Seguiste llamándome, borracha,
caliente, sexual, con la risa y el ruido de fondo de algún bar del extrarradio.
Me llamaste tanto que acabé por darme cuenta, pero ya era demasiado tarde. Te
enfadaste cuando te dije que era imposible que nos viéramos, demasiado desfase de
ebriedades, no tenía ganas de vida social, timidez exacerbada, el fracaso supurando
por las paredes, el asco, el miedo a joderla todavía más. En fin, la
conversación fue desagradable, el típico colapso de decepción y odio, me
dijiste que ya estabas acompañada, que no importaba demasiado, y me colgaste de
mala manera.
Mierda, pensé, estaba muy bien
antes de la llamada, feliz en mi inexistencia, el alcohol sanando,
manteniéndome vivo, los muertos tocando sus pequeñas sinfonías de talento
inusual, mañana ni siquiera tenía que madrugar… Pero no, la noche había perdido
ritmo, tu voz me había despertado una extraña ansiedad de contacto humano.
Seguí bebiendo.
A las cuatro de la mañana,
una botella después, me dejé dominar por el impulso: quería llamarte,
convencerte de algo, ni siquiera sabía exactamente de qué, quizás estuviera
relacionado con la orbita cementerio de mis pensamientos, quizás, siendo
sincero, tenía más relación con la imagen de tu cuerpo oscilando sobre el mío. Quería
tener una oportunidad de redención, a fin de cuentas yo era el único genio en
la multitud, alguien impredecible, capaz de follarte con la violencia adecuada
justo antes del gatillazo, capaz de hacerte reír como una loca antes de decepcionarte
completamente, alguien, en suma, mucho más gilipollas que cualquiera del
contubernio de gañanes que te rodeaba en este momento.
Te llamé. Y ahí estabas,
al otro lado, totalmente borracha, la voz preñada de lujuria desencantada, buscando
tabaco en la calle desierta, la ciudad rozándote con sus ojos húmedos. Me sentí
atrapado de inmediato, todo rastro de raciocinio desapareció. Te dije que iría
a salvarte ahora mismo. Te reíste, como una araña haciendo temblar su red,
miraste a tu alrededor y me diste el nombre de la calle. Te grité como despedida
que iba a inmolarme contra tu clítoris desdeñoso, que íbamos a joder en la
misma calle, como perros en celo.
Veinte minutos después el
taxi estacionó a un par de metros de ti. Antes de bajar observé tu perfil, saboreando
el momento. Eras jodidamente guapa, mohín clásico de depredadora, cara de
multiorgásmica, falda etérea, figura rotunda, pezones que desarmaban con su
arrogancia, cuerpo de orgiástica belleza enhebrando el viento...
Mierda, eras demasiado.
Simplemente demasiado. Le dije al conductor que diera la vuelta. No había nada
que hacer.
Jajaja! Menudo chasco! Jajajaja!
ResponderEliminarBueno, ya sabes lo que dicen querido mío, una retirada a tiempo...
Besitos, muchos, muchos besitos.
Cobarde!! Baja de ese puto taxi y fóllatela en la calle. Serás... Ay, no hay forma.
ResponderEliminarMe encanta cómo la describes. La risa os salvará, siempre lo hace. Así que dile al taxista que gire de nuevo, coño.
Besos jodido poeta, asustadizo.
Esa canción, por cierto, esa canción...
ResponderEliminarJajaja si, no habia nada que hacer, pero al menos no era tarde para darse cuenta. Entre elegir un momento y su concreccion hay una paradoja, si pasa demasiado tiempo... el deseo se evapora por el camino.
ResponderEliminarAunque seguramente, hubo mucho sexo esa noche en todos los sentidos.
Yo la subo al taxi, la llevo a un sitio lejos de todo, le digo al taxista que la folle duro, yo los grabo con el móvil y luego me masturbo durante meses con dicha escena.
ResponderEliminarCon todo mi respeto... fuiste tonto.
ResponderEliminar1 saludo.
Jaja, cuantas mujeres se habrán quedado solas alguna noche por dar la sensación de ser demasiado, a mí me ocurrió una vez y tuve que coger al tipo por la solapa que se me escapaba a ponerme un altar en lugar de estar a lo que había que estar jaja (no porque yo fuera demasiado, pero sus complejos sí) es que no hay manera de acertar. Resulté siendo demasiado, eso es cierto, pero esa es otra historia.
ResponderEliminarBesitos
La belleza impone, eh??
ResponderEliminarTrasladas a la perfección a ese escenario... se puede visualizar a esta mujer despampanante y el nudo en el estómago, jeje :D
Felicidades!
Besos
Que ternura.
ResponderEliminarCuando te pones así, Rors...te comería a besos...
P.d. En tu descargo diré que he visto a los hombres más seguros del mundo,
quedar intimidados ante una bella mujer.
Es recomendable no alargar un NO a una mujer. También hay que ser lista porque los hombres tiene muchas formas de decirlo. No querer quedar con ella es un NO clarísimo y suficiente, rotundo en mi opinión. Primero es un NO por ebriedad, etc... Después NO por demasiado bella, miedo, etc ¿Qué más da la razón? Una sola negativa es suficiente. No conocía esta faceta de Ror tan torturadora. Curioso... Es como "El perro del Hortelano" pero en versión masculina. A nivel literario me gusta, a nivel personal no me gusta nada que me hagan algo asì. Una vez me pasó algo parecido con un ligue y me confesó veinte años después que la razón era que yo le producía, sin pretenderlo, un horrible complejo de inferioridad. Es muy buen amigo mío, por cierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿demasiado???
ResponderEliminarandaaa la próxima vez que le digas eso a un taxista date una colleja de mi parte jajaja
con lo bien que lo escribes ;D
Anda Heroessssss
Besos abisales
Jajajajajaja... Sabes, no te veo yo dando la vuelta, pero el relato te ha quedado "niquelao" XD.
ResponderEliminarAntes de dar la "espantá" te veo intentando el famoso truco de la actitud displicente... Ya sabes, esa actitud que cubre tan bien las espaldas del ego: si funciona bien; si no funciona se mantiene digno en su actitud jajaja