La luz, que siempre se opone al laberinto, vuelve a ser
el pretexto de la primavera para ahogarme con su extraño juego de faldas
alborotadas, de sexos descubiertos. Las canciones son como surcos en tu mente que se van agrandando
con las emociones de cada nueva escucha. O quizás siempre han estado ahí, y
solo vas recordando en una especie de determinismo frío y vulgar.
Supongo que nadie nos enseña a besar hasta el final, hasta
que el portazo marca ese momento único de soledad, de hueco herido, de gasa y bisturí
fundido, donde su cara desfallece poco a poco, como el tímpano azul de
Beethoven.
Es en ese perfil huérfano del tiempo donde te visto de
besos, con un gesto mezcla de esplendor y derrota, mientras los ubicuos
meandros del pasado, saturados de tu presencia, desbordan el presente. Y como el sonido de una teja que cae y estalla a mi lado,
apareces con el rimel corriendo por tus mejillas mientras gritas que el azar,
como los sentimientos, es una obra de arte que se decapita a cada instante. Y tus
tacones silban la huida.
Podría confundir
el hueco de tu corazón con otra cosa. Algo seco y oscuro donde introducía mis
dedos, donde solo notaba la aspereza del desierto, una sequía de emociones que
nos dejaba a los dos insomnes e insatisfechos.
Ophelia: No, no, no, no, no, ¡no! todo mal. Eso no
se puede publicar así.
Rorschach: Joder, ¿Por qué estás tan enfadada?
Ophelia: Ya sabes el motivo. Me he leído el mail
de Lunática. Te ha descubierto. Chica lista. Y luego porque dado que te pagan
una miseria y que el país se va a la mierda debemos ganar dinero con el blog. Tienes
que poner publicidad. Pero para ello hay que hablar de cosas alegres, nadie va
a pagar por leer cosas tristes. La realidad es triste, el telediario es triste.
Nos toman el pelo. No tenemos futuro. Tienes que distraerlos, como si fueras Miliki.
Rorschach: Joder, tengo una abulia psiquiátrica, mi
vida es un desastre, nadie me quiere, nadie me llama.
Ophelia: Maldita sea,
ya no tienes dos años, ahora tienes una familia que mantener. Y por las
zanahorias sagradas que vas a estar a la altura. No he sacrificado mi himen por
un vago.
Rorschach: ¿Estás embarazada? ¿Ya? Dios mío ¿seguro
que son míos?
Ophelia: De trillizos. Luego te enseño la
ecografía y la pones como foto del post. De primeras te he comprado un libro de
chistes. Y deberías de cambiar el título del blog por “Hermosa Ophelia”
Rorschach: ¿en vez de chistes puedo poner frases de
películas? “Es importante tener un trabajo que sirva para algo. Yo masturbo
animales en un laboratorio de inseminación artificial” Clerks.
Ophelia: Bueno, es un comienzo. De la música me encargo yo...
Es como ser el comentarista de un partido: finges
interés, pero no eres el protagonista, solo un mero vehículo de emociones, un
trasbordo. No hay justicia, ni orden, el contexto es demasiado ajeno. El tiempo
se yergue pero no te sientes atrapado, solo giras y giras en torno al estadio sin
que nadie pueda decirte cuantas vueltas quedan, sintiendo ese ligero matiz en la base del escroto. Los demás, mientras tanto, giran lejos de ti, demasiado lejos ya para poder alcanzarles. Y el público jalea como una mentira perfecta, porque solo son viñetas,
grabaciones, a veces homilías, otras gritos de unos niños extrañamente
familiares. Y, sin embargo, lo que más duele son los jadeos que implosionan en forma de palabras de amor y que suelen durar tanto como una certeza.
El orgasmo es carne saturada de pensamiento. Pones la
calefacción, frotas mis manos, me acaricias acercando tu cuerpo, pero no
consigues que entre en calor, sigo siendo fría, fría…fría. Y me compadeces por
esa extrema pobreza sin saber que ese frío del que tanto te quejas es lo único
que aún sé que es mío, algo que nadie ha conseguido arrebatarme aún.
Y la ciudad amanece
mientras eyaculas palabras escogidas para que mis rodillas sean esclavas del
columpio de tus deseos, de ese amor perplejo de niño mimado que te hace
agarrarme el pelo e imponer tu ritmo. Un teatro de lascivia, y ahí, en el
interior de tus dedos, las caricias se agotan sin sonido. Y te regalo mi
desnudez sin condiciones donde perder
solo es un verbo, un deseo inconcluso de trascendencia.
Los gritos deshilachándose en volutas románticas no han
valido de nada, solo estás jugando al escondite con mis sentimientos. Mi sexo
tiene la forma de una carta de amor entreabierta y entras como un invasor analfabeto. Pero
tengo tu atención y me conformo con cerrar los ojos y sentirte latiendo dentro de mí. Soy una
rosa deshecha en la que te deslizas y enjuagas el alma. Hay
grietas, como peonías en el muro, pero no me importa. El presente perfecto, somos
el centro del mundo, disfruta de mi tejido de nácar, del terciopelo de mis
besos, de mi entrega ilimitada.
Llega el final. Final. Que terrible palabra.
El calambre de tu pasión, el rigor mortis. Y la delicadeza se transforma en
indiferencia. Y empiezan las excusas.
Pero solo puedo prestar atención a la lluvia que empieza a sonar al otro lado de la puerta, intentando secar mis sentimientos antes de que me alcance...
Conejita Ophelia:
Pero, ¿todo esto qué es, de qué cojones estás hablando, por qué no vienes a la
cama?
Rorschach: Es una
especie de desahogo, todavía no he conseguido acabar con mis neuronas, algo me
impele a escribir.
Ophelia: Tonterías,
tienes que inseminarme. Y deja de beber, que luego no se te pone dura.
Rorschach: La
palabra inseminar tiene reminiscencias inquietantes...
Ophelia: Déjate de
idioteces, mañana viene mi familia y son muy estrictos, no ven con buenos ojos
que seas humano, espero que sepas estar a la altura y puedas convencerles hábilmente
de que no nos faltaran zanahorias en el futuro.
Rorschach: Sí, sí,
no te preocupes, aparte de mi altura física mi sector está en alza, la gente puede
morirse de hambre, pueden atentar contra sus derechos más básicos, puede salir
un… bueno, un responsable de Bankia diciendo que no piensan devolver los 19.000
millones que exigen ahora... ellos no serán capaces de reaccionar. Pero ¡cuidado! si
se quedan sin internet en el móvil gritarán señalando la guillotina. Soy
indispensable. Aunque hoy creo que hoy la he jodido.
Ophelia: Deja los
putos discursos, hablas demasiado, ya lo decía tu ex, joder que pesado eres a
veces. Y quita la puta banda sonora de Drive, odio cuando pones una canción en
repeat durante horas. Creo que estás loco, menos mal que me has encontrado.
Rorschach: El amor
me persigue como un consolador lubricado.
Ophelia: Acaba con
el puto texto ya, ¡mañana tienes que hacer horas extra!
Rorschach: Um, bueno,
podría decir que hay que tener cuidado con los sueños que luego se nos olvida
despertar, o que el suicidio es la sonrisa de un ángel, o utilizar los putos
puntos suspensivos. Lo cual me lleva a pensar que SIEMPRE que un final no
explica nada, es falta de talento. Por lo cual, copa, copa, copa…
Ophelia: ¿Has
pagado la factura de la luz, donde nos vamos de vacaciones en agosto?
Rorschach: Sacrificadme:
creo que he encontrado el amor verdadero...
Rorschach: Joder, vaya
novedad, antes pensaba que era algo típico catalán pero ahora medio país está
así.
Conejita: El caso es que
ni siquiera tengo nombre, cosa que veo inaceptable, teniendo en cuenta nuestra relación.
Rorschach: Bueno, no
sé si nuestra relación es legal. Pero en cualquier caso lo del nombre es fácil:
Ophelia
Ophelia: De acuerdo, vamos
al meollo del asunto: quiero que firmes esto. Es un contrato, los términos te comprometen
a que aparezca al menos en una tercera parte de tus post, creo que es lo mínimo
dada mi importancia. Y para que veas que voy de buenas, hasta que no nos
casemos no pienso pedir nada de derechos de autor.
Rorschach: Esto es una
locura, no creo que la gente, la poca que me lee, entre concretamente para
saber de ti. Te consideran una mera metáfora de mi frustración sexual.
Ophelia: Me ofendes, pero
no importa, es lo habitual en tus relaciones, ¿eso no lo cuentas, eh? Bueno, no
quiero discutir contigo, ¿soy mejor que la masturbación? ¿Mantengo en
secreto esas pequeñas filias que despliegas conmigo y que esas humanas tan
sobrevaloradas no te permitirían? En ese caso: me lo debes.
Rorschach: Dejando aparte
que esto no sea producto del delirium tremens, creo que es bastante mezquino
toda tu proposición, así no puede nacer el amor verdadero entre nosotros, y
olvidas que muy en el fondo, sobre todo cuando mis gónadas han sido vaciadas
convenientemente, mi felicidad se basa en esas imposturas románticas que tanto
humedecen a las féminas y a ti te ponen las orejas duras y erguidas. Lo cual,
pensándolo ahora, es un detalle bastante gay.
Ophelia: Soy la coneja
perfecta para ti, me gusta Rocky, sé quién es Scott Summers, puedes recrearte
en tu soledad cuanto quieras y luego venir a buscarme y tratarme como una puta,
o recitarme a Rimbaud, todos tenemos incoherencias, no definiré las tuyas como
locura. Sé que lo son, tienes un historial familiar que tiende a ello, no es
culpa tuya.
Rorschach: Es tentador.
El sexo es genial, nadie mueve las orejas como tú, pero, ¿no crees que sería
mejor que buscase la felicidad entre humanas? No te podré presentar nunca a mis
amigos, siempre viviremos escondidos.
Ophelia: Mira las
ventajas, apenas tengo exigencias, es muy probable que no pueda quedarme embarazada
de ti, eres el primer hombre en mi vida.
Rorschach: ¿Y ese
asunto con el conejo filosofo?
Ophelia: Era una
adolescente, tenía miedo de lo que sentía por ti.
Rorschach: Entonces,
¿de verdad me amas?
Ophelia: Nadie te ha amado
nunca como yo.
Rorschach: Te creo,
realmente soy poco exigente, un poco de BDSM, un poco de Amélie, un poco de
Sergio Leone.
Ophelia: He aprendido a
nadar, lucharemos contra el destino.
Bukowski. A veces es difícil explicar porque te gusta algo, lo
sientes con tanta claridad que luego no eres capaz de encontrar las palabras,
de transmitirlo. El señor Bukowski tiene mala fama, literatura para
adolescentes que quieren revolcarse en el fracaso, realismo sucio de pacotilla,
de inmaduros, para gente sin demasiado vocabulario y que les asusta una novela
de Thomas Mann. Es posible que sea así, hablamos de la literatura de un
alcohólico, alguien con una infancia de malos tratos, una adolescencia de
paria, sin amigos, que con treinta y siete casi muere de una ulcera sangrante,
que hasta los cincuenta no empezó a tener éxito en la vida, con las mujeres, y que quizás por eso no supo disfrutarlo del todo. Pero su poesía remueve el alma, es
directa, sus relatos, vulgares como contrapunto a tanta mojigatería, transpiran
suciedad pero también libertad, realidad, sentido del humor, inteligencia.
De sus novelas recomendaría: Cartero,
Mujeres, Factótum. De sus libros de relatos: “La máquina de follar”, “Se busca
una mujer”. De su poesía “Madrigales de la pensión. Primeros poemas escogidos
1946-1966” “Poemas de la última noche de la tierra” Indispensable. Y una
biografía” Charles Bukowski, por Barry Miles”
Siguiendo la senda del realismo sucio: Raymond Carver,
cualquiera de sus antologías de relatos cortos. “Catedral”, “¿quieres hacer el
favor de callarte, por favor?”, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”.
Milan
Kundera – La insoportable levedad del ser
es mi preferido, pero cualquiera de sus libros es una buena elección. La broma, La lentitud, La
inmortalidad, La despedida, El libro de la risa y el
olvido. Son pequeños ensayos en forma de novela sencillos de leer pero con
mucho contenido sobre el que reflexionar.
Carmen
Laforet - Nada me pareció magnifica. De lo demás no he
leído nada.
David
Trueba - Cuatro amigos y Abierto toda la noche Las compré
simplemente por estar en Anagrama –lo suelo hacer a menudo- y fueron una grata
sorpresa. Sin embargo su tercera novela me ha aburrido tanto que ni siquiera la
he terminado.
Mario
Benedetti – Me gusta todo lo que escribe, pero en pequeñas dosis,
siempre acabo con la sensación de estar leyendo lo mismo una y otra vez.
Destacable La tregua, “Quién de nosotros “, “El
amor, las mujeres y la vida” (pequeño guiño a Schopenhauer), y cualquiera
de sus recopilatorios de poesía “inventario 1986 – 1990” Roberto
Bolaño - Llamadas telefónicas me pareció
excelente. Luego La
pista de hielo y Los detectives salvajes no están del
todo mal.
Paul Auster.
La trilogía de Nueva York es
destacable y “A salto de mata: crónica de un fracaso precoz”. Pero a pesar de
tener tanta fama nunca me ha llamado demasiado la atención.
Emily
Brontë - Cumbres Borrascosas
Si encuentro algún día en el metro o en una cafetería a una mujer leyendo esta novela con cara emocionada tendrá mi amor eterno.
Margaret Weis y Tracy
Hickman - Dragonlance
Yo también he sido un adolescente. Épocas complicadas en las que me leía un
libro al día de esta saga interminable y de dudosa calidad.
Urgencias
Quince temporadas. Originales. Mi ex y yo viendo diez o doce episodios todos
los fines de semana. Joder, nos emocionamos cuando murió Mark Greene.
Irrepetible.
House
Reconozco mi perdida, que sí, que la cosa languidecía, ya no era como al
principio, etcétera. Pero cuando se crea un personaje, con cuatro o cinco
secundarios a su alrededor, una estructura reiterativa y, sin embargo, no
termina de agotarse en ocho temporadas, es que hay mucho talento detrás. Hay
que volver a ella en unos años.
Anatomía
De Grey. Es como reconocer que te gusta Sensación de Vivir, ¿puedo echarle
la culpa a mi ex? De todas formas, aunque estoy de acuerdo que siempre ha sido mala y
tediosa, tiene algún momento interesante, como las tendencias suicidas de Grey,
o los finales de temporada con la muerte de algún protagonista. Han vuelto a
hacer lo mismo este año.
Infancia:
V
- Invasión Extraterrestre No era esencialmente buena, pero la imagen de
Diana engullendo una rata forma parte de nuestra infancia
Parker
Lewis Nunca Pierde La alternativa más inteligente a series como salvados por la
campana, los problemas crecen, etcétera. Humor, uso inteligente de cámara y un
buen guión. ¿Qué coño paso con el actor protagonista?
Doctor
En Alaska Esta serie, sus personajes, Cicely, tienen algo especial. La
tengo por ahí a expensas de verla de nuevo acompañado. Es una obra de arte sin
grandilocuencias, casi filosófica. Solo por ver a Maggie O'Connell en pantalla
merece la pena.
Twin
Peaks La música, los personajes, el misterio. Solo merece la pena la
primera temporada, luego todo se desmorona.
Star
Trek La antigua, y la Nueva Generación. Es una de las mejores series de
televisión de ciencia ficción. Tiene algo que te hace perdonar la falta de presupuesto,
¿Qué es? Inteligencia, talento, buenos personajes, imaginación, libertad
creativa, innovación.
Luz
De Luna y Remigton
Steele. ¿Qué tienen en común? Que no eran muy buenas, que te reías mucho y
que había una tensión sexual incomparable. Pobre de mí, ignorante muchacho, que
pensaba que con un beso y una declaración de amor estaba todo resuelto y no entendía porque se complicaban tanto.“- No puede usted entrar así...- Eso dígaselo a los guionistas-“
El
Gran Héroe Americano Una parodia a Superman, un traje extraterrestre que el
protagonista no sabe usar porque perdió el manual de instrucciones, un agente
del FBI reaccionario, y Connie Sellecca guapísima. Solo por la canción del principio
o como aprende a volar ya merece la pena.
MacGyver/El Coche Fantástico/El Equipo A Aquí se
resume toda una infancia. Divertidas, ingenuas. No hay que hacer apología del revisionismo,
pero basta con escuchar la canción de los créditos o recordar a Hanibbal Smith –vaya
nombre- diciendo “Me encantan que los planes salgan bien” para que se me dibuje
una sonrisa en la cara.
Californication
Me la intentaron vender como una biografía de Bukowski. Nada que ver, el tipo
es un triunfador que siempre comienza y termina el episodio con alguna mujer
mientras suspira por el amor verdadero y la vida en familia. Pero al final
engancha, buenas situaciones, que han dado lugar a algún post que otro, buenos diálogos,
y corta, veinte minutos por episodio.
Fringe
Del creador de “Perdidos” Nos la han vendido muy bien: “la mejor serie actual
de ciencia ficción” Y no. realmente es basura. No tiene sentido, repetitiva y
aburrida. Solo se salva por Olivia –Anna Torv. ¿Por qué ese masoquismo en
insistir viéndola? No lo sé, supongo que después de 84 largos capítulos aún
estoy esperando que suceda algo relevante.
Doctor
Who Señores y señoras: LA SERIE. Estamos ante una de las mejores series
actuales. A partir de la tercera temporada es sobresaliente. Pero en la quinta
es simplemente perfecta, maravillosa, hermosa, intensa, conceptual,
inteligente, asombrosa. Los secundarios, la música, el guión, todo redunda para
que un día cualquiera se transforme y te haga recuperar la fe en el género
humano.
Sherlock
Vuelve a suceder. Y “casualmente” con otra serie de la BBC. Inmensa,
inconmensurable. Los dos primeros capítulos de las dos temporadas que tiene son
excepcionales, de casi hora y media tienen más calidad que cualquier producción
de Hollywood que se estrena actualmente. Indispensable
Juego
De Tronos Más conocida por todos. Inmensa. Y bastante fiel a los libros.
American
Horror Story Excepcional. Me vi los doce capítulos en dos días. Autoconclusiva.
Inteligente, no desaprovecha ni un solo minuto en cada episodio, nada está de
más, y tiene varios giros de guión muy suculentos. Emociona.
Resto:
LostCon ella empezó todo, fue la primera serie que vi en
versión original porque no podía esperar a que salieran los capítulos en
televisión. Hubo un movimiento bestial en internet, ahora todas las series
tienen sus subtítulos o alguna página dedicada a ellos, antes no existía nada
de esto. Las tres primeras temporadas son maravillosas, increíbles. Se pueden ver
varias veces. Luego languidece y finalmente cae en la basura y se vuelve torpe
y aburrida hasta un final que ni siquiera es final. Es triste, pero así es el
dinero, esto es lo que sucede cuando vendes tu talento y alargas algo que a
priori era perfecto.
Dexter Otra igual.
Brillante primera temporada y segunda temporada y luego simplemente mantenerse
con la misma historia una y otra vez. Pero reconozcamos su originalidad.
Heroes Dos primeras
temporadas bastante interesantes. Luego se fue directamente a la mierda.
MisFits Primera
temporada. True Blood
Simplemente me gustan las mujeres que aparecen. Battlestar Galactica
Un poco como Fringe, alguien me convenció de que era maravillosa y me tragué
las cuatro temporadas esperándolo. Naturalmente, como suele ser habitual en
esta vida, eso nunca pasó.
Anime:
Kimagure
Orange Road Mi serie favorita de animación japonesa –Johnny y sus amigos
versión española. Triángulo amoroso, con toques de ciencia ficción, 48
episodios. Excelente.
Captain
Tsubasa Oliver y Benji. Joder, no hace falta explicar nada. “Allá van con el balón en los pies, y
ninguno los podrá detener, el estadio vibra con la emoción de ver jugar a los
dos, a los dos. Solamente juegan para ganar, pero siempre con deportividad, y
no hay nadie mejor para la afición...Oliver, Benji, los magos del balón…”
Ha terminado House. Último episodio, última temporada. No
ha estado mal, pero lejos de los anteriores cierres de temporada, tibio para el
cierre de la serie. Recuerdo aun los dos últimos, el coche irrumpiendo en el
salón de Cuddy, o el anterior, cuando está a punto de caer de nuevo en su adicción al Vicodin, los
flashback, la aparición de Cuddy en el último momento diciéndole que le ama. No
me gustan los cambios, a pesar de los bajones de calidad siempre había algún
episodio que mejoraba la media. Pero todo termina, y mejor así que languidecer
sin sentido.
Como no tengo ganas de escribir sobre Casimiro y su
decadencia, ni tampoco sobre mi no-vida, recurramos a cosas sencillas, fáciles,
pero que no sean intrínsecamente degradantes como los memes. Esto también languidece,
se acerca el cierre, el último post, pero siempre tiene más emoción
cuando deviene sin avisar. Como volver del trabajo, un martes cualquiera, y que
tu pareja tenga la maleta hecha en el salón y te diga “tenemos que hablar” con
voz fría y desapasionada. Melodrama.
Club
De la Lucha/Memento/American BeautyLas relaciono porque era una época en la que ibas al
cine y merecía la pena la experiencia. No hay mucho que decir de las tres. Fight
Club representa toda una generación de desubicados, un poco como The Wall en
los ochenta, Memento tiene uno de los mejores guiones del cine, no en vano
Nolan ha dirigido Origen
y la nueva trilogía de Batman. Y American Beauty un retrato cruel de la típica
familia americana
Doy una palmada en forma de aplauso sobre tu coño, una
forma mediocre, burda, incluso infame, de enlazar la penetración. Pero soy así,
no intento engañarte. Me corro sobre tu cara, en tus pechos caídos. Me limpias
con tu lengua, recreándote, para eso te pago, a mi manera, con mi llamada, mi
tiempo, mi energía. Y luego me secas con tus cabellos, como Magdalena. Una vieja
broma, somos católicos, nos hemos leído el panfleto sagrado.
Y pienso en ti
como un agujero en el que escurrirme solo para emerger más codicioso de otras
presencias. Me duele la cabeza, la vida me produce indigestión. Apuro la copa,
no te dejo vestirte. Media hora. Media hora más. Los dedos van arriba y abajo,
la boca resbala entre tus muslos intentando romper mi juguete favorito. Entro en
tu culo y te golpeo el rostro contra la pared. Gritas una sola vez. Escupo el
rocío de mis filias sobre tu oído esperando hacer crecer una flor desconocida
entre nosotros. Las prohibiciones son precursoras de los deseos, somos pequeñas
erecciones, polla y clítoris intentando abarcar más de lo que comprendemos
mientras la ropa cae como un animal muerto a nuestro alrededor.
Hay algo esencialmente hermoso en tocar fondo. Nadie nos
quita ese derecho inalienable mientras lo hagamos en nuestros ratos libres, de
forma silenciosa, civilizada, en relativa oscuridad. Soy una carga inútil para
mí mismo, no me refiero solo a la carga de esperma sin focalizar. Me siento a
escribir. Decido, después de abrir la segunda botella de vino, que mañana no
iré a trabajar, ¿qué sentido tiene? Prefiero pasar hambre, prefiero expresar
esta especie de canto de ballena crepuscular, prefiero vivir de insomnio. Prefiero
contagiaros mi dolor de cabeza, mi hambre, mi soledad, mi nece(si)dad, mi
toxicidad.
Me saco la polla en busca de estímulos. El amor. El
deseo. Te echo de menos. A ti, mi gran desconocida. Morimos solos. Y así suicidaré
esta noche. Creo que el gran problema de las mujeres es lamúsica. Me explico, es como estar en New York desayunando
croissants delante de Tiffany, pero sin Audrey cantando de fondo “Moon River” La vida
funciona un poco así: ganas dinero, eliges la casa, los muebles, la pareja, los
amigos, te desprendes de lastres, eres egoísta, taxativa, empática, y de
pronto, con el escenario perfecto, no suena tu banda sonora. Eres un extra más en una
aburrida película. Has planeado hacer sexo grupal y al final terminas
escuchando los gemidos a través de la pared. Las mujeres son demasiado vitales
para conformarse con algo así. Aunque cometan el error de llamarlo romanticismo.
Psiquiatra: Vamos a hablar en esta sesión de lo que
sucedió aquel día Erik.
Erik: No recuerdo sentirme distinto, solo la tenue sensación de infelicidad
de siempre. Quizás no había sido un buen día, no había podido desayunar, un
taxi me había manchado el pantalón al pasar, no sé, las típicas cosas que te
ponen de mal humor y hacen que el día se alargue, que la inercia te consuma. Es
curioso, siempre pensé que de alguna manera estamos preparados para las
grandes desgracias, ya sabe, un divorcio, un despido. Las peligrosas son las
otras, las pequeñas, las que se van solapando unas encima de otras, poco a
poco, milímetro a milímetro. Pero no recuerdo nada grave, ningún
desencadenante.
Psiquiatra: Sin embargo esa noche fue cuando comenzó
todo.
Erik: Sí, recuerdo que me sentía muy cansado, tenía problemas de insomnio,
me pasaba las noches mirando el reloj digital, viendo como los números iban
cambiando. Lo había probado todo pero seguía sin poder conciliar el sueño. Y
bueno, ocurrió, tenía esa cuchilla en la mano y corté, un pequeño corte
transversal, como los que hacía antes. Recuerdo como me salpicó la sangre, ese
dolor antiguo, leve primero y luego intenso en la siguiente palpitación. Fue un
instante congelado. Y entonces la vi, a Emilie. No había cambiado, sus ojos de
cuervo, su pelo largo. Lánguida, esbelta, etérea, hermosa. Me hablaba sin mover
los labios, sus palabras atravesaban el aire sin llegarme del todo, como una
brisa en el infierno, un eco estancado, el sonido de una caricia.
Psiquiatra: Antes de hablar de Emilie vamos a comenzar
por el principio, ¿Cuándo empezaste a cortarte para, según tus propias
palabras, sentirte vivo?
Erik: Ya hemos hablado de eso, fue en la adolescencia, ¿nunca ha sentido la
necesidad de tocar fondo? Todo se derrumba lentamente a tu alrededor, pero
siempre hay dos o tres asideros, ¿cómo sería cortarlos, enterrarte entre sus
escombros? Fantaseaba con esas ideas, mi pulsión tendía más al dolor que al
placer.
Psiquiatra: Lo hacías antes de conocer a Emilie.
Erik: Si, creía tener razones, pero supongo que siempre hay razones. La conocí
de una forma muy particular. Era un día de mucho calor, estábamos en la
biblioteca, ella leyendo alguno de esos escritores rusos tan deprimentes, llevaba
un jersey negro de cuello alto y el pelo recogido. Supongo que yo había ido a
devolver un libro sobre vampiros o alguna idiotez. Lo importante es que justo
cuando me iba me abordó y me invitó a tomar algo en la cafetería. Antes de eso
no habíamos cruzado ni una sola palabra, no existíamos el uno el otro. Pero así
era ella, siempre se dejaba guiar por sus impulsos. Un par de semanas después
tuve la confianza suficiente para enseñarle mis cortes. Ella me sonrío. Solo
eso. Luego supe el motivo.
Psiquiatra: ¿Cuánto tiempo estuvisteis juntos hasta
que…?
Erik: Casi un año, hasta finales del verano siguiente. Nos poseía una
sensación de inmortalidad, de pasión irreverente contra el mundo. A veces
notaba, mientras acariciaba sus muslos, alguna cicatriz nueva. Yo había dejado
de hacerlo porque me sentía, no sé, ¿completo? Tenía miedo de preguntar, de
saber, el motivo por el cual ella no dejaba de hacerlo. Y era tan hermosa, no
solo por esa mirada celeste que te inundaba sin poder evitarlo, eran otros
rasgos que no había apreciado nunca en las demás. Escuchaba a mis compañeros
cosificar a sus novias, referirse a ellas como su agujero, su coño era simplemente un trofeo, una fuente de placer. Pero
Emilie, si sabías mirar, si te fijabas, transpiraba sensualidad en todos sus
movimientos, en la forma de recogerse el pelo o modular su voz, pero lo hacía sin
vulgaridad, sin pretender utilizarlo como arma. Y luego, en la intimidad, se
regalaba sin límites, sin tabúes, su cuerpo era como un ejército hereje, amoral
e inclemente que se derrotaba a sí mismo en cada orgasmo, como un punto de
eterno retorno, de búsqueda infinita de algo que necesitaba pero no sabía
precisar.
Psiquiatra: ¿Cómo fue vuestra última noche?
Erik: Todo empezó como un fin de semana normal, sus padres volvían a
dejarla sola y me invitó a su casa. Notaba que estaba más alterada que de
costumbre, fumando compulsivamente un cigarro tras otro, sin querer beber nada,
sin apenas hablar, con aquel disco de The Cure sonando como un mantra una y
otra vez. Sus padres habían iniciado los trámites de divorcio, pero ella me
había asegurado que no le estaba afectando. Recuerdo pasar esas últimas horas
en su habitación, encerrados con las persianas bajadas, fumando, bebiendo,
recuerdo mirarla a través del humo estancando como si fuera Oliveira y ella pura literatura, un matiz de vida que entintaba mis contornos solo con su presencia.
Lo siguiente que recuerdo es estar en su coche mientras ella conducía con las ventanillas
abiertas a mucha velocidad, recuerdo golpearme la cabeza cuando hizo ese giro
brutal y se puso a conducir en sentido contrario. Estaba acostumbrado a sus
locuras, pero no fue hasta que nos cegó los faros el primer coche cuando empecé
a asustarme de verdad. Nos esquivó en el último momento. Se me pasó la
borrachera de golpe. Se reía, recuerdo esa risa desquiciada, sus manos soldadas
al volante mientras aumentaba la velocidad. Estábamos forcejeando cuando sentí la
vibración del segundo coche pasando a escasos centímetros del nuestro
aturdiéndonos con su claxon. Zigzagueábamos, era cuestión de tiempo, quería
sacarla del coche, la golpeaba iluminado por otras luces que se acercaban
dispuestas a ungirnos en dolor. Conseguí pisar el freno, derrapamos sin control
y tuvimos la suerte de salirnos de la carretera sin volcar. Imagina la
situación: estaba histérico, llorando y gritando a la vez. Salí arrastrándome
del coche y vomité. Cuando me recuperé fui a por ella. Seguía dentro, con las
manos todavía sobre el volante. Estaba a punto de sacarla cuando giró la cabeza y me
miró: no había nada en esa mirada, era como si me hubiera borrado, como si nos
hubiera borrado a todos. No pude aguantar más y me fui de allí. Todavía
temblaba cuando llegué a casa.
Psiquiatra: …
Erik: Lo sé, lo sé, era una locura, pero no era eso realmente lo que me
importaba, lo que me reconcomía era que me había hecho sentir como un fraude,
como si no hubiera estado a la altura de, no sé, sus jodidas expectativas. La
abandoné, no quise volver a verla. Era finales de verano y aproveché para irme
con unos familiares a la costa. No contesté ninguna de sus llamadas ni
mensajes. La dejé sola. Cuando a las dos semanas volví ya era demasiado tarde. No
había dejado ni siquiera una nota. Fue su madre quien la encontró en la bañera.
Quise ir al entierro pero no me dejaron. Me sentía terriblemente culpable,
podría haber marcado una diferencia, podría haberme quedado o pedir ayuda. Pero
no hice nada, simplemente le di la espalda y hui.
Psiquiatra: ¿Pensaste alguna vez en el suicidio, en
volver a cortarte?
Erik: Lo hubiera hecho, estaba destrozado, la única forma de sobrevivir fue
anestesiarme, dejar atrás cualquier cosa que pudiera recordármela. Y durante un
tiempo creí que lo había conseguido: fui a la universidad, conocí a otras
chicas, me mantenía siempre en movimiento, ocupado, sonriente, sin tiempo para
pensar. Me volví un alcohólico social. Pero en algún momento todo empezó a
deshilacharse, a dejar de tener importancia, me resultaba cada vez más incómodo
relacionarme, hasta que terminé recabando en un trabajo en horario de noche y
dejé de moverme.
Psiquiatra:
¿Tu familia no se dio cuenta de nada?
Erik: Padres separados, me dejaban vivir en casa de mi abuela si cumplía
los deberes sociales una o dos veces al mes. Recuerdo vivir ajeno a la
realidad, pasar semanas enteras sin hablar con nadie, sin coger el teléfono ni
abrir la puerta, solo trabajar de noche, dormir de día, beber, leer. Quedarme
tendido en la cama durante horas pensando en los monstruos que habitaban al
otro lado del papel pintado de la pared.
Psiquiatra: Continua…
Erik: No sé cuánto tiempo estuve viviendo así, pero en algún momento
conseguí reconciliarme conmigo mismo. Cambié al turno de día y volví al redil.
Ahora lo comprendía, había intentado olvidar a Emilie pero era en vano, tendría
que vivir con ello. Empecé a hacer las cosas de forma correcta. La ropa
adecuada, las opiniones correctas, los sueños correctos, ¿las mujeres? Por lo
general me resultaban una caza estúpida, la mayoría presas del delirio social,
deseando bregar contigo la primera noche pero esforzándose por urdir sutilezas
y crear momentos artificiales. Ninguna mujer que conocía era consciente del
paso del tiempo, utilizaban el carpe diem
parafraseando diálogos de películas que en el fondo no entendían, nunca
pensaban en la muerte, para ellas era un concepto prohibido, lejano, depresivo,
incluso vejatorio en una conversación normal. Actuaban como si fueran
inmortales, como si el amor lo fuera, como si su salud, su vida, estuviera grabada
en granito para siempre. Por eso cuando enfermaban o descubrían a su marido
siendo sodomizado por un compañero de gimnasio, el mundo perdía sentido -¿y mi inmortalidad?-,gritaban al cielo con el puño en alto. Pero
todo pasaba y volvían a refugiarse de nuevo en los bancos, en sus centros
comerciales, comprando sueños a plazos, embaucadas en la seguridad de un
anuncio de compresas…
Psiquiatra: Creo que ya ha sido suficiente por hoy, mañana
volveremos sobre lo mismo, quiero que hagas memoria sobre esa noche y todo lo
que pasó después, ¿de acuerdo?
(…)
Emilie: ¿Has conseguido algún progreso?
Psiquiatra: De momento nada, todavía no ha sido capaz
de asumir que se ha suicidado y está muerto.
Emilie: Todo es culpa mía, deseaba tanto volver a
estar con él que aparecí demasiado pronto.
Psiquiatra: Vamos a mantenerle aislado, ya sabes lo
peligroso que es cuando un alma no asume su muerte, se vuelven locos y provocan
todo tipo de catástrofes.