jueves, 24 de diciembre de 2015

El club de los escritores suicidas: Sarah Kane (1971-1999)

Dramaturga y directora teatral inglesa. Es considerada como una de las autoras de culto a escala internacional, una figura clave del llamado teatro de la crueldad. Se suicidó con 28 años recién cumplidos. Nace en Essex, Inglaterra (Reino Unido), dentro de un matrimonio de evangelistas dedicado al periodismo, siendo su padre jefe de redacción del periódico Daily Mirror.

Su afición por el teatro y las letras ya se inicia en su adolescencia, donde forma parte de un grupo de teatro aficionado como directora, poniendo en pie obras de autores como Antón Chéjov o William Shakespeare. Cursa sus estudios universitarios de Arte Dramático en la Universidad de Bristol, donde se licencia con matrícula de honor. Allí, aunque piensa en convertirse en actriz o directora, empieza a decantarse por la escritura.

En 1994 escribe su primer texto Sick, una trilogía de monólogos, cuyos temas centrales son la violación, la bulimia y la sexualidad. Estos tres argumentos, junto al dolor, la crueldad, la tortura y el amor, serán sus ejes creadores. En 1995 estrena en Londres la obra Blasted (traducida como Reventado y Devastados), que suscita un auténtico escándalo por gran parte de la crítica, acusándola de obscena y violenta. Sin embargo, dramaturgos consagrados como Edward Bond o el Premio Nobel de Literatura 2005 Harold Pinter, defienden públicamente la obra y consideran a su autora como una de las dramaturgas crecidas en la era Thatcher con mayor proyección. Esta obra inicia una gira exitosa por Europa y es traducida rápidamente a otras lenguas. 

“Aquí estoy yo y allí mi cuerpo, Bailando sobre los vidrios en una época de accidentes donde no hay accidentes no tienes opción la opción viene después, córtenme la lengua, arránquenme el pelo, amputen mis miembros, Pero déjenme mi amor, hubiera preferido perder las piernas, Extirparme los dientes, Vaciarme los ojos Antes que perder mi amor” 

Aunque Sarah Kane se mostraba abierta, dinámica y lúcida en público, la autora se encontraba cada vez más dominada por la depresión maníaca que padecía. Las obras de 1998 trataron sobre la violencia de psiquiatras y el dolor de enfermos con trastorno mental: en abril presenta Purificado (Cleansed), texto dedicado a los pacientes y al personal del Es3, división de hospital psiquiátrico donde cada vez es ingresada con mayor regularidad y en agosto estrena con el pseudónimo de Marie Kelvedon Ansia (Crave), una obra muy difícil de clasificar, porque Sarah Kane experimenta sobre las fronteras de lo literario. No es nueva la teoría de los huecos, o como Hemingway la denominaba: “teoría de la omisión”, que nos dice es que la literatura está compuesta de ausencias, de misterios, de cosas que no quedan explicadas, porque es ahí donde reside la fuerza de la lectura, en que todo quede más implícito que explícito. ¿Qué sucedería entre unos personajes que fueran hablando entre sí, un diálogo casi incomprensible donde todo son huecos y a duras penas uno puede comprender el hilo de la conversación? Eso es lo que intentó Sarah Kane, y lo que indudablemente provoca que más de uno se levante del teatro antes de que termine la obra, por no poder aguantar lo que parece un montón de frases inconexas superpuestas en varias voces. Merece la pena el esfuerzo, porque, naturalmente, no hay nada al azar, los personajes tienen vínculos entre ellos, solo hay que ir deshilachando el aluvión de frases inconexas para dar sentido a la obra.

En enero de 1999, Sarah Kane ingresa voluntariamente en el Maudsley Hospital de Londres, mientras que la crítica se rinde ante su talento. Cada vez más enferma, Sarah escribe para desahogarse un monólogo donde vuelca toda su desesperación, su deseo de vida y amor, pero que solo haya una salida en el suicidio. Este monólogo se titula 4:48 Psicosis, y hace referencia a la hora en que más suicidios se comenten ya que, según estadísticas inglesas, es en esa hora aproximada cuando acaban los efectos de los fármacos tomados la noche anterior. La obra muestra qué es lo que pasa por la mente de una persona cuando ya no distingue lo real de lo imaginario, los recuerdos de lo fantasioso, los sueños de las pesadillas. Las notas del diario de un suicida, notas que más que explicar se dedican a jugar con el lenguaje. 

“No es culpa tuya, es lo único que oigo, no es culpa tuya, es una enfermedad, no es culpa tuya, ya sé que no es culpa mía. Me lo vienen diciendo tan seguido que empiezo a creer que sí es mi culpa”.

“Citalopram 20 mg. Temblores matutinos. Sin otra reacción.
 Se discontinúan la Lofepramina y el Citalopram luego de resultar la paciente completamente harta de efectos secundarios y falta de obvias mejoras. Síntomas de la discontinuación: mareo y confusión. La paciente se derrumbaba una y otra vez, desvaneciéndose y tirándose bajo los automóviles. Ideas alucinatorias: cree que el médico es anticristo.
 Hidrocloruro de fluoxetina, nombre comercial Prozac, 20 mg., elevado a 40 mg. Insomnio, apetito errático, (pérdida de peso 14 kgs.,) ansiedad severa, incapaz de alcanzar orgasmo, pensamientos homicidas hacia varios doctores y fabricantes de medicamentos. Interrumpido.” 

Tras terminar el texto, Sarah Kane intenta suicidarse tomando 150 pastillas antidepresivas y 50 somníferos, pero es encontrada a tiempo y trasladada al King's College Hospital. Tres días después, durante unas horas en que estuvo sola, se ahorca en el baño. Acababa de cumplir 28 años dos semanas antes.

Vídeos de dos de sus representaciones completas y enlace al pdf de “Psicosis a las 4:48”:

miércoles, 23 de diciembre de 2015

El club de los escritores suicidas: Virginia Woolf (1882-1941)

El día 28 de marzo de 1941, por la mañana, a los cincuenta y nueve años de edad, la escritora Virginia Woolf se ahogó voluntariamente en el río Ouse, cerca de su casa de Sussex. Era un día frío y luminoso. Ya lo había intentado anteriormente, unos días antes había regresado a casa con la ropa y el cuerpo completamente empapados después de uno de sus paseos. En aquella ocasión dijo que se había caído, pero seguramente aquel fracaso le sirvió para descubrir que lo que debía hacer era meter varias piedras en los bolsillos de su abrigo. Así no volvería a fallar.

Virginia Woolf sufría de un trastorno bipolar maniaco-depresivo en un tiempo en el que aún no había sido descubierto el litio como tratamiento eficaz para regular este desequilibrio bioquímico que es capaz de llevar a quienes lo padecen desde la depresión más absoluta, a la hiperactividad desbordante, a veces acompañada por síntomas psicóticos como los delirios y las alucinaciones. Este era su cuarto intento de suicidio.

Su vida personal no fue fácil: pierde a su madre a los trece años (1895), lo que desencadena su primer episodio depresivo, que habría de durarle seis meses. Dos años después debe enfrentarse a la muerte de su hermanastra, Estella. En 1905 con la muerte de su padre sufre un segundo ataque: deja de comer, afirma escuchar a los pájaros cantar en griego. Los médicos diagnostican demencia y es ingresada durante un tiempo. Hoy sabemos que estuvo sufriendo sistemáticos abusos sexuales de sus dos hermanastros, George y  Gerald, hasta los 22 años y que eso contribuyo enormemente a agravar sus problemas psicológicos.

En 1912 se casa con Leonard Woolf, del que no estaba enamorada (lo aceptó para disponer de "un cuarto propio"). Justo un año después decide tomar 100 gramos de Veronal, una dosis que hubiera resultado fatal si no hubiera sido por la presencia accidental del doctor Geoffrey Keynes, quien logra salvarla.

Revisando las fechas en las que se sucedieron algunos de sus colapsos nerviosos de mayor intensidad, se puede comprobar que las crisis de delirio en las que perdía casi por completo la conciencia de la realidad y del mundo exterior solían coincidir con los momentos en los que estaba terminando de escribir alguna de sus novelas. Diversos analistas han encontrado una relación entre la técnica que inventó Virginia Woolf, el fluir de consciencia o monólogo interior, y las resonancias dejadas por su vivencia de las etapas maniacas. Durante estos episodios era capaz de captar un caudal inagotable de ideas y pensamientos que luego quedaban plasmadas en su obra narrativa una vez recobraba su lucidez. En el personaje de Septimus Warren Smith, de la novela “La señora Dalloway”, Woolf se adentra en la mente atormentada de un excombatiente de la Primera Guerra Mundial, que regresa enloquecido y que, como ella, acabará suicidándose. Un personaje que cuestiona los ineficaces y tortuosos tratamientos a los que eran entonces sometidos los enfermos mentales.

A pesar de la aparente frialdad en el matrimonio Woolf, llegaron a crear un vínculo afectivo y laboral profundo. Juntos fundaron la editorial Hogarth Press, donde no sólo se publicó gran parte de los libros de Virginia, sino también de autores como T.S. Elliot, Katherine Mansfield y hasta Sigmund Freud. Su participación en el círculo de Bloomsbury, iniciado originalmente por su fallecido hermano Thoby, significó además la ruptura con la tradición conservadora de la época, no sólo en cuanto a lo literario, sino también en cuanto a conductas. El grupo suponía costumbres sexuales algo más relajadas, las cuales permitieron que Virginia explorara relaciones lesbianas, sobre todo con Vita Sackville West, para quien fue escrita la novela “Orlando”. Sin embargo, la versión original, una ofrenda amorosa a Sackville (la carta de amor más larga y encantadora en la historia de la literatura según el propio hijo de Vita Sackville), no fue la versión publicada, que tuvo que sufrir la auto-censura de la misma Virginia, por temor a ser perseguida policialmente al narrar escenas de amor homosexual.

“Una habitación propia” (1929) es uno de los ensayos feministas más conocidos donde se abordan los innumerables prejuicios y obstáculos que las mujeres han tenido, y aún tienen, que sortear para dedicarse a la literatura en libertad, o simplemente para emanciparse y realizarse como seres humanos íntegros, independientes y autónomos librándose de etiquetas y corsés, a menudo impuestos por ilustres varones, coléricos dice la autora, que han arremetido contra ellas a lo largo de la historia. El título supone ya la primera metáfora del contenido de la obra: lo que la mujer necesita para poder dedicarse a la literatura, a escribir novelas, es una habitación propia, el símbolo de la libertad personal, de la independencia física (espacio) y también  económica (tiempo).

“La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres siempre han sido pobres, no solo durante doscientos años, sino desde el principio de los tiempos. Las mujeres han gozado de menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía.”

En libros como “El cuarto de Jacob” (1922), “Al faro” (1927) o “Las olas” (1931), el peso de la narración se deposita por completo sobre las reflexiones de cada personaje, y es únicamente siguiendo dichas reflexiones como podemos llegar a conocer el desarrollo de la trama novelada. Demuestra de esta forma que la realidad interna y subjetiva suele ser mucho más interesante para el lector que cualquier otro tipo de fuerza externa. “Entre actos” (1941) resume y magnifica sus principales preocupaciones: la transformación de la vida a través del arte, la ambivalencia sexual y la reflexión sobre temas del flujo del tiempo y de la vida. Es el más lírico de sus libros, escrito principalmente en verso.

El ver amenazada su capacidad creativa, bálsamo y guarida de su trastorno bipolar, Virginia Woolf vislumbra en el suicidio el final de su agonía. Esta es la carta de despedida que le dirige a su esposo Leonard Woolf y que escribe poco antes de lanzarse al rio Ouse, con su vestido lleno de piedras:

"Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo —todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo. V”

El club de los escritores suicidas: Sylvia Plath (1932-1963)

Sylvia Plath fue siempre una mujer atormentada, pletórica de actividad febril y caracterizada por la búsqueda de la perfección aun a costa de la propia salud. La relación con sus padres fue difícil. Especialmente con su padre, de quien llegó a decir: “era un autócrata… yo le amaba y le despreciaba a la vez, y probablemente deseé muchas veces que estuviera muerto.” Llegó incluso más lejos configurándole en el conocidísimo poema “Daddy” (“Papaíto”), como un personaje ario y antisemita, influida sin duda por su origen alemán.

Las depresiones y las visitas al “oscuro infierno de la mente humana”, como ella misma lo definiera, comenzaron alrededor de sus 20 años, con graves crisis de insomnio, depresiones esporádicas y pensamientos suicidas, según quedara registrado en las páginas de su diario. En alguna ocasión su madre descubrió extrañas cicatrices en sus piernas. Al preguntarle qué era eso, Sylvia respondió “quería saber si tenía el valor de hacerlo”, admitiendo que quería morir. Su madre la llevó de inmediato al psiquiatra. Luego de varias sesiones y de diagnosticársele una severa depresión, se le aplicó el tratamiento acostumbrado para dichos casos en aquellos tiempos: sesiones de electroshock. 

“La vida es soledad, pese a todos los opiáceos, pese a las máscaras risueñas que todos nos ponemos. Y cuando al fin encuentras a alguien a quien crees que podrás mostrar tu alma, te detienes asustado por tus propias palabras… palabras tan apagadas, tan feas, tan vacías y débiles… por haber permanecido tanto tiempo en tu angosto y oscuro interior. Sí, existe la alegría, la satisfacción y el compañerismo… pero la soledad del alma en su pasmosa timidez es abrumadora y espantosa.” 

Pero el radical tratamiento no le ayudó mucho y más bien empeoró su insomnio, llegando incluso a desarrollar resistencia a los somníferos. El 24 de agosto de 1953, Sylvia dejó una nota diciendo que había ido a dar una larga caminata. En realidad se escondió en un pequeño espacio del sótano de su casa y se tomó alrededor de 40 pastillas. Su “desaparición” provocó una búsqueda entre familiares y amigos y al día siguiente fue titular de varios periódicos. Su madre expresaría su preocupación al encontrar el botiquín abierto pues sabía que Sylvia estaba deprimida porque no había podido escribir. Dos días después fue por fin localizada cuando escucharon gemidos: la encontraron cubierta con su propio vómito y semiinconsciente en el escondite del sótano.

Pasaría el resto del año tratándose con una psiquiatra, recibiendo más tratamientos de electroshock y pasando un tiempo internada en el Hospital McLean. En enero del año siguiente fue dada de alta al confirmarse que su sempiterna depresión parecía haber cedido. Sylvia se tiñó el pelo de rubio platinado, para marcar físicamente el cambio en su vida. Se sentía bien. Las cosas iban bien. Un par de años después sería aceptada en Cambridge y allí conocería a la persona que la marcaría, para bien o para mal: Ted Hughes.

A pesar de que Sylvia fue advertida por amigos del de la fama de mujeriego de Hughes, la atracción entre ambos parecía irrefrenable. Contrajeron matrimonio tres meses después, en junio de 1956. Su convivencia tuvo de todo: períodos de mucha creatividad, viajes, un par de hijos, discusiones que llegaron en alguna ocasión a los golpes, sospechas, celos profesionales. Mientras Hughes lograba publicar su obra y merecía críticas favorables, la primera publicación de Plath, El Coloso, recibió apenas tibias críticas.

En medio de un período muy intenso de escritura, donde Sylvia se levantaba de madrugada para poder escribir antes que comenzara el ajetreo doméstico, descubrió el romance de Hughes con Assia Wevill, también poeta y también casada. La separación de Sylvia y Ted fue dramática y desagradable.

En Londres alquiló un apartamento donde había vivido W. B. Yeats, a quien ella admiraba. A pesar de su depresión, de su insomnio, de su pésima situación económica y de una gripe rebelde, Sylvia pareció sobreponerse a toda la tensión escribiendo muchos de sus mejores trabajos. De ese período surge “Lady Lazarus”, donde la invocación a la muerte es palpable: “Morir/Es un arte, como todo./Yo lo hago excepcionalmente bien./Tan bien, que parece un infierno./Tan bien, que parece de veras./Supongo que cabría hablar de vocación./Es bastante fácil hacerlo en una celda./Es bastante fácil hacerlo, y quedarse esperando.” 

“Estoy aterrorizada de esta cosa oscura, que duerme dentro de mí. Todo el día siento sus vueltas emplumadas, su maldad… Como me gustaría creer en la ternura… Después de todo, estoy viva solamente por un accidente…  Un milagro caminante, mi piel, brillosa como la pantalla de una lámpara nazi… Carne, hueso, allí no hay nada… Herr Dios, Herr Lucifer, cuidado, cuidado… Nadie me miraba antes, ahora me miran… He sufrido la atrocidad de los atardeceres… No me muevo, la escarcha hace una flor, el rocío hace una estrella, la campana muerta, la campana muerta. Alguien está terminada… ¿Puro? ¿Qué significa? Las lenguas del infierno son lerdas… ¿Mi calor no te asombra? ¿Y mi luz? La mujer es perfeccionada, su cuerpo muerto lleva la sonrisa de su logro… Cada niño muerto enrollado, una serpiente blanca, cada uno a su pequeña botella de leche… De las cenizas me levanto, y me devoro los hombres como el aire.” 

El 11 de febrero de 1963, Sylvia se despierta a las seis de la mañana y le prepara el desayuno a sus hijos, de tres y un año. En una bandeja lleva a la habitación de Frieda y Nick: pan, mantequilla, leche. Vuelve a la cocina en la que acaba de prepararlo, cierra la puerta, tapa todos los resquicios con toallas. Mete la cabeza en el horno y abre el gas. Tenía treinta años.

Su viudo, Hughes, se convirtió en el editor del legado personal y literario de Plath. Supervisó y editó la publicación de sus manuscritos. También destruyó el último volumen del diario de Plath, que trataba del tiempo que pasaron juntos. En 1982, Plath fue la primera poeta en ganar un premio Pulitzer póstumo (por Poemas completos -The Collected Poems). En un extraño giro macabro su amante Assia Wevill, con la cual había tenido una hija, se suicidó junto a la niña de solo cuatro años en 1969 de la misma forma que Sylvia: abriendo el gas del horno.

martes, 22 de diciembre de 2015

El club de los escritores suicidas: Anne Sexton (1928-1974)

Anne Sexton nació el 9 de noviembre de 1928 en el seno de una familia burguesa de Massachusetts. Hija de un exitoso fabricante de lanas, era la menor de tres hermanas. Popular en la escuela, coqueta y frívola, se casó a los 20 años, después de haber huido con Alfred Muller. En 1954 se le diagnosticó depresión postparto, sufrió su primer colapso nervioso, y fue admitida en el hospital Westwood Lodge. En 1955, después del nacimiento de su segunda hija, Sexton sufrió otra crisis y fue hospitalizada de nuevo; sus hijas fueron enviadas a vivir con sus abuelos paternos. Ese mismo año, en su cumpleaños intentó suicidarse. Pasados los años, en una entrevista, Anne confesaba: "Yo estaba intentando lo imposible por vivir una vida tradicional. Pero no se pueden construir pequeñas cercas blancas para alejar las pesadillas. La superficie se rompió cuando tenía 28 años, tuve un ataque de pánico e intenté matarme".

Por sugerencia del médico Martin Orne, comienza a tratar de canalizar sus impulsos a través de la poesía,  ya que las fobias la dominaban y sufría ataques de pánico si intentaba salir de su casa.  Durante esos años estudia y lee a Freud, Dostoievski, Thomas Mann, Rilke y Neruda, todo por el intento de llenar el vacío que la angustiaba. Simultáneamente asiste a talleres de poesía y en uno de ellos conoce a Sylvia Plath de quien se hace amiga y confidente. Ambas compartían experiencias similares: hospitalizaciones, tratamientos psiquiátricos, pastillas, abortos e intentos de suicidio, y una obsesión incondicional por la poesía.

La poesía de Sexton empieza a ganar en calidad e intensidad. Empiezan a solicitarla en recitales y su nombre empieza a ser conocido. Como parte del espectáculo siempre llegar tarde, se sienta y arroja sus zapatos de tacón rojo sobre los concurrentes mientras lee sus poemas con voz sensual y provocativa. Suele iniciar sus lecturas con el poema “Her Kind”: 

He salido al mundo, una bruja poseída,
Rondando el aire negro, más valiente por ello
Soñando el mal, he sobrevolado
Las casas planas, de luz en luz:
Pobre solitaria, con mis 12 dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.

He encontrado las cuevas tibias del bosque,
Las he llenado de sartenes, esculturas, estantes,
De armarios, sedas, de incontables bienes;
He preparado la cena para gusanos y elfos:
Llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal.
A una mujer así no se la comprende.
Yo he sido de ésas.

He viajado contigo, carretero, saludando
Con los brazos desnudos a los pueblos que pasaban,
Aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente
Allí donde tus llamas aún muerden mis muslos
Y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir.
Yo he sido de ésas. 

"Todo el mundo tiene la capacidad de enmascarar el dolor de los eventos. La persona creativa no debe utilizar este mecanismo, el escritor debe sentir el dolor, bucear en su mente, rascar hasta que salga ese dolor". Sexton se desnuda totalmente en palabras. Toca el dolor, mete la mano en sus llagas. Inflama su poesía confesional con las experiencias muy íntimas, sin asomo de tabú: menstruación, adulterio, incesto, aborto, adicción a las drogas y a los psicofármacos cohabitan en su poesía con un marcado carácter femenino. La desnudez es absoluta.

En  febrero de 1964 Sylvia Plath se suicida. Sexton confiesa a su psiquiatra: "Esa muerte era mía". Le dedica un poema: 

"Oh Sylvia, Sylvia, / con una caja muerta de cucharas y piedras, / con dos hijos, dos estrellas fugaces / errantes en el pequeño cuarto de juegos / con tu boca en la sábana, / en la viga del techo, en la necia oración, / ... / ¡Ladrona! / ¿Cómo te arrastraste dentro, / bajaste arrastrándote sola / al interior de la muerte que yo deseé tanto y durante tanto tiempo, / la muerte que las dos dijimos que estaba superada / la que llevábamos en nuestros pechos flacos, / de la que hablábamos tanto cada vez / que nos metíamos tres martinis de más en Boston, / la muerte que hablaba de psicoanálisis y remedios, / la muerte que hablaba como novias conspiradoras, / la muerte por la que bebíamos, / ¿las razones y luego el acto tranquilo? (...)" 

En 1966 se le concede el Premio Pulitzer por el poemario: "Live or Die" (Vivir o morir). Un libro debería servir como el hacha para el mar helado que hay en nuestro interior, había escrito Kafka en una carta que Sexton aprovecha para definir el sentido de la literatura. Más allá del valor terapéutico hay en sus poemas una voluntad radical de romper límites y barreras frente a la sociedad, el sexo y la literatura. Una voluntad provocadora que se resuelve en grito de rebeldía frente al puritanismo o la hipocresía y que se puede resumir en las tres últimas estrofas de “La balada de la masturbadora sola”: 

Entonces vino mi rival del ojo morado.
La mujer de agua, alzándose en la playa,
Un piano en la punta de sus dedos, vergüenza
En sus labios y un discurso de flauta.
Y yo era la escoba de las rodillas pegadas.
De noche, sola, desposo la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
Un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí igual que una piedra.
Te devuelvo tus libros, tu sedal.
El periódico de hoy dice que te has casado.
De noche, sola, desposo la cama.

Chicos y chicas son uno esta noche.
Se desabrochan blusas. Se bajan las braguetas.
Se quitan los zapatos. Apagan la luz.
Las trémulas criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente, bien saciadas.
De noche, sola, desposo la cama. 

Escribió que los suicidas tenían un lenguaje especial: “Como carpinteros quieren saber qué herramientas. Nunca sin embargo por qué construir”. En Cartas para el Doctor Y, que dejó inédito hasta después de su muerte, invoca tozuda su única suerte: “Muerte, / necesito mi pequeña adicción a ti, / necesito esa vocecita que, / hasta cuando asciendo desde el mar, / toda una mujer, completa, / dice mátame, mátame”. El 4 de octubre de 1974, tras revisar las galeradas de su manuscrito, El horrible remar hacia Dios, y almorzar con su editor vuelve a su casa. Allí se ​​pone el abrigo de piel de su madre y se quita todos los anillos. Se sirve un vodka y con el vaso en la mano entra en su garaje y se encierra. Y allí, sentada al volante de su automóvil, un Ford Cougar de color rojo, enciende la radio. Y el motor.

El club de los escritores suicidas: Alejandra Pizarnik (1936-1972)

25 de septiembre de 1972. En el 980 de la Calle Montevideo de Buenos Aires, departamento C del séptimo piso, 50 pastillas de Seconal sódico son ingeridas por una mujer de 36 años que teme a la locura y a la vejez, que está deprimida y también desencantada de la poesía (“dediqué mi vida a la poesía y ahora descubro que la poesía no le importa a nadie”).

Lo único que tiene es su nombre, Alejandra Pizarnik, que fue el que se dio a sí misma a partir de su segunda publicación, guardando para el recuerdo el que le habían dado sus padres, Flora, y el verdadero apellido, Pozharnik, alterado por un error de registro, hecho frecuente entre los funcionarios de migración de Argentina, cuando admitieron a sus padres, una pareja de judíos rusos que huyeron de Europa justo a tiempo, es decir, antes del holocausto donde, en efecto, murió gran parte de la familia que quedó atrás. 

En junio del 71, poco más de un año antes, Pizarnik había ingerido una sobredosis de barbitúricos pero fue encontrada a tiempo como para ser llevada a un hospital a hacerle un lavado de estómago. A partir de entonces frecuentaría clínicas y tratamientos para tratar de aliviar su persistente depresión. Su familia siempre estuvo consciente de que algo pasaba con Buma o Blímele, diminutivo cariñoso en yiddish con el que llamaban a la entonces aún Flora: era tartamuda, asmática, muy tímida, tenía acné, era bajita y también un poco gorda. Ella se consideraba además a sí misma como fea e inadaptada. 

A los 15 años comienza a fumar y la obsesión por su sobrepeso, la hizo consumir anfetaminas, fácilmente adquiribles en las farmacias, y que se utilizaban como tratamientos contra la obesidad.
Las anfetaminas seguirían acompañándola durante sus años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, prolongando las noches de desvelo en las que intenta estudiar letras pero que después deja para estudiar pintura con Juan Battle Planas. Lee todo lo que cae en sus manos, se fascina por el surrealismo y acude al psicoanálisis para explorar sus obsesiones, una de ellas, la infancia perdida.
Su primer libro de poemas será financiado por su padre quien además paga las clases de pintura, el psicoanálisis, algunos dicen que la publicación también de sus dos siguientes libros y eventualmente el viaje que la llevará a Paris en 1960. Siempre mantendrá una dependencia económica con su familia, dependencia que odia pero que al mismo tiempo le sirve como un refugio de seguridad al que siempre puede recurrir. 

En los cuatro años que vivirá en Paris conocerá a Julio Cortázar y a Octavio Paz, con quienes tendrá fructíferas amistades. Cortázar la apoda cariñosamente “bicho”. Paz prologa su libro Árbol de Diana en 1962, uno de sus mejores trabajos. Pizarnik trabaja para la publicación de Cuadernos para la liberación de la cultura como correctora de pruebas y colabora en La Nouvelle Revue Francaise, Les Lettres Nouvelles y Zona Franca de Caracas. También publica en Sur de Argentina.
Es uno de sus momentos más productivos como escritora pero también, uno de pobreza y preocupaciones. Vive en un cuarto minúsculo, apenas le alcanza el dinero (enviar una carta le supone privarse de almorzar), maldice los trabajos que tiene que hacer para sobrevivir y que le quitan las horas para poder escribir. A pesar de ello, goza de sus amistades intelectuales y de caminar bajo el cielo gris de París que, de alguna manera, refleja su estado interior.
Sus cartas de esa época reflejan una dualidad de euforia por lo que escribe y angustia por lo material: “Yo ando mejor que nunca. Escribo, publico en las revistas de aquí, –y– lamentablemente, trabajo en sitios infames para ganarme el duro pan de cada noche”.

Tiene que regresar a Argentina, apurada por su familia. Su padre está mal de salud. Pizarnik vuelve en el 64 y su padre muere en 1967. Se muda con su madre a un apartamento en Buenos Aires que ésta compra. Va publicando lo que ha escrito en París, Los trabajos y las noches y Extracción de la piedra de la locura, poemas que demuestran su madurez como poeta. Gana también premios de poesía y una Beca Guggenheim que dilapida sin miramientos. Hace dibujos que recuerdan a los de Paul Klee y a los de García Lorca.
Hace un breve viaje a Nueva York (“New York me horrorizó”) y luego a París, adonde añoraba volver, pero se decepciona de lo que encuentra. París está “desposeída de su antiguo encanto literario”. Se reencuentra con Cortázar pero, según le escribe a un amigo, “está sumamente politizado desde hace un tiempo. Por lo tanto, si quieres que te responda, escríbele en términos de rebelde enamorado de Cuba mezclado con algo de Rimbaud y sobre todo de Lautréamont. No me estoy burlando de Cortázar, a quien tanto quiero, pero no creo en sus dotes políticas (ni seguramente él tampoco a pesar de sus esfuerzos por engañarse)”.

De regreso a Buenos Aires, casi no publica y la depresión la abruma. Pese a ello, logra trabajar en La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa. Es 1970, el año en que muere Janis Joplin y de quien Alejandra es devota. Amigos cuentan que solía escuchar su música a todo volumen durante horas enteras. Alejandra le escribe un poema: 

a cantar dulce y a morirse luego
no:
a ladrar.
Así como duerme la gitana de Rousseau
así cantás, más las lecciones de terror.
Hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
Me pregunto si eso no aumentó el error.
Hiciste bien en morir.
Por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo

Al año siguiente, el proceso terapéutico que diseña Pichon Rivière mejora temporalmente la situación de Alejandra. O por lo menos eso parece. Sin embargo, ese año publica dos libros, La condesa sangrienta y El infierno musical, donde las alusiones a la muerte y sobre todo al suicidio son evidentes. En el segundo de los libros mencionados, Pizarnik escribe: “El soplo de la luz en mis huesos cuando escribo la palabra tierra. Palabra o presencia seguida por animales perfumados; triste como sí misma, hermosa como el suicidio; y que me sobrevuela como una dinastía de soles”.

Decae y no podrá recomponerse de nuevo. Se la pasa recluida, rechaza la luz, vive de noche, su mundo es de tinieblas. Escribe cartas y poemas incoherentes. Entra y sale de hospitales, de clínicas, de tratamientos. A mediados de 1972 estuvo internada cinco meses en el Hospital Siquiátrico Pirovano de Buenos Aires y en un permiso para pasar el fin de semana en su casa, toma el Seconal.

Sus diarios personales fueron mutilados por la familia para evitar que se supiera sobre su homosexualidad y sobre sus fantasías eróticas de contenido sadista y obsceno. Así mismo, los diarios ya habían sido editados años antes por la misma Alejandra, quien borró algunas partes que no le hubiera gustado ver publicadas.
Sin embargo, hay muchos retazos de Alejandra Pizarnik que la sobreviven pese a sí misma. Como esta anotación de su diario escrita alrededor de un año antes de morir: “Abandono de todo plan literario… Las palabras son más terribles de lo que me sospechaba. Mi necesidad de ternura es una larga caravana… sé que escribo bien y esto es todo. Pero no me sirve para que me quieran”. 

En aquella habitación, junto a su cuerpo, encontraron escrito en un pizarrón: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”. Su cuarto estaba lleno de muñecas destartaladas y maquilladas, libros que se apiñaban por todas partes, lápices de colores que ella coleccionaba como manía personal y los papeles dispersos de sus últimos escritos. 

Salvar al soldado Sánchez.

House Of Cards en versión española. Y en medio, con toda la presión de no tener ninguna opción buena, Pedro Sánchez. La persona en el centro de la historia, quien puede dirimir el futuro de su partido y del país, el único que puede investir como presidente a Rajoy.

Solo hay cuatro opciones. La primera es el pacto de Gran Coalición PPSOE. Algo que según vayan pasando los días se irá haciendo más verosímil, las presiones de los mercados, el afán de “estabilidad” “gobernabilidad” y la “unidad serena de España”. Pero si hace eso, da igual si se decide ahora o en tres meses, será un auténtico desastre para el PSOE. Dará la razón a Pablo Iglesias cuando afirma que PSOE y PP son lo mismo, partidos complementarios con sutiles diferencias ideológicas que beben del mismo pesebre corrupto. Ir junto al presidente indecente, el de los SMS a Bárcenas y los sobresueldos sería el camino más rápido para convertir al PSOE en una fuerza irrelevante –y ya ha pasado en otros países como Portugal.

La segunda opción es un pacto de izquierdas. Pero es otra opción inverosímil, Susana Díaz y otros barones están en contra y en el comité Federal que este mismo sábado se ha convocado Pedro va a notar el aliento advenedizo de la andaluza. Lo determinante son los aliados catalanes de Podemos y la prerrogativa de un referéndum vinculante que Pablo Iglesias ayer ponía como línea roja para aceptar cualquier pacto. Eso para el PSOE ahora mismo es inasumible, más con el granero de votos en Andalucía como único bastión perdurable.

Tercera opción: Elecciones anticipadas. Otro escenario que puede resultar un desastre. Los 922.000 votos de IU truncan el 'sorpasso' de Podemos al PSOE, pero seguramente en otras elecciones sí llegarían a un acuerdo. El PP estaría contento con esa situación, es muy probable que recurra al llamado “voto útil” de la derecha y Ciudadanos siga desinflándose. De tal manera que será casi seguro que el PSOE acabara como tercera fuerza política y con unos resultados misérrimos a tenor de la ley electoral actual.

La cuarta y última solución para salvar al soldado Sánchez: Abstenerse en la segunda investidura. También sería un descalabro, pero los medios afines podrían macerar la decisión enmascarándola en patriotismo por la estabilidad del país, etcétera, etcétera. Al igual que Ciudadanos ha sabido vender su decisión de apoyar al PSOE de los ERE en Andalucía y el al Gobierno de la Gürtel en Madrid. Para el PP sería una gobernabilidad precaria, sin acuerdos, y seguramente breve. En un año, aún con la campaña hecha para Podemos, Pedro tendría alguna oportunidad de mejorar su imagen como líder de la oposición. Y naturalmente podría recurrir al comodín del público: Soraya Sáenz de Santamaría como nueva candidata a la investidura. Pero aunque muchos se conformarían con sacar a Rajoy, Aznar entre otros, me da la impresión de que el gallego tiene mucha querencia al poder, mucho más que al país y a su partido.

Lo tiene complicado. Más si cabe dentro de su propio partido, por eso doce horas después de conocer los peores resultados del PSOE de toda su historia, ya se ha postulado como candidato a la reelección en las próximas primarias de su partido. Pero no importa, no podrá esconderse, haga lo que haga tendrá consecuencias negativas y en un par de meses podremos comprobar qué clase de político es: si detrás de esa sonrisa de cartel publicitario hay ideología y coraje, o solo es otro personaje endeble y mediocre con ansias de poder.

Pero ahora mismo no me importa demasiado, desencantado con esos siete millones de votantes del PP y la pobre participación, tengo que dar la razón a Celia Villalobos cuando dijo aquello de: “los políticos somos un fiel reflejo de la sociedad”. Nos merecemos lo que suceda.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Cuál es tu opinión sobre los resultados de estas elecciones, quién crees que será el próximo presidente del Gobierno?

El proceso de la investidura funciona así: primero se constituyen las dos cámaras de las Cortes Generales. Se tiene previsto que esto se haga el 13 de enero del 2016. Luego el Rey elige al candidato de la lista más votada: Rajoy. Al ser un sistema parlamentario su única opción es formar una gran coalición con el PSOE. Sin este acuerdo es imposible que Rajoy logre 176 votos, ni siquiera con los diputados de Ciudadanos, Coalición Canaria y PNV votando a favor de su designación. Si no hay acuerdo cuarenta y ocho horas después se realiza una segunda votación, aquí no se requiere mayoría absoluta, solo lograr más votos a favor que en contra. Puede llegar a un acuerdo con Ciudadanos, pero necesitaría la abstención del PSOE o Podemos para poder gobernar. Si tampoco se consigue el Rey elegiría otro candidato y se volvería a realizar las votaciones. La Constitución establece un plazo de dos meses después de la celebración de la primera votación, para la investidura del presidente del Gobierno. Si para entonces ningún candidato ha logrado la confianza del Congreso, el Rey debe disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones que se celebrarían en la primavera de 2016.

¿Puede Pedro Sánchez lograr la investidura? No parece fácil pero tampoco imposible. El PSOE sumaría la mayoría absoluta con Podemos, IU y ERC, aunque para ello necesitaría algo que probablemente rompería el grupo parlamentario socialista: un referéndum en Catalunya. E incluso si lograse ese pacto, tendría un nuevo escollo: la mayoría absoluta que tiene el PP en el Senado, que retrasaría todas las reformas legislativas (aunque no las bloquearía).

Podemos se convierte en la primera fuerza en Catalunya y Euskadi, y sobrepasa al PSOE en muchas autonomías –algo que no lograron en mayo, donde los socialistas les ganaron en todas–. Pero aún queda lejos el sorpasso al PSOE, la ley electoral les ha perjudicado: el PP consigue un diputado cada 55.000 votos, Podemos cada 71.000; más ingrata resulta la cifra de IU: 430.000 votos por diputado. Si la lucha de egos de la izquierda se hubiera dejado a un lado, en vez de los misérrimos –pero encomiables- dos diputados que han conseguido podrían haber alcanzado junto a Podemos 14 diputados, y habrían ganado en votos al PSOE (aunque no en escaños). Otra cosa para hacerse mirar si hay elecciones anticipadas en la próxima primavera.

Ciudadanos resulta el gran perdedor. Albert Rivera había conseguido esconder su discurso de centro derecha, de tintes machistas, xenófobos y fascistoide, pero al final las redes sociales y su propio cansancio ha dinamitado sus expectativas: se les ha visto el plumero, no son creíbles como alternativa ni renovación. Una pequeña alegría.

En resumen: surrealista esos siete millones de personas que siguen votando al PP a pesar de todos los escándalos de corrupción y la incompetencia evidente de Rajoy como presidente; triste la falta de renovación y ganas de la ciudadanía que sigue respaldando el bipartidismo a pesar de que ahora existían nuevas opciones con una decepcionante participación, apenas cuatro puntos más que en 2011; torpeza de IU y Podemos –a partes iguales- por no haber llegado a un acuerdo y se haya desperdiciado 920.000 votos para solo dos escaños.

Lo que está claro es que hemos desperdiciado una oportunidad de cambio, ¿dentro de cuatro meses tendremos otra? Ojalá.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Histórico discurso de Ada Colau en una Caja Mágica de Madrid.


Yo quiero pedirles dos cosas. La primera que no olviden:
No olviden tarjetas black
no olviden los desahucios,
no olviden Púnica,
no olviden Gürtel,
no olviden “Luis, se fuerte”,
no olviden los ERES de Andalucia,
no olviden la estafa de las preferentes,
no olviden las colas en la sanidad,
no olviden los recortes en educacion,
no olviden el 135,
no olviden la reforma laboral.



La segunda cosa que les voy a pedir es que sonrían:
Que sonrían al 15-M,
que sonrían a las plazas,
que sonrían a los vecinos que paraban desahucios,
que sonrían a Ada Colau,
que sonrían a los autónomos y a los pequeños empresarios,
que sonrían a los que se levantan a las seis de la mañana para trabajar y a los que se levantan a las seis de la mañana y no tienen donde ir a trabajar,
que sonrían a las madres con jornadas de quince horas,
que sonrían a los abuelos que se parten la espalda para estirar su pensión."
Sonrían, sonrían que sí se puede.

Pablo Iglesias.

jueves, 17 de diciembre de 2015

https://ask.fm/RorschachKovacs

¿Quién ganó el debate del lunes entre Pedro Sánchez y Rajoy?


Lo ganó Pablo Iglesias y Albert Rivera. De forma escueta: Pedro lo estaba haciendo muy bien, dirigiendo el debate dónde él quería, metiendo alguna propuesta, sacando datos, poniendo tan nervioso a Rajoy que parecía que se iba a derrumbar de un momento a otro. Pero después de una hora magistral metió la pata: hizo un ataque demasiado personal, y aunque esto es normal en el Congreso, cada debate, cada medio, tiene sus pequeñas reglas tácitas; ahí sin moderador, acorralado, le dio a Rajoy la única salida posible: indignarse, exagerar la reacción, caer al barro y desterrar las propuestas y los discursos, volver a la guerra PPSOE y sacar lo peor de la casta. Y así Pedro perdió una oportunidad de retratar a Rajoy como el incompetente, torpe funcionario de los números, incapaz de hacer nada nuevo, y se sumergió en una lucha dialéctica enfangada en las descalificaciones, las interrupciones y lo estéril. Perdieron los dos.

Pablo Iglesias Y Rivera aprovecharon la situación para dar lecciones de templanza y diálogo, porque a fin de cuentas eso es lo que necesita ahora España: llegar a consensos, acuerdos generacionales en educación y empleo, y no este espectáculo circense de épocas pasadas. Y al despedirse estrechándose la mano ejemplificaron la brecha generacional y la forma de hacer política que proponen desde las atalayas de sus diferencias ideológicas.

Y aunque las encuestas siguen dando la victoria al PP confío en que haya remontada, y que la gente este domingo se anime masivamente a votar y participar en ese cambio. La ley electoral y las circunscripciones son injustas, pero si ahora no conseguimos dar el poder a los nuevos partidos, nunca vamos a conseguir cambiarla.


¿Que opinas del tortazo que le han dado a Rajoy?


Lo primero es que gracias a ello va a ganar votos, ¿nadie lo ha pensado? Amortizar el victimismo se llama. El problema es que aunque la violencia está justificada en algunos casos como acoge el código penal –se llama defensa propia por si alguien lo duda-, recurrir a ella en una sociedad civilizada es contraproducente y te desautoriza aunque tengas razón. Nadie es un pusilánime ni un cobarde por creer que puede resolver una situación sin necesidad de agredir a nadie, nadie es un ingenuo por creer que votar puede servir para algo –medidas sociales de Ada Colau, Carmena, Las Mareas-, nadie es ridículo por creer en la pedagogía, en “El hombre en busca de sentido”, nadie es escoria por pensar que hay jueces, policías, políticos y empresarios que quieren crear y convivir en una sociedad mejor, nadie es un malnacido por creer que el pacifismo es una vía para, a través de las leyes, la cultura y la educación, acabar con las desigualdades sociales, y nadie es un hipócrita por creer que la violencia solo provoca más violencia.

Las quimeras anarquistas sí que me dan lastima, tanta palabrería, tantos fanzines, tantas etiquetas, tanto vivir en casas okupadas o en casa de la abuela, así es fácil lanzar proclamas, muy sencillo y valiente; cero resultados claro. Y algunos encima se creen que son el motor del cambio cuando viven en su pequeñito huerto ideológico y endogámico. Lo que me jode es que encima le dais la razón y ni siquiera os planteáis que la única hostia real que se podría llevar Rajoy, la que más le podría doler, cuyo hematoma jamás podría borrar, sería una derrota electoral. Pero algunos os conformáis con que un pobre imbécil, un idiota iletrado que no sabe escribir, un niñato de mierda, le dé una hostia. Oh, genial, la revolución, la guillotina en Pontevedra. Seguid con vuestros gifs, que gran revolución. Estáis cambiado el mundo. Seguro.

¿Qué diferencia existe entre ser contradictorio y ser incoherente?


Todos vivimos en medio de sutiles contradicciones, de opinar una cosa y dejarse llevar a veces por el impulso de hacer la contraria, de cuestionarse las cosas y cambiar de opinión, aburrirse de sí mismo y reinventarse. Pero siempre hay una cierta pauta lógica, aunque solo sea el mero hecho de divertirse, de probar nuevas formas de interpretar la realidad. A mí no me preocupa que alguien que antes era de un partido político pase a otro, o se haga vegano, ateo, bisexual o lo que sea… siempre y cuando pueda explicarme sus razones. Pero el problema es que estamos intoxicados por modas, etiquetas, cánones estéticos, tendencias, deseos de aceptación… vivimos en una histeria colectiva. Las incoherencias solo muestran falta de personalidad, nos muestran débiles e hipócritas. Nuestras contradicciones, justo en ese momento en que nos gustaría presumir de cierta inmutabilidad, son precisamente las que nos hacen queribles y humanos.