian muy deprisa, y ese discurso que funcionaba hace cuatro años ahora se muestra anquilosado y defectuoso. Iglesias se equivocó gravemente sepultando la primera investidura de Pedro Sánchez y se suicidó patrocinando incondicionalmente la segunda. Ahora es su prisionero, si hay tercera ni siquiera tendrá la opción de decidir, el apoyo se dará por descontado. Por el camino ha destrozado su partido y se ha cargado el invento de las confluencias. En 2015, Podemos recibió más de un millón de votos procedentes del PSOE. Ahora devolverá el obsequio con creces. Pronostico como mucho 27 diputados, y eso con suerte.

Con Ciudadanos todas las encuestas siempre inflan sus resultados, además el partido de Rivera tiene la tasa de fidelidad de voto más baja: solo el 58% de sus votantes de 2016 afirman estar dispuestos a repetir ahora. Y es normal, perdió el rumbo estratégico tras la moción de censura, y la entrada de VOX ha terminado de descuadrarlo; adiós al 'proyecto Macron'. Los cambios constantes de posición, en los que cada día se afirma una cosa diferente, y también el acuerdo con VOX, o la famosa foto de Colón no han ayudado demasiado. Ya se sabe que, en tiempos de polarización, las fuerzas teóricamente transversales lo pasan mal. Les auguro como mucho 33 diputados, más o menos los de la última vez.

Con el PP tengo cierta incógnita. Hay encuestas que les dan hasta un máximo 75 escaños, pero aunque Casado tenga la inteligencia y el carisma de un teletubbie la movilización de la derecha es más amplia ahora de que creemos, sobre todo después del espaldarazo de Andalucía. Creo que como mínimo tendrán 90 escaños, no es tanta la sangría como indican.

Y aquí viene lo interesante: VOX. Ya avisé por octubre del año pasado que habían llegado para quedarse. Si ahora las encuestas les dan 30 escaños, está claro que la cosa está, incluso a pesar de la perversa ley electoral, en torno a los 40/45 escaños. Ellos tienen dos consignas: la primera que les ataquen, como hace la Sexta, obsesionados con hablar de cualquier detalle de su campaña y haciéndoles la publicidad gratis. Es como la famosa expresión 'Ladran, Sancho, señal que cabalgamos', estamos en el mismo contexto que provocó que Trump ganase las elecciones en EEUU. No hay nada al azar, en Europa el modelo ideológico de VOX está al alza, cuenta con financiación y dispone de referentes fuertes como Orbán y Salvini. Su resultado depende también de su segunda consiga, la cual trascribo literalmente: 'no cargarla, no cargarla, no cargarla'. Este es el motivo por el cual Abascal sale poco en las entrevistas y mantiene un perfil bajo. Además, hay que añadir el excelente trabajo que VOX realiza por las redes sociales, Rafael Bardají, miembro de la ejecutiva de Vox, contaba a EL PAÍS antes de las elecciones andaluzas que se reunió con Steve Bannon, jefe de campaña del presidente de Estados Unidos: “Nos ofreció su aparato tecnológico para movernos en las redes sociales con los mensajes adecuados, probar ideas y hacer una campaña electoral al estilo americano”. Las cuatro estrategias de Trump en Twitter son: el marco preventivo —ser el primero en dar un marco a una idea—, la distracción —desviar la atención sobre los asuntos reales—, la desviación —atacar al mensajero— y el globo sonda (poner a prueba la reacción pública), ¿os suena todo esto de algo? Hablar de la Reconquista, del aborto, o de las licencias de armas demuestra que VOX no quiere ganar el debate, quiere poner el marco y las reglas. Y sí todo sale bien y no la cagan conseguirán un resultado impresionante, al igual que han conseguido utilizando las mismas técnicas Bolsonaro o Trump.

Naturalmente hay muchos más elementos que tener en cuenta, por ejemplo la abstención y la capacidad de cada lado ideológico para movilizar a sus votantes, pero si al final volvemos al 65% de participación nos encontraremos una disyuntiva interesante: un acuerdo a la andaluza, es decir, PP + Ciudadanos + VOX, o un acuerdo a lo Frankenstein, con la izquierda suplicando ayuda a PNV, Puigdemont y Rufián; por desgracia ya sabemos cuál puede ser la respuesta, por lo que a nadie le extrañe que tengamos que volver a votar de nuevo en otoño.

Si os soy sincero observo todo desde un estoicismo resignado a sabiendas de que, suceda lo que suceda, gane quien gane, la vida en este país cada vez será más precaria; pertenezco a esa generación «baby boom» que sin pensión decente tendrá que seguir trabajando toda su vida para subsistir, ya sea en la precariedad laboral actual (ya están preparando en mi trabajo un ERE encubierto) o en términos de esclavitud total. Un país sin ningún plan de futuro para crear industria, trabajo, acabar con la desigualdad o con la dependencia del petróleo. Con unos políticos mediocres, casta arribista, cuya mayor baza es apelar a nuestro cainismo, al secuestro emocional, a la futbolización ideológica. Política significa «de, para o relacionado con los ciudadanos», ¿alguien se acuerda ya de eso?.

viernes, 22 de marzo de 2019

Reseña: The Umbrella Academy (Serie de TV)

Gerard Way fue el vocalista de la desaparecida banda de rock My Chemical Romance, pero también es conocido por ser uno de los escritores de cómics más interesantes de la última década. En 2007 junto al dibujante Gabriel Bá creó The Umbrella Academy (ganadora del Premio Eisner, el 'Oscar del cómic'), la historia de una familia disfuncional con poderes que busca detener el fin del mundo. Netflix ha adaptado los dos primeros volúmenes, Suite Apocalíptica y Dallas, y aunque no conserva toda la locura de los cómics en los que hay combates con alienígenas, luchas contra una Torre Eiffel mutante o minirobots asesinos, la combinación de cierta seriedad estilo Watchmen con el espíritu adolescente original de los X-Men funciona muy bien y le da entidad propia.

La historia arranca cuando en 1989, en un mismo día, se produce el nacimiento inesperado de cuarenta y tres niños de madres que a primera hora de ese mismo día no estaban ni siquiera embarazadas. Lo peculiar de la situación llama la atención del millonario e inventor Reginald Hargreeves que adopta a siete de ellos. Pronto descubre las únicas habilidades que poseen cada uno de los jóvenes, por lo que crea la academia de superhéroes The Umbrella Academy y prepara a sus “hijos” para salvar el mundo.

Años después la familia se encuentra completamente separada, pero la noticia del fallecimiento de su padre los volverá a unir, despertando viejas tensiones y rencillas existentes entre ellos. Sin embargo, el misterio de la muerte de su padre, que es tan natural como parecía, unido a la amenaza de un apocalipsis global, los obligará a volver a trabajar juntos.

Cada uno de los personajes representa un trauma familiar. Vanya Hargreeves (Ellen Page) es el único miembro sin poderes y por ese motivo fue siempre menospreciada y sintió que nunca pertenecía realmente a la familia. Luther siempre quiso ser el héroe que su padre quiso que fuera, y eso le costó su propio cuerpo. En la serie es un hombre del espacio encerrado entre los músculos de un enorme gorila que rehúye del contacto físico. Klaus (Robert Sheehan, conocido por la serie Misfits) es quizás el personaje que más profundidad alcanza, sobre todo en comparación al cómic. Puede hablar con los muertos, pero para huir del terror que le provoca ese poder se ha convertido en drogadicto. Allison es The Rumor, puede manipular a todo el mundo a través de su voz. Es popular, una actriz famosa, pero acaba de divorciarse y perder la custodia de su hija. Diego es el único que sigue activo como vigilante, The Kraken. Es un asesino, y tiene una puntería sobrenatural con los cuchillos. Número 5 es un hombre de cincuenta años atrapado en el cuerpo de un niño de doce, tiene el poder de viajar en el tiempo y se quedó atrapado en el futuro, justo unos días después del apocalipsis. Vivió décadas como el último hombre vivo sobre la Tierra, intentando regresar al pasado; para soportar ese aislamiento recrea una historia de amor con un maniquí con el que conversa continuamente.

Cada uno de los personajes podría sostener la serie por sí solo, pero es la combinación de todos, las subtramas que se van desarrollando para aportarles más complejidad (y que más allá de las que atañen al Número 5 ni siquiera aparecen en el cómic) lo que llena de interés cada capítulo. Además, hay grandes personajes secundarios como Pogo, un chimpancé capaz de hablar (un guiño al Planeta de los Simios), la madre robot que parece que ha enloquecido y sobre todo, los sicarios temporales, Cha-Cha y Hazel: profesionales y extravagantes, violentos y divertidos a la vez, muy del estilo Tarantino.

Mención especial a la música, disponible en Spotify, canciones como “Soul Kitchen”, “Sinnerman”, “Barracuda” Exit Music (For a Film) o “Don’t Stop Me Now”, además de temas del propio Gerard Way, acompañan a momentos lisérgicos y muy épicos. Soy un apasionado de la música y reconocer un tema de Nina Simone o Radiohead en una escena coreografiada que funciona me parece una maravilla y le aporta un plus de personalidad y enjundia a la serie.

Por supuesto la serie no escapa de algunos problemas: tiene diez capítulos y los primeros pueden resultar algo lentos, sobre todo porque duran casi una hora. La serie te obliga a ser paciente, a que te vayas acostumbrado poco a poco al ritmo que la historia necesita, por eso resulta chocante que, justo al final, los dos últimos capítulos sean los más cortos, apenas cuarenta y cinco minutos, dando la sensación de que todo se resuelve de forma apresurada; se echa de menos algo más de épica y no el típico cliffhanger que anuncia una segunda temporada

En resumen: una adaptación de los cómics algo libre, quizás no del agrado de los puristas, pero cuyo resultado es una serie coral muy equilibrada, carismática y que me ha encantado. Junto a Titans y Doom Patrol va a poner las cosas muy difíciles a la serie basada en Watchmen de HBO que se estrenará en verano, la cual lo tiene muy, muy complicado para conseguir apaciguar mi lado más hater. Como añadido os dejo enlace a los dos primeros volúmenes del cómic: Umbrella Academy 1: Suite Apocalíptica, y su continuación Umbrella Academy Vol.2: Dallas, por si os interesa leerlos en vuestro ordenador.

jueves, 21 de marzo de 2019

Reseña: Golpéate El Corazón, de Amélie Nothomb

Con esta autora tengo una relación de amor-odio. La descubrí hace ya más de quince años leyendo una entrevista que le hicieron, si no recuerdo mal para el periódico El País, y al descubrir su extravagante biografía y su forma lisérgica de responder a las preguntas decidí darle una oportunidad al libro que estaba promocionando en ese momento. Antichrista me deslumbró y nada más terminar de leerlo me compré todos los que había publicado con Anagrama. Una de las curiosidades que me embaucó de ella es que llevaba publicando una novela al año desde 1992, es decir, a día de hoy ya tiene veintisiete novelas publicadas.


Con el paso del tiempo, y según se va acercando la cita anual, hay una cierta curiosidad masoquista, de ceño fruncido ante la expectativa de leer otro de sus cuentos largos -me niego a llamarlos novelas-, dado que su calidad suele ser bastante desigual. A veces escoge una buena idea y la transforma en algo interesante, y otras veces fracasa sin deslumbrar porque ni ella misma sabe a dónde quiere llegar. Amélie Nothomb es prestigio y marketing, es talento y pantomima: es capaz de venderte por 18€ un cuento largo que lees en dos horas y no te aporta nada y, al año siguiente, publicar una historia autobiográfica y visceral, con unos personajes femeninos tan definidos y colosalmente dañados, que parte de ti queda fascinado durante días. Todo o nada.

Vayamos pues a la sinopsis del libro de este año: Marie, joven belleza de provincias, despierta admiración, se sabe deseada, disfruta siendo el centro de atención y se deja cortejar por el galán más guapo de su entorno. Pero un embarazo imprevisto y una boda precipitada cortan en seco sus devaneos juveniles, y cuando nace su hija Diane vierte sobre ella toda su frialdad, envidia y celos. Diane crecerá marcada por la carencia de afecto maternal e intentando comprender los motivos de la cruel actitud de su madre hacia ella. Años después, la fascinación por el verso de Alfred de Musset que da origen al título del libro la impulsará a estudiar cardiología en la universidad, donde se topará con una profesora llamada Olivia. Con ella, en la que creerá encontrar la anhelada figura materna, establecerá una ambigua y compleja relación, pero Olivia tiene a su vez una hija, y la historia dará un vuelco inesperado…

La fábula de Nothomb es una historia sobre mujeres y sus relaciones, un cuento sobre su capacidad de amar, los hombres apenas existen en su cosmología, son simples figurantes. Con el eje estético y moral de la maternidad, Nothomb no da por seguro el amor entre madres e hijas, pero para ello no pone excusas generacionales, ni le asusta hablar de lo peor de la feminidad, de su competitividad, envidias y posesividad intrínsecas; no necesita forzar un feminismo buenista para conseguir que sus personajes provoquen empatía o rencor. A pesar del lenguaje sencillo, de la excesiva lucidez y racionalidad de algunos personajes en contraposición con el narcisismo simplista y cruel de otros, el poso que deja la novela es de enorme complejidad, el lenguaje sencillo influye y deja espacio al lector para que busque algo más detrás de su historia. En resumen, me ha gustado bastante, y esta vez merece la pena su compra, aunque, como siempre, dejo un enlace al ePub aquí.

domingo, 17 de marzo de 2019

La chica del abrigo rojo.

Estar loca es difícil de asumir, no es algo que puedas solucionar con un par de visitas al psiquiatra o amputar en un quirófano: es una etiqueta que te define y siempre irá contigo. Pensé mucho en ello de pequeña, mientras iba de una institución a otra, encerrada en pequeñas habitaciones blancas, atada a la cama, la cabeza llena de algodones, la boca seca y sin vida. Al final llegué a un acuerdo con las voces: ninguna quería continuar así. La tristeza de nuestros padres carceleros se podía evitar, solo teníamos que disimular, rellenar los test de forma adecuada, imitar el comportamiento de los demás, decir lo que ellos necesitaban escuchar. Y aunque mi aceptación era pura resignación, todo salió bien y poco a poco la alegría volvió a sus vidas.

Nunca se lo conté a nadie, seguía con mi vida sorprendida de que fuera tan fácil fingir ser normal y engañarlos a todos. Durante la adolescencia se agravó más y, cuando el ruido de mi cabeza se hacía demasiado insoportable y las voces requerían protagonismo, me escapaba por las noches en busca de alcohol y emociones fuertes donde nadie pudiera asustarse por mi comportamiento. Naufragaba entre el grupúsculo de pequeños burgueses de colegio privado, con sus grandes apellidos y futuro encorsetado, y mi mundo nocturno, lleno de juergas al límite, donde era la misteriosa chica del abrigo rojo, la que se atrevía con cualquier locura, la promiscua arromántica, la Reina Lagarto y su séquito de drugos del caos.

Han pasado muchos años, años en los cuales mi actuación como hija, amiga, novia y profesional ha sido perfecta. Todos sonríen cuando entro en la habitación, ningún asomo de duda en sus rostros. Pero ahora, esta noche, me siento al límite de mis fuerzas, atrapada en un hara-kiri emocional, alejada ya de toda esperanza de ser feliz. Pero en vez de intentar distraerme, recrudezco el masoquismo emocional releyendo tus cartas; tenías talento para elegir las palabras, para saber cuáles romperían mi hermetismo, palabras mil veces escritas y repetidas por todos los amantes del mundo, pero que consiguieron llegar al núcleo de mi ser, enquistarse en mi memoria. Qué estúpida y yerma me siento ahora. La conclusión es que el amor es una impertinencia de los sentidos, endorfinas sin escrúpulos, horizontes de carne abriéndose en canal ante una sensibilidad sobrevalorada, despótica, veleidosa y cruel.

Las voces te odian y te anhelan. Todas ellas. Me piden que te llame, que exija que sigas disfrazando mis huecos, ahuyentando el asco y el desvanecimiento. Una de ellas toma el control y comienza a escribir una inconexa carta de amor, quiere explicarte los silencios, las caricias al aire, los cambios de humor, mi retraimiento, mis salidas nocturnas... Debería de haber compartido todo contigo, pero, cómo hacerlo, cómo contarte, por ejemplo, las terribles pesadillas que tenía; no quería asustarte. Ahora no importa, es incluso necesario, necesito que me comprendas: todas empiezan con una extraña luz añil iluminándolo todo poco a poco. Y ahí, en medio de la nada, aparece alguien dándome la espalda. Esa persona siempre cambia, a veces es mi padre, un amigo, las últimas semanas siempre eras tú. Lo que nunca cambia es la sensación de pánico, de angustia, sé que algo terrible va a ocurrir. Empiezo a llamarte, a suplicarte que te acerques y salgamos de aquí. Pero sigues sin moverte, ajeno, distante, sin ni siquiera darte la vuelta, como si fueras una máscara de carne colgada de la pared. Al final todo empieza a desdibujarse, a volverse violento, la tonalidad de la luz va cambiando a un rojo oscuro, las voces gritan asustadas todas a la vez, te insultan, quieren hacerte reaccionar; pero cuando intentan arrastrarte a la fuerza, alejarte de este lugar, nuestras manos se convierten en cuchillos que te abren en canal. Caigo de rodillas ante tu cuerpo destrozado, llorando histérica, sin saber cómo solucionarlo.

No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando consigo recuperar el control noto que tu cuerpo es diferente. De él ha surgido una versión de mí más joven, sin cicatrices, brillante, de un blanco incólume. Ella me mira fijamente, levanta sus manos hacía mi cuello y empieza a asfixiarme. Intento soltarme, golpearla, pero es demasiado fuerte. El pánico me aturde, mis pulmones arden, los capilares de mis ojos estallan, solo siento la náusea. Y mientras me asesina tú, justo detrás de ella, lo observas todo impasible, casi sonriente. Todos mis sueños terminan siempre con mi muerte.

Arrojo el teclado al suelo, una voz masculina grita de frustración. No, dejemos de escribir, ¿para qué forzar la transcripción de pensamientos, para qué esta necesidad de astillar el hueso con metáforas? Pero los recuerdos me sobrevienen como pequeñas explosiones en el campo de minas de mi cerebro, mezclando los quizás con los ojalá. Me echo a llorar, pero las voces no tienen paciencia, me recuerdan con crueldad que nos habíamos convertido en una parodia vulgar, carne seca deslizándose por las sábanas, una papelera de sentimientos entumecidos y arrugados. Sin embargo sigo anhelando perderme en tu piel, sangrar dentro de tu respiración, observar el cristal empañado por tus embestidas, sentir como tus dedos acarician mis muñecas y controlan mi pulso.

Suspiro. Me agacho para recoger el teclado y es entonces cuando me percato: hay un reguero de sangre, pequeñas gotas oscuras, recorriendo todo el pasillo, como si fuera la escena de un crimen imperfecto. Mi primera y absurda reacción es quitarme el camisón e intentar limpiar el suelo con él, pero cuanto más me esfuerzo en limpiar más sangre aparece por todas partes. Tardo en darme cuenta que son mis propios brazos los que gotean. Me rindo, estoy agotada. Me dejo caer como un parásito sobre las baldosas frías, empapándome de la vida que huye de mi cuerpo, deshilachándome del fluir del tiempo y mi propia existencia.

La voz más desagradable despierta en mi cabeza: es la de mi madre, retumba en mi cerebro como uñas arañando una pizarra. Me increpa, me exige que me levante, que deje de mancharlo todo, que soy una guarra y una puta. Me incorporo, voy dando tumbos hasta el baño. Eludo el espejo, todo palpita, me siento mareada. Abro el grifo de la bañera y me meto dentro. El agua empieza a caer sobre mi piel ensuciándose con mi sangre. No hay banda sonora, solo frío y temblores. Cada vez me siento más pequeña, el griterío insoportable de mi cabeza se va desvaneciendo, la bañera abarca todo mi mundo. Antes de perder el conocimiento ensayo una sonrisa y me dejo arrastrar junto al agua por el sumidero.

***

Ahora, semanas después, he vuelto aquí, al infierno de batas blancas, charlas en círculo, pastillas y ojos opacos. Cuando estoy sola en mi despacho, miro al espejo y vomito todas mis quejas y frustración, pidiendo algo de paz, de libertad. Pero las voces siempre me contestan: “No podemos dejarte morir todavía, hay mucho trabajo que hacer, necesitamos nuestro ejército”. Suspiro, y por un instante pienso en ti. Pero ahora solo hay odio, quiero que mueras junto a los demás. Por eso hay que seguir con el plan y convencer a los últimos inversores, es lo único que tiene sentido. El alzamiento está cerca.

Epílogo

Médico: “Os doy a todos la bienvenida a la mejor clínica psiquiátrica del país: Segunda Oportunidad. Pasen por aquí por favor. Como ya saben todo el mérito del programa es de la Doctora Alicia Sierra, fue ella quien fundó la primera de las clínicas con su propio dinero hace ya más de diez años. Es una mujer admirable, ha conseguido progresos increíbles con pacientes crónicos que habían sido desahuciados de las demás instituciones. Tendrán que perdonar mi efusividad, pero como compañero de profesión solo puedo dar las gracias por tenerla cerca y aprender de sus métodos. ¿Esas noticias de hace un par de semanas? Rumores sin fundamento, se lo puedo asegurar, fueron solo unas vacaciones. Con su dinero podríamos exportar el programa a otros países, podríamos convertirnos en un referente mundial en psiquiatría, existe mucha gente que sería capaz de decir cualquier cosa con tal de impedir un acuerdo así. Les puedo asegurar que ella es un ejemplo de entereza y serenidad, y aquí, entre estos muros, estos rasgos son imprescindibles para nuestro trabajo. Ya estamos aquí, este es su despacho. Les aseguro que conocerla les va a cambiar la vida..."

viernes, 15 de marzo de 2019

La acróbata suicida que obligaba al precipicio a cerrar los ojos.

Anacronías y desastres, ruinas e insomnios, deseos y utopías. No sé amar si no lo hace el poema. La carne y sus súbditos, animales naufragando buscando el paraíso. La tristeza de las arañas. El amor y el arrebato. La sinergia de lo salvaje. Los barracones del infierno. Todos tenemos una bestia dentro, el instinto de los chacales que usan el amor como coartada. Por eso muy pocos se atreven a dejarse desgarrar por el amor, a conocerlo de cerca. Pero a pesar de ser parias, prefiero su fuego a la mentira común.

            Amnesia de civilización. Diástole en la carretera. El extraño abracadabra en la caverna de mi imaginación, la lluvia cayendo sobre una acuarela que ya ha perdido la fe. Esa terrible forma de llorar y amar desde la barricada, acumulando poemas y pavesas de hoguera anorgásmica. Resulta difícil abrazar una certeza y crearse un hogar.

            A veces tengo miedo y prefiero que me hiera tu verso a que lo haga la nada. Necesito jugar a ser dos, a la dialéctica del peyote, a buscar juntos los trenes que certifiquen la autopsia de tus labios. Por eso me atrae el sonido de nuestra risa en el desfiladero, donde el tiroteo del pecho se vuelve secundario y solo existe la verticalidad de lo improbable.

            Pero no sirve de nada: la rayuela se rinde ante la geometría de la mariposa, la hojarasca pierde el sonido del poema, el mar sigue gritando como un animal herido. Nos hemos normalizado demasiado.


***
El ojo del amor // The eye of love (by René Groebli, 1953)








jueves, 14 de marzo de 2019

Reseña: La dependienta, de Sayaka Murata

La novela se centra en Keiko Furukura, una joven que trabaja en una tienda de conveniencia o konbini. Keiko siempre ha sido rara, ya desde pequeña se buscó más de un problema por sus salidas de tono y razonamientos fuera de lugar. Por eso Keiko crece cada vez más aislada del mundo, reprimiendo sus reacciones y alejándose de cualquier relación personal. Al entrar en la universidad y para intentar tranquilizar a sus padres, preocupados por el futuro de su extraña hija, Keiko comienza a trabajar en un konbini. Allí encuentra un oasis en el que no tiene que luchar por “intentar ser normal”, sino que simplemente debe seguir el manual del empleado, interiorizando pautas, normas y horarios; además, carente de personalidad propia, llena el vacío copiando los ademanes, gustos e incluso el tono de voz de sus compañeros de trabajo.

Dieciocho años después y ya con treinta y seis años de edad, Keiko sigue trabajando en el mismo konbini, sin demasiados amigos ni ningún tipo de interés en tener una relación sentimental. Keiko es feliz, o al menos acepta tranquilamente su vida como empleada, no obstante, es consciente de que no está cumpliendo con las exigencias tácitas de la sociedad; y ese es el motivo de fondo por el que su supuesta independencia sufre las críticas pasivas de conocidos y familiares. Motivada por esta presión externa decidirá compartir piso con Shiraha, un desempleado parásito (con una conducta muy próxima al hikikomori), para poder dar una imagen de familia normativa.

La novela muestra una velada crítica a la rigidez del protocolo y la cultura japonesa, explicando el conflicto social entre los términos honne y tatemae: tatemae (literalmente "fachada”), es la conducta y las opiniones que se demuestran en público, lo esperado y necesario de acuerdo a las circunstancias o la posición de la persona. El problema se produce cuando los familiares y amigos de Furukura intentan controlar y dirigir su vida privada con el exclusivo objetivo de que reproduzca la normalidad social (tener amigos e hijos), pero sin tener en cuenta su honne (podríamos traducirlo como “sonido verdadero”), término que se refiere los verdaderos sentimientos y deseos de una persona que solo se confiesan en su círculo de confianza. Lo irónico es que esta intromisión no es suficiente para percatarse de que Keiko tiene un grave trastorno psicológico que no se ha tratado en su infancia por una evidente falta de medios y concienciación sobre la salud mental en Japón.

Precisamente es esta patología, que podríamos encuadrar en un autismo leve, lo que ha provocado que Keiko Furukura haya establecido su zona de confort en la exigente rutina de una konbini. Pero, ¿es ahí donde reside la felicidad de nuestra protagonista? Y, en cualquier caso, ¿aquellos personajes que aseguraban conocer las reglas de la felicidad, acaso son felices? Si todos siguen un mismo objetivo, unos mismos medios y una misma verdad, ¿no estarán realmente igual de vacíos atrapados en esa esclavizante homogeneidad?

En resumen, La Dependienta es un libro a veces divertido, otras oscuro, pero que tiene de fondo una crítica al significado de qué es ser “una persona normal” y en dónde queda la felicidad cuando estás obligado a cumplir un rol establecido por una sociedad todavía muy machista. Muy recomendable., Como siempre enlace al ePub aquí.

miércoles, 13 de marzo de 2019

-Oye amor, qué es peor, ¿la ignorancia o el desinterés? -Ni lo sé, ni me importa, deja de molestarme.

Casa de Marcos. Rorschach y él están tumbados en el sillón del salón fumando hachís. Cervezas desperdigadas por el suelo, revistas, algunas partituras. Suena música clásica desde los altavoces de la cadena de música. Hay una bolsa gigante de frutos secos, ceniceros, un par de vasos y una botella de vodka medio vacía sobre la mesa. Llevan un par de horas fumando y hablando con las persianas casi bajadas del todo. Hay una tenue tensión en el ambiente. Rorschach termina de leer unas páginas manuscritas que tiene en la mano y las deja caer al suelo con displicencia.

Rorschach: Marcos, por favor, estos poemas son lo más cursi y almibarado que he leído en toda mi vida, ¿qué coño te sucede, te has enamorado?
Marcos: (un poco molesto) Tampoco exageres, quería cambiar mi estilo. Ahora lo que funciona es la prosa poética romántica, en cuanto tenga más material lo enviaré a alguna editorial.
Rorschach: (se termina el vaso de vodka y vuelve a servirse un poco más) No me jodas tío, no te vendas tan pronto. Sabes tan bien como yo que hay que poner parte del alma en lo que escribes, tocar la cicatriz de las cosas, piensa en Kerouac, Bukowski, Miller, ¿tú crees que ellos claudicarían? Joder, qué quieres, ¿ser Benedetti, escribirle las canciones a Pablo Alborán?
Marcos: Perdona si Bukowski ya no es mi mesías literario, estoy harto de cosificar a las mujeres, quiero un poco de trascendencia, ver más allá de...
Rorschach: (interrumpe) ¡Idioteces! La única forma real de conocer a una mujer es follándotela. Pero tú siempre estás idealizándolas, incluso te has llegado a meter en estúpidas relaciones a distancia. Escucha mis sabias palabras: no hay lealtad en el viento, todas son iguales, no pierdas el tiempo. No seas beta, al final vas a acabar como mi vecino esquizoide; ayer por la noche estuvo gritando durante horas: “¿Quién es Movistar y por qué sabe mi saldo?”
Marcos: No sé cómo aguantas vivir en ese gueto, todos tus vecinos están chiflados (va a contestar algo más, pero se calla. El silencio se alarga) Mira, soy así, no puedo huir de… ¿cómo lo definiste una vez? Ah, sí: “mi masoquista alacranidad sentimental”. Soy una víctima de mí mismo, como todos, y eso tiene que notarse en lo que escribo.
Rorschach: Tendrías que venirte de putas conmigo, se te quitarían todas esas tonterías. Ahora me ha dado por usar con ellas los juguetes sexuales que compro por Internet; encuentro cosas rarísimas, lo último ha sido un rosario de bolas chinas con su crucifijo al final. Intentar que se corriera mientras la masturbaba con la figura de Jesús crucificado, la humedad de su coño iluminando ese milagro estético, eso sí que fue pura poesía. Cuando me cansé nos quedamos tumbados en la cama comiendo caramelos derretidos mientras me contaba cómo había perdido el dedo meñique del pie en un accidente de coche.
Marcos: (riéndose ebrio) Me encantan tus anécdotas de lupanar, siempre tan divertidas. Joder, qué diferencia con mis compañeros de trabajo, su conversación es terriblemente insulsa y aburrida, es como el ruido de la cisterna en un váter atascado: una absoluta pérdida de tiempo.
Rorschach: (se pone serio) A mí tampoco me gusta perder el tiempo, por eso vamos a ir al grano, ¿sabes por qué he venido hoy a verte?
Marcos: (cada vez más tenso) ¿Para beberte mi cerveza?
Rorschach: No, para avisarte: quiero que dejes de ver a mi ex. Hay ciertas reglas tácitas entre amigos que hay que respetar. Además, llamarla puta es un eufemismo demasiado generoso para esa despreciable e ingrata meretriz, estoy seguro que solo está contigo para molestarme.
Marcos: (visiblemente nervioso) No sé qué te han contado, pero solo hemos quedado un par de veces, nada más. De todas formas… (duda antes de continuar) ya han pasado varios meses desde que lo dejasteis y siempre me dices que es una puta, que no te importa… yo… lo siento Rorschach, pero ella me gusta.
Rorschach: (se pone de pie algo alterado, da un par de vueltas por la habitación y luego se para delante de él, a poca distancia de su cara) Quizás debería sacar la navaja, esa que sabes que llevo siempre encima, rebanarte la garganta, observar impasible como te llevas las manos al cuello intentando parar la hemorragia, disfrutar del gorgoteo de la sangre, del pánico en tus ojos ante los últimos instantes de tu patética existencia. Luego rociaría tu cuerpo con este vodka de mierda y prendería fuego a esta pocilga que llamas hogar… (interrumpe su discurso, le mira fijamente y luego se echa a reír) ¡Ja, ja, ja, ja! Deberías verte la cara ahora mismo (se acerca y le rodea el hombro con un brazo) Tranquilo, no te asustes, estaba bromeando. El único crimen imperdonable que has cometido contra nuestra amistad es servirme este alcohol barato, ¿no tienes nada mejor?
Marcos: (está un poco asustado, responde vacilante, con la voz tensa) Tengo guardada una botella de Cardhu desde hace varios años, podríamos abrirla, por los viejos tiempos…
Rorschach: Tú sí que sabes tratar a los amigos…
Marcos se va a la cocina y al poco rato vuelve con la botella y un par de vasos limpios.
Rorschach: (sonríe, parece más calmado) La verdad es que a mí me resultaría repulsivo acostarme con la ex de un amigo, pero… nadie es de nadie, ¿no? Y en el fondo, ya sabes, me considero una persona pacífica. Venga, brindemos por algo excelso...
Marcos: (todavía algo nervioso) Sí, claro, por lo que tú quieras.
Rorschach: (se lo piensa durante un momento y luego, con los ojos chispeantes, alza el vaso) ¡¡Por la amistad!!
Marcos: ¡¡Por la amistad!!

Dos horas después se empiezan a escuchar gritos en el vecindario. Los bomberos llegan poco después y consiguen controlar el fuego. En los periódicos del día siguiente se lamenta la muerte de una joven promesa de la poesía española fruto de un desafortunado accidente doméstico.
Rorschach volvió con su ex un par de meses después, ahora están más enamorados que nunca. El amor siempre triunfa.

martes, 12 de marzo de 2019

Reseña: Los asquerosos, de Santiago Lorenzo

Manuel -nombre ficticio- es un joven con una vida completamente anodina que ha sufrido, como tantos jóvenes españoles de su generación, los estragos de una crisis que le ha condenado a un presente precario y a un futuro sin perspectiva alguna. Un día, cuando va a salir de su casa para dirigirse al trabajo, es atacado por un agente antidisturbios al que hiere de gravedad con un destornillador que siempre lleva encima como amuleto. Manuel huye inmediatamente de Madrid para refugiarse en un pueblo abandonado y su tío, un hombre también de escasos recursos, gestionará como puede y desde la distancia el escondite de su sobrino prófugo y su logística de supervivencia enviándole semanalmente compras del Lidl.


Ante lo que parecía un terrible drama personal, Manuel descubrirá, poco a poco, que no solamente es capaz de sobrevivir aislado de la civilización, sino que preferirá no regresar nunca más a ella. La sociedad, el sistema y los demás eran precisamente lo que fallaba en su ecuación para ser feliz, huye de todo para encontrárselo todo. El autor describe lo maravillosa que puede ser la soledad una vez la elijes y te adaptas a ella, y lo trágico que puede resultar que algo inesperado la rompa. Y de ese conflicto sale el título de la novela: siempre hay algún asqueroso que, consciente o inconscientemente, salpique con su insalubridad tu existencia.

Los asquerosos pretende ser una obra divertida, de esas que se leen del tirón en una tarde ociosa, lo cual siempre es de agradecer en un mundo literario más dado al drama y al tremendismo. Y, además, lo que parece ser una premisa argumental absurda termina convirtiéndose en una crítica a toda la idiosincrasia de la sociedad actual, a su cúmulo de hipocresías, estupideces y contradicciones que sólo conducen a la insatisfacción y la infelicidad.

 Sin embargo, a pesar de las ventas, el marketing y todas las críticas de generosa enjundia, hay cosas negativas y que a mí me chirrían mucho. Lo primero es que lo comparan con Walden de Thoreau, y ni de coña, es un libro divertido, pero no pasa de ahí, no hay más profundidad filosófica que plantear como un misántropo descubre los placeres de la autosuficiencia y la soledad. Pero lo peor es el lenguaje: una mezcla de cultismos, neologismos, jerga inverosímil y coloquialismos que parecen un pegote innecesario y desconectan todo el rato de la lectura. Además, al terminarlo subyace la sensación de oportunidad perdida. Santiago Lorenzo no ha querido profundizar en la sátira, no sé si por falta de talento o ambición, y sobre todo se nota en la parte final, con unos secundarios estereotipados “mochufas” (los asquerosos), que infantilizan aún más la narración y la manchan con un clasismo intelectual que se alarga durante demasiadas páginas.

En resumidas cuentas: no está mal, pero ni de lejos es esa obra literaria maravillosa que nos quieren vender. Y, por favor, si alguien lo compara con Thoreau… que primero lea a Thoreau.


lunes, 11 de marzo de 2019

Reseña: Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh

Ottessa Moshfegh, escritora norteamericana de ascendencia croata e iraní, irrumpió en el panorama editorial gracias a Mi nombre era Eileen una obra deslumbrante y subversiva que alcanzó cierta notoriedad al quedar finalista del Man Booker Prize en 2016. En ‘Mi año de descanso y relajación’, tercera novela, su narrativa existencialista alcanza su máxima expresión a la hora de diseccionar el atípico universo femenino de sus protagonistas. La excusa argumental se centra en una joven neoyorquina de veintiséis años que abrumada por un permanente estado de apatía decide emprender un radical proceso de hibernación consistente en atrincherarse en su exclusivo apartamento del Upper East Side y atiborrarse de pastillas para dormir.

A través de este inusual tratamiento contra la realidad pretende alcanzar una regeneración tanto física como espiritual que le permita seguir adelante en un mundo que cada vez tiene menos sentido para ella. Sin embargo, lejos de la ansiada purificación, lo que provoca es un aparatoso declive físico y mental. Dotada de un irreverente sentido del humor en el que no cabe lugar para la corrección ni la compostura, la novela de Moshfegh funciona como una especie de diario en el que la protagonista relata todo tipo de experiencias: hilarantes episodios de sonambulismo, surrealistas sesiones de terapia con una doctora que le administra fármacos de forma indiscriminada, breves encontronazos dialécticos con su amiga Reva, uno de los pocos personajes secundarios cuyas taras son también muy notorias y, por último, un repaso a los recuerdos más tóxicos y traumáticos de su existencia que explican en parte porqué ha tomado esa decisión.

Moshfegh revolotea entorno a las necesidades afectivas y las contradicciones de la soledad mientras satiriza la vida moderna de una urbe como Manhattan y vierte bilis sobre los artistas iluminados y amantes del arte snobs, los locales de moda, las galerías y los gurús de la opinión y las tendencias. Reclama para sí la desgana y apatía vital que los millennials hípsters habían acabado adoptado como simple pose, elevándola al lugar romántico en el que debe estar: el del malditismo de una vida y un futuro demasiado inaceptables como para no pretender huir de ellos. Es una novela sobre la fragilidad de la vida, lo fútil y lo que nunca termina de irse, la vanidad contra la mediocridad.

No es una novela para todo el mundo, a la mayoría le resultará aburrida, sin embargo a mí me ha enganchado el tono tragicómico, ese fatuo intento de sobrevivir a la depresión, de soportar la pérdida, de dejar de sentir para poder volverse “inmune a los recuerdos dolorosos”, que culmina al final de la novela chocando sin remedio contra la cruel y dolorosa realidad. Es una de las pocas lecciones que siempre se suelen aprender con la edad: no hay atajos.

Dejo enlaces a los libros en formato ePub en el primer párrafo.


domingo, 10 de marzo de 2019

Escribir es encender un fuego con la leña de tu memoria.

Esta noche escribo para erradicar la palabra miedo, para intentar enmudecer la bala en el estómago. Ya es demasiado tarde para el motín y la cruz, solo soy un espantapájaros que se ha destruido solo, un Peter Punk que busca en vano el secreto de la nada. Maté demasiadas horas, vendí mi orgullo a la intrascendencia y la vida real me masticó hasta devorar todo atisbo de arrebato. Ahora me desconozco de cerca y decepciono de lejos, ¿escuchas eso? es la compensación estética de un memento mori, es un error de incalculable belleza perdido entre los escombros.

            Esta noche tu recuerdo revolotea por mi cabeza como un mirlo enloquecido, no soy capaz de ordenar tu frío, quizás porque tu ausencia es el territorio de la herida. Te recuerdo arrodillada ante mi metástasis vital, tu cuerpo convertido en un ajuar de peonías, en un virus misericordioso, en un hambre que traspasaba los huesos. La mujer selva que celebraba el suicidio menstrual de nuestros hijos no-natos mezclando sonrisas con antidepresivos. La que prefería estar sola a formar parte de este mundo negligente, cruel y roto. La del sentimiento agorafóbico, ingrato y triste.

            Esta noche miles de árboles bailan desnudos ante mis ojos pidiendo mi cabeza. Y así, preñado de desiertos, levanto las manos del teclado y me rindo. Solo soy una mosca alimentándose del grito del cadáver, de un amor que no existe, de una ruina que no se atreve a preguntar al espejo dónde quedó la idolatría de la musa. La cámara se nubla, quizás la única solución sea arder ante el alféizar clitoriano. Arder mientras la inmortalidad se muestra tuberculosa ante la mancha de un insecto aplastado contra la pared. Arder ante la obligación moral de unas bragas manchadas de sangre.

domingo, 3 de marzo de 2019

Reseña de la serie “Crónicas Vampíricas”.

Durante los últimos cuatro meses que he estado viendo la serie me rondaba por la cabeza escribir algún tipo de reseña, lo primero que haría sería justificarme diciendo que siempre me han encantado los vampiros, sobre todo la saga literaria de Anne Rice, y que descubrir la serie coincidió con un periodo en que mi máxima aspiración era vegetar tumbado en el sofá. También añadiría que el rollo romántico Young Adult me tira de vez en cuando (ahí está mi obsesión del año pasado con la escritora Alice Kellen, me leí todos sus libros), y que el personaje de Damon Salvatore es una auténtica maravilla, el mejor Lestat posible. Pero por otro me parecía injusto reducir la serie a un pecado venial sin importancia, como si ver ocho temporadas, 171 capítulos, fuera solo producto del aburrimiento. Y no ha sido así, la serie, bajo mi criterio personal, es fantástica y muy recomendable.

Tengo por el blog pululando esta entrada sobre películas y series donde dejo patente mi fascinación los vampiros, de hecho aunque True Blood tuvo una primera temporada soporífera no desistí y seguí viéndola. Pero con CV sucedió algo extraño, cuando en 2011 sacaron la primera temporada recuerdo ver el primer capítulo y descartarla inmediatamente: Stefan, su protagonista, me parecía anodino y sin carisma, y supongo que no tenía ganas de ver un remake de Crepúsculo en formato serie. Es cierto que algunas personas a lo largo de estos años me hablaron de ella, del personaje de Damon, y me recomendaron verla, pero tenía mis prejuicios perfectamente engrasados y pasé del asunto. Hasta que, en noviembre del año pasado, aburrido y apático, me bajé algunos capítulos de Legacies sin saber qué era (un spin-off de The Originals, que a su vez es una serie derivada de CV) y me hicieron gracia. Una amiga me sugirió entonces que viera The Originals porque tenía una temática más adulta y, además de dejarme sus cinco temporadas, me deslizó la primera de CV en plan: “Oye, tú dale una oportunidad, total, lo que te sobra ahora es tiempo”. Y fue así como volví a verme el primer capítulo, y aunque las sensaciones fueron las mismas que la primera vez decidí ver algunos más. Recuerdo que fue justo cuando llegué al sexto cuando la serie me sorprendió por primera vez. Ya se vislumbraba el carisma de Damon en los anteriores, pero fue en este dónde Ian Somerhalder empieza a explotar a su personaje, convirtiéndole en un Lestat retorcido, romántico, cruel y carismático. La escena del baile con Vicky con “Enjoy The Silence” de Anberlin de fondo, en la que termina matándola para convertirla en vampiro por puro aburrimiento es genial. Ahí empieza a alternarse la historia cursi y almibarada con pinceladas de sadismo, gore, cliffhanger casi en cada capítulo, y esa urgencia característica de la serie por abrir y cerrar tramas llevándose por delante a unos cuantos personajes secundarios (y principales) en el proceso. Lo que terminó de engancharme fue otra sorpresa que dejó en evidencia mi ingenuidad: en el episodio 19, Damon baila con Elena, una escena romántica con Within Temptation de fondo (se cuida mucho la banda sonora) y es ahí cuando te das cuenta de que existe un triángulo amoroso que será el leitmotiv de las siguientes temporadas. A partir de la segunda temporada la serie va a más, se hace mucho más oscura y violenta, se amplía su mitología, conocemos a la familia Original de vampiros (de ahí nace el spin-off), hay brujas, hombres lobos, fantasmas, mediums… todo un universo coral lleno de misterios, con villanos carismáticos y llenos de matices que se presentan al principio y final de cada temporada, como Klaus y Katherine (uno de mis personajes favoritos).

Naturalmente en ocho temporadas hay espacio para altibajos. Yo diría que las segunda y la tercera son las mejores, la cuarta ya presentaba problemas y subtramas cansinas, pero también algunos de los mejores arcos argumentales. La quinta es la más floja, con tramas sin sentido (¡¿científicos experimentado con vampiros?!) pero Katherine tiene un mayor protagonismo, con algunos de los mejores episodios de la serie, y los problemas de Damon-Elena salvan la temporada. La sexta empieza muy floja pero poco a poco mejora. Kai es uno de los mejores villanos que ha dado la serie, y las nuevas sinergias que se crean entre los personajes (además de las subramas como los Herejes) mejoran el cómputo global. Me advirtieron de que la séptima era el principio de la decadencia, entre otras cosas por la ausencia de uno de los protagonistas, sin embargo, los guionistas supieron dar un paso adelante, se atrevieron a cambiar el status quo, la dinámica de serie, y mostrar las consecuencias en dos líneas temporales diferentes; hay ideas estrafalarias, pero es un reset que llenó de frescura la serie cuando más lo necesitaba. En contrapartida la octava es basura, y aunque quedé muy satisfecho con el final, el último capítulo no logra salvar una temporada repetitiva y nada interesante. Es extraño el terrible bajón de calidad que tuvo teniendo en cuenta que los guionistas ya sabían que iba a ser la última, pero, ¿deberíamos de perder el buen recuerdo de una serie de 171 capítulos por sus últimos dieciséis? No, eso sería absurdo y estúpido.

Cuando algo me gusta soy obsesivo y por eso me leí los libros en los que, teóricamente, se basa. Como curiosidad salieron bastante antes que los de Crepúsculo, entre 1991 y 1992. Esta primera tetralogía se deja leer porque es la introducción de personajes y toda la trama de Katherine Pierce, y son muy, muy cortitos, menos de doscientas páginas, pero lo gracioso es que los personajes no tienen mucha relación con la serie: Elena es rubia, y su personalidad es más parecida a Caroline que a la tímida y apocada Elena de la serie, además en la serie le añaden un hermano adolescente que no existe en los libros; Damon apenas aparece en los dos primeros y la trama se reduce a abrir la tumba donde yace Katherine, y a un Klaus plano y sin personalidad que aparece en las dos últimas páginas del tercer libro. Resulta evidente que los guionistas de la serie metieron los libros en una bolsa de basura y los tiraron al contenedor sin prestarles demasiada atención. El problema para los jóvenes e ingenuos lectores es que L. J. Smith ha querido aprovecharse del auge de la serie para seguir publicando más libros y, por desgracia, en veinte años no ha mejorado su estilo, de hecho se podría afirmar que ha empeorado. Me leí su primera trilogía sobre Damon (2009-2011), pero era tan insustancial, aburrida y lamentable que la terminé solo por pura cabezonería, fascinado por tener en mis manos mil quinientas páginas de absoluta mediocridad, fraude literario, descontrol de tramas y una ausencia flagrante de talento. Resulta sorprendente que después de pergeñar semejante despropósito haya escrito dos trilogías más, además de una versión de los diarios de Stefan que va ya por su sexto volumen. Ah, los misterios de la novela juvenil y sus sagas infinitas.

            Creo que una buena forma de medir la calidad de un producto audiovisual es su capacidad para emocionar. Crónicas Vampíricas puede que no sea la mejor serie del mundo, de hecho, si no te gustan los vampiros ni la cursilería romántica adolescente es posible que te parezca atroz y aburrida. Pero a mí me ha emocionado en muchos, muchos momentos, y creo que en conjunto es una serie fabulosa, vibrante, valiente en sus giros de guión, con esa generosa urgencia por terminar tramas, empezar nuevas y crear un universo expandido a través de más y más personajes secundarios, con sus continuos cliffhanger y con unos guionistas que, sobre todo en la 2 y 3 temporada, alcanzaron cuotas de creatividad muy altas. Por tanto, mi más sentido homenaje y gratitud bloguera a Julie Plec (directora y productora), Nina Dobrev (Elena Gilbert y Katherine Pierce), Ian Somerhalder (un maravilloso Damon Salvatore), Paul Wesley (Stefan Salvatore), Katerina Graham (Bonnie Bennett) y Matthew Davis (Alaric Saltzman) por acompañarme durante estos últimos cuatro meses y ayudarme a lidiar con mi sempiterna apatía.

sábado, 2 de marzo de 2019

Sobremorir.

Una de las cosas que mas me gusta de escribir es que te sientes vivo. Sé que soy muy pesado a veces con el tema, pero siempre he pensando que allá afuera hay demasiada gente que se ha conformado con sobrevivir, con la zona de confort, con no correr demasiados riesgos, con bajar las expectativas y relativizar las pérdidas. Y no hablo a un nivel metafórico, me refiero a convertir tu vida en algo mecanizado: hedonismo, consumismo, trabajo, fornicio, familia y muerte. A veces subestimamos la creación artística como si solo fuera el ego del autor intentando monetizar un hobby, pero para mí siempre ha sido una forma de trascendencia, un seguro contra el embrutecimiento, contra ese olvido de ti mismo que sucede con el paso de los años. Se desea a veces la inmortalidad, pero conozco a gente de cuarenta años cuyo leitmotiv es, simplemente, mantener el trabajo de mierda, ver un par de partidos de fútbol y que la convivencia con la pareja no sea demasiado irritante.

Escribir te mantiene lúcido, refiriéndome a que aumentas tu capacidad de observación, de análisis; el artista no te descubre cosas nuevas, solo te obliga a pararte, a mirar con más detenimiento lo que sucede a tu alrededor, tus sentimientos, la gente que te rodea. Vivimos con una aversión patológica al aburrimiento, a “perder el tiempo” y por eso nos mantenemos obsesivamente ocupados, sin permitirnos una pausa para reestructurar toda esa información, para evaluarla, ordenarla, aprender de ella; somos víctimas de la saturación audiovisual, la publicidad, el microblogging, la falta de complejidad, la polarización sin matices. Por eso escribir cuesta tanto: tenemos que pararnos, sentir, pensar, buscar ideas y estructurarlas. Y es tan difícil porque ya no estamos acostumbrados. Incluso cuando hablamos con nuestros amigos soltamos muchas veces nuestras opiniones y proclamas sin apenas pausas para pensar, todo está tan interiorizado que solo reaccionamos cuando alguien nos cuestiona. Y lo hacemos irritados porque no queremos que nadie nos obligue a esforzarnos en pensar una réplica distinta a la habitual. Nos comportamos como robots sonámbulos.

Pondré un ejemplo. Bajo el prisma utilitario actual después de una ruptura sentimental el luto es un absurdo, hay que aprovechar el tiempo, hay que ser dinámico, práctico, racionalista: hay millones de personas allá afuera, el amor es una entelequia, si tu ex no te quiere, no sucede nada, estamos en el supermercado de carne, pasa a la siguiente. El escritor, sin embargo, parece un masoquista deleitándose en idealizar y singularizar a esa persona, se resiste al intercambio, da un valor desproporcionado y posesivo a todos los momentos compartidos. ¿sufre innecesariamente? Es posible, no reprimir tu sensibilidad conlleva sufrimiento, buscar cierta épica en tu biografía conlleva desilusiones. Pero a pesar de todas las modas e ingenierías sociales que sufrimos, lo cierto es que estamos inmersos en el anhelo constante de la pareja perfecta, de la épica, de la emoción vital de lo imprevisto, de algo que nos haga trascender. Por eso sigue existiendo el romanticismo, un ideal imposible, y por eso nos sigue emocionando la poesía y toda la cultura pop que inunda series, libros y canciones.

Escribir te despierta. Te emociona. Luego está el talento, las expectativas y el público inexistente. Luego están las inseguridades, la dificultad de transmitir algo profundo rodeado de grises y monotonía. Luego está la necesidad de contar una historia como atajo a esa encrucijada donde te has desplomado porque eres incapaz de tomar decisiones en la vida real. Pero sigo pensando que la vida es peor si no escribes, si no tienes ninguna forma de expresión artística. Quizás tú, querido lector, pienses que exagero, quizás incluso hayas intentado escribir durante un tiempo, lo hayas dejado por pereza y no entiendes que le de tanta importancia. Por eso la próxima vez que te emociones con la muerte de un personaje de una serie o una película, o cuando te sorprenda la melancolía cuando terminas un libro, o los recuerdos asociados a una canción te pillen con la guardia baja, recuerda lo siguiente: tú también tienes esa capacidad, solo hace falta un teclado y una habitación. Es difícil, duro e ingrato, pero cuando la musa se siente generosa y la lírica fluye surge un destello de vida. Dios murió hace un par de siglos y tenemos la potencialidad de ocupar su lugar desde un altar más intelectual. Somos hormigas yendo al matadero, eso es inapelable, pero deja por un momento de moverte, ¿qué huella quieres dejar en este universo de bolsillo? O más importante aún, ¿quieres vivir o solo sobremorir?