domingo, 23 de febrero de 2014

El poema siempre miente. Es un telón que arde ante el público insensible. Un árbol de palabras que cae matando al jardinero.

Podría dedicarme a ser el tren que pasa siempre de largo ante tu mirada.
          El que te guarda en una carpeta, junto a los borradores.
Podría insultar al reloj, escupirle a la cara mientras escucho Radiohead.
          Inmolarme contra otra puta de cuerpo de neón y nombre de poema.
Podría entregarme a la cacería. Al vicio. Al charco de ciervos azules y caricia animal.
          A los huecos por besar que viven en la noche madrileña.
Podría volver de puntillas e insensible a la trinchera de tus besos.
          Buscar el amor en el fondo de tu garganta, bailar un vals con tus arcadas.
Podría poner letra a la canción que mis cojones tallan en tu carne.
          A los jadeos de lirio blanco que fustigan tus mejillas cuando termino.
Podría caminar por tu escote de besos. Envilecer tu clítoris lleno de ojeras.
          Comerte el coño como si quisiera partirte en dos con mi lengua.
Podría convertirme en bala de plata. En catapulta. Cadalso.
          En el carmín del último cigarro que abandonaste en mi casa.
Podría recortar los ojos al cielo nocturno. Manchar tu libro de Kafka con vino.
          Intentar abarcar la nada con los labios entreabiertos.
Podría besar el musgo del cuchillo. Ser orgasmo de sequía.
          Barco de papel en delicada tempestad. Turbulencia de fría saliva.
Podría pensar que el tiempo es la fruta podrida del árbol del orgasmo.
          Nadar entre palabras que no aturdan.
Podría vivir con tu nombre atragantado. Negarme a ser la puta de tus besos.
          Derretirme en el suelo recién fregado de la cocina.

Y todo, ¿para qué?
Si al borrar tus dedicatorias las piedras ganan la guerra a las flores
Si al difamar tu atalaya de carne el mundo se transforma en algo vulgar y gris

Déjame seguir como siempre
Déjame ser tu gigante de viento
Y continuar hilando poemas
En la eternidad azul
Que se esconde
Entre tus piernas.

Staircase by Radiohead on Grooveshark

jueves, 13 de febrero de 2014

Mientras mi saliva intentaba convertirte en garabato bajo las sabanas tú soñabas con violaciones en una cama con forma de corazón ajeno.

La noche es madrugada inhóspita. Estrellas que murieron milenios atrás siguen titilando su danza macabra sobre mí. A veces apuestas todo a la crueldad de unas líneas de fuga con nombre de mujer. A una veleidad sin ropa interior que esconde el secreto del eterno retorno. Y mientras despellejan tu piel con sus tacones intentas llamar al manicomio. Pero comunica. Y cuando el chatarrero ha recogido todas sus promesas me abandono junto a los erizos, planeando la próxima revolución dentro de su caja de zapatos vieja.

Recuerdo todo eso. Pero no puedo evitar ser acribillado por tu belleza. Por la lluvia que esconde tus bragas. Y todo empieza de nuevo. Pero no confundas sentimiento con explosión, sigo siendo una sombra que corre por el cementerio, esperando que digan su nombre por el altavoz. Mis ojos pueden convertirse en tu trinchera, en el guante de tu forma olvidada, pero siguen conservando la idiosincrasia de harén de nihilismo crispado. Pero dejemos atrás los grumos literarios, ya es tarde para arrepentirse.

Me inmolo contra tu boca. Abro con la lengua tu dédalo sin salida. Me muerdes. Me abrazas con violencia mientras la sangre se mezcla con tu saliva. Es un beso nítido. Como si caminases sobre mi tumba. Caemos. Te desgarro las bragas. Tu sexo está vivo, palpita entre mis dedos. Hueles a victoria, a la gasolina del alma. No hay guiones ni censuras. Sólo dientes afilados desgarrando la lucidez. Diez surcos de sangre en mi espalda. Mi polla se estremece cuando golpea tu garganta. Presionas mis cojones en el  límite exacto de amor-odio. Tu coño abierto es de una belleza inquietante. Me tiras del pelo. Me atrapas entre tus piernas. Mi lengua te penetra con dureza. Tu clítoris naufraga en un mar de saliva. Mis dedos son poemas que te inundan, completan y sodomizan. Raíces que buscan agua en el suelo de tu carne.

Pero te has convertido en un accidente de lava, en un péndulo de muerte que baja inclemente sobre mi boca. Me libero y como una bofetada rígida hundo mi polla en tu cuerpo. Horadándote con dureza. Lenta y profundamente. No hay palabras inspiradas, sólo coreografías aprendidas en las cornisas del pensamiento más perturbador. Mis cojones te golpean con saña. Placer sin pausas. Somos a la vez victimas y verdugos. Sometimiento y dominación. No se trata del juego de siempre. Nos dejamos llevar por nuestra parte animal, primitiva, arquicorteza, follamos como si detrás del orgasmo se escondiera un turbio apocalipsis. Intentando borrar los límites de nuestra carne a través de la pura fricción. Reducir la existencia a tus ojos de cilicio azul.

Hace frío, temblamos al borde de la convulsión, somos místicos en pleno viaje de peyote, iluminados, gurús, mártires con el placer infectado en sus ardientes estigmas, santas descubriendo la profundidad de su amor por dios a través de enormes cirios. Desaparecen los referentes, las habitaciones oscuras, las tardes deambulando sin rumbo, la soledad, el ostracismo, las voces; todo desparece. Jadeamos como animales, me dejo caer sobre ti, siento que te atravieso y a la vez me precipito en tu interior. El orgasmo llega, gritamos entre el éxtasis agónico, la asfixia, la ebriedad y el olvido. Nuestra carne humea incandescente, se funde en un perfecto y jodido milagro, en un puto guiño a los dioses paganos, como una bomba atómica explotando en el desierto, como un bucle de infinita obscenidad.

Cuando despertamos, la civilización, tal y como la hemos conocido, ha desaparecido. Estamos solos. Nos miramos a los ojos: no nos preocupa demasiado. Volvemos a la cama. No podemos dormirnos en los escombros del pasado, hay mucho trabajo por hacer.

There There. by Radiohead on Grooveshark

domingo, 9 de febrero de 2014

La noche es una escalera sodomita donde reptan las pesadillas y un cuchillo embellecido de hemorragia. Arranca las bragas al mar y masturba sus olas.

Veo pasar a mi ángel de la guarda con un cuervo posado en la gangrena de sus alas. Cabizbajo me sonríe entre la ojera y el desaliento.

Me levanto resacoso y alimento la hoguera de mi estómago con un par de latas de cerveza. La victoria cojea entre estas paredes de ojos saltones. Me arrastro hacía el ordenador. Sigue encendido y junto a él media botella de ambrosía vociferando dentro de su ataúd verde. Escribir de día es una novedad. Pero la lucidez es un enemigo a batir. Hay demasiado espacio entre la poesía y la vida real. El tiempo teje nuestro sudario con oasis fútiles repletos de estigmas, etiquetas y canas. Olas de carne afónica sin final feliz.

Por eso me gusta masturbarme todos los días. Porque al final lo más importante es un coño prieto auspiciado por la luz oblicua del monitor. Toda experiencia significa algo. Aunque luego no sea capaz de correrme sobre el mármol de su cuerpo. Quizás me resultaría más sencillo ensuciar esa belleza si la viera bailar en el cementerio.

Pero vivir rodeado de personas con vocación de grifo tiene un coste. Todos con esa prisa extraña por ser los primeros en elegir sus nuevas tumbas. Sodomizando los días sin pudor. La vida es un sonido sutil. Ellos son un silencio estéril.

Y tú recorriendo mis pensamientos, despertando la bestia púrpura. Molino de pensamiento. Gas que guiña el ojo antes de la explosión. La nueva mesías que menstrúa milagros en forma de belleza. Mi corazón itifálico intenta hacer puntería sobre tu columpio azul y el impacto resuena en todos los incendios mal fornicados. Pero no estoy asustado. La vida es una clase de esgrima repleta de sangre. Abrir los brazos. Cerrar los ojos. Saltar. Nada importa. Sólo somos anzuelos en el desierto.

Tesorera de nubes drogadas que sueñan con aviones y fusiles de hambre. Te indignas por las tragedias que te rodean pero exiges con vehemencia condones a los terremotos. Eres vaginaria. Basta de exorcismos: cúbreme de tierra y fóllame. Abre las piernas al silbido del poema, al épico naufragio de la pornografía hostil de mis dedos.

Quizás me estoy exaltando. Pero tendrás que disculparme, echar de menos el olor a gasolina de tu coño tiene sus secuelas. Te diré un secreto: los poemas son clavos en la madera privada de la nostalgia. Una epidemia de ascensores rotos. Fluctuando entre el espejismo y el espejo. Contienen un te quiero, dos te amo y tres lo siento. Una caricia, dos orgasmos y tres huidas. Son como magos desnutridos que encienden una vela y nos ayudan a maquillarnos de nuevo. Sus abrazos son hijos de cadalso.

Y al final parece que estamos sumergidos en un falso dilema, intentando elegir entre limpiar el estropicio de baldosas amarillas u olvidar desde el rigor mortis de un balcón oxidado. Pero, ¿cómo olvidar que tus pezones tenían vocación de grito en mi boca? Cómo olvidar que te amé más que la muerte a los enfermos...

Dollars and Cents by Radiohead on Grooveshark

jueves, 6 de febrero de 2014

El amor repta por el suelo. Garzas canosas habitan mi esquizofrenia. Enciendo la luz. La Muerte se desovilla y me mira con certeza.

Siento que soy una luciérnaga traumada. Con ese desliz en la mirada, como un haiku incompleto, manchando de pura esquizofrenia las paredes. Bajo mi mano y recorro la ruta de mi sexo, el kilómetro cero del dolor. Bocanada de semen azul. Un semáforo a punto de morir de viejo. Cojo el sacapuntas y me abro el pecho. Aquí adentro sólo hay un extraño olor a bayoneta oxidada.

Día horrible. Estéril. Fútil. Intento entorpecer mis sentidos con el alcohol hasta convertirme en un charco de semen y tormentas. Secar mi lucidez sin tener que lubricarme con la caricia ajena. Acunarme entre pornografía como si las profecías aún me siguieran buscando. Masticar los escombros que anidan inconclusos dentro de mi boca y olvidar el sabor de tu nombre.

Los condones caducados lloran solitarios en el cajón. Son mucho más sabios que cualquier poeta escribiendo sobre el amor un día lluvioso. Intentando convencer al vaho del cristal de que su nombre y el de ella son rimas eternas de amor impoluto. Cuando lo único que anida en su mente ponzoñosa es meterle la polla, horadarla, poseerla, para luego, como exige la Naturaleza, cosificarla con su pérdida de interés. Y ella, la musa pretérita, ¿se peinará los años delante de ese recuerdo malherido? No creo. Somos supervivientes. La metáfora perfecta del amor es un leñador follando con el árbol. El orgasmo es una bala disparada al corazón de la eternidad. Una eternidad efímera, como el deseo, que muere al satisfacerse y necesita cambiar el continente de su obsesión una y otra vez.

Luego está la historia en sí, los detalles, cómo me apagaste con tus tijeras de neón cuando lo único que quería era brillar contigo en la oscuridad perfecta de nuestro amor de harapos. Tus ojos eran cielo ajenjo, pura melancolía. Me masturbaba dentro de tu boca y al correrme lanzaba a tu estómago de mariposa una maldición de viento en forma de epitafio blanco. Mi compromiso era hacerte nieve y que bailases con mi incendio. Pronunciar la palabra muerte tantas veces como fuera necesario. No es culpa nuestra que el jardín transportase en el último vagón espejos congelados en vez de sabanas.

Ah, mujer de tacón alto. Tan apocalíptica. Diosa de clítoris regio, dominando todo desde su cornisa de versos y unicornios. Los pájaros, ángeles drogados de un paraíso sin nombre, alimentaban la herida de tu sexo, esa hemorragia de vida. Pero nunca tuviste piedad. Me escupiste en la boca tu pecado y te llevaste todo el desorden de mis ojos.

Y yo, con la sobria elegancia de un punto y aparte, me encargué de eyacular el resto.

Six Against One by Joseph LoDuca on Grooveshark

lunes, 3 de febrero de 2014

La vida es un sinsentido de dolorosa reverberación. Existen pollas hemipléjicas, cunas bendecidas por los insectos y amores reales… frustrados.

El insomnio viste las paredes de mi cerebro con la forma de caballos alucinados. El alcohol daña mis prisiones y transforma el teclado en un tobogán de cuchillas que lubrica mis dedos con sus enseñanzas. Heme aquí crucificado en la menstruación del tiempo. Divagando sobre guerras de espejismos, faldas que ocultan paraísos y pelusas ejecutadas por letreros de neón. Sin destellos de riesgo. Envuelto en una pestilente anhedonia. En la degradación banal de los días intolerables. Sin alas. Dislocada la cordura. Continente de un alma frígida que no entiende de mapas ajenos.

Sólo sé violar la poesía. Utilizar el poema como orfanato. Abrir su coñito de palabras y denigrar su humedad con mi hambre capitalista, con mi artimaña pegajosa. Y la fuerzo a hacer cosas abominables. Y llora, pide clemencia. Pero no cedo. Soy un sádico. Un pintor obsesionado con buscar el color exacto de la hemorragia, del dolor, de la desazón. Y la musa clama venganza, abre las espitas de gas y saca otra botella de vino barato. Y a las cinco de la madrugada empieza a follarme con una mezcla de asco y dulzura exigente. Tatúa mi piel con hambre de patíbulo y me escupe a los ojos.

Cuando todo termina observo de cerca, muy de cerca, la palabra amor
Y descubro que tiene los ojos azules
Y es así
Como tus ojos
Se convierten
En mi palabra favorita.

Follarte sólo con palabras no es tan divertido, pero aun así…

Eres mi niña herida de invierno pornográfico
La que impide que me ahorque en la viga del poema
La que abraza mi beso con su perfume de laberinto
La felicidad extraña que se accidenta en mitad de mi pecho
El ánfora de viento con nombre de espejo
Una calesa naufragando en la noche
Un árbol repleto de pájaros azules que cantan el idioma de las metáforas imposibles.

Soñé que me follaba tu mar azul detrás de los relojes
Y que tú sonreías en un eclipse sin arrugas
Llámame loco
Pero sigo corrigiendo tus poemas…

2 + 2 = 5 by Radiohead on Grooveshark