sábado, 26 de octubre de 2019

Reseña: ‘La senda del perdedor’, de Charles Bukowski (1982)

"El problema era tener que seguir eligiendo entre un mal y otro y daba igual lo que eligieras te iban cercenando a pedazos hasta que no quedaba ya nada. A los 25 todo el mundo estaba acabado. Una jodida nación entera de gilipollas conduciendo coches, comiendo, teniendo bebés, haciéndolo todo del peor modo posible como votar por el candidato presidencial que más les recuerda a ellos mismos"


Estamos ante la génesis de la mitología de Henry Chinaski (alter-ego del escritor) abarcando el primer periodo de su vida. El libro narra las vivencias que marcaron al escritor durante su niñez y juventud temprana, con todos sus traumas, sus desgracias, sus pequeños triunfos y detallando la manera en que intenta sortear los obstáculos. Chinaski crece dentro de una familia disfuncional (Un padre violento y una madre sumisa y ajena que no hace nada para impedir que le maltraten) recibiendo castigos desproporcionados e injustos. Además sufre el acoso de sus compañeros debido a su condición de extranjero y por sufrir, al comienzo de su adolescencia, un terrible caso de acné virulento e intratable. El contexto temporal y social es la época de la Gran Depresión, años de desesperación, pobreza y sordidez.

Con frases cortas y diálogos muy básicos, sin utilizar recursos estilísticos, adornos ni relleno de ningún tipo, Bukowski logra que sus vivencias parezcan reales y honestas, de ahí que resulten tan efectivas. Violencia, miseria, lucha de clases, injusticia, sexualidad y alcohol se convierten en los temas que impulsan la trama a cada instante, todo concentrado en capítulos cortos llenos de golpes de efecto. La voz del narrador es desenfrenada, impetuosa y vibrante; la carencia lo enriquece y alimenta, no tiene recuerdos en los que ocultarse y solo le queda avanzar, sobrevivir. Pero está cansado de luchar contra un mundo que le exige encajar, y ese cansancio causa empatía en el lector, nos hace ponernos de su lado, sobre todo cuando decide rebelarse, dejar de intentarlo y asumir una derrota con sabor a libertad.

"Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme."

            Como curiosidad el título original de la novela ‘Ham on Rye’ está abierto a muchas interpretaciones. Para algunos hace referencia al bocadillo de jamón (ham) con pan de centeno (rye) que muchos niños llevaban al colegio por aquella época. Según otras teorías, sería una alusión a la opresión que sus padres ejercieron sobre él durante su infancia. Otra teoría apunta a un homenaje a la novela de J. D. Salinger "El guardián entre el centeno" (Catcher in the Rye).

Reseñas de otras novelas de Charles Bukowski:
Cartero (1971)
Factótum (1975)
Mujeres (1978)
Hollywood (1989)

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