viernes, 26 de julio de 2019

El tiempo es una nomina en el banco de la nostalgia; recordar un préstamo infructuoso.

            Durante mi adolescencia comencé a tener prejuicios hacia la gente normal, quizás porque sentía que ellos también los tenían conmigo. Solo buscaba la compañía de los locos, los marginales, las personas rotas cuyas aristas espantaban a toda la gente sensata. Cuando trataba con el resto ocultaba mi mundo interior y orquestaba un teatro de espejos y hambre. Su otredad me provoca ansiedad de ortigas, no conseguía acostumbrarme, me sentía obligado a resguardarme en una misantropía cada vez más feroz. Al no intimar con nadie todo se lo daba a mi soledad y así fue como, poco a poco, se creó la urgencia de escribir, de relatar todas las sombras de mi mundo interior. Fue así como descubrí que todos los recuerdos traumáticos que se volvían mucho más patológicos reflejados en los ojos de los demás, al escribirlos y envolverlos en metáforas, poesía e historias decadentes, se abrían paso hacía mi interior con un desahogo inesperado que me dejaba exhausto pero feliz.

La escritura sigue siendo mi verdad, y el exterior solo una mundana fachada inane. No importa que aparezcan en mi vida héroes, comediantes o aves de paso, todavía no he aprendido a intimar. En el fondo sigo sintiendo que nadie querrá cogerme de la mano cuando mire al abismo, que nadie podrá acogerme y darme alas, que si amo a una mujer, esa mujer devorará mi corazón y será muerte. Que mi destino es estar solo, porque todos los demás ya tienen un número y un lugar asignado en la fila. Y esa fila larga, infinita, pantagruélica, representa todo el sonambulismo y abotargamiento de una sociedad homogénea y gris que señala con el dedo a quien no vende su tiempo y su salud al precio exigido. Prefiero ser el vagabundo, el lobo solitario, el extranjero, la atmósfera decadente, la cotidianidad de la gotera de sangre, el vino entre tus piernas, la hoguera voluptuosa en tu piel, el soborno del poema, la risa de los ingobernables.

*****

         Una noche, pensando y escribiendo sobre chorradas intrascendentes en este blog, me percaté, como una vulgar epifanía, que ya no quería a mí pareja, y que solo estaba con ella porque no quería estar solo. Eso me hizo pensar en la proyección del deseo y de los sentimientos como un beneficio, en lo egoístas que somos cuando no estamos dominados por la pasión, y renqueamos sin fuerza en manos de la rutina, la inercia y los besos al aire.

          Me deprimieron mis propias incoherencias, escribiendo e idolatrando tan a menudo la ternura y poética de los gestos cotidianos entre los amantes. Que demoledoras son esas dudas que se crean sobre nuestros propios sentimientos cuando el deseo proyectado recibe una carencia; cuando esa carencia activa el dolor; cuando la frustración del ego saquea y roba todo lo que fue bello, lo que fue amor, lo que no se ajustó a ese deseo proyectado. Y la duda racional del beneficio frustrado destruye también los poemas, deja heridas de muerte todas las emociones, las fotos y los recuerdos. El amor debería de ser otra cosa, nos debería obligar a entender desde el principio que el amante no tiene que responder a nuestros abismos. Que, en realidad, no tiene nada que darnos, que hay que enfrentarnos a solas a nuestra hambre existencial, no convertirla en una brecha que tatuar sobre el amante. La mayor parte de la gente usa al amor para narcotizarse, en vez de usarlo para comprender su propia naturaleza y llegar al desapego. Y al exteriorizar sobre el amante lo que debe ser interiorizado hacia el beso de la nada, se genera sufrimiento e insatisfacción. Se culpa al otro de la infelicidad, pero esta solo es síntoma de nuestra falta de trascendencia. El amor no cura nada de eso, solo te distrae, te anestesia, te droga y, finalmente, te expulsa.

Tres meses después llegó la ruptura; aséptica, desapasionada, justa e insatisfactoria en su frialdad. Nos abandonamos como se abandonan unos zapatos viejos, con gesto cansino y práctico. Y ahora, un par de años después, heme aquí, recordando ciertos gestos de ternura con nostalgia, como si el pasado pudiera recrearse con una elegancia que no nos pudimos permitir en aquel entonces; como si la literatura fuera una excusa para dibujar arpegios de poesía sobre el papel e idolatrar para siempre ciertos instantes que, a pesar incluso de nosotros mismos, impregnaron de trascendencia los latidos de nuestras caricias. Quizás nunca fuimos un error, tal vez, simplemente, al dejar de escribir nuestra historia nos rendimos a lo mundano, nos volvimos como los demás; y en ese contexto, sin tinta ni metáforas, era imposible que pudiéramos sobrevivir.


7 comentarios:

  1. El amor es como un tren...
    Una especie de parche que anestesia antes de convertirse en una económica rutina en este mundo capitalista...
    Yo abogó por un camaraderismo de relación abierta antes de que fenezca la pasión...
    Antes de traicionar ver con mis propios ojos como un cabron se folla a mi mujer, quizás eso estimulase mi pobre libido...
    Luego la loba abriría sus pupilas de amor contra las mías en un amanecer mediterráneo con la brisa acariciando la piel...
    Eso personalmente es mi búsqueda del amor...
    Un querer desinteresado en lo relativo al placer carnal que a mis años no cura cicatrices...
    La poligamia es justa y moral en aras de desechar la mentira...
    Por desgracia mi actual compañera cree que en una relación es innegociable dar cabida a terceras personas en la alcoba...
    Yo padecí de celos en un pasado tormentoso y cambié el chip completamente, igual no es amor y si cariño...
    Me tiene preocupado el tema ya que a veces deseo por ahí a otras mujeres y tal...

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    1. Con la edad cambiamos, en cierta forma nos adaptamos a nuestros fracasos y traumas. Yo también tuve una época de celos y obsesión en mi adolescencia, pensaba que no se me notaba, protegido en un hieratismo orgulloso, pero al final no pude evitar organizar una pequeña escena; la primera y última de mi vida. A partir de ahí siempre me he jactado de no dejarme dominar por esos extraños signos de posesión atávica. Pero al final, seamos francos, cuando estás enamorado pierdes un poco el control de tus emociones. Aun recuerdo la última vez que me enamoré, 2011, chica catalana, veleidad absoluta, desde la distancia del tiempo no logro ver qué tenía de especial, supongo que su voz estaba ahí en el momento adecuado, su implicación, una obsesión compartida por llenar un hueco de autoestima, por hablar durante horas contándonos todo y nada. Estuvo bien. Pero cuando al final todo se vino abajo, y me enteré que ya estaba con otro, fue una sensación tan amarga, que no quiero volver a recordarla.

      Es las relaciones es mejor ser el amado, así cuando tu pareja después de un tiempo, se siente decepcionada o aburrida porque no estás cumpliendo su ideal de amor, y empieza a mostrarse fría y displicente, puedes pasar página y ahorrar tiempo. A pesar de ello te dejará una herida en la autoestima, por mucho que ahora hables de tríos y de un cariño especial, porque a todos nos gusta reafirmarnos en la adoración del otro, pero al menos será solo eso: una heridita. Cuando estás enamorado hablamos de cicatrices amargas, de esas que duelen cuando escuchas una canción, o aparece un recuerdo insidioso. Mi última relación solo me aportó algo de diversión anodina, y las siguientes mujeres que han pasado por mi cama han sido todavía más superficiales. Ninguna da para un poema, ni siquiera inventado. Pero, ¿y qué? La tranquilidad también tiene un precio.

      Cuídate.

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  2. Estoy ya tan acostumbrada a que escribas reseñas sobre libros que lees que me resulta extraño que te puedas expresar como un libro abierto cuando hablas de ti mismo.

    Besos.

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    1. Querida Amapola, las reseñas son una especie de ejercicio literario que me permite mantener este rincón vivo; pero siempre habrá algo personal de vez en cuando, mi blog siempre ha sido un diario, y espero que cuando me pasen cosas interesantes -y creo que este año tiene el potencial para ello-, me animaré a compartirlas con vosotros. No todo es amor y decadencia. O eso espero. ¡Un abrazo!

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  3. Pues empatizo bastante con lo que escribes. Primero en el interés que me genera la gente. Necesito que no sean copias convencionales de fábrica, que tengan algo intereante que aportarme y en eso reconozco mi egoísmo.
    Por otra parte es cierto que el amor debe ser desinteresado, porque si lo utilizas para tapar huecos, al final el amor queda vacío. Enhorabuena por la entrada. Saludos.

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    1. Ante todo disculpa por no contestarte los comentarios. Últimamente no me siento muy animado con el blog, y además Blogger no me avisa cuando alguien deja comentarios por lo que estoy un poco a ciegas con respecto a eso; gracias por tus aportaciones.
      En cuanto a la entrada, pues sí, yo creo que es justo ser egoístas, nuestro tiempo es limitado y relacionarte solo con robots sonámbulos que sueltan opiniones que más parecen propaganda, es ante todo aburrido. Pero siempre que escribo aquí cargo las tintas demasiado, tampoco es que los tarados tengan grandes proyectos vitales que compartir, a veces se convierten en gente tóxica que nos resta más que sumar. A veces la única solución es escoger un buen libro, un ensayo sobre algún tema que nos interese y gastar algo de tiempo en ello, la vida social a veces está demasiado sobrevalorada xD
      En cuanto al amor, resulta paradójico que a veces también te tropieces con gente afín de la que terminas enamorándote aunque la premisa sea solo llenar huecos, así de jocoso y arbitrario es el juego sentimental, estoy seguro de que muchas personas han conseguido tener una relación funcional simplemente porque estaban aburridos, o solos en casa, se apuntaron a una app y alguien decidió que su foto no era demasiado intimidante y empezaron a hablar. Pero está claro que al final saltan las taras, todos deberíamos de intentar primero aprender a estar solos, conocernos, superar ciertos traumas con respecto a necesitar tener pareja, reafirmarnos con el sexo, etcétera, antes de meter a otra persona en nuestra vida.
      Pero bueno, divago y hablo de muchos temas, gracias por pasarte por aquí, ¡Un saludo!

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    2. Pd: Ya he contestado todos tus comentarios, disculpa de nuevo, no me había percatado. Siempre he pensado que si alguien se molesta en leerte y dejarte un comentario, la mínima cortesía exigible es contestarle. ¡Un saludo!

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