
La serie tiene un montón de cosas positivas: su reparto, que aunque pueda parecer estereotipado cumple perfectamente con las intenciones del mundo que nos presenta, su estilo old school punk, unos magníficos monólogos-diálogos, y, sin duda, la excelente selección de temas de la escena underground de la época (Echo and the Bunnymen, Depeche Mode, Joy Division, Siouxsee and the Banshees, New Order, The Cure, The Smiths, Dead Kenndys, entre otros). En la parte negativa, a veces todo parece muy apresurado, demasiado artificial, algunas escenas (sobre todo en los primeros capítulos) sufren su adaptación de la viñeta al fotograma y otras son directamente puro relleno; quizás tarda un poco en encontrar su ritmo. Sin embargo, todos los episodios son contundentes, entretenidos y con una dinámica visual impresionante en una amalgama única entre cualquier drama juvenil escolar, los X-Men, mangas como “Assassination Classroom” y “Abashiri Family” y la película “Wanted”. Empieza siendo algo naif, una especie de Hogwarts para asesinos y yakuzas, y termina convirtiéndose en un precioso homenaje a Kill Bill; también hay tributos poco disimulados a “Trainspotting”, “El club de los cinco” y en el quinto episodio a “ Miedo y asco en Las Vegas”, para mí uno de los mejores.
Nuestro protagonista Benjamin Wadsworth lo hace muy bien en los momentos en el que el guion no le exige sobreactuar. Mención especial para Benedict Wong (el director), Henry Rollins y French Stewart. En resumen: una hermosa ida de olla, cuyo potencial explota a partir del quinto capítulo, con mucho humor negro y grandes dosis de locura visual. Un gran descubrimiento.
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