martes, 17 de diciembre de 2019

Reseña: ‘Carta al padre’, de Franz Kafka

“No hace mucho me preguntaste por qué afirmo tenerte miedo. Como de costumbre, no supe qué responderte, en parte precisamente a causa de ese miedo que te tengo y en parte porque para explicarlo necesitaría tener presentes más factores de los que soy capaz de manejar al mismo tiempo cuando hablo. Esta respuesta que intento darte ahora por escrito será igualmente muy incompleta, porque también a la hora de escribir me atenazan el miedo y sus consecuencias, y porque las dimensiones del asunto van mucho más allá de lo que mi memoria y mi entendimiento son capaces de abarcar.”

En noviembre de 1919 Franz escribió esta extensa carta, una de las más famosas de la literatura, a su padre Hermann Kafka, quien nunca la llegaría a leer. Según Max Brod, que la publicó póstumamente en 1952, el escritor se la dio a su madre para que se la entregara a su padre, pero ella, tras leerla, se negó a hacerlo y se la devolvió. En ella, Kafka retrata y analiza la compleja relación que tuvo con su padre, con quien siempre tuvo una relación distante. Es fácil ver por qué: Franz era un hombre sensible, retraído, inseguro, creativo y vulnerable, mientras que Hermann era un hombre hecho a sí mismo, triunfador, fuerte, práctico, firme, severo y autoritario.

“Para ti el asunto siempre fue muy sencillo, al menos, por la forma en que hablaste de él delante de mí, e, indiscriminadamente, delante de muchos otros. Te parecía que era más o menos así: trabajaste duramente toda tu vida, sacrificaste todo por tus hijos, especialmente por mí, a raíz de lo cual yo he vivido <<como un rey>>, teniendo total libertad para estudiar lo que quisiera, sin motivos para preocuparme por mi subsistencia, es decir, sin preocupaciones en absoluto; no pedías que te agradeciera por eso, tú conoces <<la gratitud de los hijos>>, pero por lo menos esperabas alguna deferencia, alguna señal de simpatía; en cambio, yo me he ocultado desde siempre de ti, en mi habitación, entre mis libros, entre amigos locos, entre ideas extravagantes; nunca hablé abiertamente contigo, no estuve a tu lado en el templo, nunca te visité en Franzensbad, tampoco en otros aspectos tuve nunca un sentido de familia, nunca me ocupé ni del negocio ni de tus demás asuntos, te endilgué la fábrica y luego te abandoné, apoyé a Ottla en su capricho y mientras no movía un dedo por ti (no te traigo ni una entrada para el teatro), hago todo por los amigos. Si resumes tu juicio acerca de mí, resulta que no me reprochas nada realmente malvado o indecente (a excepción tal vez de mi última intención de casarme), sino frialdad, distancia, ingratitud. Y me lo reprochas como si la culpa fuera mía, como si hubiera podido cambiar todas las cosas con un movimiento de timón, mientras que tú no tendrías la menor culpa de lo sucedido, excepto la de haber sido demasiado bueno conmigo”.

En aquella época la educación era muy estricta y el padre además de su autoritarismo natural debía aplicar las normas de conducta que él mismo había vivido, por lo tanto Kafka describe un padre muy duro y cruel con él y también con el resto de la familia. Kafka considera ese choque de caracteres una batalla perdida, su narración tiene un constante tono de sumisión, de aceptación, de darse por vencido.

“De modo directo, recuerdo un solo acontecimiento de los primeros años; tal vez tú también lo recuerdes. Una vez, de noche, yo lloriqueaba sin cesar pidiendo agua, seguro que no por tener sed sino probablemente en parte para fastidiar, en parte para entretenerme. Después de que algunas fuertes amenazas no hicieran efecto, me sacaste de la cama, me llevaste a la terraza y me dejaste parado allí un rato en camisón ante la puerta cerrada. No quiero decir que eso haya estado mal, tal vez en ese momento no se hubiera podido recuperar la tranquilidad nocturna de otro modo, pero quiero usarlo para caracterizar tus recursos pedagógicos y su efecto sobre mí. Seguro que a partir de ese momento fui obediente, pero había sufrido un daño interior. Mi modo de ser jamás me permitió relacionar correctamente el hecho de pedir agua sin sentido, que era lógico para mí, con el hecho en extremo terrible de que me llevaran afuera. Aun años más tardes me hacía sufrir la idea atormentadora de que aquel hombre gigantesco, mi padre, la última instancia, podía venir y sacarme de la cama de noche casi sin motivo, para llevarme a la terraza y de que, por lo tanto, no era nadie para él. Eso sólo fue un pequeño comienzo entonces, pero esta sensación de insignificancia que me domina a menudo (una sensación que, sin embargo, en otro sentido es también noble y fructífera) proviene en gran medida de tu influencia. Hubiera necesitado algo de aliento, un poco de simpatía, que me abrieran un poco el camino; en cambio, me lo obstruías, sin duda con la buena intención de que yo transitara otro camino. Pero yo no servía para eso. Me alentabas, por ejemplo, cuando hacía el saludo militar o cuando marchaba, pero yo no era un futuro soldado, o me alentabas cuando podía comer mucho o acompañar incluso la comida con cerveza, o cuando podía imitarte cantando canciones que no entendía o repetir como un loro tus expresiones preferidas, pero nada de eso tenía que ver con mi futuro”.

Pero al leer con atención la prosa de Kafka nos deja ver entre líneas que ese padre cruel que describe no es más que una imagen en su cabeza, las acciones del padre parecen naturales -al menos en su época-, el problema es que Kafka se ve profundamente afectado por ellas. La carta describe varios períodos de su vida, desde su niñez, pasando por su juventud hasta la edad de treinta y seis años y en todo momento relata la influencia del padre en su vida, una vida sin escapatoria, donde sentía que no podía refugiarse en su idioma, ni en su religión, ni en sus hermanas y sólo le quedaba escribir y encerrarse en sí mismo.

“Ya he insinuado que con el hecho de escribir y todo lo que se relacione con ello he realizado pequeños intentos de independencia, intentos de fuga con poco éxito, que no me llevarán muy lejos según innumerables pruebas.”

Hacia el final de la carta se centra en el tema del matrimonio y las veces en que se comprometió, nos cuenta sus temores, miedos y lo que le provocaba la opinión de su padre al respecto. Resulta llamativo cómo Kafka se deja llevar por su neurosis y en esas últimas páginas se hace a sí mismo las mismas acusaciones implacables que le haría su padre, aceptando esa culpabilidad y cayendo en ese círculo tóxico de dependencia del cuál no sabe cómo escapar.

Una carta muy interesante para quien quiera conocer la biografía y pensamientos de este excepcional escritor. Quien quiera leerla puede descargar desde AQUÍ el ePub. También añado un enlace en descarga directa AQUÍ para la fantástica novela gráfica biográfica sobre el autor que realizó Robert Crumb y David Zane Mairowitz.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Reseña: ‘El elefante desaparece’, de Haruki Murakami

Haruki Murakami trabajó en este compendio de relatos entre los años 1980 y 1991, podría decirse que en este libro se encuentra la materia prima y el estilo de lo que serán sus obras más emblemáticas. Como muestra de lo anterior, el relato que da inicio al libro ‘El pájaro que da cuerda y las mujeres del martes’ es el origen del primer capítulo de una de sus principales novelas: ‘Crónica del pájaro que da cuerda al mundo’, publicado en 1995. Es un verdadero borrador, donde juega con el misterio telefónico, los encuentros fortuitos, la revelación de un mundo nuevo al conocer a una chica mientras se busca a un gato perdido. Un mundo que tiene un movimiento limitado, que se detiene cada día, hasta que un pájaro lo vuelve a poner en movimiento al darle cuerda cada mañana. Dato curioso y un tanto al margen: en esta historia al gato lo llama ‘Noboru Watanabe”’’, nombre que también tendrá el novio de la hermana de otro personaje así como el cuidador del elefante que desaparece. Con la reiteración de ese nombre, Murakami homenajea a su amigo, un ilustrador que utilizaba dicho apelativo como apodo.

"Y me pregunto cuándo se rompió la aguja de mi brújula, cuándo me perdí en esta vida errante"

Las personas son mundos complejos, universos únicos, pero que, al unirse con otros, al interactuar entre ellos, forman nuevas realidades, a veces eternas, o de tan solo momentos. Los personajes de Murakami, viajan libremente por estas realidades que ellos mismo crean. En ‘Nuevo ataque a la panadería’, el simple hecho de sentir hambre a una hora en que no se puede conseguir alimento, pone en marcha un engranaje de modificación de la realidad, pasando de algo cotidiano a un acto que si bien es real, es completamente anormal para el contexto, como el asalto a un local de comida rápida. A Murakami le gusta ir revelando esos pliegues tan diversos de la realidad, tan finos que no detectamos por ir siempre sumidos en nuestras rutinas. En el cuento ‘Sobre el encuentro de un chica cien por cien perfecta en una mañana soleada del mes de abril’, lo deja claro, lo largo del título hace referencia al detalle, al momento y la circunstancia, a la consciencia plena del encuentro con una mujer que parece perfecta, a las características del día, al lugar, la fecha, todo. Son solo segundos, se cruzan, quizá ella ni lo notó, pero en él se comienza a generar una pequeña historia y se crea un mundo dentro de otro, a partir de una casualidad.

"Se cruzaron en mitad de la calle. El tenue destello de un recuerdo perdido iluminó por un instante sus corazones, que dieron un vuelco. Lo supieron"

Equilibrio, otro aspecto fundamental de la narrativa del autor japonés, esa constante descripción de actitudes ordinarias de la vida diaria, cocinar, fornicio, comer, beber, dormir, son la base del equilibrio en sus historias, que luego rompe en un ángulo inimaginable, lo que provoca una emoción inesperada en el lector. Este quiebre puede suceder en cualquier momento. Una vida puede dar un giro en ciento ochenta grados a partir de un pequeño detalle, como cuando uno de los personajes de ‘Lederhosen’ va a comprar un par de pantalones y entiende de golpe el absurdo de la existencia que ha llevado hasta ese momento, o el descubrimiento de un hábito pirómano en ‘Quemar graneros’. Pero el más significativo hecho de quiebre de esta recopilación de relatos ocurre en ‘Sueño’, donde una mujer al no poder volver a dormir, se pasa las noches en vela leyendo Ana Karenina, comiendo chocolate, y descubriendo que la vigilia constante ha mejorado su vida, ya que le ha revelado un mundo de vitalismo y libertad rejuvenecida nunca antes conocido por ella

"No es que me sienta vacía, simplemente me sorprende ser incapaz de distinguir entre ayer y anteayer por el hecho de llevar esta vida, que me ha tragado por completo"

En este universo tan personal tampoco existen divisiones claras entre el mundo de los sueños y la realidad. Lo onírico fácilmente se expande y engulle al soñador. Lo que pasa en los sueños no se queda allí. En ‘El enanito bailarín’, un ser atormenta a un hombre común por medio de diversas artimañas que le sugiere en sueños, pero que al hacerse realidad lo empujan a caer en una trampa mortal. Estos seres extraños, como salidos de una pesadilla, se reiteran en relatos como ‘El pequeño monstruo verde’ y ‘La gente de la televisión’, y tienen la particularidad de no ser notados por otros salvo por el protagonista del relato, aislando a los personajes en una burbuja fantástica dentro de un ambiente real. Lo interesante de estos relatos es averiguar si los personajes sabrán librarse o no del embrujo de la irrealidad.

“Hay diferentes tipos de soledad. Hay soledades trágicas que te descuartizan los nervios, y otras que no lo son pero que para conseguir conocerlas te tienes que dejar la piel”.

Pero definitivamente, de todos los aspectos que toca Murakami en esta serie de relatos, es lo situacional lo que le da vigor a este libro, ya que a través de lo que parecen ser experiencias personales logra profundizar en temas complejos con temáticas simples. En relatos como ‘Un barco lento a China’, ‘El último césped de la tarde’ y en ‘Silencio’, recupera el tono melancólico y nos lleva por los recuerdos lejanos de tiempos de instituto, de trabajos de media jornada en donde abundan los encuentros inolvidables y trascendentes entre personajes que nunca más volverán a verse, rescatando situaciones de superación personal, de resiliencia.

"Hay gente que carece de profundidad. Llevan una vida monótona, vacía. Por mucho que llamen la atención de los demás, por mucho que se muestren triunfantes, solo es una máscara tras la cual no hay nada".

El elefante desaparece’ es una recopilación de diecisiete relatos muy diversos, donde se puede apreciar todas las particularidades de la literatura del japonés. A pesar de que resulta algo irregular, la atmósfera y la esencia se mantiene a lo largo de todo el libro, al igual que el placer de disfrutar esa lectura que no requiere de grandes recursos literarios, ni complejidades estilísticas para dar ambiente y profundidad a las historias. Con Murakami tienes que llegar a un acuerdo con su realismo mágico, sus finales abiertos y ese lirismo onírico que, muchas veces, no encierra ningún tipo de mensaje, moraleja o incluso coherencia. Es normal que no le pueda gustar a todo mundo porque a veces da la sensación de estar ante simple escritura automática, un escritor ‘jardinero’ que planta una semilla argumental y se divierte dejándose llevar por lo que va creciendo y mostrándose. Quizás lo que salva a Murakami y le ha dado tanta fama es su estilo embriagador y poético que compensa esa espontaneidad literaria que no se molesta en pulir y que en ocasiones no funciona. En cualquier caso a estas alturas uno ya sabe lo que se va a encontrar, sería incoherente por mí parte pedirle a Tarantino que no dote a sus películas de momentos de ultraviolencia, al igual que sería absurdo pedirle a Murakami que busque en el diccionario el significado de ‘escaleta’. Como siempre dejo AQUÍ el ePub para quien quiera darle una oportunidad.

“De todos modos, la cosa podría empezar con un "érase una vez" y terminar con una pregunta: "una historia triste, ¿no te parece?"

viernes, 6 de diciembre de 2019

Reseña: ‘De qué hablo cuando hablo de escribir’, de Haruki Murakami

Murakami siempre me ha gustado, sobre todo en sus novelas cortas y cuentos, por su tono pausado y lirismo aséptico, por la musicalidad en su estilo y la forma zen con la que plasma la psique de sus personajes y su visión del mundo. 'De qué hablo cuando hablo de escribir' es un fascinante ensayo sobre el arte de escribir y su experiencia como escritor.

Quizás de todos los capítulos el primero es el más sorprendente porque parece querer denostar el arte de escribir novelas: “Tengo la impresión de que no hay otro trabajo tan indirecto y de escaso rendimiento como el de escribir novelas. Si uno es capaz de verbalizar con claridad un tema determinado, no tiene ninguna necesidad de empeñarse en el trabajo infinito de las paráfrasis. Expresado de un modo quizás extremo, se puede decir que los escritores son seres necesitados de algo innecesario […] Escribir una novela me parece, en esencia, un trabajo bastante torpe. Apenas hay nada que destaque por su inteligencia intrínseca, tan solo se trata de tocar y retocar frases hasta descubrir si funcionan o no, y para hacerlo no queda más remedio que encerrarse en una habitación […] En eso consiste escribir novelas, en afrontar un trabajo lento y sumamente fastidioso […] Pasados unos años hace falta una cualidad más grande y duradera que sustituya a la inteligencia, porque a la hora de escribir novelas no importa el rendimiento o la eficacia, sino el aguante. Escribir es pura perseverancia y resistencia apoyadas en un prolongado trabajo en solitario”.

Escribir, para Murakami, comenzó respondiendo al imperativo de ‘desprenderse de todo lo innecesario, lo superfluo y simplificar’; y en esa sencillez encontró un estilo. A menudo le han dicho que su manera de escribir tiene un deje de traducción y admite que hay algo de cierto en ello. Su disciplina consiste en levantarse temprano, prepararse un termo de café y escribir diez páginas todos los días, tarde lo que tarde. Le resulta mucho más divertido escribir sin escaleta, sin saber muy bien hacia dónde van sus personajes, improvisando. El problema es que el texto se presta a muchas más contradicciones, a que haya capítulos enteros que tiene que descartar en las siguientes reescrituras porque no casan con el tono general de la historia y los personajes.


Después de varias reescrituras y pulir detalles descansa un mes. Pasado ese tiempo vuelve a reescribirlo por completo y cuando termina le da el manuscrito a su mujer para que opine. Ella hace sus recomendaciones y, aunque no esté de acuerdo, reescribe siempre las partes que ella ha señalado. Una vez hecho esto vuelve a pedirle que lea esas partes y sí sigue sin convencerla vuelve a reescribirlas. Sigue reescribiendo incluso después de entregar el texto a la editorial y recibir las primeras galeradas. Aunque parezca una compulsión descontrolada, porque en este punto hasta él ha debido de perder la cuenta de las veces que ha retocado el texto, no parece ser el único escritor que opina y trabaja de esa forma, Raymond Carver dijo en una entrevista: “Al fin he entendido que una novela se perfecciona después de releerla, de quitarle algunas comas y volver a leerla una vez más para poner las comas en el mismo sitio donde estaban”.

Nuestro querido escritor también aporta muchas otras orientaciones, que pueden interpretarse como consejos para los escritores en ciernes o pistas para entender su obra. “Todo aquel que aspira a escribir debería observar con atención a su alrededor, porque el mundo está plagado de piedras preciosas en bruto tan atractivas como misteriosas”. Es importante prestar atención a los consejos de los demás, así como asegurarse uno o dos lectores fijos que sean sinceros y constructivos. Cuando no se tiene ningún proyecto entre manos, traducir es un excelente ejercicio de escritura y también, según Murakami, hay que lograr que el cuerpo se convierta en un aliado, cosa que él ha conseguido corriendo maratones. Murakami habla también en otros capítulos de los premios literarios a los que considera ‘un torbellino insignificante’, sus estancias en el extranjero, la recepción de su obra en Estados Unidos y su renuencia a firmar libros, entre otras muchas cosas.

También parece adherirse a la idea de que los personajes tienen vida propia y el escritor está a su servicio. En uno de los capítulos cuenta cómo la obra que acabó convirtiéndose en ‘Los años de peregrinación del chico sin dolor’ iba a ser una novela corta, pero se alargó después de que un personaje secundario, ‘una atractiva mujer llamada Sara Kimoto’, le hiciera unas preguntas incómodas al protagonista. “Fue Sara ‒dice Murakami‒ quien modificó por completo el carácter, la escala y la estructura de la novela, y lo hizo en un segundo. El primer sorprendido fui yo”. Señala también las virtudes de confrontar caracteres distintos en la narración, no crear solo personajes con los que sienta empatía, una lección que aprendió cuando le recriminaron que en sus libros no aparecían ‘personajes malos’.

Haruki Murakami se considera una persona normal, con cierta habilidad para contar historias, pero no describe su vocación como un acto de heroísmo o sufrimiento. Entiende que el tiempo -y no la crítica literaria- decidirá si sus novelas merecen sobrevivir o hundirse en el olvido. “Me parece que si escribir no resulta divertido, no tiene ningún sentido hacerlo; escribir una novela es un proceso que debe surgir de manera natural.”. Al terminar de leer este ensayo te queda da la sensación de que Murakami no tiene grandes teorías sobre la escritura ni necesita tenerlas, dejándonos solo un libro de recuerdos y recomendaciones más que un análisis profundo sobre la teoría de escribir. En cualquier caso me ha resultado muy ameno y complementa muy bien a otros como ‘Mientras escribo’ de Stephen King, ‘El zen en el arte de escribir’ de Ray Bradbury o el maravilloso ‘Por qué escribo’ de George Orwell. Como siempre si alguien está interesando dejo enlace a su versión ePub AQUÍ.

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Con esta entrada ya he escrito las cien anuales que me había propuesto para el 2019. Llevo solo 94 libros este año, pero ha sido un 'annus horribilis' a nivel anímico y me conformo con leerme un par más antes de que acabe. Lo comento porque ahora me voy a dedicar a terminar una novela y lejos de esos consejos y comentarios tan maravillosos de Murakami para mí escribir no resulta siempre tan divertido, en muchas ocasiones es tedioso y frustrante, y creo que voy a necesitar todo mi tiempo libre para conseguirlo. O quizás no. Lo comento por si desaparezco de estos lares. En cualquier caso en mi cuenta de Twitter -parte derecha del blog- suelo divagar a menudo sobre series, películas y disquisiciones personales. Un saludo.

jueves, 5 de diciembre de 2019

La vida es azar en movimiento, la fatalidad es tan natural como la belleza y un millón de veces más justa. Los porqués son solo migas de afán falsas. Lo único real es el alud carnal, lo ajeno callando nuestra voz interior y provocando el fundido en negro.

A veces me preguntó para qué escribir. Y me contesto que no es solo por el desahogo, me gusta también la belleza estética que se consigue cuando alguna pizca de talento se combina arbitrariamente y me evade de esta vida que silba como un tren de mercancías, llena de frustración y despropósitos. Delante del teclado está todo bajo control, siempre hay una segunda oportunidad para enmendar las cosas, el «L'esprit de l'escalier» se convierte en virtud, puedes estar a la altura de tus expectativas, acercarte a esa mujer que tanto te gusta y abrirle tu corazón, expurgarte en voz alta y esperar que las taras y los dados trucados no ganen la partida esta vez… Recuerdo a Cioran totalmente enajenado y odioso por el prolongado insomnio confesarle a su madre que su vida era insoportable; y ella contestar en un arrebato de ira: “Si lo hubiera sabido, ¡habría abortado!”.


Reflexionando tiempo después sobre este incidente Cioran llegó a la conclusión de que su existencia era un simple accidente, por tanto, para qué tomárselo todo tan serio; así empezó a escribir, para injuriar la vida e injuriarse a sí mismo. Tal vez sea la respuesta, a fin de cuentas, ¿qué otra opción coherente nos queda como venganza por este dolor que nunca pedimos, que no sabemos soportar, más que injuriar a la vida y su sentido de todas las formas posibles a nuestro alcance?

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Rompámonos de espejos, quiero una flor que recuerde tu nombre, que guarde un luto de ambulancias y velatorios, que no muera de pie, que perfeccione su preñez y delate su perfume en pleno invierno. Un gato camina por el techo insultando mi último poema, me exige que traiga antidepresivos, dos máscaras y un manual de guerra al que le falten las últimas trescientas páginas. Sería inmoral leer el poema de forma literal, todo tiene su parte de ejercicio mental y sensibilidad dormida, como olas de caricias zozobrando tu embarcación de carne. Quiero follarte a besos, devorarte y silenciarte el pensamiento. Para entenderme tendrías que ver un hermoso amanecer y pensar en hemorragias y masacres improvisadas. Tengo demasiadas canas en mi perilla planificando orgasmos de gas. Nuestras piezas nunca encajaron, pero la última mirada azul que echaste sobre mis hombros sigue prisionera de un temblor de esperanza. Por eso todas las respuestas murieron de frío hace meses y ya solo quedan heridas de carmín fucsia y ataques de risa producidos por sombras que no sé dónde terminan. La hazaña grandilocuente de brindar con vino barato pensando siempre en ti. La siguiente hora ha tosido en la esquina, será la siguiente en morir, ¿Quién quiere torturarla conmigo?

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Reseña: Álbum ‘dont smile at me’, de Billie Eilish

Con solo trece años Billie Eilish compuso ‘Ocean Eyes’ junto a su hermano, el también músico y actor de ‘Glee’ Finneas O’Connell. La compusieron como un favor para una coreografía de su profesor de danza contemporánea, pero la canción fue ganando popularidad hasta el punto de que acumula, entre la original y sus remixes, cientos de millones de reproducciones en Spotify. A su precocidad ayuda haber estado rodeada de arte durante su infancia: sus padres son también músicos, desde los ocho está en el Los Angeles Children’s Chorus, a los once empezó a componer sus propias canciones y, un par de años después, empezó a interesarse por producirlas y a verse influenciada por gente como Tyler the Creator, Lana del Rey, Spooky Black o Aurora. Tras fichar por Interscope, tuvimos la primera muestra de todo esto en agosto de 2017: el EP ‘dont smile at me’, en el que se mezclan cosas como el trip-hop, el trap, las murder ballads, sintetizadores y autocoros, algún toque grunge y, por supuesto, mucho pop. Las dos primeras están presentes en la encargada de abrir el disco, la agresiva ‘COPYCAT’, que no es de lo mejor líricamente pero es una buena forma de introducir el ambiente del disco. Más interesante es la letra de ‘idontwannabeyouanymore’, donde con frases bastante duras alude a su propia depresión, de hecho el título ("no quiero ser tú… nunca más") va dirigida contra ella misma ("Don't be that way/ Fall apart twice a day/ Was I made from a broken mold?"). ‘my boy’ sigue una progresión interesante, con clara separación de sonido entre estrofas y estribillo, y con la frase: "Alright dude, go trip over a knife" de puente, una de las favoritas de los fans.

El single con el que se presenta este trabajo es ‘bellyache’, videoclip incluido, tiene una letra muy divertida que nos mete dentro de la mente de un psicópata (“My friends aren't far/ In the back of my car/ Lay their bodies/ Where's my mind/ Where's my mind"), todo ello sobre un guitarreo con base reggaetonera que culmina en esa mezcla de trap y electro-casi-dubstep del estribillo. ‘party favor’ es como una melodía de Regina Spektor a la que le hubiese puesto letra Lily Allen ("and I hate to do this on your birthday / happy birthday, by the way"), la intimista ‘hostage’ y ‘watch‘ (I'll sit and watch your car burn/ with the fire that you started in me) son también muy intensas. Y no podía faltar ‘ocean eyes‘, la canción de amor que fue su mayor éxito ("no fair, you really know how to make me cry / when you give me those ocean eyes"), hermosa y  melódica.

En definitiva, ‘dont smile at me’ tiene puntos altos y bajos, pero fue un EP que sirvió como excelente carta de presentación para la locura que llegaría un par de años después con su primer álbum ‘When We All Fall Asleep, Where Do We Go?’. Como curiosidad el título del EP se debe a la incomodidad que le produce que la gente le sonría por la calle como fórmula de cortesía, ella prefiere su 'resting bitch face'. Esto no se refleja, en cambio, en su relación con sus fans con los que se muestra extremadamente cercana.

En Billie Eilish percibo a una adolescente que transmite sus problemas como muchos otros lo han hecho antes, solo que desde la perspectiva de su generación. A Eilish le asfixia la ansiedad y el insomnio, se siente perdida como se sentía perdida la generación emo unos años atrás. Hay tristeza en muchas de sus canciones, pero también mucha rabia y desencanto; otras formas, otros sonidos, la misma sensación de estar luchando contra un mundo que no te entiende, con su parte de candidez y de teenage angst. Billie Eilish es la chica oscura de la clase y sus fans se identifican con ello, como hubo en los ochenta quien quería parecerse a Allison Reynolds del ‘El club de los cinco’, quien escuchaba durante horas a 'The Cure' en la soledad de su habitación y siempre vestía de negro (un servidor) o quien en los noventa quería vivir eternamente en una película de Tim Burton.

Lo cómodo sería fijarnos solo en su edad y desconfiar de la fama que ha conseguido en tan poco tiempo, pero si algo tengo claro después de escuchar sus discos con atención es que es un diamante en bruto con mucho talento. Puede que se eche a perder en unos años, como parece que le sucede a muchos artistas hoy en día, cuya fecha de caducidad está en cinco años y dos discos, o puede que su talento explote y evolucione a unos terrenos más complejos; lo que está claro es que, a día de hoy, su éxito es muy merecido. Larga vida a Billie Eilish.

PD: Seguiré haciendo puntualmente reseñas de álbumes que me vayan gustado, da igual si son modernos o de hace décadas; si alguien tiene alguna sugerencia la puede dejar en los comentarios; quizás coincidamos en gustos y me anime a complacerle.