jueves, 31 de julio de 2014

La literatura es una puta que finge orgasmos y que siempre nos anima a apostar al caballo equivocado.

Fuegos artificiales en el infierno: ha vuelto el mejor poeta de la ciudad. Me limpio la humildad con el trapo sucio de la poesía. Disparo otoños a bocajarro. Vomito relojes para derretir vuestros carámbanos de miedo. Os cuento secretos: el amor es un juego violento que forma charcos donde niños traviesos juegan a mojarse sus alas de arcilla. La literatura es una puta que finge orgasmos y que siempre nos anima a apostar al caballo equivocado. Por eso debéis tener cuidado del poema y alejaros de él: es el juguete roto del loco. Afilado como un cuchillo sin mango y estrecho como una urna funeraria. El lugar donde el tiempo pierde el equilibrio. Nunca es inocente aunque nos medique con su sabor a flor de niebla.

Cuando las luces se apagan sé que mis advertencias han salvado muchas vidas. Pero me interesan más los otros, lo que no se han resignado, los que todavía no han matado a su héroe interior. Los que a pesar de todo se lanzarán en busca de quimeras y seguirán escribiendo poemas de amor. Puede que sean víctimas de balas con falda que besan el hueso y violan la carne. De jaulas de mimbre con nombre de varón y grapas en el corazón. Pero algunos encontrarán su musa –o su muso- y ya no habrá marcha atrás.

Hace tiempo era igual que ellos: un pájaro sin nido que aún no había aprendido a volar. Pero tuve suerte y la encontré. Fuimos muy felices. Reservábamos los fines de semana la suite nupcial del manicomio y el resto del tiempo jugábamos a inventar palabras y rimas en los columpios oxidados de los parques. No nos preocupaba que nos vendieran caducada la esperanza porque yo contaba con su azul iluminándome por las noches y ella se divertía arreglando mi puzzle de piezas rotas por el día. Pero una noche ella se quitó con violencia su piel de plata y llamó al futuro: nadie le contesto.

Y así fue como sus labios se volvieron azules. Los vecinos vociferaron por las goteras de sangre. Pero fue mi grito el que desconchó la piel de las paredes. Fue la danza esquizofrénica de las cosas que no existen la que formó un mar de antorchas en mi salón. Fue el chatarrero de metáforas quien vino a barrer todas las palabras que no la dediqué. Fue el viento quien recogió todos los besos sin dueño y deshilachó el garabato obsceno que aún escondían las sabanas.

Pero no quiero finales tristes. La noche es un pozo de resurrección donde crecen las flores caídas de nuestro intelecto. Adelante, os reconozco, seguidme, da igual si conspiráis desde la página en blanco o brindando por la revolución en un bar de poetas. Yo tampoco quiero ser un número al que han robado su tiempo, ni hacer la vida que me toca: salgamos fuera y aullemos juntos un paraíso.

La Muerte observa estremecida
Como mis dedos trastabillan sobre el teclado
Y es por ello que esconde todos los cuchillos, que cierra todas las ventanas
Que se abrocha con nerviosismo el cinturón de seguridad
Sabe que voy a intentar escribir un poema
Y que tal vez, esta vez, tenga éxito
El Monstruo de las Ramblas by Facto Delafé on Grooveshark

miércoles, 30 de julio de 2014

30 de julio de 2014

Cuando ayer llegué del trabajo cansado y hambriento, con esas persistentes voces en mi cabeza pidiendo muerte, una gran matanza que incluyera a todos mis compañeros de trabajo y parte del vecindario, me volqué en la búsqueda de algún entretenimiento, de alguna serie que me salvara –al menos durante unas horas- del dislate general en el que me muevo. Así di con la nueva serie de Guillermo del Toro: “The Strain”. Soy demasiado crítico con todo, pero me tragué los tres primeros episodios subtitulados con una mezcla de placer y extrañeza. Por un lado me recuerdan a “Vinieron de dentro de...” dirigida por David Cronenberg, con toda la trama de pandemia imposible de parar. Por otro lado los vampiros son un calco del Nosferatu de Murnau: no brillan, no son atractivos y el proceso de conversión es bastante salvaje –especial mención el final del tercer capítulo.

Todo lo demás es basura. Cualquier atisbo de novedad o riesgo parece que es abortado antes de tiempo. Hay una visión cortoplacista, esa mediocridad del que asume que no va a conseguir más éxitos y alarga innecesariamente su obra. Lost, que inició una época de gloria para las series, es un buen ejemplo: podría ver varias veces las tres primeras temporadas pero a partir de ahí se convierte en un producto despreciable. Dexter a partir de la quinta temporada. Homeland con dos primeras temporadas magnificas se ha desinflado hasta la absoluta nada, y piensan seguir con ella. Héroes y Fringe, los mayores fiascos en la historia de la televisión moderna. No he logrado coger el punto a Mad Men ni a Masters Of Sex. Solo Breaking Bad lo ha conseguido: no le sobra nada, quizás algún bajón de calidad en la tercera temporada, pero no se han vendido. No le sobra ni un capítulo. Juego de Tronos, añadiendo cosas desde el respeto por la obra original y el talento de los actores. Quizás otras destacables son Californication –lo sé, es muy subjetivo-, y doctor Who, un clásico de la ciencia ficción que en su etapa con Steven Moffat está haciendo historia.

Pero el formato está cambiando. Creo que American Horror Story es una buena idea: temporadas autoconclusivas. De ahí viene también la magia de True Detective. O Black Mirror, dos temporadas de tres capítulos totalmente indispensables. Otra serie memorable es Sherlock: tres temporadas de tres capítulos. Esa es la idea, ¿por qué alargar artificialmente las cosas, no sería mejor ir a por todas, un crescendo hasta el estertor del talento? Pero claro, el dinero manda. También es la mediocridad de un público cinéfago. No estoy en contra de ver la serie Spartacus o la película “Yo, Frankenstein” siempre que luego haya también alternativas de calidad.

Ya me he aburrido de hablar de esto. Hace demasiado calor. Esto es horrible. He mirado mi cuenta en el banco y todavía no me han ingresado la nómina. Seguiré con mi dieta de aire y cerveza. El puto insomnio. La autodestrucción mostrando su pauta en la pared. La palabra madurez como una plaga de langostas. Prefiero pensar en Poe, en Berenice y sus dientes desparramándose por el suelo ante la mirada del loco. Prefiero pensar en Peter Punk buscando el significado de la nada mientras desaparecen las sirenas, los enanos, todos los pequeños héroes que daban brillo a nuestra infancia.

La bebida es un suicidio tan lento que, desde tan cerca, parece una forma de escapar de nuestra ternura.

At the Chime of a City Clock by Nick Drake on Grooveshark

martes, 29 de julio de 2014

La belleza es un coño dolorido.

Hay que leer mucho para dotar al exhibicionismo literario de cierta solvencia literaria, de otra forma solo consigues crear máscaras de soberbia reduccionista. Tampoco te obsesiones con la perfección: la perfección no existe, solo el camino. No te ahorques en una camisa de fuerza que solo consigue crear un bonito collage de palabras sin vida que ni siquiera sorprenden vistas desde cerca. La imperfección medida es la capacidad para validar nuestra singularidad a la vez que retrasamos el terrible momento de –como los hijos de Saturno- ser devorados por el capitalismo alienante.

Otro día más. Dicen que la literatura ayuda. Quizás. Pero aún no he descubierto el truco de magia. Si estoy triste y me embadurno en esa tristeza lo único que consigo es aumentarla. Si estoy cachondo y hablo de sexo, de mujeres viciosas que caen de rodillas ante mí, mi frustración se centuplica, la soledad me escupe desde el espejo. Intento dejar a un lado la humildad, los miedos, pero no veo la transcendencia, no veo el sentido de un público al que ni yo mismo tiendo la mano. Todo es sublimación, sombras chinescas bajo la guadaña de la muerte.

Hace demasiado calor por las noches. El ruido en mi guetto de extrarradio comienza pronto. El paradigma de la pobreza en un ventilador que mueve el aire caliente de un lado a otro. Llevo semanas sin echar un polvo. Me despierto cansando, cachondo y enfebrecido. Empiezo a masturbarme. Pienso en ella, en su sonrisa azul, en cómo me la chupaba de rodillas con generosa dedicación. En la belleza de su coño dolorido. Follar solo puede ser real cuando lo asumes como deporte de riesgo. Una ventana iluminaba que nunca pide clemencia. Sudar. Desfallecer. Seguir. Recuerdo como se la metía con dureza hasta el fondo. Su gesto de dolor. Y como su cuerpo se adaptaba a mí y empezaba a moverse cada vez más deprisa. Así funcionamos. Tanto feminismo y al final os excusáis llamando amor a la necesidad atávica de que os dominen y os follen con violencia. Pero es normal: las medianías no producen estremecimiento, no mellan la memoria. Fue una lástima que creciera esa zona muerta entre los dos. Que cada vez me costara más correrme. Pero no pongamos etiquetas. Ahora no. Sigo moviendo mi mano. Cada vez más con más fuerza. Más rápido. Sí, sí, SÍ ¡SÍ! El milagro del amor transmutándose en cieno blanco, hijos no-natos muriendo en un pañuelo de papel.

Intento dormir un poco más. Pero hay demasiado ruido. Me levanto y me ducho. Después echo algo de comida a las tortugas. Son unas supervivientes. Abro la nevera: nada de comida, solo cervezas. Me pongo a ello. Me tumbo en la cama y escucho algo de música. The Doors. Quizás sea un grupo sobrevalorado pero tienen algo especial, las letras, la guitarra, la voz de Jim Morrison… te pueden sumir en un trance mitómano inexorable. Miro en el cenicero: tengo suerte, aún queda medio porro de ayer. Sigo a lo mío. No he cambiado mucho en los últimos quince años. Ahora vivo solo, pero lo demás sigue igual: semanas sin follar, precariedad laboral, no sé dónde estaré dentro de un mes… pero ahí afuera sí que han cambiado las cosas: hay más hijos de putas. Están más organizados y son más despiadados. El miedo del rico es lo único que nos salvaguardaba de las diferencias sociales, una democracia combativa era lo único que nos permitía mantener un estado del bienestar. Hemos bajado la guardia, nos han pillado con los pantalones bajados y lo han aprovechado, oh, sí. Ha cambiado tanto nuestro discurso que ahora los mileuristas son los triunfadores, ahora vivir bien es no pasar hambre. Bah.

Una escritora decía en una entrevista para un gran medio de comunicación que la escritura confesional y/o automática era el territorio de los vagos sin talento. Yo creo que si eres inteligente cualquier forma de expresión consigue convertir la basura de la vida en arte. Bueno, se me hace tarde. Ya estoy preparado para mi jornada laboral, es decir, borracho. Espero que la literatura haya cubierto el barniz de odio que me recubre y pueda superar mi jornada de trabajo sin cometer ningún asesinato y posterior evisceración. Soy una persona tranquila, pero si tuviera la posibilidad de pulsar el botón rojo del exterminio, del apocalipsis, lo haría con una gran sonrisa. Supongo, al fin, que eso es para mí la literatura.


Besos con lengua.

Shaman’s Blues by The Doors on Grooveshark

lunes, 28 de julio de 2014

Hay heridas que se cierran cuando dibujas siluetas de tiza bajo las sabanas.

Gracias a mi tarjeta de crédito he conseguido un remanso de paz económico que solo durará hasta septiembre, fecha en que tendré que renunciar a mi vida de pájaro de alas de barro y dedicar toda mi energía y devoción a un segundo trabajo. Que optimista suena todo eso, conseguir otro trabajo en un país con un paro que afecta a más del veinticinco por ciento de la población. Ayer se nos acercó una mujer del turno de madrugada y se explayó sobre su miedo al futuro: nuestro trabajo en Yoigo no es seguro, todas las semanas nos presionan más, está claro que hay que buscarse otra cosa. Pero ella lleva doce años trabajando de teleoperadora, no tiene más experiencia; ha intentado estudiar algo en varias ocasiones, tener un plan B, pero la pereza y la dificultad añadida de simultanear horarios siempre le han impedido terminar cualquier proyecto. Otra compañera, de cincuenta y cinco años, va a empezar en septiembre un curso de FP de auxiliar de laboratorio. Aquí y allá todos establecen ciertos protocolos de emergencia, tienen alguna salida para cuando todo estalle. Sin embargo algo debe de andar mal en mi cabeza cuando me da igual, cuando soy tan cortoplacista que mi única preocupación es el siguiente minuto, el siguiente libro o serie, la siguiente hora que termine con la jornada laboral.

No sé de dónde viene la tara. Quizás mi madre y su herencia de deudas que hipotecan mi futuro. Mi madre y su lejanía a flor de pie a pesar de los postres del domingo. Mi padre ausente que me convierte en un hijo no deseado. Mi abuela y su falta de litio. Ahora intento arquear mi ego en soledad, sufragista de un laberinto donde busco el significado y el significante en el sonido de las agujas del reloj. El teclado no salva, pero absorbe el tiempo como una esponja de color blanco caoba. Escribir todos los días tiene el mismo significado que masturbarse: es una balsa de ego. Decía Batania que los poetas no pueden ni deben ser humildes. Yo añadiría, dado que siempre he preferido la honestidad de la decadencia al concordato de la alegría, que tienen que ser mártires, porque saben que su fracaso es seguro, que solo son un ariete de viento, un escalón en una montaña infinita de heces con destino a ninguna parte.

Cassandra by Theatre of Tragedy on Grooveshark

domingo, 27 de julio de 2014

La mejor felación de mi vida.

Mi interés por la escritura siempre ha sido muy transversal, podríamos decir que soy más lector que escritor. De esos que quieren ser escritores hasta que se dan cuenta que hay que escribir demasiado para serlo. Gigantescas toneladas de palabras orquestadas delante del teclado con esa visceralidad propia del insatisfecho, del infeliz, del exhibicionista redundante, del feliz a ratos. Por eso llevar más de tres años y medio con este blog es más mérito de otras que de mí. Seguramente empecé a escribir por el desamparo de tiempo que me produjo la ruptura de una relación de casi seis años. Mi ex quería a su lado alguien estable, que quisiera tener hijos, que no viera la vida con una obsesión Peter Pan cortoplacista. Y al poco de naufragar en este lodazal de letras tropecé con otra catalana que me tuvo atrapada entre sus garras varios meses. Fue ridículo, exultante y posiblemente algo necesario.

En cualquier caso ya mi prosa se había cercado en torno a la decadencia, el desamor y el terreno sexual. La notoriedad me fascinaba. Los blogs son un chollo sexual. Las mujeres obscenamente superiores en casi todos los campos tienen la kryptonita en la literatura, algo las remueve por dentro, generaciones de sufragistas quedan sepultadas por el cliché romántico. Quise aprovecharlo, en ocasiones de forma taimada, dado que mi vida sentimental se había encallecido en relaciones largas de poca variedad sexual. Además era divertido: correos, llamadas a horas intempestivas, vídeos y después de algún tiempo el viaje para friccionar la literatura y realidad. Todos deberíamos de follar más, seríamos más felices, estaríamos menos frustrados. Estamos rodeados de sacos de patatas –ellas- y de máquinas de taladro sin imaginación –nosotros-, por eso un libro tan pésimo a nivel literario como “50 sombras de Grey” ha vendido más de treinta millones de ejemplares: no sabemos follar. Estamos reprimidos. Castrados.

Fue por esa época que me interesé por el BDSM. Escribía sobre ello, me registraba en foros, hablaba con sumisas, alucinaba con un mundillo en el que las fustas, los contratos de sumisión, las humillaciones y ruptura de tabús era lo normal. Contacté durante un par de meses con mucha gente. Recuerdo a un Amo en Madrid presumiendo de cuadra, es decir, de tener a varias sumisas a su disposición. O la sumisa esclava que estaba en proceso de animalización y tenía que comportase en su casa como un perro: comer en el suelo, andar a cuatro patas, comunicarse por ladridos. A mí me fascino por su nivel estético, por la inteligente psicología de los roles de dominación, esa libertad del todo vale mientras sea sano, seguro y consensuado. Pero poco a poco me fui decepcionando: como todas las buenas ideas estaba ya podrido desde el principio, quizás porque la mayoría de los Amos se limitaban a la idea de convertir a su sumisa en su puta y las sumisas en obedecer y poco más. Un desastre a todos los niveles. Como el caso de la chica efímera de Granada que durante un par de años confundió malos tratos con BDSM. Hay que decir en favor del género femenino que tampoco deslumbraba por su inteligencia, pero es un ejemplo de hasta dónde puede retorcerse una buena idea.

Antes de que el mundillo me aburriera tuve algunas experiencias con sumisas. Quedé con una ya madurita. Divorciada, rubia, delgadísima, pechos firmes y recelosos que al igual que yo era nueva en este mundillo. Se presentaba como sumisa pero ya poseía ese vértigo en la forma de arquear las cejas de Ama dominadora. Fue una velada divertida. Cenar. Emborracharse. Llegar a casa enlazando manos y lenguas. Sabía besar hasta que empezaba a morder. En apenas unos segundos se quedó en ropa interior, dejándose los tacones puestos, y avanzó como una pantera hacía mí. Estaba de caza. Oh, sí las cosas pudieran fluir de esta manera siempre.

Íbamos un poco sobre seguro, ya habíamos hablado sobre eso –podríamos decir que SOLO habíamos hablado de sexo-, y ella sabía que la mejor forma de conquistarme era con una buena felación. Y ahí estaba: borracha, disoluta, de rodillas, entregada al juego. Y todo se hizo realidad: su saliva era ambrosía, desdoblaba la lengua a mi alrededor, garganta profunda, mis cojones como bolas de Navidad siendo adoradas dentro y fuera de su boca, sus manos acariciando mi espalda, bajando, las uñas hundiéndose en cada arcada. Yo nunca me hubiera divorciado de alguien así. Y de pronto la sorpresa: su dedo ensalivado entrando en mi trasero. Fue una sensación incomoda, pero teniendo en cuenta que la totalidad de mi polla estaba en su boca no estaba en posición de quejarme. La feladora profesional siguió y siguió. Yo sentía un hormigueo en la base del estómago que iba bajando y llenándome de calor. En esos momentos amaba a esa mujer. Y eso que ni siquiera sabía su nombre real. Pero no se conformó con eso, me hizo girarme y mientras seguía masturbándome empezó a hacerme un beso negro profundo, muy profundo. Su lengua entrando dentro de mí de una forma que nunca había sentido antes.

Me sentía a punto de reventar, mi polla palpitando justo al límite de la ruptura. Estaba tan excitado no solo por las sensaciones nuevas, sino por el hecho de estar haciendo algo nuevo e inesperado. Siguió así durante un buen rato. Pero yo quería volver a sentir su boca, la desplacé y volví a ponerme como antes. Volví a entrar en ella. Me masajeaba los huevos, seguía más abajo, presionaba, multiplica las zonas de placer. Mi respiración se entrecortaba, me temblaban las piernas, pero quería alargarlo todo lo posible. Unos segundos después me corría con fuerza contra su garganta con un estertor animal. Fue, con sinceridad, la mejor felación que he tenido el honor de disfrutar en mi vida. Después de algo así todas las siguientes son en blanco y negro. Siempre falla algo: la cara, la entrega, la sorpresa. Hay que guiar las manos, indicar el ritmo, ni siquiera las palabras solucionan el contexto. Es como morir de éxito. Ni siquiera el amor puede mejorar algo así.

La historia no acaba del todo bien. Volvimos a quedar. Volvimos a hablar de BDSM. Volvimos a ir a mi casa. Pero esta vez ella traía un consolador en el bolso. Como attrezzo o ayuda me pareció adecuado. Nunca me he sentido intimidado: mi bestia púrpura –a pesar de mi edad y el alcohol-, siempre se ha comportado con soltura hasta en las peores situaciones –quizás hable de algunas de ellas más adelante. Pero mi globo de ilusiones de niño pequeño estaba a punto de explotar. Después de la fricción preliminar empezó a chupar el consolador. Pero en vez de darme el cetro de poder rodeo mi cintura y lo hizo aterrizar con todo su fálico poderío en mi culo. Y así, con una sonrisa equidistante, empezó a forzar la entrada. Tardé unos segundos en salir de mi estupor y apartarlo de un manotazo. La cosa se enfrío bastante porque según ella debía ayudarla a cumplir también sus fantasías. Quise darle a entender que mi virginidad anal la tenía reservada para la mujer de mi vida, que iba demasiado rápido. Me llamo reprimido, machirulo y muchas cosas que todavía sigo buscando en el diccionario. Quise retornar a la fricción y golpearla un poco con la fusta. Pero fue un total coitus interruptus.

Unos meses después, entre un drama Blogger y otro, conseguí quedar con otra que, para más inri, tenía incluso una autodenominada “caja de juguetes” que quería utilizar conmigo. Con argumentos de virgen vestal conseguí eludir también el momento. Pero me di cuenta que el BDSM era demasiado peligroso para un decadente mojigato como yo y decidí dedicarme a mujeres más normales –risa histérica al final de este párrafo.

Pero aunque han pasado ya dos años, hay noches en las que con ardor mitómano recuerdo esa felación, esa lengua que llegó donde ninguna otra había llegado antes y que, generosa, ardiente y exploradora merece de sobras este sentido homenaje.

The Sidewinder by Lee Morgan on Grooveshark

La venganza de los malditos.

¿Qué ofrezco?
Nada
Treinta monedas de plata
La humildad falsa e innecesaria del poeta
Una cartera vacía
Pero puedes tocarme
no soy un lugar común
no soy un aburrido: “Mataré monstruos por ti”
Joder, no
yo quiero morir dentro de ti
comerte el coño durante horas
hasta que tu cuerpo me salpique
con su arcoíris infinito.

¿Qué ofrezco?
Nada
Pero a veces, sin avisar, saco a mi héroe de madrugada
Sé que le resulta difícil sobrevivir ahí abajo
en mi interior
bajo toneladas de miedo
Y si estás atenta
si sigues acunando mi sombra
te sorprenderá lo hermoso que puede resultar su gorjeo
lleno de vida, pasión y gloría
Como si nadie le hubiera vencido todavía
como si el mundo fuera un lugar mejor
Como si, a fin de cuentas,
el amor fuera todavía su lugar preferido del pensamiento.

Over the Rainbow by Judy Garland on Grooveshark

sábado, 26 de julio de 2014

¿Los poetas son unos estafadores del lenguaje o los últimos colonos de la Belleza? Depende de si la musa les medica con letras o con espejos.

No escribo porque hay mucho ruido o demasiado silencio. Es demasiado tarde o demasiado pronto. No escribo porque no se me ocurre ningún tema. Porque son demasiado personales y no quiero hacer el ridículo. Porque nadie me lee, me comenta, me valora. No escribo porque me lee demasiada gente y pienso demasiado cada línea. No escribo porque me duele la cabeza, el corazón, los pies, la musa. Porque no tengo habitación propia, he leído poco –eso sucede toda la vida- y los demás son demasiado buenos. No escribo porque tengo la vista cansada, prefiero beber y mirar al techo. No escribo porque internet me distrae, descargo una serie, una película, me paso media hora leyendo los comentarios de un vídeo de YouTube. No escribo porque mi pareja me quita tiempo. No escribo porque mi soltería me deprime. No escribo porque estoy de vacaciones y hay que descansar. No escribo porque tengo que madrugar mañana para ir al trabajo. No escribo porque estoy en paro. No escribo porque en el Nuevo Testamento en ningún momento consta que Jesús se riera alguna vez. No escribo porque la moda es la poesía y me gusta la prosa. O al revés. No escribo porque no me pagan por ello. O me pagan poco. O los aplausos ya no son tan intensos como al principio. No escribo porque tengo que contestar los comentarios de mi blog, devolver los fav de Twitter, chatear con gente en Facebook, quedar con amigos escritores para hablar de literatura y sus secretos. No escribo porque siempre he querido ser escritor, pero no contaba que hubiera que escribir tanto para conseguirlo…

Todos utilizamos excusas para cubrir nuestra indolencia, nuestra falta de determinación, nuestra procrastinación, ¿cuál es tu excusa de los sábados?

My Way by Frank Sinatra on Grooveshark

viernes, 25 de julio de 2014

Alejandra Pizarnik y sus cincuenta pastillas.

Aristocracia. Plutocracia. Oligarquía. Dictadura. Despotismo. Son otras formas de referirse a la democracia -en minúscula y cursiva- en España. Hoy veía en un programa de televisión como una mujer de Castellón informada de que Carlos Fabra ha robado y espoliado durante años, afirmaba que le volvería a votar de nuevo si pudiera presentarse a las elecciones. No hay peor insulto para la ciudadanía que decir: “son los políticos que merecemos”.

Qué sé yo de escribir cuando la escritura me cuesta tanto y la vocación es inexistente, ¿por qué esa idea absurda de escribir todos los días? Quizás busco el significado y el significante de las horas. Alguien enciende la luz de la cocina y yo intento escabullirme, huir, antes de que me pise de forma despiadada. La calidad de los escritos decae. A veces es inexistente. La musa trastabilla y desde el suelo veo sus bragas rosas. Están sucias y adornadas con esquirlas de hielo. Pero así suceden las cosas. Soy la ausencia del padre. El alcohólico solitario. El adicto a la cobardía. El rabo de lagartija que fenece al sol. La pirotecnia sin cielo. Una fábrica de quimeras abandonada. El que pulsa el botón rojo antes de la explosión. Las ruinas a la luz del candelabro. Un revolver que ha perdido la fe en las balas. Soy uno de los soldados que se negaron a seguir a Alejando Magno más allá del rio Ganges. El que divide todo en dos: conmigo o feliz. Poesía o amor. Salieri o el precario equilibrio de un clítoris sobrio. Y así me va, con este sempiterno aroma de jueves eterno, de caballos de sal, de pájaros azules quejándose por el exceso de poetas y la falta de poesía.

Se acabó el tiempo.

Venus in Furs by John Cale on Grooveshark

jueves, 24 de julio de 2014

Reflexiones sobre la poesía y los poetas.

El secreto de que esté actualizando tan a menudo es que las vacaciones me han dejado arruinado. Lo único que puedo hacer es quedarme delante del teclado bebiendo después del trabajo e intentar reducir el tiempo al mínimo. Cada vez me gusta más el aislamiento. Y mi opinión de las mujeres se acerca cada vez más a una certeza misógina. Voy a intentar hablar de poesía. Como he quietado la opción de comentarios me evito el escarnio y explicar que solo son apreciaciones personales sin intencionalidad de sentar cátedra. Procedamos.

Según el barómetro de hábitos de lectura España sigue a la cola europea, uno de cada tres españoles no lee nada y la media de libros leídos al año es once. Casi todo lo que se lee está relacionado con best-seller, trabajos de carrera o instituto y en menor medida periódicos, comics y lectura digital. A la poesía apenas se le dedica un paupérrimo 1% del total. ¿Cuál es el motivo? Normalmente relacionamos la poesía con un lenguaje complejo, abstruso, demasiado simbolista y excluyente. Intentamos comprar algún poemario y nos encontramos con clásicos mil veces reeditados y los dos o tres autores que forman parte del monopolio editorial desde hace décadas siguen con sus temas lánguidos y desenfocados, ajenos a las cosas reales de nuestra realidad cotidiana.

Cuando descubrí que Bukowski también escribía poesía me quedé anonadado, ¿su prosa poética de bares y putas también se podía considerar poesía? Pues sí, tenía los mismos elementos que el poema: actitud lírica, objeto, tema, pero sin los elementos formales como la métrica y la rima. Investigué un poco y leí  “El Spleen de París,” de Baudelaire, “Una temporada en el infierno” de Rimbaud, “Hojas de hierba” de Walt Whitman –verso libre, parecido a la prosa poética pero conservando la disposición tipográfica del verso, “Aullido” de Allen Ginsberg. Todo ello me llevo a la poesía vanguardista de E. E. Cummings, a Nicanor Parra, a Cesar Vallejo y Roberto Juarroz, Por mi afición a la música leí también a Leonard Cohen y Jim Morrison. Lo que descubrí es que muchos poetas habían desviado su atención de la métrica y buscaban un nuevo estilo que les permitiera volcar sus obsesiones sin constreñir tanto el lenguaje. Ya se encargaría algún crítico más adelante de buscar la etiqueta de género, esa no era su preocupación. Y así nace el realismo sucio de Bukowski. Panero sumergiéndose en la locura. El feminismo, la falta de libertad de la mujer o el aborto como temas que son tratados por primera vez por Sylvia Plath y Anne Sexton. Alejandra Pizarnik y sus poemas de cuatro líneas grabados en piedra. Emily Dickinson y la muerte.

Después de un tiempo quise leer a autores contemporáneos y busqué en las estanterías de las bibliotecas. Pero solo encontraba recopilaciones de Luis Alberto de Cuenca, Luis García Montero, Joan Margarit, Benedetti… ¿dónde estaba la poesía de los jóvenes, las nuevas voces? Por suerte a través de antologías y blogs, poco a poco, fue conociendo a Roger Wolfe, Karmelo C. Iribarren, David González, Batania... Gente con enorme talento que abre en canal la poesía y escribe sobre cosas que suceden en un contexto cercano. Poesía social, confesional, política. Sin caer en la chabacanería pero tampoco en el oscurantismo de las metáforas innecesariamente floridas.

Pero como ya he comentado en la anterior entrada las editoriales underground promueven la endogamia. Al final son los propios poetas los que se leen unos a otros. Volvemos a ese 1% que no sirve para nada. Por eso hay que obligar al ego a dar un paso atrás, seguir promoviendo antologías aunque tú no participes, sacar las jam Sessions de los bares y hacer los recitales directamente en la calle. Borrar clichés y explicar que la poesía no es solo la que nos han dado en el colegio, no tiene por qué estar limitada por unas reglas de métrica, por eufemismos. Si quieres hablar de sexo hazlo sin cortapisas. Si en España vivimos una dictadura denúncialo. De la forma que necesites.

Hoy en día, con tan poco tiempo libre, la poesía podría convertirse en un vehículo perfecto de renovar la literatura. En un viaje en metro te puedes leer varios poemas, pero sería imposible leerte una novela –bueno, quizás en el metro de Madrid sí, pero eso es otra historia. Pero todavía creemos que la buena poesía es la que no se entiende. La que utiliza un lenguaje elitista e inaccesible. Y no tiene que ser así. La poesía no reduce su belleza si el grito desesperado no rima. Y si lo hace, que lo haga, pero como las óperas de Mozart para la plebe: una manifestación de belleza para todos los públicos.

Entonces el problema cual es, ¿hay que educar al público? En parte sí, pero el lenguaje es comunicación, no podemos recitar desde un púlpito elevado y desdeñar a los que no saben desentrañar nuestro mensaje. La poesía ha fallado por ambos lados. Y las editoriales han apostado por el público más cómodo y conservador porque no nos ven capaces de nada más. Pero el negocio está ahí, latente. Hay muchas editoriales pequeñas que apuestan casi todo su catálogo a la poesía por encima de la narrativa. Y dejando aparte la calidad de cada uno, cosa que ya he criticado, sus pequeñas tiradas se acaban vendiendo.

Para terminar quería recomendaros –si sois de Madrid- un par de librerías-café donde podéis comprar algunos de estos libros mientras tomáis una cerveza: “Diablos azules” en Calle Apodaca, 28004 Madrid y “El dinosaurio todavía estaba allí” Calle Lavapiés, 8, 28012 Madrid

Y algunos libros de poesía que me parecen indispensables:
Leopoldo María Panero - Poesía Completa /1970-2000)
Charles Bukowski - El Amor Es Un Perro Del Infierno
Anne Sexton - Vive O Muere
Sylvia Plath - Antología Poética
Batania Neorrabioso - La Poesía Ha Vuelto Y Yo No Tengo La Culpa
Karmelo C. Iribarren - La Ciudad (Antología 1985-2008)
David González - El Amor Ya No Es Contemporáneo (Poemas Y Relatos 1997-2004)
Allen Ginsberg - Aullido
Alejandra Pizarnik - Extracción De La Piedra De La Locura
Emily Dickinson - Poemas A La Muerte
Charles Bukowski - Poemas De La Última Noche De La Tierra
Roberto Juarroz - Poesía Vertical
Princesa Inca - La Mujer precipicio
23 Pandoras - Poesía Alternativa Española

"Para aquellos que creen en Dios, la mayoría de las grandes preguntas están resueltas. Para aquellos de nosotros que no aceptamos la formula divina, las grandes respuestas no permanecen escritas sobre piedra. Somos flexibles. Nos ajustamos a las nuevas condiciones y descubrimientos. Somos flexibles. Yo soy mi propio dios. Estamos aquí para olvidar las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educacional. Estamos aquí para beber cerveza. Estamos aquí para acabar con la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir nuestras vidas tan bien que la muerte tiemble al llevársenos."

Charles Bukowski
Ciudad Sin Sueno by Enrique Morente on Grooveshark

Escritura automática para no convertirme en un robot atiborrado de cerveza, con ese escaso talento que hace la zancadilla a un teclado que tiene la manía de cruzar en rojo sin mirar (II)

Demasiado calor para dormir. Poco recomendable con resaca. Me acerco a Correos y la humanidad me espanta. Quiero comprarme un libro, leer, desfallecer entre tinta e ideas bien perfiladas. Pero no tengo dinero. Es cruel que la bebida sea muchísimo más barata que los libros, seguramente hay más alcohólicos que lectores. Las bibliotecas existen, pero también el fetichismo de poseer, subrayar y doblar las páginas. Bah. Todo infunde tedio. Nada puede salvarte. La vida social también tiene su precio. Al final prefiero mi cerveza fría. Sé que beber a estas horas no es lo más conveniente, pero hace tiempo que me aleje de toda potencialidad.

Terminé la primera temporada de “The Following” y no, no, no. Me gusta la idea de un ejército de locos, tengo una entrada referida a eso. Y hay personajes interesantes. Pero el protagonista tiene el carisma de un cactus, y a partir del quinto episodio la calidad cae bajo mínimos. Un desastre. Si has conseguido desplegar una buena idea no la maltrates, no la alargues, ten algo de respeto hacia tu obra. A veces parece que los guionistas solo son capaces de realizar un buen episodio piloto, es la zanahoria para su público. Luego un par de pinceladas. Y finalmente la nada creativa más absoluta. Joder. No. Deberían de tener un poco más de consideración hacia nuestro tiempo libre. Dadnos algo que nos estimule. Aparte de la lejana “True Detective” y quizás solo la primera parte, solo los documentales me motivan.

Y no es que me crea un exigente intelectual gafapasta que solo ve las películas en versión original, no por favor, lo único que pido es no aburrirme. Seguro que para muchos puntear –técnica referida a adelantar trozos redundantes e innecesarios de las películas/series cuando las disfrutas en casa-, le parece una abominación, pero a ver, si es que son monótonas, predecibles, si es que la mayor parte de las películas son campañas de marketing y una hora de efectos especiales y guion cliché. Y parece que vamos a peor: Noé del director de Réquiem Por un sueño, el Luchador, Cisne negro, es una gran bazofia sin sentido. Transcendence una oportunidad perdida. Se hacen películas lacrimógenas y tramposas en vez de intentar aprovechar las dotes de actriz de Dakota Fanning. Al final uno se rinde y va a ver a Tom Cruise en su enésima película de acción. Ha sucedido con “Ocho apellidos vascos” no es que la película sea buena, es que el cine español es un erial subvencionado sin criterio por el estado donde campan a sus anchas el humor gañán de Torrente y unos pseudoactores de pacotilla que han vivido sus mejores momentos luciendo palmito en televisión. Y claro, aparte de Nacho Vigalondo y algún otro director, no hay lugar para la sorpresa.

Y la literatura. Venga hombre. Ya está bien. Se publica sin control, parece que prima llenar una cuota que la propia calidad del catálogo. Excepto Anagrama que es un ejemplo a seguir. El entorno underground de las pequeñas editoriales es demasiado endogámico. Vas a las librerías-café que hay en Madrid y conoces a todos. Así no hay forma de crear un contexto de crítica real si al lado de un autor más o menos decente está el libro de su novia, el de su amigo de la infancia y también el del vecino, que un día se apuntó a una jam session de poesía y se dio cuenta de lo fácil que es ligar si dices que eres poeta. Que sí, que nuestra madre nos dijo que éramos un copito de nieve maravilloso y único. Pero era nuestra madre. Y una tirada de cien ejemplares en una editorial online no te convierte en escritor. El tener un poemario de ochenta páginas no te convierte en Sylvia Plath, varios millones de chicas con el síndrome premenstrual o que les ha dejado el novio hacen lo mismo en Twitter, hablan del desamor, de frías sábanas, de masturbación nostálgica, de idearios que quedaron obsoletos con el disparo en la sien de Werther. Tatuajes de Amelie que dan arcadas. Pero oye, es Twitter, gratis, sin más ínfulas que un fav.

Si realmente te gusta escribir y no es una cuestión de simple masturbación del ego ve a por la autoedición. Trescientos euros por ochenta copias de tu libro. Vende tu libro al precio de imprenta y no borres el material de tu blog o red social. No te integres en los círculos literarios kitsch de la capital. Lee y escribe todos los días. No debería de importante el contador de visitas, más bien la satisfacción inherente en el hecho de escribir. Lee a Kafka y Pessoa pero no admires su biografía. Tómatelo con calma: el talento no es una suma de esfuerzos artificiales, es más bien la sana y entrañable costumbre de inventar una vocación y que solo se la crean los demás.

So Now You Know by The Horrors on Grooveshark

miércoles, 23 de julio de 2014

Somos las putas desechadas de Dios.

Cada uno con sus obsesiones. El problema de las relaciones es que suelen ser decepcionantes. Te enamoras de un ideal, de un hueco con nombre de mujer, de una veleidad misteriosa. Y al final cuando todo es desvelado, cuando ya solo es carne manchada de carmín, inicias una rutina llamada apego. Los niveles de oxitocina y dopamina se moderan y todo sigue su rumbo. Luego queda engordar delante del televisor hasta que te atragantes con las canas de su coño. O el odio. O la nostalgia. O vete tú a saber qué. Así una y otra vez hasta que ya es demasiado tarde para comprar más boletos en la feria y una joven y desquiciada combinación de tu ADN te obliga a sentar la cabeza y aturdirte en las obligaciones sempiternas de la paternidad. Espero que al menos, al principio, fuera un buen polvo.

Acabo de llegar a casa. Cambio de turno. Dinero. Dinero. Dinero. Seis horas de trabajo oligofrénico mal pagado. Clientes sin educación. Mi masa encefálica resbalando por el teclado. Un calor asfixiante en el exterior. He comprado seis cervezas Sputnik y he empezado a masturbarme. Siempre estoy cachondo en verano. Pensaba que frisar los treinta y cinco y la bebida aletargarían a la bestia púrpura. Pero lejos de ellos cada vez quiero más. La pornografía más repulsiva, vídeos escalofriantes que vulneran claramente la legalidad campan a sus anchas por mi disco duro. La red es un inmenso Jabba el Hutt depravado. Escenas que al principio me causaban estupor y repugnancia ahora me acarician la libido con vigencia. Bondage. Mujeres cosificadas, simples agujeros de usar y tirar. Bofetadas. Cadenas. Mordazas. Violencia. Mi polla arde y sigo más allá hasta que el amor que fecunda mis pelotas sale a flote y mancha toda la ciudad provocando un estertor de insensibilidad en mi garganta.

Luego he visto varios capítulos de la serie “The Following”. Despierta sensaciones ambivalentes, una gran idea no tan bien desarrollada. Pero necesito distraerme. Demasiado calor. Vuelvo a acariciar mi entrepierna. Necesito algo más. Llamo a Helena. Es una groupie de Madrid, me permite meterme en sus bragas sin horario fijo. Una pobre depresiva con un blog homónimo que no sabe distinguir las píldoras blancas de las azules. Sonríe por teléfono y una hora después llama a mi puerta. Tiene un nuevo tatuaje. Sus ojos pierden ritmo. Demasiado hachís. Yo prefiero el alcohol, no seca totalmente mi energía.

Me pone al día de su biografía. Sus traumáticos exnovios. Sus padres. Sus proyectos. Incluso me habla de política, de barricadas y guillotinas. Lugares comunes. Mis manos recorren su cuerpo. Cierra los ojos y gime. La arrastro a la ducha. Hace demasiado calor. La desnudo y manoseo sus pequeñas tetas. Deliciosa. Divina. Una furcia más a la que penetrar. Me follo su garganta. Practico las imágenes. Idiosincrasias que denigran y excitan a la vez. El agua me ayuda a lubricar su culo. Un dedo. Dos. Ella se reclina. La abro poco a poco. Luego con más violencia de la deseada. Desfloremos el egotismo. Viva el puro hedonismo. Sigo y sigo. Ella se masturba el clítoris. Unos minutos después la fricción consigue el milagro. Por unos instantes desconectamos del mundo. Nada importa. Ni el calor. Ni las facturas. Ni las frustraciones. Ni la tristeza del fracaso cuando ya no eres joven. Hemos logrado tocar la santidad, la transcendencia. Nuestros cuerpos se estremecen. El atardecer chilla en nuestro interior, la bomba atómica cae sobre nosotros, pero somos pájaros con alas de carne que ascienden sin límite hacía arriba, embriagados por su danza de cortejo.

Solo dura unos segundos. La saco. Cierro el agua y empiezo a secarme. Somos humanos de nuevo.


Charlamos un poco pero estoy demasiado cansado para esforzarme. La futilidad me deprime. A la media hora se ha ido. Ni siquiera me ha dejado su tanga como recuerdo. Quizás no esté demasiado satisfecha. Quizás es más bonito adorar al borracho desde su cueva rosa. Pero así es la realidad. Luego, con los dedos todavía manchados con su olor, me he puesto a escribir esto. No deja de ser mi media hora diaria de escritura de la que hablaba ayer. Una forma como otra cualquiera de glorificar el desastre. 

A World Not So Beautiful [A Song 4 the Emperor] by Ordo Rosarius Equilibrio on Grooveshark

Los decadentes follamos mejor con nuestros errores que con nuestros aciertos.

No sé por qué últimamente escribo sobre metaliteratura, no creo saber más sobre estos temas que cualquiera que haya actualizado su blog más de un año. Quizás reflexionar sobre el acto mismo de leer y escribir sea una consecuencia de mi falta de vocación. Y que es más fácil orquestar una entrada así que un relato sobre como un decadente se folla brutalmente a una groupie de Madrid durante una calurosa noche de verano. De todas formas resulta un poco estúpido, es como si fuera a comprar una barra de pan y el panadero en vez de atenderme empezara a hablarme de marcas de levadura y harinas, del tiempo de la fermentación y amasado. Yo quiero pan, no quiero explicaciones, no necesito que me desvele ningún secreto. Además los lectores pagamos con algo más valioso que el dinero: nuestro escaso tiempo libre. Pero soy presa de mis incoherencias y voy a enfangarme de nuevo en estos temas. Mi excusa son diez cervezas de calidad media y media botella de vino que ahora mismo es mi única amiga de confianza. Subamos la música.

Creo que el escritor sin ínfulas solo se enfrenta a dos problemas: crearse una rutina y esquivar el bloqueo que produce la página en blanco. Lo primero resulta fácil: escribe como mínimo media hora todos los días. Da igual si es en Twitter, un diario personal, no importa si lo haces en los trayectos de metro en una libreta o a actualizando tu blog a través del móvil. Es indiferente que uses ese tiempo para contestar mails, comentarios de un blog ajeno o para editar tu biografía de una página de contactos. Lo importante es acostumbrarte al teclado, ordenar tus ideas antes de lanzarte, estructurar, ampliar tu vocabulario. Quizás media hora parezca poco, pero lo importante es la rutina, si cada vez te resulta más fácil, más divertido, las noches se alargarán sin que tengas que obligarte a nada.

El siguiente problema es sobre qué escribir. Bukowski cogía un par de cervezas y divagaba sobre su idiosincrasia personal. Observaba el mundo desde su misantropía elegiaca y disfrutaba de la prosa poética porque podía dejase llevar sin planes ni apuntes. Bien. Es cierto que de ahí se desprende un lenguaje muy básico, sin revisión, intentando decir cosas complejas de forma simple. Pero también es más divertido porque no requiere tanto esfuerzo. Lo prefiero a esos párrafos que son como bloques de piedra que tienes que dinamitar leyéndolos una y otra vez, golpeándolos con el diccionario hasta que se produce una brecha de entendimiento. Como si los hubieran escrito de pie sufriendo con cada metáfora. Todo vale, que conste, pero lo ideal sería un punto medio: no caer en la simpleza del discurso vacío y gañan, pero tampoco es esa pseudo intelectualidad absurda y eunuca que juega al escondite con el lenguaje volviéndolo artificiosamente enrevesado e incomprensible.

De todas formas el tema es sencillo: coge algo que te fascine, alguna materia que domines y vuélcalo en el teclado. Un ejemplo fácil sería Stephen King con sus novelas de terror. También puedes fijarte en tu propia biblioteca para averiguarlo, ¿cuál es el género predominante? ¿La ciencia ficción, la literatura romántica, la erótica? Empieza por ahí, por algo conocido, escribe algo que te gustaría leer y busca tu propio estilo. También puedes lanzarte a lo más básico y cercano: uno mismo. Se tiende a lo confesional incluso en la ficción. El desamor. La frustración. La alienación. El día a día. La muerte del padre. Del héroe interior. Cualquier cosa vale. Me gustaban los blogs al principio, pequeñas ventanas al universo particular de completos desconocidos envueltos en una catarsis exhibicionista. Al final cualquier menudencia es importante si consigues público. Nos leemos con avidez envueltos en la endogamia. Puedes echar un vistazo al pasado. O reescribir el presente desde un súper yo literario.

Todo depende de tu nivel de exigencia. Hay quienes prefieren que su estilo sea más literario y complejo y por ello necesitan dedicar muchas más horas a corregir, a desligarse de los lugares comunes. No quieren perder el tiempo. Tienen planes, vocación y ambición. Quieren publicar un libro. Escribir es algo necesario en sus vidas. En su caso no necesitan un tema, solo pulir su flâneur interior y observar el mundo con curiosidad de cirujano.

Escribir es un placer solitario. Adelante. Adelante. Adelante. No importa si nos repetimos o nos plagiamos a nosotros mismos. Siempre será mejor que no escribir. Que la cuota no aleje demasiado la diversión. Los temas siempre estarán ahí. Incluso podemos hablar de la NO necesidad de tema. De escribir dos o tres líneas mezclando simbolismo con masturbación. De grabar un vídeo en el que escribes, en el que recitas, en el que la complejidad personal se vuelve mundana.

Recuerda que lo importante no es el aplauso del público, lo único trascendental es no aburrirte a ti mismo, conservarte siempre como tu mejor y más exigente lector.

The Lost Song, Pt. 1 by Anathema on Grooveshark

martes, 22 de julio de 2014

Ni siquiera tengo ganas de buscar un concepto preñado de desafío que haya que poseer de forma violenta.

Decía Bukowski en un libro de entrevistas que he tenido que leer en inglés porque la traducción me espantaba, que le asustaba terminar el día sin haber escrito nada. El viejo indecente tenía claro que las horas muertas podían matar tu mente antes de tiempo. Yo soy incapaz de mostrar semejante pasión. Estampo la tercera cerveza contra la pared y abro la siguiente sin más planes que bostezar delante del espejo de la página en blanco. Aunque quizás sea una liturgia: necesito armarme a través del alcoholismo misántropo de cierta irrealidad para cubrir la futilidad sempiterna de cualquier acto creativo. No creo que al final del túnel encuentre algún tipo de bilateralidad o solidaridad en el arte, no creo que nada pueda maquillar las heridas de mi mente, pero bueno, quizás todo sea más fácil si soy capaz de abstraerme y verlo todo desde más lejos.

Tengo la espalda llena de escarcha y despuntes de piel rota. Mis vacaciones han tenido un halo de fracaso. La ropa interior llena de arena, la boca ahogada por la sal y la ausencia de libido. La cartera vacía y llena de charcos. En el fondo nada importa. A veces eres el mayordomo. A veces el comediante. A veces gastas más energía en lamer la piel ajena que en correr en la dirección correcta. Supongo que todos entendéis de que estoy hablando. Me esfuerzo mucho para que sea así en cada uno de los párrafos. Nótese el sarcasmo. Es difícil substraerse del público. Pero más difícil resulta no tenerlo. El demiurgo quiere ojos pero no voces. Quiere manos acariciándose por debajo de las bragas. Pero no quiere mensajes de WhatsApp de madrugada. Bueno, no divaguemos tanto todavía.


La vida sucede ahí afuera. Los palestinos son asesinados sin que nadie haga nada. Los sionistas niegan que tanto la Toráh como el Talmud prohíben al pueblo judío formar un Estado -un país propio- o forzar el fin del exilio, y han colonizado Palestina bajo el auspicio del Reino Unido y luego de EEUU. Todo gira en torno a la coacción y el asesinato. Y nadie hace nada porque a fin de cuentas les vendemos armamento, les compramos petróleo. No todo es tan sencillo, pero no puede haber equidistancia: hay demasiados muertos. Pero nadie hará nada, así es el agujero en el que vivimos.

En España se aprueba una ley electoral en Castilla La Mancha que damnifica a los partidos pequeños, el pucherazo es tan brutal que se podría dar el absurdo de que el PP sea la segunda fuerza en número de votos, pero consiga una mayoría absoluta en escaños incluso si logra apenas el 35% de las papeletas. Es la primera vez en la historia democrática española que un estatuto autonómico se cambia unilateralmente y sin consenso, solo con los votos del PP. Y esto es solo una prueba: si nadie hace nada y no provoca un gran escándalo lo llevarán al resto de comunidades, o como mínimo aprobarán que no haya coaliciones y que solo los que obtengan más votos puedan conseguir la alcaldía. Si no puedes ganar cambia las reglas. Pucherazo preventivo. Quedan diez meses para las elecciones municipales y hay mucho miedo a Podemos. Así funciona España.

Hoy se conoce la noticia de que después de recurrir a ayudas públicas -más de 13.000 millones de euros-, Catalunya Banc ha sido adquirida por BBVA por solo 1.187 millones. La cifra oscila entre los 11.500 y los 12.000 millones de euros que regalamos a los mismos bancos que desahucian a las familias de sus casas. La cifra es equivalente a los recortes del Gobierno en educación, sanidad y dependencia, según consta en el Programa Nacional de Reformas remitido a Bruselas.

Pero a pesar de que la realidad es nauseabunda tenemos la obligación de informarnos, de usar el voto útil, de ir a las barricadas, de saber que sucede. No podemos estar ajenos a los errores de nuestra época.

A las barricadas by Los Muertos de Cristo on Grooveshark

domingo, 13 de julio de 2014

Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas…

El verano es un sopor de rejas de lana
Como una golondrina sin sombrero
Incapaz de volar.

El mendigo de mi barrio
Siempre me señala con su dedo tuerto
Y me grita: “En mi derrota mando yo
Como si los demás solo fuéramos
Expertos en taxidermia
El decorado de corcho y alfileres
De su poesía

Tiene razón el viejo sabio
No todos pueden adorar las pelusas
De sus bolsillos rotos
Como si fueran reinas destronadas
Por eso le doy unas monedas:
"A esta ronda invito yo" le digo
El cabrón se ríe y me guiña un ojo
Agarra las monedas con sus manos negras
Y se aleja rumbo al supermercado

Las calles gritan
Y nadie parece darse cuenta de ello.

***

Cuando la primera luz de realidad
Muestra la nieve de tu balcón suicida
Ya es demasiado tarde
Para embalar mi corazón
Qué culpa tengo yo si desde tan cerca
El mosaico de tus sábanas
Parece siempre perfecto…

No importa si eres una niña
Obsesionada con la oscuridad
Quiero arrodillarme ante tu plumaje azul
Y lamer todas tus fronteras de viento

Siempre fuimos buenos conspirando irrealidades
Déjame saber que sucede cuando follan
Un callejón sin salida
Y un laberinto sin vocación

No permitas que el tiempo
Con sus semáforos en rojo
Nos mate de cansancio
Tu piel huele a revolución
Y a goma quemada
Sal de tu baúl de tormentas

Vive.

Papel Secante by Extremoduro on Grooveshark

miércoles, 9 de julio de 2014

El alcohol es como el amor. El primer beso es mágico, el segundo es íntimo, el tercero es rutina. Después desnudas a la chica.

Los siguientes escritores fueron alcohólicos: William Burroughs. Malcolm Lowry. Truman Capote. Cinco Premios Nobel americanos: Sinclair Lewis, Eugene O’Neill, William Faulkner, Ernest Hemingway y John Steinbeck. Jack London. F. S. Fitzgerald. Thomas Wolfe. Dashiell Hammett. Tennessee Williams. Raymond Chandler. Carson McCullers. John Cheever. Truman Capote. Raymond Carver. Robert Lowell. Li Po. Dostoievski. Graham Greene. Allen Ginsberg. Marguerite Duras. Jack Kerouac. Edgar Allan Poe. Joseph Roth. Dylan Thomas. Hunter S. Thompson. Anne Sexton. Arthur Rimbaud. Ray Bradbury. John O'Brien. James Joyce. Samuel Beckett. Baudelaire. Verlaine. Thomas de Quincey. Lope de Vega. Francisco de Quevedo. Y por supuesto: Charles Bukowski, el cual decía: " Beber es algo emocional. Te sacude frente a la estandarización de la vida de todos los días, te lleva fuera de eso que es lo mismo siempre. Tira de tu cuerpo y de tu mente y los arroja contra la pared. Tengo la impresión de que beber es una forma del suicido en la que se te permite regresar a la vida y comenzar de nuevo al día siguiente. Es como matarte a ti mismo y después renacer. Creo que he vivido diez o quince mil vidas ahora”

La lista es muchísimo más larga, pero he preferido poner sólo a los que he leído y me gustan. Es evidente que hay una relación entre la escritura y el alcohol. Hemingway con su famosa frase: “Escribe borracho, corrige sobrio” veía en el alcohol una manera de expandir el material artístico del artista dándole una libertad creativa nueva y sin limitaciones. Los motivos son muy claro: escribir requiere imaginación, confianza en uno mismo, concentración y grandes dosis de exhibicionismo. El alcohol te ayuda en todo eso: las primeras horas te hace más sociable, despierta cierto delirio amable, desinhibe progresivamente tu mente y te relaja.

Con esta entrada no pretendo hacer apología del alcoholismo. El alcoholismo es una lacra que puede echar a perder el cerebro de un genio. Pero tampoco seamos hipócritas: hay muchos canceres para el alma. Y con esto no digo que haya que elegir el menos malo. Pero peor sería para mí creer en Dios –que es parecido a regalar tu cerebro-, o ser un votante del PP –que es lo más parecido a no tener cerebro. El alcohol es legal. El alcoholismo social es aceptado sin cortapisas. Y es lento, te consume muy despacio, puede llevarte décadas alcanzar la mente de un forofo del fútbol. En el fondo es una forma de ser coherente: no estás satisfecho con la realidad que te rodea, no tienes cojones para cambiarla, te gustaría quitarte de en medio pero no demasiado rápido. Adelante pues. Vamos allá. Ir en dirección contraria a lo marcado, sabotearte, puede abrir nuevas vías. Y delante del teclado también.

El problema es que la gente lo entiende al revés. Lee a Bukowski y dice: “Ok, lo que tengo que hacer es beber mucho, follar con putas y luego escribirlo” No. No funciona así. Lo que tienes que hacer es tener la necesidad de escribir lo que sucede a tu alrededor porque la náusea es demasiado poderosa. Lo que tienes que hacer es intentar vivir de forma diferente para escribir de forma diferente. El hecho de que fuera alcohólico era anterior, otra capa de certeza. A mí me gustaba beber con quince años. Ahora tengo treinta y cinco y sigo bebiendo. Bebo cuando escribo. Bebo cuando escucho música. Bebo cuando macero mi sensibilidad con la pornografía más brutal. Es cuestión de mezclar placeres y ver qué sucede. Beber ayuda en esos primeros treinta minutos en los que tanto cuesta enfrentarse al teclado. Desinhibe y te hace olvidar las grandes preguntas. Porque el primer problema que tiene alguien que quiere encontrar la verdad -su verdad- escribiendo no es la indolencia o la falta de ideas, lo peor es la FUTILIDAD del acto en sí. Porque, ¿para qué sirve cualquier cosa que hagas? Para nada. Somos polvo de estrellas con forma de mierda. La inmortalidad no existe. Naces. Comes. Cagas. Trabajas. Follas. Te reproduces. Y mueres. Y durante el proceso esa singularidad de conciencia, ese poso de transcendencia que te ha sido concedido, va poco a poco perdiendo su brillo y su dignidad. O quizás no. Quizás exista la reencarnación. Pero no creo en ello. No creo en nada. Ni siquiera creo en mí mismo. ¿Veis? A esto me refería con el exhibicionismo del borracho.

De todas formas sigo pensando que es más digna la ventana iluminada de madrugada del borracho disciplinado que intenta evadirse en esa guerra sin cesar con el teclado, que el fanático del fútbol que llora por Brasil y su equipo de mierda. Que todos esos mal llamados ciudadanos a los cuales no les interesan la política y no salen de sus casas para votar. Odio la estupidez humana. Todo se reduce a trabajar. Sacrificios. Tiempo muerto. Matan tu tiempo allá afuera. Una hora tras otra. Y al final quedas reducido a una pulpa sin alma. A la otredad de un número. El neoliberalismo mata a gente todos los días en nuestro país, acostumbra a los niños a la malnutrición. Pero la gente sigue cogiendo el metro para ir a su trabajo sin quejas, su tiempo vendido a los hombres grises. El miedo lo domina todo. Por eso el alcoholismo de tres días a la semana, de beber hoy hasta que amanezca porque mañana no trabajo me despierta cierta condescendencia afín. Ama, ama y ensancha el alma. El arte es el único salvador del ser humano. Mi sangre es vino. Y soy el héroe de mi propia mierda.

Ama, ama, ama y ensancha el alma by Extremoduro on Grooveshark

Divagaciones sobre escribir todos los días.

Hablaba tangencialmente en la anterior entrada sobre escribir todos los días. Escribir es vivir dos veces y corregir algunos matices. Desmenuzar. Un puzzle de palabras con demasiadas soluciones en la que naufragas sin ni siquiera conocer las fronteras. Hay que pagar un tributo para poder disfrutarlo. La primera media hora es horrible. No sabes de qué escribir. No sabes cómo. Y tu cerebro conspira para que abandones. El ser humano es indolente por naturaleza, su inercia es embrutecerse. Quizás es una forma de sobrevivir, los suicidas piensan demasiado. No lo sé. El caso es que escribir todos los días allana el camino. Crea una rutina. Una pauta. Y eso está bien. Interiorizar las reglas de ortografía y gramática. Que la musa se baje las bragas mientras estás delante del monitor. Obsesionarte un poquito. El talento lo único que indica es la rapidez con la que mejoras. Pero no puedes mejorar sin tragar un poco de bilis antes.

También depende de tus aspiraciones. Si quieres ser escritor, si participas en esas fastuosas Jam Sessions de poesía en Madrid, las redes sociales son un escaparate de tu obra, te editas tus propios libros, o mejor, editoriales underground sacan pequeñas tiradas de tu libro, pues sí, adelante, todo el mundo merece un par de groupies que se solidaricen con tus cuitas. El problema de fondo es un listón de calidad muy bajo. Que conste que lo digo como LECTOR. He comprado muchos libros a través de esas pequeñas editoriales, y aunque es cierto que he disfrutado de obras muy originales, de un estilo de poesía –prosa poética mejor dicho-, que pensaba que no existía en España, que hay algunos narradores formidables que veneran el realismo sucio, al final la impresión no ha sido del todo satisfactoria.

Es demasiado fácil publicar. A veces da la sensación de que necesitan llenar su catálogo con cualquier autor novel que se conforme con ciento cincuenta ejemplares en su primera edición. A veces, salvando las distancias, me recuerda a los blogs: encuentras varios que tienen un toque diferente, sus autores escriben de forma visceral, abrasiva, diferente, tienen estilo propio y se defienden muy bien. Otros son tan autobiográficos que tienes ganas de salir a buscarlos e invitarles a una cerveza. Con el tiempo de todos ellos te quedas con dos o tres. El impulso de escribir, del desamor, la efímera inspiración deja todo desértico. Naturalmente todos los demás son basura. Viva la libertad de expresión, pero nunca podrás escribir nada que merezca la pena. Así es el mercado editorial. Te puedes encariñar con dos o tres artistas, pero, ¿dónde está el talento? Conste que todo lo que acabo de escribir vale para muchas de las novedades que se ven en las estanterías del Corte Inglés.

Me desvío del tema. En casos así, sí, escribe todos los días, publica, sigue adelante. Pero lo más importante es que leas. Lee mucho. Cosas de todo tipo, desde ensayos, poesía, novela decimonónica, autores rusos, franceses, alemanes… todo. Si alguien que tiene ínfulas de escritor afirma que no tiene tiempo para leer a los demás, eliminadlo: es imposible que escriba nada decente. Recuerdo que una vez tuve una relación tumultuosa con una filóloga de polvo mediocre. En algún momento me animó a escribir algo juntos, pero la contesté que no me sentiría preparado hasta que no hubiera leído mil libros. Si alguien considera que es una cifra excesiva, pues lo mismo: sigue con tu blog, pero por favor, no contribuyas al mar de mierda editorial. Leer y escribir son la misma cosa. Si no amas una no puedes hacer la otra.

Naturalmente todo esto no tiene sentido si ya tienes vocación, si prefieres quedarte los sábados por la noche escribiendo antes que salir de botellón con tus amigos. Si cuando te está abandonado la zorrita elitista de turno en tu fuero interno estás buscando las palabras adecuadas para describir el sentimiento de pérdida. Si te encantan los diarios personales. Si querías ser escritor antes de los veinte. Emborracharte como Bukowski. Hacer el camino como Kerouac. Hacerte esclavista como Rimbaud… bueno, quizás esto no.

En cualquier caso sí, las ventajas son claras. Pero yo no lo hago. Y me gustaría explicar el motivo. No es sólo por pura indolencia. No es sólo porque no tenga ambición, ni vocación, ni inspiración todos los días. No es sólo porque, a fin de cuentas, me resulte el esfuerzo fútil y absurdo. Es por algo más sutil. Yo creo que hay una relación entre el sexo y la escritura: estás cachondo, quieres echar un polvo, esperas al fin de semana, conoces a una virgen vestal, la apabullas y finalmente llega el fornicio. Hay imaginación, trazos a lo Van Gogh en la forma de tocarla, de usarla, de tomarla. Y finalmente el cenit con un hermoso corazón de semen en su cara. Si echarás otro a la media hora, o al día siguiente, sería diferente. No habría la misma pasión. Habría ciertas repeticiones, la espontaneidad desaparecería. Empezaría a notarse el ejercicio gimnástico de fondo. No siempre, puedes haber sufrido una carestía de sexo y quieres aprovechar. Pero necesitas algunos días de descanso para volver al polvo épico. Con la escritura sucede lo mismo. Si eres un buen escritor, si realmente vuelcas tu vómito y te dejas llevar, al acabar el texto estás agotado. Las metáforas te han consumido. La obsesión por buscar las palabras adecuadas, el final, la música, todo hace que te sientas alegre pero vacío. Necesitas recargarte. Necesitas vivir. Recoger experiencias. Leer algo. Alejarte. Puedes escribir más cosas. Recordar viejas experiencias. Pero ya no será igual, hay que empujar, hay que sangrar, hay que escribir de pie. Hay que corregir. El vómito se provoca y tarda en llegar. No es tan divertido. Y si no te diviertes, ¿para qué coño acaricias el teclado?

Dejemos la impostura y las demostraciones de talento artificial para las actrices porno.

Deltoya by Extremoduro on Grooveshark