sábado, 21 de septiembre de 2019

Besa mis labios, mi piel, mis dedos, mis ojos, mi cerebro; hazme olvidar. Enamorarse funciona para aquellos que pueden soportar esa sobrecarga psíquica llena de promesas de eternidad efímera, yo prefiero follar en medio de la tristeza y conservar el sentido del humor.

Tres de la mañana, pensamientos inconexos en torno a una botella de vino. Frustrado, incompetente para la vida real, esquivando la autorrealización personal y la trascendencia, confundiendo el sexo con amor, escribiendo para doblegar la sonrisa del coyote, para sobrevivir, para no masturbar el fraude y terminar vomitando idiosincrasia inútil. Buscando ser el suicida que cae en los márgenes de la página en blanco, que sobrevive a la caída e intenta respirar mientras un pequeño hilillo de sangre florece, como la sonrisa de Dios, sobre el párrafo.

Las mujeres. Oh, sí. No me avergüenza reconocer que tengo miedo a intimar con ellas, es demasiado arriesgado, la mayoría son veleidades ciclotímicas, molinos de viento esquizoide de excéntrica ferocidad. Hay demasiados juegos de poder, sucede demasiado rápido pasar de una fascinante calidez a la insoportable tensión de la insatisfacción y los reproches. Mi única fortaleza consiste en huir, pero, ¿cómo hacerlo? Están por todos partes, contoneando sus cuerpos al ritmo de un diapasón obsceno, intentar eludirlas sólo consigue que me obsesione más con ese reino estrecho y húmedo donde la naturaleza exige que eyaculemos ríos blancos de fertilidad hedionda.

Alguien llama a la puerta e interrumpe mi soliloquio autocompasivo. ¿Quién podría venir a mi casa a estas horas? Cuando abro la puerta la sorpresa me deja mudo: Carla. Tuvimos una fuerte discusión hace un par de meses, pensé que sería definitivo y no volvería a verla. No debería dejarla entrar, Carla solo me trae problemas, demasiado intensa, joven y loca, con esa tendencia estúpida a mezclar antidepresivos con alcohol; pero, ¿acaso se le puede culpar? Durante toda su vida ha sufrido los abusos de una familia disfuncional y de una colección de novios tarados y agresivos; por lo menos se toma la vida con humor, no ha permitido que los traumas le hundan. Sigue en el umbral, expectante, sin decir nada, contoneándose, su carmín rojo corrido, los ojos extraviados, una falda cortísima que me deja ver un destello de lencería negra, y, quizás lo más importante, una botella de Absolut Vodka en la mano.

-        Rorschach: “El amor no es eterno, pero nos hace eternos a nosotros.”
-        Carla: “Déjate de gilipolleces, he venido a follar. Bésame, pedazo de cabrón.”

Nuestros diálogos siempre están repletos de romanticismo. Nos besamos y, sin más ceremonia, entra en casa y se tumba en el sofá. Satie suena de fondo humillado ante la visión de su cuerpo. Me tumbo junto a ella, mis manos se deslizan por su cuerpo, aparto sus bragas y ejerzo cierta crueldad en su interior. Carla gime, pero me aparta enseguida, en sus ojos un brillo peligroso, le da un trago a la botella directamente, me saca la polla y escancia un poco de ambrosía sobre ella; muy lentamente, y sin apartar su mirada de mí, se la mete entera en la boca. La chupa con brío y ganas, con esa intuición de puta que siempre me hace perdonárselo todo; yo respondo a su generosa oferta abofeteándola con saña y agarrándola del pelo para poder follarme su boca al ritmo adecuado. Carla es como una enfermedad: cuando estás infectado ya no hay cura posible, solo queda zambullirse en su accidente con sonrisa de loco. Cuando estoy a punto de correrme le doy la vuelta, le subo la falda y empiezo a jugar con la lengua, a bosquejar su clítoris, a zambullirme en ella; el sexo es una guerra donde tienes que darlo todo, relampaguear ante el milagro del orgasmo ajeno y propio. Cuando ya está totalmente encharcada se la meto con dureza: es como estar dentro de las entrañas de una flor azul, algo sórdido y delicado a la vez.

Follamos con pasión, con ecos de reconquista, reconociéndonos el uno en el otro: somos dos inadaptados, demasiado lúcidos en nuestra otredad para aceptar el surco común, lidiando con una existencia imposible de reconciliar con la normalidad. Carla quiere alargarlo y cuando estoy a punto de correrme me muerde con saña, cambia de postura, me cosifica. Admiro que nunca se niegue a hacer lo que sugiero, nunca se ofende por mis insultos y brusquedades, para ella el placer está por encima de tabúes y convencionalismos. No se lo confieso porque no quiero darle más poder sobre mí, pero follar con ella es como estar enganchado a la heroína y al opio a la vez, te crea una dependencia cada vez mayor por conseguir una dosis más, un minuto más, un beso más, otro orgasmo lleno de histeria.

            Mi vecino golpea la pared, estamos haciendo demasiado ruido. Levanto a Carla y la empotro contra esa misma pared. Sus piernas acarician el vacío, el mundo gira cada vez más deprisa, es como una muñeca en mis brazos, nuestras lenguas mezcladas en gritos de poesía y elegías de amor. Noto como vuelve a correrse, sus uñas deslizándose por mi espalda en surcos de grotesca pasión, su coño como una herida abierta; su placer me excita demasiado y me desbordo en su interior.

Quizás sea amor después de todo.

6 comentarios:

  1. Tal y como lo expresas, con esa locura y delirio, es amor apasionado,
    Y...si existe otro amor sin esa pasión, yo siempre me apuntaré a ese...
    Claro que tan bien narrado no suele darse...

    Un beso.

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    1. La vida y el amor suelen ser decepcionantes, por eso tenemos la música, la literatura, la poesía, el arte en general, para que los damnificados podamos cerrar los ojos unos minutos y soñar que todo puede ser perfecto y duradero. ¿Quién no querría un amor así? Pero luego, ya sabes, no dura demasiado. A mí a veces me gusta esconderme en este tipo de entradas, es fácil regodearse en un instante de perfección, como esos finales felices de Hollywood, donde la película termina en el momento perfecto, despreocupándonos de lo que sucede después de los créditos.
      Un abrazo, espero que la vida te esté tratando bien 😉

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  2. Hay segundos que caminan por el alféizar del sexo cerrando los ojos, respirando el vértigo y el vacío de dejarse caer, confundiendo en mitad del sobrealiento la sangre y el jadeo rasgado. Son solo unos segundos en el que el egoísmo abierto en canal no sabe distinguir al otro y se hace líquido que desborda, grito que explota, cuchillo que yere sumiso.

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    1. Así me gusta, realismo lírico combinado con unas buenas dosis de escritura automática, qué comentaristas más eclécticos y geniales tengo ja, ja, ja
      Un abrazo muchacho, gracias por comentar en la entrada onanista-erótica del mes xD

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  3. He estado leyendo artículos de tu blog,
    Me parecen sublimes.
    Lo digo muy en serio.
    Por ello quería felicitarte.
    El tratamiento que le otorgas a este, me llamó mucho la atención.
    Gracias por compartir tanto y de tanta calidad,
    Saludos

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    1. Gracias a ti por pasarte por aquí y leerme Carla. Llevo ya varios años con el blog y antes solía escribir relatos eróticos de forma habitual; ahora no me prodigo tanto, pero son costumbres que no me gusta perder, me alegra que lo valores 😉
      Por cierto, suelo entrar en los perfiles de la gente que me comenta y me ha hecho gracia la página que tienes. Ahora, en medio de una pertinaz soltería, no me vendría bien algo de compañía femenina, una lástima que no sea muy afín a este tipo de servicios. ¡Un abrazo!

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