lunes, 28 de noviembre de 2016

NaNoWriMo terminado.

He terminado un par de días antes el reto del NaNoWriMo, escribir una novela corta de 50.000 palabras en el mes de noviembre. La experiencia ha sido genial, supongo que también se trata de crearte el hábito de escribir todos los días, quitarte bloqueos, expandir tu creatividad muy al estilo zen que propugna Natalie Goldberg en su libro “El gozo de escribir”, mandar a la mierda tu yo censor, escritura automática, y, por supuesto, escribir, escribir y escribir. Mi novela es más bien autoficción ¿Qué es la autoficción? Es un género literario donde el escritor es el protagonista, pero cuyos hechos –basados o no en sucesos reales- son ficción; un cruce entre el relato real de la vida del escritor y el de una experiencia ficticia vivida por este. En mi opinión Bukowski abusó de esto muchas veces. Pero como él decía: yo soy el héroe de mi propia mierda.

Ahora, como bien aconseja Stephen King, hay que dejar dormir el texto un par de meses y luego volver a él y empezar a corregir. ¿Es editable? Quizás es pecar de vanidoso pero creo que sí. Hay que adecentarlo un poco, rellenar las lagunas, reescribir, pero la idea es buena, una mezcla entre “Días Extraños” de Ray Loriga y un diario lírico al estilo Pizarnik.


¿Es recomendable la experiencia? Sí, todo suma, es divertido, te saca a patadas de tu zona de confort, hay días que odias la idea de haberte apuntado, y otros, cuando fluye, en que no entiendes cómo no lo has intentado hacer antes. Un texto de esta extensión muchas veces se escribe solo, quiero decir, tú tienes tus planes y sin embargo al ponerte a escribir empiezan a surgir ideas transversales que te arrastran en direcciones completamente desconocidas. Yo quería poner cierta distancia entre el narrador y yo, hacer una especie de homenaje lírico a Bukowski y sus libros “Cartero” y “Factotum”, y al final ha salido una narración diarista bastante introspectiva que ha ido dando bandazos en el tiempo, capítulos enteros dedicados a personas que hace años que no veo, momentos de la adolescencia en los cuales nunca me había recreado antes, situaciones sentimentales apenas superadas al empezar la novela, que han ido fluctuando y cambiado a lo largo del mes. Hay hilo conductor, obviamente el narrador, y una forma de proyectar cada capítulo/día que creo que hace interesante la narración y que te intereses por lo que lees. Pero bueno, todo se andará. No sé sí llegaré a publicarlo, porque quizás me ha salido demasiado personal, pero sí que quiero corregirlo y, de alguna forma, terminar el proyecto. Siempre hay cajones cerrados que se pueden abrir cuando llega el momento adecuado.


Lo que si os puedo adelantar –para los pocos que me lean o estén interesados-, que en diciembre y enero Tamara y yo nos vamos a dedicar a revisar nuestro poemario, añadir material nuevo, por mi parte también incluiré algún relato corto y prosa poética, y que en febrero, sino sucede nada raro, lo sacaremos en Amazon en papel. El precio será de 10€, que es lo mínimo que nos dejan poner, y tendrá unas ciento cincuenta páginas, quizás más. Os aseguro que estará muy trabajado y que va a merecer la pena. La mayoría es inédito, o sea que ya sabéis, un buen regalo de San Valentín xD Y antes de que lo preguntéis, no, no irá solo de amor-desamor, para eso ya tenéis los miles de autores, todos iguales, que pululan en las estanterías de la Fnac. Nosotros estamos intentando hacer otra cosa. Variedad. Espero que alguno lo compre. De todas formas iré informando de todo el proceso. Spam. Spam. Spam. Saludos.


domingo, 20 de noviembre de 2016

Bárbara Butragueño - Casa Útero

El medio.

El medio es un lugar que desconozco.
Desconozco su paz, su pan, sus orillas pacientes,
el sonido aplacado del musgo que brota en su centro.

Desconozco la hiedra amarillenta
que florece con delicadeza del cuerpo
del que asume lo que le es dado
y no espera
ni canta
ni tiembla
ni es herido de muerte por la ínfima, leve exhalación
que se derrama del pecho retráctil y manso
del gorrión de la mañana.

Desconozco cómo fui a parar aquí.
Aquí, donde el pájaro de la indiferencia
canta uno a uno, suavemente,
los hallazgos
y, así,
crea el día.

Aquí, donde la turbieza es patria
y la patria: orfanato, desapego, bocanada insustancial.
Luchando por el llanto regular, el tacto regular,
la vida regular para que no duela, cadáver
de mí misma, cadáver
del fiero esfuerzo de no esperar,
del aquietamiento obligado, del amor dividido,
del miedo. Del miedo
a no ser bastante.
Del miedo a que no sea suficiente.
Porque, quizá, este país calcinado
sea lo único que mi cuerpo entiende por amor.
Quizá mi pecho no conozca más idioma
que el diluvio.

Terror a verme
perpetuamente obligada al punto medio
sólo para evitar la derrota,
el paisaje incendiado de la expectativa.

Merece, acaso, la pena
cercenarnos para sobrevivir,
hundir el alma en lo terrestre
y sentir a media voz, amar
a media voz, ganar
ya sólo a media voz
batiendo una victoria insípida entre las manos
cuando el último brillo de nuestra boca
intacta, perfecta, regular,
se apague con desdén y sin remedio.

Desde cuándo sobrevivir
se ha convertido
en algo tan importante.



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