
El peso de tu cuerpo me
aplasta contra la puerta, me obligas a separar las piernas, todo es
provocativo, notas como me humedezco y sonríes con suficiencia, aún no has
pronunciado una sola palabra. Tus dedos apartan mis bragas con dureza, resbalas
en mi interior: me siento abierta, expuesta, cosificada, una oquedad que llenas.
Cierro los ojos, sigues arrasando mi sexo, golpeando rítmicamente mi clítoris. Me
vuelves loca, me corro de forma brutal tras dos semanas de obligado celibato por
tu orden expresa. Escucho tu voz por primera vez, al oído, casi un susurro,
aliento preñado de prohibidas intenciones, mi nombre como un regalo dulce y
oscuro. Locura. Quiero ser tu puta. Pido. Suplico.
Me subes el vestido, tus
manos recorren todo mi cuerpo, tus dedos son pequeñas tenazas que pellizcan y
estiran mis pezones, dolor que es placer. Me tiras de espaldas sobre la cama.
No te veo. Escucho un ruido, rebuscas en un armario. Te acercas. Silencio. De
pronto el golpe. Duro. Seco. No puedo evitar gritar. Me tiras del pelo y me
haces mirarte a los ojos, trago saliva: entiendo tu advertencia. Vuelves a
golpearme con la fusta de cuero. Me muerdo los labios. Otra vez. Otra. La piel
me arde. Otra vez. Joder. De alguna forma extraña me gusta. Otra. Otra. Luego
siento tu caricia. La piel irritada lo agradece. Suelto un suspiro, intento girar
la cabeza y mirarte pero no me lo permites. De pronto me la metes de una sola
embestida. Vuelvo a gritar. No te agrada. Me presionas la cabeza contra la cama
y pones tu pie desnudo a mi altura: lo empiezo a lamer mientras me la sigues
metiendo con brutalidad.
El tiempo se dilata. Las
sesiones pueden durar horas. Estoy a punto de decir la palabra de seguridad.
Pero no, quiero saber hasta donde puedo llegar. Sin embargo eres el Amo
adecuado, sensible a las reacciones de mi cuerpo, quizás conoces mis límites
mejor que yo. Me das la vuelta, acomodas mi cabeza encima de un par de
almohadas, quieres que te vea, que goce el momento, otra forma de deliciosa
tortura. Primero me llenas de ósculos los muslos, el ombligo, me saboreas lentamente,
y luego vas separando mi sexo con la lengua, penetrándome levemente, hasta que
ya por fin empiezas a follarme con ella.
Sé que vas a parar en
cuanto esté a punto de llegar, pero me sorprendes y ordenas que me corra: yo
estallo, me convulsiono, orgasmo incontrolado que me recorre entera, que me
obliga a doblar las piernas y arquearme con la respiración entrecortada. Cierro
los ojos, todo gira, me siento desecha, extenuada. Escucho el clic de las
esposas, relajo los brazos alrededor de mi cintura. Un par de minutos después
te escucho ducharte. Y solo puedo pensar: que cabrón…que delicioso cabrón…
Inquietante y al mismo tiempo arrebatador, como no podía ser de otra manera lo dicho, una vuelta de tuerca perfecta.
ResponderEliminarGenial Rorschach, besos a través de las estrellas.
La criatura respira, abre los ojos y sale al exterior. Y es una hermosa criatura ;)
EliminarBesos decadentes.
Me gusta. No sé cuánto hay tuyo y cuanto de ella, pero me gusta. La fusta...
ResponderEliminarHas (habeis) usado una palabra que odio, pero aun así he disfrutado la lectura.
Besos jodido poeta, ahora ¿editor?
Umm, tendré en cuenta tus pequeñas fobias con las palabras, en el próximo relato utilizaré un látigo de cuero trenzado…xD
EliminarNah, solo un pequeño concurso de relatos para indagar en los traumas y visceralidades de la mente femenina ;)
Besos querida musa. Feliz día.
sin intención de ofender a nadie... creo que este relato para nada hace justicia a tu blog, xo en la opinión de una dl montón :P
ResponderEliminarCuentas con buenas escritoras en potencia.
ResponderEliminarPues a mi este me ha gustado muuuuucho. No niego que si que me haría curiosidad leer también el original, pero así como está me encanta.
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