miércoles, 4 de diciembre de 2019

Reseña: Álbum ‘dont smile at me’, de Billie Eilish

Con solo trece años Billie Eilish compuso ‘Ocean Eyes’ junto a su hermano, el también músico y actor de ‘Glee’ Finneas O’Connell. La compusieron como un favor para una coreografía de su profesor de danza contemporánea, pero la canción fue ganando popularidad hasta el punto de que acumula, entre la original y sus remixes, cientos de millones de reproducciones en Spotify. A su precocidad ayuda haber estado rodeada de arte durante su infancia: sus padres son también músicos, desde los ocho está en el Los Angeles Children’s Chorus, a los once empezó a componer sus propias canciones y, un par de años después, empezó a interesarse por producirlas y a verse influenciada por gente como Tyler the Creator, Lana del Rey, Spooky Black o Aurora. Tras fichar por Interscope, tuvimos la primera muestra de todo esto en agosto de 2017: el EP ‘dont smile at me’, en el que se mezclan cosas como el trip-hop, el trap, las murder ballads, sintetizadores y autocoros, algún toque grunge y, por supuesto, mucho pop. Las dos primeras están presentes en la encargada de abrir el disco, la agresiva ‘COPYCAT’, que no es de lo mejor líricamente pero es una buena forma de introducir el ambiente del disco. Más interesante es la letra de ‘idontwannabeyouanymore’, donde con frases bastante duras alude a su propia depresión, de hecho el título ("no quiero ser tú… nunca más") va dirigida contra ella misma ("Don't be that way/ Fall apart twice a day/ Was I made from a broken mold?"). ‘my boy’ sigue una progresión interesante, con clara separación de sonido entre estrofas y estribillo, y con la frase: "Alright dude, go trip over a knife" de puente, una de las favoritas de los fans.

El single con el que se presenta este trabajo es ‘bellyache’, videoclip incluido, tiene una letra muy divertida que nos mete dentro de la mente de un psicópata (“My friends aren't far/ In the back of my car/ Lay their bodies/ Where's my mind/ Where's my mind"), todo ello sobre un guitarreo con base reggaetonera que culmina en esa mezcla de trap y electro-casi-dubstep del estribillo. ‘party favor’ es como una melodía de Regina Spektor a la que le hubiese puesto letra Lily Allen ("and I hate to do this on your birthday / happy birthday, by the way"), la intimista ‘hostage’ y ‘watch‘ (I'll sit and watch your car burn/ with the fire that you started in me) son también muy intensas. Y no podía faltar ‘ocean eyes‘, la canción de amor que fue su mayor éxito ("no fair, you really know how to make me cry / when you give me those ocean eyes"), hermosa y  melódica.

En definitiva, ‘dont smile at me’ tiene puntos altos y bajos, pero fue un EP que sirvió como excelente carta de presentación para la locura que llegaría un par de años después con su primer álbum ‘When We All Fall Asleep, Where Do We Go?’. Como curiosidad el título del EP se debe a la incomodidad que le produce que la gente le sonría por la calle como fórmula de cortesía, ella prefiere su 'resting bitch face'. Esto no se refleja, en cambio, en su relación con sus fans con los que se muestra extremadamente cercana.

En Billie Eilish percibo a una adolescente que transmite sus problemas como muchos otros lo han hecho antes, solo que desde la perspectiva de su generación. A Eilish le asfixia la ansiedad y el insomnio, se siente perdida como se sentía perdida la generación emo unos años atrás. Hay tristeza en muchas de sus canciones, pero también mucha rabia y desencanto; otras formas, otros sonidos, la misma sensación de estar luchando contra un mundo que no te entiende, con su parte de candidez y de teenage angst. Billie Eilish es la chica oscura de la clase y sus fans se identifican con ello, como hubo en los ochenta quien quería parecerse a Allison Reynolds del ‘El club de los cinco’, quien escuchaba durante horas a 'The Cure' en la soledad de su habitación y siempre vestía de negro (un servidor) o quien en los noventa quería vivir eternamente en una película de Tim Burton.

Lo cómodo sería fijarnos solo en su edad y desconfiar de la fama que ha conseguido en tan poco tiempo, pero si algo tengo claro después de escuchar sus discos con atención es que es un diamante en bruto con mucho talento. Puede que se eche a perder en unos años, como parece que le sucede a muchos artistas hoy en día, cuya fecha de caducidad está en cinco años y dos discos, o puede que su talento explote y evolucione a unos terrenos más complejos; lo que está claro es que, a día de hoy, su éxito es muy merecido. Larga vida a Billie Eilish.

PD: Seguiré haciendo puntualmente reseñas de álbumes que me vayan gustado, da igual si son modernos o de hace décadas; si alguien tiene alguna sugerencia la puede dejar en los comentarios; quizás coincidamos en gustos y me anime a complacerle.


4 comentarios:

  1. Lo cierto es que, tras un par de escuchas a varias canciones suyas, me sorprendió gratamente aunque fuera de forma superficial: no entré a valorar por qué me gustaba, pero sabía que me gustaba, el típico "tiene algo". Quiero prestarle más atención y escuchar sus temas con más tranquilidad, y tus dos reseñas me animan bastante a hacerlo.
    Desde un principio, supongo que más por cierto parecido físico que musical, me recordaba a Avril Lavigne. Me parece ver ciertas similitudes en las reacciones que cada una ha generado en su época, y en el tipo de fans que mueven.

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    1. Sí, exactamente, es hija de su época, como en su momento lo fue Avril Lavigne, diferente envoltorio para la misma angustia adolescente. Quizás en este momento el problema es que se queman etapas demasiado rápido, hay muchísima más exposición, es alucinante la cantidad de material que hay de ella en YouTube, miles de canales analizando entrevistas, subtitulando sus vídeos, subiendo sus Instagram Stories, comentando cada concierto, imagen, vídeo captado desde un aparcamiento o aeropuerto. Es muy ‘Black Mirror’, y esa presión mediática es muy difícil de soportar. Por eso los artistas se ‘queman’ tan rápido y son fagocitados por la industria, incapaces en su mayoría de mantener cierta estabilidad mental y/o sacar discos decentes que evolucionen y maduren su estilo. Billie Eilish tiene a su favor que tiene a su hermano al lado (Finneas O'Connell 22años), trabaja con él, se van de gira, produce sus discos, y ese núcleo familiar puede ayudarla a mantener cierta serenidad en medio del tsunami de la fama y además ir sacando cosas interesantes. El problema es que trabajar con otra persona que además es de tu familia se puede volver en tu contra de miles de formas diferentes. Por eso creo que mientras sigan juntos ella tendrá la posibilidad de madurar lo suficiente para superar esa brecha del segundo/tercer disco, coger aire y perspectiva y tomarse las cosas con más calma.

      Por otro lado tiene depresión y síndrome de Tourette, seguramente su decisión de ‘esconder’ su cuerpo parte esté motivado en parte porque sabe lo mucho que le pueden afectar las críticas que le hagan; eso y su edad es una bomba de relojería, pero, paradójicamente es precisamente eso y su talento lo que le permite dotar a su música de ese halo especial, oscuro y diferente. Veremos en qué se queda.

      Por mi parte no quería exagerar su importancia musical con estas reseñas, ha surgido así, en realidad suelo escuchar otro tipo de música muy alejada del pop, pero, como digo, las cosas surgen y me apetecía hacer mención de ella en el blog.
      Un abrazo.

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  2. A mi me ha tocado ir al concierto acompañando a mi hija de trece, la sigo en Instagram y nos leemos todo lo que se publique sobre ella.
    Me gusta pero no puedo evitar preocuparme por su futuro.

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    1. Es un poco lo que he comentado en las reseñas, que tiene muchísima exposición, no ya solo por su propia cuenta de Instagram, sino en todas partes, en YouTube tiene cientos de miles de videos con entrevistas, conciertos y gente opinando sobre ella. Creo que tiene la suerte de tener un núcleo familiar que le da mucha estabilidad, el problema será si en algún momento ella y su hermano dejan de trabajar juntos; espero que sea dentro de varios años y ya sea una adulta capaz de sobrellevar la fama, etcétera.
      Yo iré a verla -no solo a ella, hablamos de un festival con muchos grupos-, en el Mad Cool, el 9 de julio del 2020; si tu hija se anima, ya sabes, podemos hacer una quedada de blogueros de Madrid ja, ja, ja.
      Un abrazo 😉

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