viernes, 18 de septiembre de 2015

Por qué escribo - George Orwell

"Dejando aparte la necesidad de ganarse la vida, creo que hay cuatro grandes motivos para escribir, por lo menos para escribir prosa. Existen en diverso grado en cada escritor, y concretamente en cada uno de ellos varían las proporciones de vez en cuando, según el ambiente en que vive. Son estos motivos:

1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que lo despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta.

Después de los treinta años de edad abandonan la ambición individual -muchos casi pierden incluso la impresión de ser individuos y viven principalmente para otros, o sencillamente los ahoga el trabajo. Pero también está la minoría de los bien dotados, los voluntariosos decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Habría que decir los escritores serios, que suelen ser más vanos y egoístas que los periodistas, aunque menos interesados por el dinero.

2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchísimos escritores, pero incluso un panfletario o el autor de libros de texto tendrá palabras y frases mimadas que le atraerán por razones no utilitarias; o puede darle especial importancia a la tipografía, la anchura de los márgenes, etc. Ningún libro que esté por encima del nivel de una guía de ferrocarriles estará completamente libre de consideraciones estéticas.

3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.

4. Propósito político, y empleo la palabra "político" en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.

Puede verse ahora cómo estos varios impulsos luchan unos contra otros y cómo fluctúan de una persona a otra y de una a otra época. Por naturaleza -tomando "naturaleza" como el estado al que se llega cuando se empieza a ser adulto- soy una persona en la que los tres primeros motivos pesan más que el cuarto. En una época pacífica podría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos y casi no habría tenido en cuenta mis lealtades políticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie de panfletista. Primero estuve cinco años en una profesión que no me sentaba bien (la Policía Imperial India, en Birmania), y luego pasé pobreza y tuve la impresión de haber fracasado. Esto aumentó mi aversión natural contra la autoridad y me hizo darme cuenta por primera vez de la existencia de las clases trabajadoras, así como mi tarea en Birmania me había hecho entender algo de la naturaleza del imperialismo: pero estas experiencias no fueron suficientes para proporcionarme una orientación política exacta. Luego llegaron Hitler, la guerra civil española, etc."

jueves, 17 de septiembre de 2015

Un grito, el sonido obsceno de la sangre, su polla yaciendo sin vida en mi boca.

Mis venas son una menstruación dormida con poco respeto por el fuego de los vencedores
Soy el lugar del fracaso, para encender la luz he de golpearla una y otra vez hasta que al final la oscuridad lo ilumina todo
No he dormido bien, sueños extraños, como un mar de niebla que escupe a los indecisos
Las arañas me observan desde sus corazones sucios
Mi camisón arde, como si hubieran arrojado flores y piedras
Recojo la soga de mi pelo y me levanto de la cama
Debajo de la ducha las grietas gritan
Mi coño supura ceguera, apatía y desolación
Dejo huellas de sed en el suelo y vuelvo a llamarle, soy una coleccionista de maltratos sentimentales

Viene, me lanza contra la cama, me muerde con violencia
Sobrecogida me refugio en esa herida con forma de sonrisa que tiñe de rojo mi piel
Necesito esa brusquedad, necesito el dolor
Que silbe a través de mis huesos y humedezca mis cenizas con su ponzoña blanca

Su polla penetra los lugares donde fracasan los sentidos, nos unimos en un incendio blanco
Y sin que se dé cuenta, junto los pies y me hago cadáver
Pero termina demasiado pronto
El exantema devora mis ojos, el gimnasta del olvido se viste y vuelve a su hogar de pulgares y rutinas
Se va dejando nieve negra
Estramonio
Silencio

Se escucha un golpe. Un grito. Otro. Mis vecinos empiezan a insultarse
Bueno
De acuerdo
Quizás silencio no.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Stephen King - La Cúpula

Decía Stephen King que para conseguir escribir bien había que dedicar como mínimo seis horas a leer y a escribir todos los días. Encontrar tu propia libertad –cosa complicada a veces- en la diversión intrínseca de subvertir la pereza natural que da enfrentarte al teclado. Conseguir una rutina. Quizás necesitemos dedicar media vida para poder hacerlo bien, o a no hacerlo demasiado mal. Luego hay otros problemas: ya hemos encontrado nuestro estilo propio, nuestra zona de confort, pero pasado un tiempo nos empezamos a aburrir de nosotros mismos, ¿cómo volver a empezar de nuevo? Las redes sociales son otra trampa, un monstruo al que hay que alimentar continuamente, ¿cómo equilibrar el ansia de notoriedad con cierta evolución artística?

A veces leo a otros intensitos y pienso: ¿merece la pena revolcarse siempre en esa tristeza estructural, en ese exhibicionismo emocional? Porque al final la literatura fagocita a la persona y lo transforma en personaje; al final revolcarse en tu mierda anímica solo consigue aumentar su tamaño. No estoy seguro de que idealizar una tristeza durante demasiado tiempo conlleve más honestidad o transcendencia artística, creo que solo provoca una depresión, una laxitud parecida a un aneurisma vital que te hace perder la perspectiva y repetirte una y otra y otra vez. Pero lo observo sin juzgar, sin ánimo peyorativo, a fin de cuentas debo mi rutina y este blog a mi pretérita obsesión bukowskiana. Ahora intento hacer cosas diferentes. Ahora. Ahora. Ahora. Pero no deja de sorprenderme esa pertinaz obsesión ajena –reconocible- de hacerse invencible en la derrota. Estuve allí, y deja de ser romántico en el cuarto acto, justo antes de que a Fante le corten las piernas.

“Es una soleada mañana de otoño en la pequeña ciudad de Chester's Mill. Claudette Sanders disfruta de su clase de vuelo y Dale Barbara, Barbie para los amigos, hace autostop en las afueras. Ninguno de los dos llegará a su destino. De repente, una barrera invisible ha caído sobre la ciudad como una burbuja cristalina e inquebrantable. Al descender, ha cortado por la mitad a una marmota y ha amputado la mano a un jardinero. El avión que pilotaba Claudette ha chocado contra la cúpula y se ha precipitado al suelo envuelto en llamas. Dale Barbara, veterano de la guerra de Irak, ha de regresar a Chester's Mill, el lugar que tanto deseaba abandonar. El ejército pone a Barbie al cargo de la situación pero Big Jim Rennie, el hombre que tiene un pie en todos los negocios sucios de la ciudad, no está de acuerdo: la cúpula podría ser la respuesta a sus plegarias. A medida que la comida, la electricidad y el agua escasean, los niños comienzan a tener premoniciones escalofriantes. El tiempo se acaba para aquellos que viven bajo la cúpula. ¿Podrán averiguar qué ha creado tan terrorífica prisión antes de que sea demasiado tarde?”

Pues sí, hablando de Stephen King me acabo de terminar “La Cúpula” 1100 páginas de novela coral. Reseña corta: lo más destacable es que consigue que el misterio de la cúpula quede en segundo plano y el interés del lector se vuelque en el devenir de los cientos de personajes –muy bien plasmados- que pululan por sus páginas, incluso el pretendido protagonista “Dale Barbara” queda en un segundo plano ante el psicópata de turno –habitual al igual que los fanáticos religiosos en sus libros- y su microcosmos rural. También se permite la gracia de empezar ciertos capítulos desde la perspectiva del narrador omnisciente lanzando algún spoiler sutil sobre lo que va a suceder más adelante. Se podría decir que es una versión larga de “La niebla” a fin de cuentas es más o menos lo mismo pero en un lugar mucho más grande. No hay tantos elementos de terror, y el final, como es habitual en él, resulta precipitado e insatisfactorio. Pero lo importante es como poco a poco, como si las páginas fueran capas de cebolla de realismo sutil, va dotando de vida a todos los personajes, es de una genialidad implacable, aunque creo que el coste de tiempo y esfuerzo que supone para el lector leerse este mamotreto no compensa del todo. Creo que King tiene libros mejores y que cuando alarga demasiado las tramas se suele desinflar en algunos momentos. Mucho más recomendable de sus últimos libros “22/11/63”, también largo, pero mucho más satisfactorio.

De la serie no voy a hablar, excepto su primera temporada lo demás es basura. El motivo es claro: en el libro la cúpula está sobre el pueblo una semana, en la serie se pretendía que durase meses, obviamente hubo demasiados cambios y eso fue un lastre que junto a la falta de talento ha provocado su cancelación. No entiendo el motivo por el cual The Walking Dead no ha seguido el mismo camino, pero la mediocridad campa a sus anchas también en las televisiones.

Veredicto: 3/5

martes, 15 de septiembre de 2015

Kim Phuc

Hace 43 años se hizo la famosa foto de Kim Phuc, la niña vietnamita que gritaba “quema, quema” mientas huía de su aldea en llamas, desnuda, víctima del napalm que quemó su ropa y su piel. Esa foto conmocionó al mundo y ayudó en parte a acabar con la guerra del Vietnam.

Las lágrimas de cocodrilo que nuestros líderes políticos han hecho brillar ante los flashes de la cámara por la foto de Aylan Kurdi, el niño sirio ahogado en la playa, han durado solo nueve días. Hoy ni siquiera han llegado a un acuerdo con la reubicación de los refugiados y se emplaza la siguiente reunión para el 9 de octubre. Se cierran las fronteras, se construyen muros y hoy entra una nueva legislación en Hungría que castiga entre tres a cinco años de prisión a los refugiados que intenten entrar en el país. Los traficantes se frotan las manos: les dejan seguir con su negocio, y si algo sale mal, no importa, pueden abandonar el vehículo, como sucedió con el camión frigorífico donde murieron setenta refugiados –cuatro niños- y por los que nadie lloró tanto unos días antes de la famosa foto.

Así somos también los ciudadanos europeos. Escribía ayer el escritor italiano Erri De Luca: “Los hombres y mujeres que buscan nuestros países están reinventando la utopía europea, pues sueñan con la Europa próspera y solidaria que ya casi no existe y que nosotros hemos olvidado”

No les vamos a dejar reinventar nada, nos hemos deshumanizado demasiado en el tiempo que ha pasado entre esas dos fotos, nuestra atención se dispersa en estímulos cortoplacistas, conocemos la noticia, nos da mucha lástima, derramamos muchas lágrimas virtuales por Twitter, Facebook, y luego, quizás una semana después, o nueve días como nuestros queridos líderes, hablamos menos de ello, y nos enfocamos en cosas más importantes, como el partido de la selección de baloncesto, la champions, las elecciones catalanas... a fin de cuentas llevaban ya cuatro años de guerra civil en Siria y nadie hizo nada, aparte claro está de vender armas, y ahora bombardear el país.

Hace un par de semanas alguien vanagloriado de estar muy bien informado me insistía con vehemencia que EEUU no tenía más remedio que bombardear Siria “Otra solución no es posible”; supongo que ahora me diría que Hungría con su muro de la vergüenza –y poniendo a España como ejemplo de política migratoria- también es algo que no tiene remedio. Y yo le digo, os digo, que no hay atajos, no hay soluciones simples para cuestiones complejas, y que todo lo que está sucediendo ahora no arregla nada, solo da una visión honesta de cómo es realmente el ser humano actual: hipócrita y despreciable.

lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Qué opinas sobre las elecciones de Cataluña, ganarán los independentistas, qué consecuencias tendrá?

Es un tema que me da mucha pereza, con la Constitución vigente sería ilegal, y en caso de declarar unilateralmente Cataluña su independencia saldría del euro, y ya conocemos –gracias a la publicidad del posible “Grexit”- las consecuencias nefastas que tendría para ellos, solo con la compra de petróleo al exterior su “nación” estaría endeudada por décadas, dejando aparte el boicot que España, Alemania –ya se ha avisado de ello- y los demás países de la UE le harían. Y la mayoría de empresas cambiarían su domicilio fiscal. Tendrían que tener otra moneda que tendría un cambio flexible con el euro y probablemente se devaluaría con lo que, para evitar una inflación importada, tendrían que trabajar más que ahora, pagar más impuestos que ahora y ser más pobres que ahora. Nadie quiere que suceda eso. Es solo una huida hacia delante, entre la histeria y el ansia de mantenerse en el poder de Artur Mas. A fin de cuentas sino hubiera desviado la atención de los catalanes hacía el independentismo, ahora se estaría hablando del 3%, la corrupción institucional de los Pujol y CIU, todas las medidas antisociales que se han tomado y la quiebra/deuda que tiene esa comunidad. En el fondo todo es entre triste y patético; y sería mucho más mordaz sino fuera porque aquí en Madrid hemos tenido al PP veinte años, tontos y apáticos hay en todas partes.

Por lo tanto los resultados dan un poco igual, nada cambiará de momento, la coyuntura económica no es la adecuada y eso lo saben todos. Es un paripé de unos y de otros para mantenerse en el poder. Los catalanes simplemente están en un estado de futbol ideológico gritándose unos a otros.
Pero en unos años, cuando todo vaya mejor, España será de facto un estado federal, el PSOE ya está hablando de ello, y está claro que vamos hacía esa situación, se ha ido demasiado lejos con la manipulación.


Dejo un artículo de Isabel Coixet al respecto:

“Somos lo peor de cada casa. Y somos muchos. Más de lo que parece. Más de lo que todo el mundo cree. Pasamos casi desapercibidos, caminamos de puntillas. Somos los tímidos que nos callamos en las discusiones porque lo nuestro no es discutir, los que no sabemos a quién votar porque nos parece que la votación está mal planteada de raíz, los que estamos encerrados con un solo juguete y ansiamos salir porque pensamos que sin juguetes, ahí afuera, también se puede jugar. Nos dan apuro los gritos, los himnos, las marchas, las banderas, los discursos. No son para gente de nuestra calaña, pero somos perfectamente capaces de tolerarlos y de respetar a los que vibran con ellos aunque carezcamos de ese esquivo gen que nos permitiría pasarlo en grande en los pasacalles.

Querríamos estar llenos de ilusión, pero nuestro ADN está severamente dañado. Hemos nacido con una grave tara que arrastramos con resignación pero sin orgullo ni vergüenza. Una tara que es como un lunar en el brazo, que tenemos desde críos, de esos lunares de color marrón que ya no vemos porque han crecido con nosotros. Somos como sombras que se arrastran en silencio, como los tipos de La invasión de los ultracuerpos, fingiendo que somos como los demás, aunque por dentro estemos apenados, acojonados y perplejos.

Somos catalanes a los que la independencia y todo lo que supone nos da una pereza inmensa. Ciudadanos de cuarta, frívolos y vagazos, conscientes de estar cometiendo un sacrilegio espantoso por el que asumimos la penitencia y el castigo que caerá inexorablemente sobre nuestras cabezas. Ya lo he dicho: lo peor de cada casa. La idea de España no nos fascina, pero no nos repugna. No sabemos si los rumores sobre la lista negra de los catalanes de pacotilla son ciertos, pero por supuesto estamos a favor de su existencia: gente como nosotros no debería tener cabida ni voz en esta gran nación que, al parecer, se avecina.

No nos cogemos de la mano, no ponemos banderas en los balcones, nos quitamos, con educación pero con firmeza, de encima a los postulantes que llaman para contarnos la buena nueva. Contemplamos a los líderes de los partidos de aquí y de allí con la misma mirada de estupefacción que reservamos para los momentos álgidos de los reality de la tele. Lo malo es que no paramos de preguntarnos en bucle: ¿Tanto costaba relajarse un poco y aparcar las amenazas y los victimismos? ¿Tanto? ¿Por qué no dejaron en su momento el "y tú más" de patio del colegio? ¿Por qué?

Como nos sentimos en casa tanto en Olot como en Orense o en Orán, nos llaman, merecidamente por supuesto, botiflers, españolazos, charnegos, desgraciados y hasta cosmopolitas. Para nuestra desgracia, no hemos sido ungidos con la fe y la confianza en un país mejor que iluminan la vida cotidiana de muchos de nuestros compatriotas. Creemos que la historia no es un memorial de agravios, sino un instrumento para aprender de los errores. Pensamos y sentimos de otra manera: somos los pusilánimes que en su día votamos a Maragall confiando (sí, craso error) en que el diálogo político iría por otros derroteros: igualdad, justicia, fraternidad, solidaridad, honestidad, armonía, ayudar a los vecinos, sentido común... esas cosas que nos parecían fundamentales para construir una sociedad algo mejor y nos encontramos con una triple taza de caldo de un debate que en nuestra estúpida inocencia, creíamos perteneciente a otra época.

Somos tan ilusos que lo único que queremos es vivir en un lugar que se llame como se llame y tenga la bandera que tenga, pero en el que la justicia funcione sin trabas, los que mandan no metan mano a la caja, las carreteras tengan el firme en buen estado, los médicos y las enfermeras de la sanidad pública tengan tiempo para atendernos, donde cada uno pueda hablar y cantar y trabajar en el idioma que quiera, las escuelas públicas enseñen a los niños a pensar y algo de matemáticas y natación (sin exagerar lo de las matemáticas), la luz, el gas y el agua y un techo estén garantizados, los bares pongan un café decente y poca cosa más. Y donde, a ser posible, los discursos, a menos que los escriba David Foster Wallace, queden relegados a los banquetes de bodas o a los aniversarios de los centenarios de la familia.

Ahora, desde hace demasiados años, nos sentimos atrapados en el tiempo como Bill Murray en El día de la marmota, pero ni siquiera tenemos una Andie McDowell por la que merezca la pena despertar una y otra vez en el mismo día eterno y escuchar hasta el aburrimiento a Sony and Cher cantar I've got you babe. Seguro que hay cosas peores, pero ahora mismo no se nos ocurre ninguna.”

domingo, 13 de septiembre de 2015

Las criaturas hermosas también sufren porque ni siquiera las palabras pueden salvarnos de nuestra fealdad interior

Primero es el Deseo, el Miedo compartido
Ajeno legado de patrañas
Nueve meses después surge conciencia
De ese naufragio en líquido amniótico

Aspiró el aire como si contuviera la sabiduría para decidir si quiero vivir
o morir
Así cada día, como un niño desnudo en el manicomio
Busco alimento en la figura del Padre
Pero ahí solo existe el silencio, la nada opaca
Su falta de responsabilidad me convierte en un mero exilio de esperma
Y extiendo los brazos hacía la Madre
Pero ella es una montaña, un silencio sin compañía
una Ternura en diferido

Y pasan los años, afirmo ser acróbata
pero siempre dejo la luz encendida por las noches
Las obsesiones crecen como monstruos
Los gusanos reptan por los pliegues amargos de mi vida
Mirada de murciélago, muñones de evasión
Mi adolescencia se masturba con los ojos cerrados

¿Debería aprender a vivir en habitaciones sin espejos ni ventanas?
¿Debería arrojar piedras a la parte sana de mi cerebro para acabar con el castillo de hambre de mi conciencia?

Los bosques de piel y huesos también sufren
Porque ni siquiera las palabras pueden salvarnos de nuestra fealdad interior.

***
Todo muere. Conmuta. Ayer quería escribir, día libre. Llevaba cinco cervezas encima, tenía los tres últimos poemarios de Bukowski encima de la mesa. Pero me sentía decepcionado: me aburrían. Ya no me emociona como antes. De hecho casi nadie lo hace, no hay nada peor que la monotonía al leer un libro. Y decidí salir a correr un poco. Quizás no sea muy decadente pero a veces necesito desconectar. Y aunque resulte banal comentarlo los corazoños adolescentes son muy exigentes en la cama. Eran las tres de la madrugada, llevaba cinco, quizás seis kilómetros. Todo funcionaba a la perfección, es decir, no había nadie, sonaba la música adecuada cuando al doblar un edificio me encontré con un neón gigantesco con la palabra “Jesús”; pertenecía a una de esas sectas cristianas que proliferan en tiempos de crisis. Su luz era de un rojo humeante, ebria, como una meretriz con lencería usada que cruza las piernas antes de tentarte. Jesús. Pero al igual que el infierno de una mosca nos parece trivial, así fui dejando atrás esa monstruosa visión. Joder, se aprovechan de nuestra inanición espiritual, de nuestras mentes aguadas, de nuestro miedo; de otra forma no tendrían poder sobre nosotros y destruiríamos esos cubículos de estupidez. Y seguí corriendo dos o tres kilómetros pensando en estas cosas, algo deprimido, y con ganas de llegar a casa para seguir bebiendo.

***
Llegaste, me trague todo tu amor, bilis blanca recorriendo mi garganta, y en menos de una hora desapareciste. El acto me convirtió en un espejo de todas las callejuelas sucias de Madrid. Y alcé mis alas negras y ahí estaba: la pérdida de fe, el sueño sin sueños, despertarme sin reconocer la habitación, el silencio de orgasmos. ¿Qué error hubo en mi nacimiento, porque pertenezco a un sexo que detesto? Me gustaría poseer una soledad masculina, mayestática, hermosa, cincelada con martillo y sin misericordia. Con vocación de guerra, con miles de músculos abrigando los huesos huérfanos, un escudo de carne infinita. Una soledad gigante, de ogro salvaje y egoísta, una soledad sin lágrimas que partiera en dos las tempestades al cruzarlas… una soledad acogedora, algodonada, una soledad que llenara mi coño de priapismo, esperanza y ladridos. Dime, ¿cómo consigo esa soledad sin abandonar tu recuerdo? Y el decadente contesta: "No temáis a la felicidad: no existe"

Lesiones incompatibles con la vida - Angélica Liddell

A los hijos que no voy a tener.

No quiero tener hijos.
No quiero ir más lejos.
Soy una epidemia de resentimiento.
No quiero tener hijos.
Es mi manera de protestar. Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo renuncia a la fertilidad.
Mi cuerpo es mi protesta contra la sociedad, contra la injusticia, contra el linchamiento, contra la guerra.
Mi cuerpo es la crítica y el compromiso con el dolor humano.
Quiero que mi cuerpo sea estéril como mi sufrimiento.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi pesimismo. Gracias al pesimismo puedo hacerme preguntas. Alguien debe quedar en mitad de los hombres haciéndose preguntas, alguien debe quedar en mitad de la esperanza haciéndose preguntas. Alguien debe quedar como un idiota. Alguien debe quedar como excremento, alguien debe fracasar definitivamente. La ausencia de hijos me ayuda a ser excremento y a fracasar. Los adultos saltan por encima de mi vientre liso agitando a sus hijos como banderas, como si el mal hubiera desaparecido del mundo, los exhiben como si la inteligencia hubiera triunfado por fin sobre el mundo, como si fueran insignias de un futuro mejor. No confío en un futuro mejor. Las familias se comportan con soberbia, pensando que su prole va a ser distinta, que sus hijos nunca van a traicionar como nosotros hemos sido traicionados, que sus hijos nunca van a dañar y a ser dañados, que los reveses de la vida sin duda van a ser menores y que sus hijos jamás van a ser culpables de nada.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de los padres, contra las grandes pretensiones de los padres.
No quiero pasar por ese estado de necedad transitoria.
No quiero que mi resentimiento se interrumpa.
No quiero dejar de pensar en la injusticia.
No sería justo para los excluidos que dejara de pensar en la injusticia, que dejara de condenar a los privilegiados.
Sin embargo no he conocido a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto. Los niños no se convierten en buenos adultos. Yo no soy un buen adulto. La bondad no existe. Soy mala, muy mala.
Tal vez esa es la razón por la que no quiero ser madre.
Tal vez a las mujeres malas nos sucede eso, no queremos ser madres.
Las mujeres malas, sin instinto maternal, pagamos el tributo de morir solas, podridas, sin alegría, frente al televisor, frente al espanto, secas, rodeadas de moscas de diferentes tamaños.
A las mujeres malas solo nos puede suceder la muerte.
Me parece bien.
Fui niña. Pero no me he convertido en una buena adulta.
El papel del hombre en el mundo es absurdo. Vagamos de tara en tara.
Cuando imagino mi propio parto solo puedo ver asomando entre mis piernas la cabeza grotesca de un monstruo, ya fatigado por la inmundicia del universo, por lo inefable, por la mezquindad.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero aportar nada al mundo, salvo mi profundo horror por el mundo. Después de los desastres del siglo XX no puedo sentir más que horror. Después de semejante exhibición del mal, el hombre ya no puede redimirse. ¿Quién puede volver a amar a los hombres? ¿Quién puede volver a cantar en honor a los hombres? Alguien dijo que después de los horrores del siglo XX no se podía seguir escribiendo. La palabra se había vuelto absurda, insuficiente. Los hijos son como la palabra, insuficientes. Sería bueno para mi mente aceptar la insuficiencia de la palabra y del hombre. Pero hay algún cocodrilo dentro de mí que me impide aceptarlo. Cada vez soporto menos la injusticia, cada vez soporto menos la maldad. El mundo está basado en la injusticia y en el mal.
Sólo se me ocurre protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Quiero morirme sola, sin dejar nada atrás. Es mi manera de unirme a los que fueron exterminados, a los que sufrieron sin límite.
No quiero esperanza.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es un ejemplo para suicidas, un ejemplo para asesinos, un ejemplo para todos aquellos que se desprecian a sí mismos.
Mi maldito cuerpo.
Mi decisión anormal.
Llega un momento en que la sociedad se excita, se impacienta y procrea, procrea porque sí, procrea. ¿Qué motivos tienen?
Me pregunto, ¿qué motivos tienen?
Pero mi decisión es anormal.
Perdón por la violencia.
Mi violencia verbal es mi lucha contra la violencia real.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi protesta contra los vestidos premamá.
Mi cuerpo, voluntariamente estéril, es mi inconformismo.
Mi cuerpo es mi falta de adaptación.
Las grandes esperanzas de mis padres destruyeron mis propias esperanzas.
Mi cuerpo es mi protesta contra las grandes esperanzas de mis padres, contra las grandes y estúpidas esperanzas del mundo.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi decisión anormal es mi acción.
En definitiva, mi vida es mi acción.
Sólo quiero ser hija.
Conmigo termina la tiranía de la sangre.
No quiero formar una familia.
Nunca me fiaría de una institución que es fomentada, ensalzada, vitoreada, incluso premiada por el poder. No me fío de todos esos gobernantes que se fotografían con sus familias.
La foto de familia siempre está sobre la mesa de los presidentes, en marco de plata, el marco es carísimo, la familia se merece el marco más caro, el presidente se merece la familia más hermosa, más sonriente, más feliz y más cara.
La familia es lo más importante. La familia es lo más importante. Sin familia nadie alcanza el poder. El poder y la familia, siempre unidos. Me repugna.
Las fotos de familia me recuerdan los espeluznantes dibujitos paradisiacos que los predicadores te muestran mientras te escupen oraciones en la oreja.
La familia y el poder.
La familia y la religión.
No puedo fiarme de algo que es impuesto desde el poder. No puedo fiarme de algo que es impuesto desde la religión.
Sólo por ese motivo deberíamos negarnos a tener hijos.
Céline dice: “Cuando a los grandes de la tierra os da por amaros es que van a convertiros en carne de cañón. Por el afecto empiezan. Los encumbrados solo pueden pensar en el pueblo por interés o por sadismo”
Estoy de acuerdo.
También dice : “¡Qué vivan los locos y los cobardes!
También estoy de acuerdo.
No me siento capaz de complacer a los poderosos, a los privilegiados. Si les complazco estoy alimentando la obesidad y el conformismo de una sociedad idiota, adocenada.
Es necesario que alguien no tenga hijos. Es necesario para desestabilizar las conciencias. Es una forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
Es mi forma de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero tener hijos.
Quiero ser pobre.
No tener hijos es una manera de ser pobre.
Los pobres son esa gente cuya muerte no le interesa a nadie.
Esa es la muerte que yo deseo.
No quiero tener hijos.
Es una forma de ser un poco más pobre.
A veces pienso que no depende de mí.
Estoy poseída por una rabia inidentificable que me obliga a enfangarme continuamente en el dolor.
¿De dónde procede esa rabia?
¿A quién pertenece la voluntad del enfermo?
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi protesta contra mi generación.
El fraude de mi generación.
Han creado una sociedad clasista, engreída, ambiciosa y brillante.
Con el sudor de sus frentes, brillante.
Con el sudor de sus frentes, ambiciosa.
Con el sudor de sus frentes, engreída.
Con el sudor de sus frentes, clasista.
Sólo buscan la comodidad.
Imitan a los pequeños ricos.
Ellos dicen lo contrario, son muy progresistas, pero se comportan como cualquier tipo de clase media.
Codiciosos, complacientes, comodones, regalados.
Sí, se reproducen en la comodidad.
Y eso embota sus mentes.
Sus cabezas están rellenas de comodidad.
Ellos piensan que sus conciencias son correctas, pero no lo son. En el fondo su corrección es un tópico que les permite vivir sin sentimiento alguno de culpa.
Mi cuerpo es mi protesta.
Soy una estúpida.
Soy la que está equivocada por querer sentirme perdedora y ridículamente heroica. Me acuso de petulancia. Soy petulante por ir en contra del mundo. Aunque tal vez solo formo parte de su inercia. No me gusta pensar así pero la rabia me obliga.
Una pobre resentida con aspiraciones artísticas. Esa soy yo.
No quiero salvarme.
Soy la peor. La peor.
Protesto con mi cuerpo.
Soy una basura de color rosa.
La inmundicia de mi carne vuelve escrupuloso a todo aquel que se acerca.
Estoy consumida por la verdad.
La guerra me envejece.
Observo mi existencia, como si mi existencia fuera la de una mosca.
Pertenezco a la fauna cadavérica.
¿En qué momento de la descomposición aparezco?
¿Cuántos días lleva muerto el cadáver?
Mi cuerpo es la protesta por los cadáveres inocentes.
No quiero tener hijos.
No quiero más funerales.
¿Quién es el responsable de las ganas de morir de una mujer?
La injusticia mete espadas en la cama de la suicida.
Aunque se me ha parado el corazón la sangre sigue fluyendo por mi cuerpo para seguir protestando.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi cuerpo es mi obra de arte.
Mi decisión es mi obra de arte.
No tener hijos es mi obra de arte.
Mi vida es mi obra de arte.
No haciendo hijos hago arte.
El olor a café mezclado con el olor a pescado me hace vomitar.
Relaciono ese olor con la maternidad.
Y al mismo tiempo lo relaciono con la muerte.
Y pienso: en la familia todo ocurre en lo oscuro.
No soportaría un gramo de hipocresía más.
Porque en la familia amamos pero también estamos obligados a amar.
Esto último origina relaciones tenebrosas, desquiciadas, que desembocan en camuflajes dolorosos.
En la familia todo ocurre en la oscuridad.
Mi cuerpo es mi protesta.
Protesto contra la ausencia de pasiones.
Protesto contra la tibieza y la cordura.
Protesto contra el uso del dinero.
Las familias, recién estrenadas, trabajan para pagar neveras más grandes, coches más grandes, vacaciones más caras pero más insulsas.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de prestigio social.
Las familias trabajan para no perder ni un gramo de seguridad.
Protesto contra el prestigio social y protesto contra la seguridad.
Aquí está mi cuerpo protestando, sin hijos.
Las familias trabajan duro para parecerse a los ricos.
Aspiran al bienestar total.
En nombre de sus hijos aspiran al bienestar total, es decir, a lo superfluo. Han perdido el sentido del bienestar.
Mi cuerpo protesta contra el bienestar
Las familias trabajan duro.
Aspiran a la calma total.
Protesto contra la calma.
Mi cuerpo protesta contra la calma.
El bienestar, la seguridad, la calma.
Todo ello les alisa.
Nada de pasiones. Nada de excesos.
Trabajan para pagar el gimnasio.
Para pagar la guardería mientras trabajan
Mientras trabajan para pagar la guardería y su eterno descanso.
Y su eterno sacrificio.
No puedo identificarme con ellos.
No puedo identificarme con un plan de pensiones.
No.
Mi vida es patética y adolescente.
Mi protesta es patética y adolescente.
Soy una mierda.
Pero no quiero ser como ellos.
Me da igual. No hay marcha atrás.
Mi generación avanza hacia la estabilidad, hacia el plan de pensiones, hacia el restaurante caro, hacia el carrito lleno de la compra, avanza hacia un consumo sin límite.
Detrás de sus carteras son una masa blanda y sin forma.
Yo no sé hacia dónde avanzo.
En cualquier caso no tener hijos me da fuerza.
Mi decisión me da fuerza.
Mi generación avanza tanto que no les da tiempo a pensar.
Utilizan cuatro tópicos para pensar y se van a la cama. Tan seguros, tan estables.
Mi cuerpo protesta contra la estabilidad.
Aquí hay demasiados funcionarios.
Protesto contra los funcionarios.
Y los funcionarios protestan porque el sueldo no les llega para pagar un coche más caro, un queso más caro, un restaurante más caro, unos calzoncillos más caros, una mierda más cara. Protestan para cambiar los azulejos de las paredes del cuarto de baño. Por eso protestan, porque necesitan llenar el carro de la compra hasta lo insoportable.
Mi cuerpo es mi protesta contra los funcionarios.
La economía determina las relaciones afectivas.
La economía determina mis acciones.
Mi cuerpo es mi acción.
No me da miedo la pobreza.
Mi economía determina mi protesta.
Imposible la relación con aquellos que jamás han tenido en su vida conciencia de ruina y de pobreza.
Imposible.
La falta de conciencia de ruina y de pobreza me defrauda enormemente. Por eso protesto. Mi cuerpo es mi protesta.
La pobreza es tan indeseable como la medianía.
La rabia me hace delirar.
¿Qué hacer para evitar esta rabia, aquí dentro?
Sólo protesto.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción
Mi vida es mi acción
No quiero tener hijos.
¿Por qué?
Tal vez por la rabia, esta rabia, aquí dentro.
Siempre está a punto de empezar una guerra.
El mundo es maravilloso.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Mischief. Mayhem. Soap.

Los bares de madrugada antes del cierre, hogar de astrosos buscando el vacío, desvaneciéndose con el arrullo de la bebida pasando por su garganta, sombras estériles con metas fijas y dramas crueles, agotados por la realidad. La botella, una apelación al suicidio legal, trasegada entre acolchados cubitos de hielo. El televisor se convierte aquí en la entidad más brillante y genuina deshilachando los sueños de concursantes sonrientes antes de la publicidad. Cuando salga el mundo seguirá cojeando bajo mis pies, como una puerta abierta delante de otra puerta. Pero aquí todavía queda algo de paz.

Llego a casa, el ordenador farfulla bilis blanca, como esta página que mancho con el sonido del sacacorchos, con el color sinestésico -o cenestésico, ya no sé- de tacones de mujeres embutidas en cuero negro y pupilas dilatadas, de hadas de absenta y putas sin clase. Pero, ¿qué importa? No encuentro la pulsión. Y no es culpa de la miseria que me habita, del saturnismo que provoca las cañerías ilegales de plomo de mi casa, ni siquiera del alcohol… es mi cerebro sin brillo, que confundió hace demasiadas madrugadas el sonido del viento con el suspiro de las musas.

Escribir, ¿para qué? Hay demasiada mierda bloqueándolo todo, demasiada gente intentándolo desde hace décadas con ahínco, vocación, ensueño y sin nada de éxito, la vocación como el paisaje que ve desde su cama el tetrapléjico. La vida sin premios, sin ganadores, saltando a la comba con tu sombra, intentando no perder lo imperdonable, creyendo tener elección como tantos millones de seres antes que tú. Llegando siempre tarde a pesar del despertador.

Lo malo es que luego coges un poemario de Cohen, lees un par de poemas y dices: “Joder… sí, sí, sí, adelante, inventemos la vocación, quizás merezca la pena”

Leonard Cohen

EL AMOR VERDADERO NO DEJA HUELLAS 

Como la neblina no deja cicatriz 
sobre la colina verde oscuro 
así mi cuerpo no deja cicatriz 
sobre el tuyo y nunca lo hará 

A través de ventanas en la oscuridad 
los niños vienen y los niños se van 
como flechas sin diana, 
como grilletes hechos de nieve 

El amor verdadero no deja huellas 
si tu y yo somos uno. 
Está perdido en nuestros abrazos 
como las estrellas contra el sol 

Como una hoja que cae puede descansar 
un momento en el aire 
así tu cabeza sobre mi pecho, 
así mi mano sobre tu pelo 

Como muchas noches se soportan 
sin una luna o estrella 
así soportamos nosotros 
cuando uno se ha ido y está lejos 

El amor verdadero no deja huellas 
si tu y yo somos uno. 
Está perdido en nuestros abrazos 
como las estrellas contra el sol.

¿Dónde está la pasión, dónde está el rictus de esos pájaros que se transforman en sombras chinescas sobre el ajedrez del alma, y lo más importante, dónde estás tú, que tanto escribe y llora, por qué no te atreves a moverte ni un centímetro de tu pequeña isla de melancolía?

Es difícil gestionar el carpe diem cuando estás cansado, alienado por el trabajo, agobiado por circunstancias banales. Es difícil vencer la desidia y decir: “Ok, adelante, vamos a ver adónde me lleva esto” Siempre pensamos que mañana lo podremos hacer. No tenemos miedo a perder esta madrugada, este momento, no tenemos curiosidad por saber qué esconden las entrañas de estas horas viudas. Vivimos demasiados días grises, días apilados en desorden, como pasear por un cementerio, los sentidos domesticados, todo convertido en una aséptica estadística, una diversión de dos segundos… ya nadie se sienta en el cementerio a hablar con sus muertos. Nadie.

Y la tentación del fraude en forma de frases sueltas, prosa poética que justifique el espacio entre la nada intelectual y la estudiada insustancialidad. Pomposos lugares comunes: “La lluvia es el único sonido amable de Madrid, la escritura la única manera de resolver mi propia ecuación existencial, de medicar y mecer mis tinieblas”. Y quieres un final adecuado con palabras que te gusten: Suspiria, Efímero, Melancolía, Elipsis, Agonía, Narcolepsia, Asfixia, Ajenjo, Ruina, Oquedad, Efiterno, Saudade…

Y justo cuando empieza a resultarme agradable esta broma infinita con el teclado llegas tú, la chica petricor, bipolar y monoteísta, reina del asco, la rabia, la ceniza, del silencio de las vías del metro; la niña turbia y bella con un revolver en la lengua y balas debajo de las bragas. El corazoño crepuscular, con ojos de impermeable azul y labios con vocación de Moulin Rouge. Te observo al borde de la histeria, y te grito: ¿dónde estabas tú cuando la musa se burlaba de mi falta de simetría? ¿Dónde estabas tú cuando ya no quedaban libros, ni cervezas, ni erratas y el mundo carecía de sentido?

Y tú, fría como un guijarro de polvo de estrella, me contestaste: “La Belleza siempre llega puntual a su funeral”

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Ameba o Arte? ¿Sopor o Creación? ¿Snob o Élite?

Qué desconsiderado por mi parte no escribir algo por el aniversario del nacimiento de Bukowski. 16 de agosto de 1920. Mejor tarde que nunca.
En su lápida pone: “Don't try", y de alguna manera es un buen resumen de todas sus incoherencias. Porque si pudiera destacar algo de él sería precisamente eso: siempre intentándolo, siempre escribiendo, un día tras otro, tras otro, tras otro… daba igual si trabajaba en una fábrica y llegaba después de un doble turno, daba igual la resaca, la falta del dinero para el alquiler, daban igual los zarpazos de las musas con vocación de puta… siempre estuvo intentándolo. No creía en sí mismo, eso llegó un poco demasiado tarde, pero si tenía esa pasión, esa necesidad de escribir todos los días, de llegar a algún lado con su literatura, quizás no hacía afuera, pero si hacía su propio interior helado. Quizás es una visión demasiado romántica, pero todos tenemos nuestros pequeños excesos.

En cualquier caso creo que la constancia es una de las virtudes más importantes de un escritor, conseguir dejar a un lado todas las excusas –y hay miles- y conseguir esa rutina que te impulsa a escribir todos los días a pesar del cansancio y las inclementes circunstancias. Puede que no tengas talento, puede que desde su atalaya snob los críticos te tachen de vulgar y aburrido. Pero hay mucha gente que olvida que el talento hay que descubrirlo, hay que moldearlo, hay que sacarlo fuera. Creo que todos, hasta el más mediocre de los escritores, tiene una historia dentro y una forma única de contarla, una pequeña chispa de transcendencia deseando ser filtrada al papel. Algo que nos define. Pero para llegar a ella hay que escribir, leer, escribir, leer, pensar en ello, creer que es posible. Intentarlo al menos.

Y da igual que herramienta utilices. Ask, Twitter, Facebook, Blogger, una libreta Moleskine que solo tú vas a leer, ¿qué importancia tiene? Precisamente lo que hay que perder es el miedo a escribir, a salir de tu zona de confort. No puedes esperar que la musa te toque con su epifanía espiritual. Estoy seguro de que Bukowski viviera todavía sería un hater, le encantaría la interacción de las redes sociales, poder escribir un poema de madrugada y que miles de desconocidos lo pudieran leer al segundo siguiente. Llegar cada vez a más gente. Pero para ello hace falta constancia. Pero siempre saldrán excusas: te sientes cansado, es demasiado pronto, demasiado tarde, estoy solo, estoy siempre acompañado, tengo un mal trabajo, no tengo trabajo, es demasiado íntimo, demasiado malo, demasiado… ¿nada? El miedo intentado justificarse.

Y volviendo sobre la vulgaridad, dime querido lector, ¿Bukowski te parece vulgar? ¿te parecen vulgares las fiestas donde se comportaba como un borracho enajenado, celoso, estúpido, agresivo? ¿Te parece vulgar la forma que tenía de destrozar amistades o relaciones al contar intimidades en sus poemas sin permiso? Y cómo trataba a sus  mujeres… ¿has leído “Mujeres”, te parece degradante o le redime? ¿Te parece vulgar su cara?
Claro que nos rodea la mierda sobrevalorada, está por todas partes, regurgitada mil veces, copiada y ensamblada en moda de poesía Twitter, o en novelas Wattpad cuya única virtud aparente es no tener demasiadas faltas de ortografía. Pero quizás de todo eso salga alguien que publique un libro. Y luego otro. Y quizás con suerte tenga talento y los cojones suficientes –u ovarios- para hacer algo diferente. Y brillará como la puta risa de los dioses.

Pero mientras, ¿qué? ¿Lo intentamos, buscamos algo más, damos ejemplo, sacamos un fanzine, nos autoeditamos, actualizamos nuestras redes sociales? ¿Qué hacemos, cómo, de qué manera? Porque da igual si sueñas con fanfarrias de fama y fortuna, o lo necesitas para no morir de vulgaridad, tienes que elegir, ¿Ameba o Arte? ¿Sopor o Creación? ¿Snob o Élite?

Y quizás no tengas talento, quizás nunca escribas nada realmente deslumbrante, quizás todo sea una gigantesca pérdida de tiempo, no lo sé, pero de lo que estoy totalmente seguro es que no haciendo nada solo consigues eso: NADA. Por eso, antes de tacharme de vulgar, de criticar dónde escribo, quizás deberías de pensar, ¿qué coño haces tú para ser mejor? El espejo es un lugar jodido, pero es el único que da las respuestas correctas. Piensa. Escribe. Vive.


***

Lanza los Dados (Charles Bukowski)

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
De otro modo, no empieces siquiera.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
Tal vez suponga perder novias, esposas,
Parientes, empleos y quizá la cabeza.

Ve hasta el final.
Tal vez suponga no comer durante 3 o 4 días.

Tal vez suponga helarte
En el banco de un parque.

Tal vez supongo la cárcel,
Tal vez suponga mofas, desdén,
Aislamiento.

El aislamiento es la ventaja,
Todo lo demás es un modo
De poner a prueba tu resistencia,
Tus auténticas ganas de hacerlo.

Y lo harás a pesar del rechazo
Y las ínfimas probabilidades
Y será mejor que cualquier otra cosa
Que puedas imaginar.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
No hay sensación parecida.

Estarás a solas con los dioses
Y las noches arderán en llamas.

Hazlo, hazlo, hazlo.

Hazlo.

Hasta el final.
Hasta el final.

Llevarás las riendas de la vida
Hasta la risa perfecta,

Es la única lucha digna que hay.

martes, 1 de septiembre de 2015

Soy vuestro último día real antes de entrar en el ejército de zombies existenciales, muertos de normalidad y pereza, muertos sin memoria por la falta de orgasmos, honor, diapasones, poemas y cervezas frías que ahoguen el grito de victoria de la ameba.

Flotamos lejos de toda posibilidad. Vida ectópica. Frio. Emblemas de vaho. Todo el mundo ama su celda llena de publicidad, su pantano de colores de cincuenta pulgadas. Estamos sin Ser. Buscamos la fusión de almas practicando la soldadura. Los recuerdos del tiempo perdido siguen cayendo como una limosna, como el ruido del tractor en la loma sur del cementerio. Enciendo una cerilla y la luna, deslizándose en su lago de nubes, se vuelve verde absenta con tu cuerpo desnudo en su interior.

Vivimos rodeados de cuerpos sin misterio, (en)seres sin amor, pero nosotros somos diferentes, y para justificar mis palabras me sirvo en tu plato como una ensalada de carne. Tus cubiertos de empatía diseccionan mi polla –metáfora- mientras miras hacia otro lado. Tropiezo con tu aliento de mármol y me echo a llorar. Alguien se queja de que rompo el ambiente. Me echan a la calle. Nadie se ha fijado en mis zapatos nuevos.

Pinchazos azules en el bulevar muerto, mujeres verano de cuerpos cimbreantes componen la escena. La noche, ese oscuro animal hambriento, trepa hacia mí. La náusea, otra etapa más del temor a perderte. Mi corazón seco y el mar gritándome como un animal herido. Las venas estallan y brotan enjambres de gusanos brillantes bajo la luna, horribles, voraces. Dejan mi cuerpo vacío, como un puente roto lleno de emociones petrificadas, como una rayuela de tiza humana. Pero a veces necesitamos algo en nuestro interior que se ría de los imponderables, que nos permita sobrevivir una noche más. Será un bonito accidente, como sucede con todas las veleidades que tienen forma de esfinge sin secreto.

Vuelvo a ti. La Naturaleza dictando órdenes, tus manos dibujando el orgasmo invisible que ejecuta tu mirada. Próxima e inaccesible. Tus sentimientos son sutiles dédalos sin salida donde el Minotauro es tu voluntad desnuda, como un arabesco de saliva trenzado en olas de efímera ternura. No importa, hazme arder, no dejes nada: estoy enamorado de nuestra enfermedad.