miércoles, 17 de diciembre de 2014

Soy muy feliz, sobre todo cuando suelto las manos de la cornisa.

Últimamente escribo con una fijación extraña, compulsiva
Como si mi sombra fuera la de un muerto en un oasis de papel
Como si el quietismo y el sonido monótono de las agujas del reloj
Hubieran conspirado para anular el sonido de mi propia vida

Quizás solo soy carne envasada tropezando consigo misma
Coleccionando cicatrices en algún lugar ajeno al amor
Un crisol de remiendos
Una soledad en círculos siempre gastados por el mismo lado
Cocodrilos de sonrisa aviesa que observan
El dibujo abstracto que han dejado los sesos de Hemingway en mi pared

Mi cerebro lisérgico ansioso de entropía
Escribe un poema en morse
Sobre el estruendo mudo de tu clítoris follándose mis dedos
Sobre desvalijar tu cuerpo sin grumos literarios
Inmolarme en tu boca, en tus labios, tus pestañas
Y convertidas esta noche –todas las noches- en parpadeos sin memoria

Hasta que mi semen sea el único alimento que necesite tu estómago
Follarte hasta infectarte, hasta quedar tatuado a tu piel

Luego me pongo romántico
Y me gustaría que mi cuerpo fuera un bosque de flores y tinta
Y que tus pies lo besaran al pisarlo
Adornar juntos sus muros con tu ropa
Desordenar nuestras cenizas
Mientras jugamos con el viento

Por eso escucha a mis ojos, a mis dedos
Esas puertas mal cerradas de mi cabeza
Monta en el taxi que hay parado a tu espalda
Y ven a echar una carrera dentro de mis venas

Quizás te deje ganar.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Escribir para hacer del fracaso un lugar habitable.

Mi corazón es una ciudad sin luz
Una diáspora de recuerdos malditos
Un traje de mujer
Continente de culpas y cicatrices
Adicta a recordar los momentos bellos
Reconstruyendo las ruinas de mis guerras

Pero tú te pones los guantes y me sacas a bailar a la luz de las velas
Toda la noche orquestada, sin imprevistos
Como en una película vulgar y artificiosa
Luego me acompañas a casa y me dejas allí sola
Con la necesidad de clavar los sentimientos bien alto en la pared
Para que nuestros besos no se ahoguen con el olor a cerrado

Te odio, ¿acaso te he pedido ser tu princesa?
Solo quiero aullar a la luna rosa
Que desvirgues la carne sin romanticismo
Y me folles con violencia y sin preguntas

Además, ¿no ves que estoy muerta?
Toca mis manos heladas
Sueño a veces que se caen como cenizas de escarcha

Por eso necesito sentir algo de épica, asfixiarme con tu polla
Mojar tus palabras en mi sexo abierto, aunque luego sepan amargas
Fugarme en el abrazo líquido de tu lengua, que limpies mis huesos de nieve sucia
Que me agarres del cuello y me hagas olvidar el ruido de la vida

Que al final mi coño te llore
Y el charquito de semen que se forma a nuestros pies
Refleje nuestro pútrido y sórdido amor

Nunca llegaste a entender, estúpido galán
Que esa es la única forma real
De tachar un día del calendario
Que esa es la única forma de sangrar por mí
Y no caer en el ridículo

Adiós.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Una sábana levanta la mano y baila en la noche. Lo importante no es el tamaño, sino el vacío que te deja.

El ruido del ordenador escancia la lluvia tras la ventana, el escenario es la botella de vino y magulladuras en la pared. Rorschach pasea sus dedos por encima del teclado. Teclas gastadas, como cuchillas presionando la piel del accidente existencial, descubriendo su soledad de ascensor estropeado. Hermosa decadencia. Debería de teclear con más cuidado, no quiere revivir el ciclo de ambulancias y suturas de emergencia. Pero tampoco quiere ser un fraude y eliminar su sordidez escondiéndola debajo de una alfombra con forma de espejo.

El escritor es cobarde por definición, sublima, fabula, increpa a la realidad intentando acomodarla a sus maniqueísmos. Y con el sexo sucede lo mismo. Está harto de coños carentes de imaginación. Todo acaba en un orgasmo triste, convaleciente, siete segundos de inconsciencia hasta que la inercia universal te regurgita de nuevo. Sabe que existe algo más, pero todavía no lo he encontrado. Y sigue tecleando, describiendo esa zona muerta, opaca, entre el cliché de princesita y la necesidad de sexo salvaje. Remonta la botella e intenta huir de su frustración estrellando poemas contra los muros sordos que le rodean.

La otra protagonista es Carmen. Pies de geisha y voz de susurro. Talante callado, introspectivo, en sus ojos azules cabe un mundo entero. Su pelo cambia de color cada dos semanas y no suele llevar sujetador. Sus brazos tienen marcas, recuerdos, arrugas en el alma, el dolor como forma de placer. Conoce a Rorschach a través de internet. Nada importante, un par de correos, confidencias, palabras al teléfono. Van intimidando y creando una extraña sensación de empatía, como si él pudiera leer las líneas maestras de su cerebro y aceptarlas sin más. Es tan liberador que se deja llevar. Después de un mes él ya quiere hacer de ella su reina y su puta. Le dice que está tan jodidamente loca que quiere embestir su alma hasta que peonías de semen colapsen sus arterias. Dice que harán una orgía con todos sus monstruos, que llenará el vacío de todos los secretos que le ha desvelado. Carmen siente que todo es verdad y mentira a la vez. Y hunde un alambre muy, muy fino en su piel para poder besar cuando todo pase la cicatriz con su nombre.

El autobús llega. Carmen le ve ahí, arrugado contra la pared, un libro en la mano, alto, negro cuervo, observando con displicencia a la gente de tu alrededor. Tanto tiempo esperando, y ahora tan cerca, a unos pocos pasos de su primer encuentro. Se siente invadida por el pánico, casi tropieza al bajar. Rorschach sonríe de forma cálida e insinuante y abre los brazos para recibirla. Maldito tramposo. Se siente en celo teniéndole tan cerca, y cuando su mano baja insinuante por su espalda no puede resistirlo y le besa. Otra promesa incumplida.

Al llegar a tu casa todo continúa. Se miran fijamente, hay ruido en sus miradas. Se notan a través de la ropa y las heridas, se hacen preguntas en silencio acercándose con una lentitud que hubiera dolido a cualquiera. Rorschach mete la mano entre sus piernas jodiendo el espacio de su coño, abriendo su infinito, respirando dentro de ella. Se besan.

A Rorschach le encanta follarse su boca con violencia, domesticar su mirada. A Carmen sentirle entre las piernas, como lame, hiere, succiona, besa todo su coño hasta que océanos ahogan su clítoris y la envilecen por completo. Rorschach se enamora de cómo cambia su cara cuando se la mete por primera vez. Carmen aprieta más y más, maceran juntos frases cortantes llenas de perversión y amor insoslayable. Horas de placer, antesala del infierno. Pero eso no importa: ahora son felices follando como animales mientras el siseo del gas hace los coros entre las sombras, al borde del abismo, a punto de caer. Y a pesar de ello, aferrados el uno al otro.

martes, 2 de diciembre de 2014

Me siento como una bufanda en agosto. Todo por follarme una canción con tus bragas en el bolsillo.

Uno de mis secretos tropieza con el Amor y cae sobre el Poema
Para intentar maquillar el Accidente
Solo hay que saber elegir el Disfraz adecuado
Antes de conocerte me funcionaba
El de hombre de Nieve en el desierto

Hebras de Vino, manos encallecidas de recuerdos
Ahora que estoy solo y mis Canas suspiran
¿El Dolor es la sombra de la Herida?
¿El Placer el templo de la Carne?
¿Es más más importante la Máscara o el Fuego?
¿Dónde escondes todas tus Sonrisas vulnerables?

Qué importa si eres Espejo
Si humillas a la Trascendencia cuando te desnudas
Si ya sufro una sequía de Contexto en tu ausencia
Si tus piernas -hermosas criaturas cinceladas en Belleza-
Consiguen que las Flores ganen la guerra a las piedras
Y convierten cualquier puente de Lucidez en ceniza blanca

Que importa si eres Muerte
Si tu piel de crucigrama forma figuras de helecho con sus lunares
Si has domesticado la Ternura
Si trazas con compás el círculo perfecto de un Abrazo
Que sólo el Silencio –ese bosque de Tacones sin dueño- puede reconocer

Qué importa que seas Brújula Rota, manzana Roja sin serpiente
Si ya me he enamorado de nuestro Error
Amañemos la Lógica y el Desaire
No quiero negociar el Equilibrio
Sólo quiero que beses los Ojos de mi piel

Y al final cuando Todo explote
Cuando el Poema ladre iracundo e intente devorarnos
Cuando la megafonía de tu Locura muestre el lado oculto de tu sonrisa
Seguiré escanciando palabras calientes en la herida de tu Sexo con mi lengua de poeta
Hasta que tu corazón deje de ser una Ventana tapiada
Y admitas que mi Decadencia
Fue la excusa perfecta para enamorarnos.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

No es necesario ser una casa para tener fantasmas.

La literatura es ofrendar memoria
Y buscar la fantasía en el pecado de tus labios
Por eso no hay que dejarse distraer por esos versos
Que gritan desde un agujero llamado Nevermore
Y amenazan con arrancarte los ojos

Hay que seguir escribiendo una y otra vez
En la arena de una playa llamada Vida
Continuar ahí donde Dios ha fracasado
Intentado superar lo efímero

Así es el poema: explota en tu pecho mientras intenta huir
Vive, como el amor, cuando deja surcos y arrugas en tu carne
Cuando las mariposas bailan un vals entrópico entre las pavesas de una hoguera de San Juan
Cuando tu mente, rompeolas con vocación de puente, se pone a jugar con el otoño de mi lengua
Y hacemos explotar juntos un mundo entre tus piernas

Y es cierto que en ocasiones a la angustia le crecen alas
Y hay que batirse en duelo para hacerla desaparecer
Pero peor sería un laberinto sin minotauro
Un paraíso aburrido donde las flores mueren de pie
Una vida sin sexo con aroma a cadalso
Una veleta sin cierzo, una polla sin ventanas
Un alma de tuerca que olvida el olor de la nieve

Por eso cuando te veo cruzar de un salto el osario de mis pensamientos
Con tu risa azul y una granada en la mano llamada Deseo
Sin pensar en las consecuencias
Queriendo follarte al abismo en un último gesto de canibalismo
Tengo miedo, mucho miedo
Porque al verte lo que quiero
Y necesito
Es pudrirme a tu lado
Beber de ti
Y ser libre.

lunes, 24 de noviembre de 2014

No desnudes mi amor, podrías encontrar una tumba. No desnudes mi risa de mutilado, podrías encontrar el amor.

Podría dedicarme a ser el tren que pasa siempre de largo ante tu mirada
El poeta inédito que te guarda en una carpeta junto a los borradores
Podría insultar al reloj y entregarme a la cacería
Al charco de ciervos azules y caricia animal
A los huecos por besar que viven en la noche madrileña

Podría convertirme en bala de plata, catapulta o cadalso
En el carmín del último cigarro que abandonaste en mi casa
Podría recortar los ojos al cielo nocturno
Y manchar de vino todas tus cartas

Podría besar el musgo del cuchillo, ser orgasmo de sequía
Barco de papel en delicada tempestad, turbulencia de fría desidia
Podría pensar que el tiempo es la fruta podrida del árbol del deseo
Y negarme a ser la puta de tus besos
Podría derretirme en el suelo recién fregado de la cocina
Con tal de no vivir con tu nombre atragantado.

Y todo, ¿para qué?
Si al difamar tu atalaya de carne
El mundo se transforma en algo vulgar y gris
Si yo lo que quiero es seguir hilando poemas
En la eternidad azul que se esconde entre tus piernas
Envilecer tu clítoris lleno de ojeras y partirte en dos con mi lengua
Poner letra a la canción que mis cojones tallan en tu carne
A los jadeos de lirio blanco que fustigan tus mejillas de neón

Por eso ven aquí, mirada de jardín
Déjame esconder esa bufanda que llevas siempre empapada
De efímeros y puntos suspensivos
Déjame buscar el amor en el fondo de tu garganta, bailar un vals con tus arcadas
Déjame dibujar rayuelas de saliva en la trinchera de tu cuerpo
Déjame entrar en ti con violencia

Gira tu belleza hacia mi boca
Transfórmame en vaho despeinado
En pared enamorada

Y derríbame.

martes, 18 de noviembre de 2014

El miedo lo domina todo. Por eso escúchame, ante la duda: ama, ama y ensancha el alma. Crea, conviértete en el héroe de tu propia mierda. Y no mires atrás.

Estoy nervioso, ya noto el petricor acercándose, los arcos blancos reclamando el cielo. Me trago dos pastillas. Después de la operación el neurocirujano me aseguró que tenía mucha suerte de seguir vivo, pero que habría “cambios”. Sí, ahora sé a qué se refería: tengo la percepción de que las cosas a mí alrededor suceden demasiado rápido, me siento lento, como si mi mente estuviera inmersa en el barro y le costase funcionar. Pero todavía tengo a María, no sé cómo conseguí, a pesar de todo, convencerla de que se casara conmigo. Debería despertarla, me pongo frenético cuando hay tormenta por la noche, pero no quiero molestarla, debo intentar superarlo solo. Vislumbro un relámpago, cuento los segundos, uno, dos, cinco, diez… sí, la tenemos casi encima. Ya noto como empieza la migraña, si se quedase solo en eso… pero luego llega ese ruido dentro de mi cabeza, una especie de pitido, como un dial mal sintonizado. Me pongo los cascos del iPod e intento taparlo subiendo el volumen al máximo, pero es imposible, sigue ahí, progresando como un topo dentro de mi cerebro.

Puto accidente. Las imágenes vuelven: todos riendo, la tormenta, ese rayo cayendo cerca de nosotros, perder el control del coche, mi masa encefálica sobre el salpicadero, el olor a quemado de los cuerpos… Sigo vivo gracias a una placa de metal en la sien. Pero el dolor siempre está ahí, un dolor frío, apelmazado, metálico. Por la noche, en sueños, me rasco la zona y siempre amanezco con la almohada llena de sangre. Los médicos dicen que es un dolor psicosomático, que la operación salió bien, que no hay ninguna razón para mis síntomas. Pero sé lo que siento. Y cuando hay tormenta todo se agrava. El pitido resulta tan enloquecedor que me entran deseos de quitarme esta puta placa y meter mis dedos en mi cerebro, hurgar en la herida y rascarme hasta que no quede nada.

Me tomo dos pastillas más. Llevo demasiadas pero no me importa. Empiezo a masturbarme, una forma vulgar de contrarrestar el dolor. Agarro mi polla como si fuera una zarza ardiente y rezo delante de la ventana como si todavía estuviera sangrando en ese coche. El orgasmo me convierte en un glacial rompiéndose, derritiéndose en destellos de nieve sucia que la lluvia limpia de significado. Unos segundos de placidez antes de volver al pitido. Un pitido centuplicado, mucho más intenso, como un hierro al rojo vivo atravesando mi cerebro de lado a lado.

La tormenta está sobre mi cabeza. Todo se nubla. Es como si fuera un hormiguero y viera a Dios acercándose con una lupa un día soleado. Un sabor agrio sube por mi garganta, empiezo a golpear la pared con los puños. Noto que alguien me sujeta pero un filtro rojo se acomoda delante de mis ojos y es como si el mundo doblara su bolsillo y me metiera dentro. El pitido lo cubre todo, no puedo luchar contra él. Pero también escucho gritos de fondo, no, no, no, más no. Aprieto y aprieto hasta que el estertor es silencio. 

Me despierto de golpe. La tormenta ha pasado. Se filtran los primeros rayos de sol a través de la cortina. Siento el peso de tu cuerpo sobre la cama. Cierro los ojos, no quiero mirar. Te recuerdo ayer, justo aquí, cuando me decías entre risas que deberíamos mudarnos al desierto. Allí nunca llueve añadías con una sonrisa, y el amor, nuestro amor, nunca se secaría.

viernes, 14 de noviembre de 2014

La esquizofrenia del teclado, el huracán de palabras sin dueño de un corazón agorafóbico que mendiga por las tardes en el metro de Madrid para su marcapasos de viento.

Tu recuerdo es como un ovillo de lana azul
Que se esparce por el suelo
El gato lo mira con codicia, planea su emboscada, ¿debería impedírselo?

Recuerdo cuando me acerqué a ti
Y te dije: “Disculpa, estás apoyada en mi abrazo…”
Recuerdo cuando dibujaba con gasolina tu retrato
En mi corazón de madera
Ya entonces todos me advertían
Que tuviera cuidado con tus labios de fósforo.

Tu alma estaba llena de roces subterráneos
De sonrisas preñadas de laberintos
De horas medidas con compas
Por eso, cuando era de noche, tragabas tus pastillas
Y avanzabas por el pasillo a esperar a todos tus monstruos
Querías que te hicieran real
O te hicieran añicos

Como si ese gesto pudiera romper la arquitectura de la nada
Como si caer fuera la forma más sencilla de volar
Como si no hubiera ninguna posibilidad de rescate

El problema es que todos creemos tener aptitud de pájaro
Cuando la mayoría solo somos niños traviesos
Que juegan a mojarse sus alas de arcilla
En charcos de vértigo y juegos violentos
Como pestañas cayendo avergonzadas ante el empujón sórdido

Intenté hacer puntería con mi corazón itifálico en tu columpio azul
Y aunque el impacto resonó como un incendio recién nacido
Fracasé
Y no pude salvarnos.



*********

Mis primeros años de universidad fueron una época extraña. Vivía de alquiler con dos amigos más en un piso casi en ruinas de Lavapiés, trabajaba unas horas por la noche de reponedor en un centro comercial y pensaba que la vida se reducía a consumirse el fin de semana en el camino del exceso. Hablábamos de Kierkegaard o Camus y luego nos echábamos a reír porque teníamos la convicción de que solo Bukowski había llegado a encontrar un simulacro de verdad en sus libros.

Y llegaba el fin de semana. Canciones de Barricada. Extremoduro. Chupitos de tequila hundiéndose en los minis de cerveza. Bailes, invitaciones al baño, subir faldas con una sonrisa. Un latido rompiéndose en sístole y diástole. Ciudades de carne que se conquistaban durante unas horas. Kaddish. Éramos las putas del caos, sabíamos que la vida era una concatenación de dolor, frustración y grandes decepciones. Una clase de esgrima repleta de sangre y anzuelos. Por eso queríamos aprovechar el momento, no queríamos asustar a Peter Punk con la luz, ya nos obligarían las circunstancias. Mientras tantos había que seguir huyendo hacia delante. La vida parecía un bar de blancas paredes acolchadas donde cualquiera podía convertirse en isla. En ruido. En sonrisa torcida. O incluso en Arte.

Las mujeres, oh, sí, siempre fue ese el gran problema. Recuerdo que la vi acercarse como un accidente implacable, como si tuviera complejo de polilla y su luz me impidiera moverme. Intenté mantener mi pose de misógino trasnochado, pero ya era demasiado tarde. Marta era adorable y también jodidamente infame. Era el gas que guiña el ojo antes de la explosión. La tesorera de manchas de Rorschach que se abría de piernas ante el silbido del poema y la pornografía hostil de mis dedos. La que exigía condones a los terremotos para compensar las molestias. Su coño era una flor que caía y aplastaba con su incendio la mente. Nunca llegué a descubrir si su bipolaridad era un crisol de pasión vocacional o una enfermedad. Reía mientras daba la vuelta al colchón de la realidad y te descubría la mancha de sangre que había al otro lado y que nadie excepto ella era capaz de ver. Había perversión en su romanticismo. Había cortes en los antebrazos. Y misterios. Y fe impostada. Y gusanos hambrientos. Y ese recuerdo frío e incómodo cuando me exigió amor a gritos en el cementerio de Alcobendas. 

Con ella el amor no parecía una perogrullada, un invento de trovadores resentidos. El amor era el olor a gasolina de su coño, sus silencios, su languidez, su cinismo cruel, el color de sus ojos después el orgasmo, las cicatrices y las canciones compartidas. Y sobre todo sus perfectas felaciones, la forma en que adoraba mi polla entre sus labios, su generosidad, su devoción al introducirla en la boca y acariciarla con la lengua. Ese morbo cuando me miraba a los ojos mientras me corría. Se alzaba y me besaba con fuerza, mi estertor blanco en su boca, el sabor de nuestros hijos no-natos mezclándose con cierto poso de esperanza que la vida todavía no se había encargado de destruir.

¿Qué importaba el dolor prospectivo? ¿Qué importaba el sacrificio cuando su exorcismo de belleza me cubría de tierra y me follaba? Nada. Nada. Nada. Tú eras mi saliva de exilio. Mi brote esquizoide. Mis besos en morse. Sucumbir a la cleptomanía ninfómana de tu boca siempre me pareció la forma más espectacular de equivocarse.

Aquella noche preguntaste: “¿Dónde está tu dignidad? Y respondí: “Allí, junto al ejercito invencible de tus tacones” Así terminó todo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

La Poesía es un mundo suicidándose por las grietas de mi cerebro.

El poema es el juguete roto de unos niños que ya se han hecho mayores
Un deicidio vulgar el lunes por la tarde
Un mago desnutrido que nos ayuda a maquillar de nuevo todos los abrazos
Es una caja de palabras que contiene un te quiero, dos te amo y tres lo siento
Y que también esconde caricias, orgasmos y miles de huidas

El poema es el momento de gloria del loco intentando hacer arder el corazón de las cosas
Cuestionando el deseo, enamorándose de los charcos que pisa
Anhelando el mordisco de luz de un faro muerto
Buscando rosas de luna y mariposas descalzas en los muros del cementerio
Amando a una musa de cristal
Con un corazón de lirios salvajes entre las piernas.

El poema son las explosiones de tu ropa interior
Tu cuerpo de placer habitado donde el tiempo pierde siempre el equilibrio
Los celos de la rutina ante las cosas imposibles que sueñan las arrugas de tu cama
Los clavos en la madera privada de la nostalgia

El poema son mis manos ensoñándote
Dibujando versos que siempre dudan entre ser espejismo o espejo
El poema es un estertor de nieve cubriéndolo todo y tus ojos azules como única compañía
El poema es la palabra nosotros como única oportunidad de redención.

El poema, mi querida niña vaginaria
Corazoño delicioso
El poema eres tú
No me obligues a repetirlo y vuelve aquí
Mis sábanas te echan de menos.

Slo-Mo-Tion by Marilyn Manson on Grooveshark

domingo, 9 de noviembre de 2014

Lo más importante es querer atravesar el fuego de sus ojos azules.

El presente bosteza: necesitas una lección. Te cojo del pelo y te tumbo sobre mí. Bajo con rudeza tus pantalones y te inmovilizo con una mano. Acaricio tu precioso culo. Ninguna palabra. La mano rígida desciende. Un azote. Gimes. El calor se extiende. Te acaricio. La mano aumenta el recorrido y vuelve a caer con fuerza. Dos veces. El sonido nos excita. Te muerdo el culo. Vuelves a gemir. Te ordeno silencio.

Aparto el tanga, recorro con mis dedos tu coño: estás mojada. Tres azotes y ya estás entregada. Jodida enferma. Subo la mano, sigo azotándote. Uno. Dos. Tres. Cinco. Diez. El culo rojo. Lo acaricio. Un dedo resbala dentro de ti. Bien. Bien. Bien… Me suplicas que te meta otro. Pronunciamos palabras de posesividad atávica mal vistas en una sociedad patriarcal de hipócritas y reprimidos. A mí me gusta someterte con ese lenguaje sórdido. Y que luego tú, con esa victoria sádica de tu ego ciclotímico, me atrapes entre tus piernas, me arañes la espalda, me muerdas el labio hasta que sangre. Quizás pensamos que nuestra derrota nos hará invencibles a pesar incluso de nosotros mismos. Por eso no nos rendimos totalmente a la belleza de la otredad, como dos indigentes emocionales que quieren pasar juntos el invierno.

Quizás nos sentimos atrapados por el instinto, como el salmón del Pacifico, nadando contracorriente para desovar y morir. Pero, ¿qué importa? Ahora solo quiero convertirme en el piercing de tu pezón, atravesar tu carne y quedarme enquistado en ti como un virus. Enciendo una vela para calmarme. Te hago una señal y me la empiezas a chupar, llenas tu garganta de náusea. El sonido acogedor de mis cojones golpeándote la cara me excita demasiado, aumento el ritmo. Pero no. no quiero correrme todavía, quiero más. Cojo una vela y deslizo gotas de cera sobre tu ombligo. Empiezo a recorrer tu cuerpo. Tú te entumeces, gritas, intentas resistirte. Te agarro las manos por detrás de la cabeza y empiezo a metértela. Cada gota de cera caliente que cae sobre tu cuerpo es acompañada por una embestida rápida y brutal. Gritas de dolor pero tus contracciones horadan mi polla. Tus pezones arden, pero te gusta el juego, tu mente transforma el dolor en placer, lubricas con mi brusquedad. Y ahí viene, gimes más y más fuerte, y por fin te inunda el orgasmo de sinapsis rotas.

Bien. Descansa un poco, mi pequeña flor destripada. Esto no ha hecho nada más que empezar.

Quemo tus cartas, y es como besar, con las venas llenas de barro, el recuerdo de tus pisadas sobre el asfalto de mi necesidad.

Me llamo Carlos, trabajo de noche como encargado de aparcamiento cerca de una discoteca. Los fines de semana tengo que aguantar muchas idioteces de la gentuza que sale de fiesta pero en general es un trabajo tranquilo. Soy un romántico. Mi ulcera también. Tengo pocos amigos, todos ya casados y con hijos, la vida más o menos encauzada. Me deprime quedar con ellos, yo solo he tenido una relación que haya durado más de un año, hace ya bastante tiempo. Ha habido otras cosas, pero han sido más bien pequeñas intentonas sentimentales que no han acabado demasiado bien. Reconozco que no hay demasiada épica en mi vida.
Comencé con el blog porque la jornada laboral se me hacía eterna, necesitaba un divertimento, luchar contra las ojeras del alma, deshilachar mis ansiedades. Es un mundo más sencillo en el que jugar. Leer a Benedetti, plagiarle sutilmente y esperar. Al día siguiente esas mezcolanzas de suspiros y desvelos románticos regurgitados surten efecto y empiezo a recibir tórridos correos de mi cohorte de admiradoras. Una vez quedé con una de ellas. Pero la cita fue un desastre: estaba decepcionada y no podía disimularlo. Supongo que esperaba a otra persona, alguien más joven, mejor vestido, con una voz más poderosa, más alto. Quién sabe. Supongo que en su fantasía yo era el típico macho alfa acostumbrado a doblegar una falda airada con apenas dos gestos displicentes. Pero no soy así, si lo fuera no golpearía el teclado con esa rabia, con esa frustración. No he vuelto a quedar con nadie más.
También pienso mucho en mi vecina. Me gustaría escribir sobre ella pero algo me echa para atrás. Es una mujer tan atractiva: alta, esbelta, pelo castaño cubriéndole media espalda, un cuerpo increíble. Me llama mucho la atención que siempre lleva algo rojo; a veces es una cinta para el pelo, la falda, un cinturón, una pulsera, el maquillaje... Estoy seguro de que también predomina ese color en su lencería, en sus cajones de ropa interior. Coincidimos al tomar el ascensor, de madrugada, justo cuando vuelvo del trabajo. Pero ella parece que viene de un mundo diferente, con sus tacones exhaustos, el pelo revuelto y los ojos inermes. No sé, es todo muy extraño, ni siquiera hablamos, solo nos miramos durante unos segundos como en un espejo en el que no terminásemos de reconocernos. A veces pasan semanas sin que la vea y en otras ocasiones coincidimos durante días. Creo que me he enamorado, y me resulta una idea tan ridícula que debe de ser verdad.

Volviendo al tema del blog, ¿acaso me puedo quejar? Es una simple proyección de la realidad: estamos inmersos en un supermercado de carne, somos máquinas de follar defectuosos que intentan respetar la fecha de caducidad de unos sentimientos que solo sirven como anzuelo a un reloj hormonal. Sueno demasiado cínico, pero no creo estar equivocado. En cualquier caso ahora mismo solo hablo con Erin. Me gusta porque es real, honesta, no hay sublimación ni artificio en la forma en la que escribe. Además tenemos muchas cosas en común: los dos sobrevivimos con escaso éxito a las vicisitudes de la vida. Su problema concreto es que está enamorada de alguien cercano pero ni siquiera se atreve a hablar con él, tiene un miedo fóbico al rechazo. Nunca hemos hablado de quedar o vernos en persona. Reconozco que me gustaría pero, ¿para qué? Nos va bien así, me conformo tal y como están las cosas. Somos tan antisociales que si no fuera por el trabajo solo nos relacionaríamos con el mundo exterior a través de una pantalla de ordenador.
Pero ahora mismo su charla tampoco ayuda demasiado. Me estoy convirtiendo en un amargado, en un misántropo, la frustración convierte las borracheras después del trabajo en algo habitual. Ya no hay poesía en lo que escribo, más bien misoginia barata. Ellas pueden elegir, ¿por qué yo no? El blog deja de divertirme y decido borrarlo, cortar toda relación por correo y empezar a recorrer las alcantarillas de la vida real. No me va demasiado bien, soy despedazado por balas con falda que besan el hueso y violan la carne, y con misérrima dignidad lo único que se me ocurre es faltar cada vez más al trabajo y brindar por el festín ajeno una y otra vez hasta que la noche termina.
Una de esas noches vuelvo borracho, con el alma aguada por las malas experiencias. Estoy al límite, me tambaleo frente a la escalera y finalmente me rindo y me dejo caer. Y es así como la tragedia se abate sobre mí: un sonido, mi vecina, zapatos rojos de aguja disolviéndose tras ella. Se asusta al verme y no puede evitar que aparezca en su cara una mueca de desprecio. En ese momento algo se rompe en mi interior y todo el resentimiento explota: me levanto con furia, la empujo contra la pared y empiezo a meterle mano. Ella se resiste pero no me detengo. Palabras sucias muerden mi aliento, la tiro al suelo y caigo sobre ella, empiezo a desnudarla, destrozo su blusa, le subo la falda, mis manos atenazan su cuerpo con agresividad. Pero algo me detiene: no, no puedo hacerlo, así no. Me incorporo cómo puedo y balbuceo unas palabras de disculpa. Ella se levanta lentamente, un llanto seco le atraviesa la cara. Recompone su ropa, se queda unos instantes eternos delante de mí, mirándome fijamente como si fuera un insecto, una grieta en la pared, y así, sin más, se da la vuelta y sube en el ascensor sin decir nada.
Pasan unos días. Pregunto a los vecinos por ella. Se ha mudado. Nadie sabe dónde. Quiero encontrarla. Disculparme de nuevo, acompañarla a la comisaria para que me denuncie. Pasa una semana. No me llega ninguna notificación. Me obsesiono. Dejo de comer. No consigo olvidar esa mirada. Me doy asco a mí mismo. Soy una mierda. Un monstruo. No consigo trabajar. Pido una excedencia. No salgo de casa, no quiero hablar ni ver a nadie. Ni siquiera miro el correo. Pasan tres meses. Mi familia me llama alguna vez pero ya ni siquiera me molesto en disimular. Han pasado cuatro meses cuando recibo una llamada de Erin. Es la primera vez que me llama, que escucho su voz, la tenía preocupada. No le cuento nada, solo que estoy deprimido. Pasan unos días y en un extraño impulso decido devolverle la llamada. La conversación fluye. Le pregunto qué tal le va. Se ríe con amargura y me confiesa que está destrozada, su historia no terminó muy bien y ahora tiene miedo a enamorarse de nuevo. Sentimos una empatía inmediata por el dolor del otro y no ahondamos en los detalles. Pasa el tiempo, hay más risas y menos dolor en las conversaciones. Empezamos a hablar más a menudo, casi a diario, algo empieza a despertar entre nuestras soledades, algo que busca ser correspondido. Sin embargo no nos atrevemos aún a dar el paso. Solo llamadas, ni fotos, ni Skype. Resulta absurdo y dos meses después de su primera llamada me lanzo: Erin, vamos, no podemos alargarlo más, quedemos. Hay un silencio larguísimo al otro lado del teléfono hasta que una risa nerviosa impulsa la respuesta: sí, adelante. Veámonos por fin en persona.

Llego diez minutos antes al restaurante. Me siento y pienso en ella, ¿es posible enamorarse de otra persona llenado el vacío físico con palabras, con correos llenos de párrafos sinceros, viscerales, que te excitan, te violentan, que conectan directamente con el centro de tu ser? ¿Es posible que una voz te haga temblar, consiga que todos tus sentidos estén atentos a cada matiz, a cada inflexión? Sonrío: sí, es posible.

Justo en ese momento escucho con total claridad, por encima del ruido del restaurante, unos tacones acercándose al reservado. Y en esos dos segundos antes de que todo el futuro se desvanezca en un estertor rojo, tengo la absoluta certeza de que algunas personas, lo merezcan o no, nunca tendrán un final feliz.

viernes, 31 de octubre de 2014

Mi polla sigue recitando poesía con poca lucidez. La escena se desmonta como el juguete de un niño sádico.

Hace años tenía un corazón de viento
Por eso llevaba piedras en los bolsillos
Para poder anclarme a tu puzzle de cristales rotos
Al tic-tac interior de tu piel de lápida
Quería convertirme en el guante de tu forma olvidada

Y cuando la noche se derramaba sobre nuestros nombres
Los monstruos se asustaban y se escondían debajo de la cama
Envidiosos, con ira, admirados de nuestra genialidad
De cómo desvestía el cinismo de tu voz con saliva
Y hacíamos el amor rodeados de gas y ventanas cerradas
Entre el fango de una cama con forma de corazón
Y un harén de nihilismo crispado
Entre alas de mariposa oscura y caníbal
Y cintas de cuero que atan y amordazan el sexo

Mis labios crepitaban como brasas ardientes sobre tu cuerpo
Éramos un borrón de tinta roja manchando las sabanas
Vomitando vértigo, dudando si llegaría antes la palabra o la explosión
Sin saber si podríamos saciar nuestra hambre
Robando rosas del jardín de la Poesía

Ahora soy un simple proxeneta
Enviando una y otra vez mis palabras 
Al mismo desierto emocional
Intentando iluminar la belleza de lo transitorio
Ahora las piedras son mis huesos
Que gritan tu nombre en voz baja
Que duermen en tu herida y me dividen

La música se apaga, me siento solo
Un treinta y uno de octubre desfallece en el suelo
Otoño de perplejidades, estantiguas y pozos sin cuerda
Mi amor tirita entre calambres, deshilachado,
Huye del silencio, intenta no desaparecer
Pero el chatarrero viene a recoger todas las palabras
Que escribiste sobre mi mano
Esas que, como besos muertos sin dueño, sustituyen mi dolor

A veces para entender la realidad
Hay que vestirla de ficción
Acicalarla con la hipérbole
Y dejar atrás el olor a precipicio.

lunes, 27 de octubre de 2014

Soy una isla sombreada de lluvia y juncos de viento. La soledad es esperarte.

La noche se arrodilla sobre el gesto
Como una puta ante otro cliente sudoroso
Todo se marchita
A fin de cuentas todas las heridas tienen un lecho
Sólo tienes que arroparlas con el manto de una cicatriz
O un recuerdo

Estamos aquí pero nadie nos salva
Tengo una piel demasiado fina e ingenua
Para estos pensamientos que ahorcan
En un baile de miedo eterno y contagioso

Y aunque los poemas son interiores que aspiran a vencer a la nada persiguiendo la certeza
Creo que el amor engendra más brusquedad que poesía
A fin de cuentas el deseo es violento por definición, idiosincrasia de fauces de acero

Otro secreto: El talento es hermafrodita
Siempre te abandona en la encrucijada donde discuten el genio y el loco
No mires al cielo, coge el cuchillo y busca en tu interior
Ábrete sin metáforas
Busca el bosque que repta, ahí están las respuestas

Y como un suspiro que se desliza por las grietas del techo
Llega el ángel de ojos azules con su sonrisa desquiciada
Y nos convertimos en uróboros de sudor, carne y saliva

Sí, querida Muerte, cuervo de alas de cristal
Hazme mujer
Préñame con tu paroxismo animal
Prefiero eso a recordar
¿Acaso la flor perfuma los dedos que la cortan?

lunes, 20 de octubre de 2014

Somos como máquinas de follar estropeadas buscando sentimientos con una linterna, personas cuyas cicatrices, de lejos, parecen sonrisas imposibles.

Hay algo en mí que susurra decadencia, como un tiovivo mudo que gira enloquecido a través del espejo. Sigo bebiendo y pienso que siempre hay excusa para el primer dolor. Lo demás es ambición masoquista. Inanición sentimental. El eje podrido de Bukowski. Una flor destripada que escucha voces. Musa. Fetiche. Ofrenda. Basura. Cadáver. Quise anidar en tu mano y me desvestiste de existencia y aire, como si penetrar mis huecos fuera poseerme. Y fue así como encontré sonrisas llenas de imperfección debajo del edredón. Cojo el vaso de vodka, trago trozos de bombilla que me oscurecen garganta abajo. Mi mente pierde el equilibrio y el cristal estalla contra el suelo. Todo es inútil, para mí nunca ha existido demasiada diferencia entre puntos suspensivos y un punto y aparte, entre dejarme vivir o dejarme morir.

Y ese grito sordo que nace de las entrañas cobra forma de bestia. Se arrastra por suelo con mirada lasciva, me sabe suya, disfruta del momento. Me ataca, arrancando, masticando, consumiendo partes de mí que creía importantes, y luego se va gruñendo de satisfacción.

Él me encuentra al amanecer, todavía me retuerzo de dolor. Me llama cobarde. Pero no importa, su rostro es un muro que ya no tengo necesidad de escalar. La loba esteparia ya no tiene miedo a la navaja.

sábado, 18 de octubre de 2014

Robar flores tiene más sentido que amar porque su belleza dura más que los sentimientos.

Los semáforos parpadean como nudillos gastados
En un Madrid que te convierte en un anuncio en blanco y negro
En anónimo
En kamikaze
En un cigarro temerario que se enamora del aire y sucumbe al fuego

Estoy borracho y algo sobrio
Te llamo varias veces
Pero dejas que mis sentimientos se sequen en tu contestador
Inquietante estado de puntos suspensivos, ¿lo has olvidado ya?
Cuando éramos asesinos impenitentes que aprovechan su libertad condicional para volver al lugar del crimen
Cuando me follaba fuerte y duro ese amor de precipicio que dibujaba garabatos en mi pecho
Cuando el incendio ansioso de tu coño se desbordaba y nos convertía en bosque de palabras
Cuando nos mecíamos en el sonido de tu piel contra mi piel y yo dibujaba tu nombre con el carboncillo azul de mi corazón
Cuando mi ventana encendida era tu faro de medianoche y creíamos que solo los locos podían cicatrizar el mundo
Cuando éramos espejos de piel, nudo de sabanas caníbales, violencia ebria, ternura pornográfica, enjambre de sangre blanca
Cuando te mantenía mojada mientras el mundo, allá afuera, se moría de sed
Cuando follábamos hasta que reventaban las costuras y el frío de tu interior inundaba la habitación

Quizás solo querías ser piel efímera habitada a golpes de cadera
Sin pertenecer a nadie
Ni siquiera a ti misma

Y aunque ahora debo limpiar los jadeos de pólvora
Y los besos de tinta de las sabanas
Corrernos juntos
Siempre será
La forma más perfecta y hermosa
Que tuvimos
De equivocarnos.

viernes, 17 de octubre de 2014

Hay imágenes que estorban, pero que al tapar el mundo lo muestran en su indecorosa desnudez.

Soy la anoxia que te provoca la realidad a bocajarro
Soy treinta y seis años de vanidad herida, de amor sin lírica colgando de los cojones
Soy párrafos con forma de bala de carmín para adictos a la droga dura de la melancolía
Soy la sensación de fracaso, el alcoholismo de madrugada, el accidente sentimental y los dibujos en tiza blanca que no son rayuelas
Soy la mente rota, la muñeca hinchable que no te da conversación, el mendigo buscando monedas por el suelo para otro trago
Soy el condón que se rompe mientras finges un orgasmo, el tatuaje que te haces para sentir algo real sobre tu piel
Soy una esquela, un carnet de biblioteca caducado, un aullido, un puñetazo contra la pared a diez centímetros de tu cara
Soy batas blancas recetando felicidad, disolviendo pastillas en tu coño, abotargando angustia y alma a partes iguales
Soy la nube de cristales rotos que te follas porque crees que junto a mí podrás pintar de otro color las rejas de tu prisión
Soy el que te señala a la reina de las mentiras vestida de puta y grita: POESÍA
Soy el que te escucha hablar de bolsas de platico que se transforman en nubes pero por la noche te aprieta la garganta y te azota con la fusta
Soy el que piensa que el amor es una cabaña de piel desmoronándose en el suelo de un ascensor estropeado
Soy el pájaro que cae abatido desde la azotea de tus labios y se inmola en el altar de sacrificios de tu coño
Soy, en definitiva, el genio del realismo lírico, una antorcha de amor masoquista que se ilumina, tiembla y muere ante el recuerdo de su voz azul.

Fóllate mi decadencia y sigue leyendo.

jueves, 2 de octubre de 2014

Podríamos decir que la metáfora de todo esto es que a veces entro en la ducha pensando en el suicidio y termino masturbándome.

Siete de la tarde. Locura. Fingimiento. Panero. Bukowski. Herrumbre. Sísifo y su piedra. Yo y mi cerveza. Tres. Cuatro. Quizás cinco. Fricción no existencial. Fisuras en lugares incómodos de mi cabeza. Incendiar las cortinas del prostíbulo con recuerdos románticos. Flotar lentamente en el sopor del hachís. Escribir como un tartamudo. Banda sonora: Nine Inch Nails, Trent Reznor. Tristeza exhibicionista. Las sabanas un escenario de violencia. Me duele la cabeza. Estado mental: jodido. Lobo estepario rodeado de mensajeros analfabetos. Desdén ante las modas y cualquier comportamiento normal. Aburrimiento. Prefiero observar los uróboros atrapados bajo mi piel. Como se mueven, espías de un jardín abandonado. Seguimos con los errores: recuerdo tu falda airada, tu gesto agrio, tu coño ardiente. El amor. Amor destructivo. Pegajoso. Genital. Tierno por equivocación. Inestable. Insomne. Vulgar. Traumático. Brusco. Promiscuo. Desequilibrado. Voraz. Violento. Fanático. Turbio. Melancólico. Pornográfico. Mudo. Torpe. Sofisticado. Taciturno. Catatónico. Desafinado. Perpetuo. Abominable.

No sé de qué cojones estoy hablando, no sigas leyendo. Nadie coge el teléfono en el manicomio, ¿quién eres tú? Ah, ya, eres la que confunde azotar con evocar, la de los tacones infinitos con forma de molino de viento, la que intenta convertir mi infierno un lugar habitable. Eres la jaula de huesos, la guerra sin soldados, el mar sin puerto pero con un faro abandonado, eres la flecha con resaca, la psicopatía más dulce, la niña triste que juega de noche en las calles del otoño y esconde debajo de mi almohada un punzón.

¿No has intentando nunca ordenar el caos de tu vida en jodidas metáforas sin sentido? Gestos de fracaso que se derrumban sin demasiado ruido. Joder. Otra cerveza. Vamos. Ven. Bailemos, sigamos practicando la tragedia.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Con esa sutil disposición a ser desarmada.

La madrugada se convierte en un cementerio de elefantes buscando un párrafo en blanco donde morir, un estertor que busca la mirada condescendiente de un público sin ganas de perdonar ¿Por qué morir? ¿Y la tectónica inversa? Para qué vivir, amar, follar, existir, eyacular, humedecer, idealizar, escribir, exponerse, drogarse, beber, amar el quietismo, ladrar al fracaso, permanecer en Madrid, Granada o Barcelona, escuchar una canción deprimente en bucle, resistir, masturbarse con algo que no existe, apagar el teléfono, hablar de Amélie, follar sin condón, dar portazos, coquetear brutalmente con ordenadores, hacer el boca a boca a una mujer con síndrome de duermevela eterno, practicar el sepukku contagioso con alguien que apesta a gasolina, leer para mentir mejor, creerse especial cuando eres una planta con simulacro de conciencia, robar el timón y pedir lealtad al viento, matar a las ratas que roen tus entrañas.

El canto del pájaro azul es orgulloso, real, enfático. Las cosas más importantes son inaprensibles. No quiero mantener una sonrisa boba ante tanto horror, no quiero ser políticamente correcto, ni hablar con eufemismos de follar o del desamor que vomita el alcohólico por las noches. No quiero tener éxito si eso implica no tener tiempo libre para pensar. No quiero ser una etiqueta, ni amar bellezas con etiqueta de rebajas. No quiero madrugar. No quiero mirar el cenicero lleno de colillas en una casa sin luz.

Por eso ven. Escucha el sutil piano volviéndose loco en su hartazgo. Ven. Saca tu desgarbado amor del bolso y naufraga conmigo. Es una forma como otra cualquiera de tentar al presente. Déjame vencerme en tus ojos, acariciar con mis pestañas el sueño de tu risa, convertir tu cuerpo en vocación para mis manos. Seamos baño de sudor y delicadezas. Muro de pensamientos. Ojos con sombras de cruz quemada y resurrección. Podemos columpiarnos con medio cuerpo fuera de la ventana, mirar al suelo, y reírnos de lo fácil que resultaría todo.

Follar. Tu voz convertida en perfume de pájaros en celo. Tu cuerpo un viento hambriento que se arquea con mis embestidas, que dibuja pinceladas de color en tu rostro. El orgasmo que para los relojes y tatúa mi polla en tu cerebro. Convertidos en un charquito de semen donde se refleja la luna y tres besos de pólvora. Los dos necesitamos algo trascendente e imposible, no solo cuerpos repletos de masoquismo existencial. Déjame esconderme dentro de ti, mientras me sonríes como si el fin del mundo estuviera sobrevolando el alfeizar de tu mente.

domingo, 21 de septiembre de 2014

La niebla en la garganta se sigue expandiendo, pronto, siempre demasiado pronto, moriremos todos de normalidad.

La realidad no imita al arte, la realidad se compra con dinero. Y a pesar de ello hay cierta belleza en la destrucción, en el ruido de las balas de arena, en los caramelos llenos de cuchillas de afeitar, en los frescos de sangre que forman los vasos heridos. Y tu ser gotea, se escapa de mi boca formando un círculo de moho, como una mosca analfabeta que se golpea una y otra vez contra el cristal de la ventana hasta morir. 

El día ha sido como una mota de polvo. La luz de la farola entra sin prisa, no se inmuta ni finge sorpresa ante el perfil del cuchillo. Noches ínfimas, toda la casa sufre la falta de sentido. Incluso la nevera, en su lenguaje sintético de freón, purga su llanto en forma de ruidos extraños, congelando su propio vacío. Ángulos difuntos. Piensa, ¿cuántas cosas puedes salvar de la falta de milagros solo con un poco de calor? Se ha acabado el Haloperidol y siento el ronroneo de los buitres sobre mi piel. Mi mente sangra, pero intento fabricar mis alas con vino y escarcha, con una mueca de carne y un par de silencios.

El amor, un virus, una fiebre psicótica que nos reúne en la sección de congelados, con su cola de espera, sus tickets descuento, su cadena de frío que no hay que estropear, su caducidad, su sabor prestado que solo llena estómagos, animales-hormonas-orgasmo-niños-vejez-muerte-bucle.

Pero llueve. Dentro de mí.

Tengo tu número de móvil y una historia preparada, seré de nuevo tu metáfora, la compresa donde vuelques tu copa de vodka, la cara donde eyacules tu otoño mientras doblegas a golpes de cadera la primavera de mi coño. No quiero ser tu pareja, ni tu puta, solo quiero otra cicatriz. Sí, me lo tragaré todo. Ven, hazme daño. Duerme en mi sueño, aunque después de follar la calma huela a muerte y volvamos a ser solo carne sobria de pasión.

Después sola, como siempre, pondré una lavadora y miraré embelesada como giran y giran las sabanas, mi ropa interior empapada de ti, como se ahogan todos esos millones de posibilidades de vida. Y a pesar de tan alegre genocidio, no podré evitar desear, al menos por un instante, estar también ahí, centrifugándome y limpiándome de toda posibilidad.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Amar es cambiar sin traicionarte. El suicidio es la sonrisa de un ángel.

El orgasmo es carne saturada de pensamiento. Pones la calefacción, frotas mis manos, me acaricias acercando tu cuerpo, pero no consigues que entre en calor, sigo siendo fría, fría…fría. Y me compadeces por esa extrema pobreza sin saber que ese frío del que tanto te quejas es lo único que aún sé que es mío, algo que nadie ha conseguido arrebatarme aún.

Y la ciudad amanece mientras eyaculas palabras escogidas para que mis rodillas sean esclavas del columpio de tus deseos, de ese amor perplejo de niño mimado que te hace agarrarme el pelo e imponer tu ritmo. Un teatro de lascivia, y ahí, en el interior de tus dedos, las caricias se agotan sin sonido. Y te regalo mi desnudez sin condiciones donde perder solo es un verbo, un deseo inconcluso de trascendencia.

Mi sexo tiene la forma de una carta de amor entreabierta y entras como un invasor analfabeto, solo estás jugando al escondite con mis sentimientos. Pero tengo tu atención y me conformo con cerrar los ojos y sentirte latiendo dentro de mí. Soy una rosa deshecha en la que te deslizas y enjuagas el alma. Hay grietas, como peonías en el muro, pero no me importa. El presente perfecto, somos el centro del mundo, disfruta de mi tejido de nácar, del terciopelo de mis besos, de mi entrega ilimitada. Flores destripadas a solas con los dioses, labios desollados marcando a dentelladas las invisibles corrientes que conectan nuestros cuerpos.

Llega el final. Final. Que terrible palabra. El calambre de tu pasión, el rigor mortis. Y la delicadeza se transforma en indiferencia. Y empiezan las excusas. Pero solo puedo prestar atención a la lluvia que empieza a sonar al otro lado de la puerta, intentando secar mis sentimientos antes de que me alcance.

***
Las canciones son como surcos en la mente que se van agrandando con la emociones de cada nueva escucha. O quizás siempre han estado ahí, y solo vas recordando en una especie de determinismo frío y vulgar.

La luz siempre ajena al laberinto. Tus tacones silban el rictus de la victoria debajo de la cama. Supongo que nadie nos enseña a besar hasta el final, hasta que el portazo marca ese momento único de soledad, de hueco herido, de gasa y bisturí fundido, donde su cara desfallece poco a poco, como el tímpano azul de Beethoven. Es en ese perfil huérfano del tiempo donde te visto de besos, con un gesto mezcla de esplendor y derrota, mientras los ubicuos meandros del pasado, saturados de tu presencia, desbordan el presente. Y como el sonido de una teja que cae y estalla a mi lado, apareces con el rímel corriendo por tus mejillas mientras gritas que el azar, como los sentimientos, es una obra de arte que se decapita a cada instante.

Quizás confundí el hueco de tu corazón con otra cosa. Algo seco y oscuro donde introducía mis dedos, donde solo notaba la aspereza del desierto, una sequía de emociones que nos dejaba a los dos insomnes e insatisfechos.

Llego a casa. Pongo algo de música al azar. Suena esa canción. Me recuerda a ti. Me apena que creas que soy un animal sin sentimientos, una inanidad sin planes de futuro, alguien que muere lentamente por la falta de ejercicio en los rocos de la vida. Me conoces tan bien. Pero tengo fetiches. No hablo de imaginarme tu larga melena con trozos de hueso y masa encefálica adheridos a ella. No. Hablo de cosas normales, como entradas de cine, fotos, cartas, todas quemadas y reducidas a cenizas que conservo, con cierta ternura, en un dedal.

Pienso en ti, en esa extraña combinación de lo mejor y lo peor, de lo mágico y lo terrible. Te mantengo un momento en mi memoria antes de intentar una reverencia que se trasforma en traspiés. Me quedo en el suelo. No es un mal lugar para dormir la borrachera y para perder un beso silencioso envuelto en su ligera erección.

Estabas loca…y casi conseguiste volverme loco a mí también…suerte con el siguiente…y con el siguiente…y con el siguiente...

viernes, 12 de septiembre de 2014

Mi cráneo un lago donde flotan peces muertos con vocación de pensamientos.

Sentado en el sofá, la televisión de fondo, tu cabeza silueteada por su luz de ruido blanco, el carmín rojo alzándose ante mí, envolviéndolo todo. Carmín color pasión, fascinación, perversión, penetración. Huellas de vida en la copa de vino. Da igual donde mire: el mundo se ha transformado en unos ojos azules incendiados por el deseo, como un atardecer de cuervos. Habitemos la paradoja de lo inevitable. Mariposas de saliva con tu nombre se posan en mis dedos antes de morir. La poesía es una habitación que huele a sexo y sudor. Sombras chinescas de placer. Templos con forma de manos. Bailemos: nunca estarás sola, vigilo tus sueños a la sombra de tus pestañas. Canicas con forma de insomnio. Laberintos emocionales que despellejan rodillas. Somos un revolver de piel demolida que hemos dejado al lado de los condones. Tinta derramada en forma de corpiño. Un pasillo embrujado sin retorno que oculta un tú dentro de un yo.

**
Ella es el accidente contra el que te inmolas con una sonrisa
Ella es la que baila en el alfeizar y te tatúa un pájaro azul cada vez que te besa
Ella es una niña que juega a ser gesto altivo
Ella es una llamada de madrugada cuando necesito que alguien crea en mí aunque yo no lo haga
Ella es el fuego cantando entre los arboles de papel de un poema
Ella es una rayuela que desde mi tejado parece un rostro de tiza sonriente
Ella es un tiburón buscando un descuido para devorar mi corazón
Ella es un tablero de ajedrez donde la Muerte se duerme esperando su siguiente jugada
Ella es la que empuja mi cabeza entre sus muslos, hacía esa cascada hambrienta de sentimientos, y me exige que me ahogue en su misterio
Ella es nieve desnudando un jardín
Ella es nombre de orgasmo, un gesto eterno que acaricia siempre el muro de mi memoria.

**
Engendrar monstruos/versos que suben por la pared del manicomio gritando que sueñan con arrancarme los ojos. Y a pesar de ello: amémonos. La palabra puede ser amante o asesino, pero el castillo de tu boca es poesía. Besa mis dedos, mi nunca, mi cerebro, mi polla. Hazme olvidar que somos gente usada, palabras usadas, amor usado, victimas del tic-tac implacable que nos intenta acostumbrar a fornicar con la mutilación.

Pero cuando tu corazón late entre mis labios tienes miedo, y me lanzas por la ventana gritando: “vuela, vuela libre” Y la nada prepara sus muñones de piel azul cemento, ansiosa de abrazar el recuerdo del hombre que fui. Y las piedras lanzas hurras porque creen que han ganado por fin la guerra a las flores. Pero mis sempiternos no transigen con leyes de gravedad, ni caducan sentimientos por traiciones de segundo y medio. Y vuelvo flotando al anzuelo de tu carmín, meneando la cabeza como quien reprende a un niño. Y así seguimos. Sin ponernos de acuerdo en nada. Excepto en investigar los misterios infinitos de tu cuerpo, tu piel, tus labios y –perdonad el exabrupto- tu coño.

Es difícil para un poeta olvidar su vocación.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Ameba o arte.

Acabo de tener un sueño muy extraño. El escenario era un pasillo de pequeñas dimensiones, sin puertas ni adornos en sus paredes, solo una enorme alfombra roja que cubría todo el suelo. Era una alfombra sucia, áspera, apelmazada por restos de comida y excrementos. Y allí estaba yo: una bolsa de carne, un torso alargado y parduzco con una protuberancia al final en forma de rostro. Mi rostro. Y como un símil kafkiano conservaba a mi pesar los cinco sentidos. Y percibía la sombra de unas voces lejanas: eran los demiurgos, hombres grises que reían, aplaudían, despotricaban, observaban todo desde su atalaya mientras realizaban sus apuestas, como niños crueles jugando con un hormiguero, retrasando la matanza. Y supe que no era el único, había miles, millones como yo en pasillos iguales a este, aislados, atrapados en un horror infinito.
 
Pero a pesar de saberlo no me importaba, era algo secundario, lo más importante era la necesidad urgente de moverme, de encontrar comida, de huir de la oscuridad que se acumulaba detrás. Y esa pulsión no me parecía impuesta o artificial, era más bien una inercia amable, un imperativo moral, porque también sabía que todos los demás lo estaban haciendo, que habíamos sido seleccionados, elegidos, moldeados para este fin. Y empecé a moverme como los gusanos, arrastrándome, arqueando el torso sin separar demasiado la cabeza del suelo. Y aunque sentía un ligero dolor con cada movimiento, como si la alfombra absorbiera mi energía, seguí haciéndolo. Eran las normas: ellos arriba, nosotros enterrados entre paredes.

No sé cuándo empecé a pensar que si me arrastraba más rápido que los demás conseguiría, de alguna forma, ganar, salir del allí. Pero fue así como comencé a no hacer pausas, a no descansar, a dejar caer pedazos de mí que pesaban demasiado, pensamientos, ideas que ya no tenían valor porque la prioridad era avanzar.

Y pasaron horas. Días. Semanas. Meses. Años. Pero el pasillo nunca terminaba, nunca variaba. Y cada vez estaba más ciego por la falta de luz, más cansado, poseído por una sed inaudita, como si masticara tierra con sabor a réquiem. Y cuando después de tres eternidades mi cuerpo colapsó, me sentí derrotado, sentí rabia hacía mí mismo. Intenté acelerar el proceso cortándome las venas, pero ya era tarde incluso para eso: estaba exangüe, vacío. Me di la vuelta y me recosté mirando hacia arriba a esperar la muerte. Y fue en esa posición, quieto por primera vez, sin moverme, cuando me percaté del inmenso espejo que ocupaba todo el techo del pasillo. Y así me llegó la epifanía más simple y tosca de mi vida, algo tan evidente que no pude evitar cerrar los ojos y comenzar a llorar.

Me he despertado justo en ese momento. No he encendido la luz pero instintivamente he mirado hacia arriba. Y por un instante lo he vuelto a sentir: el sonido de sus risas, y también el de millones de vidas crepitando como pequeñas pavesas, muriendo entre los engranajes de una burda trampa circular de espejos...

martes, 2 de septiembre de 2014

Pensamientos (I)


Hay ciertas madrugadas
De desproporcionada soledad
En las que el viento de incertidumbre
Nos posee y nos intenta tumbar
Y la única forma de sobrevivir
Es con la poesía honesta
La que tiene vocación de vértigo
Vómito
Precipicio
Fiebre
Laberinto
La poesía que es Aullido y Cicatriz
La poesía con forma de cigarro apagándose en tu piel
La poesía con nombre de cuchilla de afeitar
La poesía que no busca perfección ni corrige el disparo de bala

Por eso bebo como si fuera una mujer embarazada
Buscando el aborto
Un aborto de tristeza
De accidente irreversible
De templo dedicado solo a ti
A tu cuerpo de Diosa sin bragas

A ti
Que solo necesitas
Victorias
O despedidas

Y así sucede:
Entro en ti con violencia
Pero tú giras tu Belleza hacia mi boca
Y me transformas en pared enamorada

Derríbame.
****

Hay personas que son un cáncer para los demás. Gente muerta por dentro. Que no tiene vocación, energía, ganas de vivir, que siempre responden a todo con un “me da igual” tácito resumen de su tremenda desidia ante la vida. Personas que no se hacen preguntas, solo bajan un poco más la persiana y siguen durmiendo. Trozos de carne que parecen respirar por compromiso, que miran los calendarios con cansancio, como si el tiempo fuera demasiado lento para ellos. Ruinas de polvo que no son capaces de implicarse con nada. Existencias peligrosas porque se burlan de la importancia de aprovechar el segundo siguiente, de luchar contra el reloj y su mortalidad. Y lo hacen porque ya están muertos y quieren que todo a su alrededor tenga la misma tonalidad gris que les resulta tan familiar.

Huid de ellos.