
El día ha sido como una mota de polvo. La luz de la farola entra sin prisa, no se inmuta ni finge sorpresa ante el perfil del cuchillo. Noches ínfimas, toda la casa sufre la falta de sentido. Incluso la nevera, en su lenguaje sintético de freón, purga su llanto en forma de ruidos extraños, congelando su propio vacío. Ángulos difuntos. Piensa, ¿cuántas cosas puedes salvar de la falta de milagros solo con un poco de calor? Se ha acabado el Haloperidol y siento el ronroneo de los buitres sobre mi piel. Mi mente sangra, pero intento fabricar mis alas con vino y escarcha, con una mueca de carne y un par de silencios.
El amor, un virus, una
fiebre psicótica que nos reúne en la sección de congelados, con su cola de
espera, sus tickets descuento, su cadena de frío que no hay que estropear, su
caducidad, su sabor prestado que solo llena estómagos, animales-hormonas-orgasmo-niños-vejez-muerte-bucle.
Pero llueve. Dentro de mí.
Tengo tu número de móvil y
una historia preparada, seré de nuevo tu metáfora, la compresa donde vuelques
tu copa de vodka, la cara donde eyacules tu otoño mientras doblegas a golpes de
cadera la primavera de mi coño. No quiero ser tu pareja, ni tu puta, solo
quiero otra cicatriz. Sí, me lo tragaré todo. Ven, hazme daño. Duerme en mi
sueño, aunque después de follar la calma huela a muerte y volvamos a ser solo
carne sobria de pasión.
El arte imita la realidad pero mejor, siempre mejorándola, y también crea realidades, expande el universo, la nada.
ResponderEliminarEscribe un poema en papel y destrúyelo, rómpelo, quémalo, tendrás el poder del mundo en tus manos.
Enfermemos. Centrifuguémonos. Volvamos a ensuciar las sábanas. Bucle. Hasta deshacernos, disolvernos, llover sangre.
muak