"La intensidad del amor crece conforme se individualiza (…) Mientras más subjetivo, más único una pareja sienta su romance, más real parece volverse, pero: si todos nos enamoramos, ¿por qué creer que el propio es mejor, más especial, más verdadero?. El fin de toda empresa amorosa, lo mismo si se inclina a lo trágico o a lo cómico, es la composición de la próxima generación."
Schopenhauer afirma que detrás de nuestra voluntad individual se esconde la voluntad de la especie, que es, simplemente, perpetuarse. El amor es una trampa de la naturaleza, un maquillaje superficial, y esta voluntad se manifiesta en toda su salvaje obstinación en el acto sexual, que a su vez se camufla en las sensaciones del amor sentimental. Schopenhauer concibe la vida como una tragedia -el final es siempre la muerte, y el dolor y el hastío predominan sobre los breves momentos de placer-; por ello - según el filósofo- el acto sexual es una traición de los amantes al hijo que vendrá, porque implica dar continuidad a la cadena de la vida, es decir, al dolor. "En el entrecruzamiento de sus miradas preñadas de deseos enciéndese ya una vida nueva", dice sobre el romance, pero, ¿por qué, si el fin es reproducirse, algo que podría hacer casi con cualquiera, uno sólo se enamora de una persona? "Como no hay dos seres semejantes en absoluto, cada hombre debe buscar en cierta mujer las cualidades que mejor correspondan a sus cualidades propias, siempre desde el punto de vista de los hijos por nacer", explica.
Ese amor es el que nos lleva a elegir una pareja que contenga las características complementarias a las propias para, de ese modo, tener hijos más bellos, más fuertes, más sanos. "La apasionada búsqueda de la belleza, el precio que se le concede, la selección que en ello se pone, no concierne, pues, al interés personal de quien elige, aun cuando así se lo figure él, sino evidentemente al interés del ser futuro, en el que importa mantener lo más posible íntegro y puro el tipo de la especie". Así, este instinto, como en todos los demás, la verdad se disfraza de ilusión para influir en la voluntad, e incluso el hombre que siente horror por tener descendencia actúa con esa finalidad sin percatarse de ello. “Sólo la especie se aprovecha de la satisfacción de ese deseo”; o como señala Platón: “El placer es lo más charlatán de todo”.
Metafísica de la muerte
Schopenhauer señala que la individualidad de la mayoría de los hombres es tan miserable e insignificante que nada pierden con la muerte. Por ello, exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito: “Toda individualidad es un error especial, una equivocación, algo que no debiera existir; y el verdadero objetivo de la vida es librarnos de él (…) ¿Dónde se halla el amplio seno de la nada, preñado del mundo, que aún guarda las generaciones venideras? ¿Dónde está esa nada, cuyo abismo temes?".
No hay comentarios:
Publicar un comentario