Las ‘Cartas a Lucilio’, también conocidas como ‘Epístolas Morales a Lucilio’ constituyen una colección de ciento veinticuatro epístolas escritas entre los años 62 y 64, dirigidas al procurador romano Lucilio, del cual no existen rastros historiográficos por lo que algunos académicos se inclinan a sospechar que el intercambio epistolar nunca existió y que Lucilio fue una simple figura de ficción retórica. Escritas cuando Séneca rozaba los sesenta años y tras una azarosa vida pública, muestran el pensamiento de su autor con un estilo claramente tendencioso y vivaz que nos intenta enseñar cómo ha de vivirse según las doctrinas estoicas: sabio es quien se ha despojado de la servidumbre de las pasiones, por lo que la sabiduría y el saber vivir son el camino hacia la felicidad plena y la máxima estabilidad. Esa plenitud vital requiere disciplina y firmeza frente a los pasajero y secundario, por ello el vaciamiento del ego y el desapego material son recurrentes en todo el conjunto de la obra.
Séneca se proponía recoger en estas cartas su propia versión del estoicismo romano y para ello busca la verdad en todos los filósofos; adversario del tecnicismo filosófico, disputa con Sócrates, duda con Carneades, se serena con Epicuro, vence a la naturaleza humana con los estoicos, la rebasa con los cínicos, y procede hacia una concreción personal que puede ser estoica, convertirse en epicúrea y parecer incluso cristiana; pero contrariamente al Cristianismo la doctrina de Séneca no se dirige a la multitud, sino al individuo, hacia su autosuficiencia, autodominio y responsable individualismo.
Decía Thoreau: “Un hombre recibe sólo lo que está preparado para recibir, ya sea física, intelectual o moralmente. Escuchamos y asimilamos sólo lo que ya sabemos a medias. Todo hombre, por tanto, sigue el rastro de sí mismo a través de la vida, en todas sus escuchas, lecturas, observaciones y viajes”. Os recomiendo encarecidamente que afrontéis la lectura de estas cartas, son de una belleza y sabiduría fascinantes y, seguramente, encontraréis una parte olvidada de vosotros mismos en ellas.
He leído dos traducciones diferentes -existen también muchas ediciones-, pero la mejor, sin duda, es la de la ‘Biblioteca Clásica Gredos’, os dejo enlaces en ePub de los dos volúmenes: Epístolas morales a Lucilio I y Epístolas morales a Lucilio II. Reproduzco a continuación la primera carta, una de las mejores, que trata sobre el valor del tiempo:
Séneca a su Lucilio saluda,
Actúa así, Lucilio, reivindícate a ti mismo y también al tiempo del que hasta ahora fuiste despojado, desposeído o que te fuera escamoteado: reconquístalo y presérvalo.
Actúa así, Lucilio, reivindícate a ti mismo y también al tiempo del que hasta ahora fuiste despojado, desposeído o que te fuera escamoteado: reconquístalo y presérvalo.
Convéncete que es tal como lo escribo: el tiempo nos es a veces arrebatado con violencia, otras usurpado, a veces simplemente se evanesce. Ignominiosa es sin embargo tal dilución cuando acontece por pura negligencia.
Presta atención: gran parte de nuestra existencia transcurre o bien mediocremente vivida, o directamente no vivida, o de tal manera vivida que ni siquiera merece llamarse vida.
¿Quién puedes mencionar, capaz de poner un precio al tiempo, de evaluar el día, quién que comprenda que con cada día en parte muere?
En esto justamente nos equivocamos burdamente: en la percepción de la muerte como un acontecimiento sólo del futuro. Gran parte de ella se encuentra ya tras de nosotros: cualquiera de nuestras épocas pasadas, es la muerte quien ya las posee.
Condúcete entonces, Lucilio, como me lo manifiestas en tus escritos: amalgámate con cada una de tus horas, depende menos del mañana para tomar en tus manos el presente. Mientras la diferimos, la vida transcurre.
Todo lo demás, ¡Oh Lucilio! nos es ajeno: sólo el tiempo, objeto tan fugaz como esquivo, es nuestro. Es la única posesión con la que la naturaleza nos invistió. ¡Y sin embargo toleramos a quienquiera desposeernos del mismo!
Pero tanta es la necedad de los mortales, que nos sentimos en deuda frente a aquellos de quienes obtenemos cosas insignificantes y fútiles, sin duda substituibles. Pero nadie a quien se le consagra tiempo se estima estar en deuda, cuando no obstante beneficia del único bien que ni el más agradecido podrá restituir nunca.
Te preguntas quizás lo que conmigo mismo acontece, yo que estos preceptos propugno. Te lo digo sin reparos: si bien vivo entre los fastuosos, soy diligente y llevo debida cuenta de mis gastos. No puedo decir que no pierda nada, pero sea lo que sea que pierda, puedo dar cuenta de su cuantía y de la razón de mi pobreza. Me acontece empero lo que a tantos otros que, sin culpa, cayeron en la indigencia: todos perdonan, nadie socorre.
¿Y entonces qué? No considero pobre aquel de alguna manera es aún capaz de gozar de lo poco que le queda. Pero en cuanto a ti, prefiero que te ocupes de ti mismo y que comiences en buena hora.
En efecto, tal como solían decir nuestros mayores: "extemporáneo es el ahorro cuando ya se tocó fondo". El último resto no sólo es lo mínimo sino también lo peor.
Que sigas bien.
Muy recomendable séneca y en general, los fiósofos estoicos. Más ahora cuando la socieedad tiende al hedonismo, clamando por derechos y pidiendo una justicia social que no quieren conquistar porque implica un deber para con los demás. "Es tarde para ahorrar cuando ya se tocó fondo" Que sigas bien Roschach Kovacs.
ResponderEliminarA Séneca hay que releerle mucho para llegar a entenderle totalmente, y cada vez es más sencillo y divertido para el lector, que va acumulando reflexiones sobre temas que, ahora y siempre, son de actualidad. Me gustaría pensar que dentro de cinco o diez años podré escribir una reseña mucho mejor comentado otros aspectos sobre el estoicismo romano de Séneca que ahora no he sabido dilucidar con más claridad.
EliminarY sí, vivimos tiempos superficiales, de ofendiditos, posverdad, de la dictadura de lo políticamente correcto y la ideología de género; no encuentro mejor excusa para refugiarse en la lectura de estos grandes pensadores.
Gracias por dedicar tu tiempo a leerme, ¡Un abrazo!