Estoy un poco decepcionado, si ya la película interactiva (Black Mirror: Bandersnatch) se quedaba en la superficie de la idea (el espectador apenas tenía libertad de elección, y aunque tenía varios finales casi todos eran parecidos y se decidían prácticamente en solo dos puntos) al menos habían intentado algo diferente, y aunque había salido mal -al menos en mi opinión-, se intuían las ganas de innovar. Con esta temporada de solo tres capítulos la sensación que he tenido es que esto no es Black Mirror, y que no se ha pretendido explorar nuevas ideas, si no más bien aprovechar la franquicia.
Striking Vipers. Sinopsis: Cuando Danny y Karl, dos antiguos amigos de la universidad, se reencuentran en un juego de realidad virtual, sus partidas nocturnas tendrán consecuencias inesperadas. El capítulo reflexiona sobre los límites de la amistad, las relaciones de pareja, la crisis de la mediana edad y la alienación tecnológica.
El episodio al principio gustará a los gamers que podrán disfrutar de los combates virtuales casi en primera persona gracias a una grabación muy dinámica y a técnicas como el anclaje de la cámara en los cuerpos de los contendientes. Pero esa idea preliminar se alarga sin aportar nada más, sin riesgo. Cuando me dispongo a ver un episodio de Black Mirror espero ver la tecnología y la ciencia ficción como principal protagonista de la trama, algo que trascienda el propio argumento del capítulo, una sátira que me haga pensar sobre las consecuencias de la tecnología en nuestras vidas, sea en el mundo actual o en una distopía futurista, todo ello normalmente con una fuerte crítica social. Este capítulo no ofrece nada más allá de la historia en sí, por otro lado contada mil veces mejor en otras series o películas. Supongo que con meter el toque Brokeback Mountain ha ganado puntos entre los millennials, pero yo soy un pelín más exigente.
Añicos. Sinopsis: Un conductor recoge regularmente a trabajadores de una poderosa compañía de telecomunicaciones. Un buen día, toma a uno de ellos como rehén. Su finalidad: hablar con el máximo responsable.
Me vuelve a suceder lo mismo que con lo anterior. Estamos ante un thriller muy bien llevado, el actor protagonista es Andrew Scott (Jim Moriarty en la serie Sherlock) lo hace bastante bien, pero el contenido no justifica su duración, es bastante plano y repetitivo y pierde fuerza por llegar a su conclusión tarde. No obstante el montaje paralelo final tiene su gracia y la canción final mola. Pero insisto en que moraleja es tan clara y predecible que no logra ningún impacto en el espectador, además de que ya nos lo han contado lo mismo antes muchas veces, y bastante mejor.
Rachel, Jack y Ashley Too. Sinopsis: Rachel y Jack son dos hermanas adolescentes que no acaban de llevarse del todo bien. Rachel está obsesionada con la cantante pop Ashley (Miley Cyrus) e incluso le pide a su padre que le regale un robotito con inteligencia artificial, llamado Ashley Too, y basado en la artista.
El episodio reflexiona sobre hacia dónde podrían evolucionar los conciertos y las representaciones musicales en directo en un futuro en realidad cercano, tomando ideas descaradamente prestadas de la novela “Congreso de futurología” de Stanislaw Lem acerca de los límites de esa explotación de la imagen digital. Sin embargo la conclusión facilona, una puesta en escena que a veces parece prestada de Blade Runner 2049 pero sin presupuesto ni originalidad, los toques cómicos de unos personajes adolescentes y planos, Miley Cyrus haciendo de Miley Cyrus… nada de eso ayuda a meterte en el episodio.
En resumen, si vienes a disfrutar de tu dosis anual de Black Mirror mejor rebaja tus expectativas, aquí solo queda un barniz, una excusa tecnológica para lo que antes era el leitmotiv de una serie que quería sorprender, impresionar y maravillar al telespectador. Asumo que la crítica encumbrará Striking Vipers porque queda bien hablar de la supuesta “crisis de la masculinidad”, pero a mí me ha divertido más Rachel, Jack y Ashley Too, total, sí esto no es Black Mirror y me lo tengo que tomar como cualquier serie normal, mejor apoyar a Miley Cyrus y su crítica sobre la explotación artística y las consecuencias de servirle al público exactamente aquello que está pidiendo. Charlie Brooker, vete a un retiro espiritual de diez días, o mejor, de diez meses, creo que lo necesitas urgentemente.
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