jueves, 22 de octubre de 2015

Reconócelo, somos paraísos sucios y ajados, por ello, decídete: ¿vemos pornografía o la creamos? Déjame el cuerpo dolorido, ya habrá tiempo para tropezar con los recuerdos.

Puede sonar a tópico pero lo divertido de la gente es que no es perfecta, son las pequeñas disquisiciones anormales las que te hacen diferente, por tanto único, por tanto querible sin tener un reemplazo fácil.
 
He conocido gente en el colegio y en mi primer año de instituto, la década de los noventa, que creía realmente que la masturbación era mala. Estamos hablando de España. Sí, gente cristiana, inteligente, culta, pero que no se tocaba ahí abajo, ni siquiera hablaba de ello, porque en una asociación de ideas estúpida pensaba que dejarse llevar por sus hormonas adolescentes era malo, pecado, y que superarlo era una prueba con la que ganarían el cielo. Suena tan horrible y surrealista que de no haberlo vivido pensaría que estaba en una distopía. Pero en los noventa, esas ideas todavía se mantenían.

Años después pasamos por el siguiente trauma: que tu pareja no descubra tus revistas pornográficas, que no sepa que ves porno o te considerará un depravado… Una duda, ¿eres tú de esas? ¿REALMENTE te vas a enfadar conmigo? Espero que no quieras estropear tu belleza. Soy un adicto a la pornografía. Pero también a ti. A tu cuerpo. A tu voz. A tus labios. A tu pelo naufragando sobre la almohada. A tus pequeños gemidos. Eres real. Pero mis orgasmos también. Vivamos un esplendoroso libertinaje. Ya sé que hay mucha pornografía embrutecedora, que insensibiliza, cuyo contenido es perverso. Pero también da ideas nuevas, permite follarte la monogamia con mucha variedad. Saca tus propias conclusiones.


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Blogger es para románticos, si quieres notoriedad o reconocimiento deberías de esforzarte más por utilizar Twitter, Instagram, o incluso hacerte un Tumblr. Pero he de advertirte: esos cientos de seguidores que conseguirás enseguida no tendrán el sabor clásico que antes provocaba ganar dos adeptos en Blogger. Eran dos lectores con vocación de sequito. Dos incondicionales que siempre te dejaban algún comentario. O dos haters que te perseguían con su odio hasta la última actualización. Lo que quiero decir es que hoy en día lo importante es la inmediatez, los grandes secretos del universo en apenas cinco segundos de lectura, el titular, aprovechar con furia ese espacio de tiempo entre dos paradas de metro, el descanso entre clases, o el momento justo antes de dormir cuando ya estás en la cama. Ahora ese tipo de lector es casi universal. Y el círculo vicioso se completa cuando el escritor ve inútil dedicar más de una o dos horas a escribir sobre un tema, documentarte, elegir una imagen y un buen título, cuando la entrada a su blog no va a tener más de cincuenta visitas. Quizás tengas cierta vocación, pero necesitas público. Y al final te unes al club que escriben pequeñas pildoritas de sabiduría maniqueas, tópicos de ciento cuarenta caracteres que provocarán muchos me gusta, favs, y mierdas de esas.

Lo respetable es no tener un contador de visitas. Lo respetable es escribir todos los días. Lo respetable es ir a tu puta bola. No tener comentarios. Dedicar tu tiempo a lo único que importa: escribir para ti, sin esperanzas ni expectativas, verbalizar tu vacío y convertirlo en un hueco acogedor. Los comentarios al final se pueden resumir en: sandeces, injurias y escozores intrauterinos. Si alguien me quiere decir algo tiene mi correo, no tengo ningún punzón de hielo escondido, pero normalmente la interacción social se devalúa cuando la comparo con mi pack de seis latas de cerveza.

Supongo que todo suena muy confuso y atropellado, pero la verdad es que me gusta hacer rebotar la pelota en la pared.


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Había en Madrid un garito en arguelles donde solo ponían chupitos, y lo divertido era que cada chupito tenía el nombre de un grupo de rock. “Ponme dos Extremoduro, un barricada y tres de los suaves” era mi frase de bienvenida. Todo el bar estaba empapelado, paredes y techo, con portadas de discos. Los bajos de Argüelles fueron un lugar ideal, con bares dónde ponían rock y heavy metal, recuerdo uno que hacía esquina donde ponían The Doors, HDS y rock clásico todo el tiempo. Poco a poco el ayuntamiento, con multas y restricciones, fue acabando con la zona, hoy solo hay silencio. Madrid se ha convertido en un erial de ruido y silencios.

A lo que iba, yo no era muy fan de Barricada en aquellos tiempos, pero hay noches especiales, no por las cosas que ocurren sino por la compañía. Estaba con mis mejores amigos. Gente especial. Gente diferente. Gente por la que hubiera hecho cualquier cosa. Gente que ya ha desaparecido, porque la vida, el tiempo, sin grandes estridencias ni motivos, suele convertir a los grandes amigos en grandes desconocidos. Pero esa noche todavía éramos especiales. Y justo cuando sonó “En blanco y negro” de Barricada, ahí estábamos los tres, las musas de faldas cortas canturreando sus promesas de amor y sexo pero nosotros ajenos, en círculo, sobrecogidos, como en un baile de peyote, el cerebro desbordado de droga y alcohol, pero felices. Entusiastamente felices. Como solo puedes ser cuando la vida todavía no te ha dado una buena hostia.

Aunque han pasado años, y las sensaciones siempre se atemperan, aun reverbera cierta sensación de épica, de invencibilidad, de ingenuidad. Y no porque la canción sea objetivamente especial, está claro que funciona más bien como faro de nostalgia. Pero, ¿Qué importa? A veces solo necesitamos que algo, aunque sea una pequeña cosa, siga en pie, inalterable. Ya se encarga el tiempo de estropear demasiadas cosas con su lógica aplastante.



“Veo todo en blanco y negro
El vaso acaba siendo amigo mudo
Las mismas caras, los mismos gestos
Amigo mudo.

Quiero ser más rápido que ellos
Echar todo a perder, un día tras otro
Y un buen rato después saber llegar a casa
Antes de que el sol me diga que es de día.

Tengo tiempo para crecer, la ciudad parece distinta
Durante horas puedo ser capaz
De emocionarme en estas calles y andar inmortal
Aprendiendo cada esquina,
Solo quiero ser más rápido que ellos
Echar todo a perder, un día tras otro
Y un buen rato después saber llegar a casa
Antes de que el sol me diga que es de día.

Casi nunca se dónde estoy
No me importan los días ni la dirección,
Te preguntarás qué coño hago aquí
Dispuesto a buscar pelea si hace falta,
Porque sé que es un baile salvaje
Combate a mala cara
Veo todo en blanco y negro, blanco y negro.

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