
Y la tentación del fraude en forma de frases sueltas, prosa poética que justifique el espacio entre la nada intelectual y la estudiada insustancialidad. Pomposos lugares comunes: “La lluvia es el único sonido amable de Madrid, la escritura la única manera de resolver mi propia ecuación existencial, de medicar y mecer mis tinieblas”. Y quieres un final adecuado con palabras que te gusten: Suspiria, Efímero, Melancolía, Elipsis, Agonía, Narcolepsia, Asfixia, Ajenjo, Ruina, Oquedad, Efiterno, Saudade…
Y justo cuando empieza a resultarme agradable esta broma infinita con el teclado llegas tú, la chica petricor, bipolar y monoteísta, reina del asco, la rabia, la ceniza, del silencio de las vías del metro; la niña turbia y bella con un revolver en la lengua y balas debajo de las bragas. El corazoño crepuscular, con ojos de impermeable azul y labios con vocación de Moulin Rouge. Te observo al borde de la histeria, y te grito: ¿dónde estabas tú cuando la musa se burlaba de mi falta de simetría? ¿Dónde estabas tú cuando ya no quedaban libros, ni cervezas, ni erratas y el mundo carecía de sentido?
Y tú, fría como un guijarro de polvo de estrella, me contestaste: “La Belleza siempre llega puntual a su funeral”
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