miércoles, 12 de septiembre de 2018

Una botella de vino y dos horas de escritura automática. (12/30)

Hoy he quedado con una mujer. Mis encuentros suelen estar aderezados por varias cervezas que ayudan a que la interacción sea mas viable por mi parte. En un momento de sinceridad ella me ha dicho que su vida es un infierno. Yo me he reído y le he contestado que la mía es intrascendente y vulgar. La tarde ha transcurrido entre risas y confesiones y cuando íbamos a despedirnos me ha invitado a su casa. Allí ha sucedido el milagro. La gente que me conoce piensa que soy una persona carismática: una bonita sonrisa, sentido del humor, delicadeza y una brillante oratoria combinada con cierta timidez en el trato. En realidad soy bastante inseguro, mi autoestima es tan baja que todavía me sorprende que una mujer atractiva quiera acostarse conmigo.

No voy a entrar en la trama erótica, mis lectores ya están bastante acostumbrados a ese tipo de entradas, el conflicto de esta historia viene después, cuando todo acaba y de pronto me invade una sensación de vacío, como si todo fuera un gran fastidio. Ella, ajena a mi aprensión, se ha acurrucado junto a mí. La imagen es perfecta: perspectiva cenital, los dos tumbados en la cama, yo mirando al techo con una mano detrás de la cabeza fumando algo de hachís mientras ella muestra esa dejadez esbelta tras el orgasmo, media sonrisa en su rostro, su pelo largo arremolinado en la almohada, sus piernas reclinadas en uve sobre mí. Pero yo no estoy relajado, siento ganas de huir. Sé que no tiene sentido, ella es perfecta, divertida, joven, todavía ingenua en sus ideales, alguien que me provoca un sentimiento de protección, ajena todavía a esas cosas que perdemos cuando la madurez -que es, básicamente, la capitulación de nuestra singularidad- nos alcanza. Todavía se emociona hablando de política, feminismo, o despotricando contra el capitalismo. Hay quien me tacha de superficial porque me gustan las chicas jóvenes, pero mi atracción se justifica precisamente en esa pasión por la vida que parece no existir en gente de mi edad, como si a partir de los treinta y cinco todos estuviéramos amargados, como si nuestra única prioridad fuera pagar facturas o proteger a la prole, atrapados por nuestras responsabilidades y problemas.

            Quizás el problema es el hachís, me hace pensar demasiado, debería dejarme llevar, tenemos más cosas en común que la dopamina y oxitocina de nuestros orgasmos. Doy otra calada y cierro los ojos. Siento su lenta caricia sobre mi cuerpo. Suelen decirme que follo bien, que soy bastante generoso. En realidad es puro egoísmo: necesito provocar sus gemidos, saborearlas, me excita notar las contracciones de su coño, como sus ojos se enturbian por el placer. Es hermoso dominar el cuerpo y la mente de otra persona, provocar su petite mort. Las sutilezas del cuerpo de una mujer son abrumadoras. Desgraciadamente lo que he sentido antes ha resultado más trivial. Quizás para ella no, tal vez no está acostumbrada a algo más mecánico, sin tantas caricias ni preliminares. A mí, sobre todo al principio, me gustan los pequeños detalles, esa timidez inicial, la posterior desinhibición, el descubrimiento de la piel, los gestos que nos diferencian. A veces pienso que el sexo es el único escenario de libertad que nos queda, es ahí donde vencemos el pudor de nuestro cuerpo y además desnudamos algo más íntimo y valioso. Pero da la impresión de que al quitarnos el lastre religioso y su sacralización del sexo hemos llenado ese hueco con la superficialidad y la pornografía. De nada sirve tanta clarividencia cuando sientes que tu libido es un titiritero cruel.

Al final no he aguantado más y me he largado de forma extemporánea, sin dar muchas explicaciones, provocando un rictus amargo en la coprotagonista de esta historia. Antes de llegar a casa he comprado una botella de vino con la pretensión de cubrir mi reto diario en el blog. Así de desesperado me siento con respecto a la musa y el teclado. Lo cual me lleva a una duda interesante, ¿ayuda realmente el alcohol en el proceso creativo, o es simple atrezo? No lo sé. La mayor parte de los textos de este blog los he escrito borracho, ¿serían mejores de haberlos escrito sobrio? Sin ninguna duda. Pero sin alcohol tal vez no habría nada que corregir: la bebida desinhibe, hace desaparecer la náusea existencial, la omnipresente idea de que nada importa y que cualquier esfuerzo es estúpido. Y cuando todo fluye es como tener a Bukowski animándote desde las gradas, como si la musa de ojos azules siguiera enamorada de ti y quisiera echarte un último polvo de despedida.

            Los primeros tragos no han hecho efecto, mis manos se mantienen inmóviles delante del teclado, exangües, sin vida. Atardece, el barrio sigue vivo, los perros ladran inconsolables, la gente pasea alegre delante de mi ventana, escucho de fondo el ruido vital de mis vecinos, con sus pequeñas discusiones e idiosincrasias. Me siento deprimido, las palabras que he formulado hace unas horas parecen ahora demasiado sinceras: mi vida está vacía, no hay nada que me motive. Padezco un ennui incontenible, ¿por qué me da igual todo, de dónde surge esta pasividad tan contraproducente? ¿Por qué me cuesta tanto levantarme por las mañanas y llevar una vida normal?

            Quizás por eso me fascina Bukowski: siento empatía por sus cobardías, su ficción exagerada, su infancia de maltratos, su adolescencia de soledad y alcoholismo, su falta de clarividencia e inteligencia práctica. De su prosa lo que más me gusta es su primera novela “Cartero”, por tomarse con tanto humor una vida tan trágica y miserable. Destacaría también los diarios de sus últimos años de vida: “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”. Me los he leído varias veces, ahí está el Bukowski real hablando de literatura, de la muerte, de su recorrido vital, del alcohol, el hipódromo y, naturalmente, de su omnisciente obsesión por la escritura. Ojalá algún día traduzcan sus intercambios de cartas con otros escritores, si están al mismo nivel que esos diarios son una lectura imprescindible para cualquiera que quiera ser escritor. Muchos opinan que Bukowski es literatura para adolescentes, y hay una certeza inapelable en esa afirmación. Pero para mí siempre será una figura paterna literaria que tengo la obligación de respetar. Me ha acompañado en muchas noches de soledad, alentándome a amar el teclado, a expresar mi indefensión, a concretar mi filosofía personal, a ser valiente y no huir de la tormenta. Siento más empatía por él que por cualquier otra persona viva que haya conocido. Si no fuera por él no estaría ahora acariciando el teclado, si no fuera por él no estarías leyendo estas líneas.

            Este blog, sobre todo al principio, ha sido un memorándum de mis heridas sentimentales. La gente cercana me suele tachar de dependiente emocional, pero en realidad suelo ser yo quien toma la decisión de dejar las relaciones. Luego lo paso mal durante un tiempo, pero es porque tengo buena memoria, no discrimino, no olvido los buenos momentos, no intento ser práctico. Quizás el problema de las relaciones es que la gente cambia -ni siquiera a peor, simplemente cambia-, y con ello se generan apatías e incompatibilidades. Por eso la mejor historia de amor, la más perfecta e incólume, es que la queda en las cartas de amor, las poesías y los textos que alguna vez nos han dedicado. Quizás esa sea la única ventaja de amar a un escritor: conservar una huella imperecedera de su amor. Y qué mejor que este blog, como prueba circunstancial y melancólica de todo ello.

2 comentarios:

  1. ¡Celebremos entonces a Bukowski!

    Excelente entrada, y excelentes también las anteriores. Te sigo leyendo y ya comentaré cuando pueda. La vida no da tregua...

    Has dicho por ahí que querías leer algo de budismo. He estado pensando qué podrías leer. Supongo que te podría quitar la paja y señalar algún autor importante, después de los cientos y cientos de libros que he leído sobre el tema. Pero pasa una cosa: el budismo no se puede entender únicamente con la razón. Después de leer todos esos libros, cuando me puse a practicar, los tuve que desaprender todos... Y es que, aunque al budismo no le sobra la razón (y hay escuelas que la cultivan de forma inconmensurable), apunta a un ámbito que la precede. No es sólo una filosofía práctica: trata de caer en la cuenta de algo que todos somos, nuestro "yo" profundo, que no es un yo. Quien cae en la cuenta de Eso, cambia por completo, y nada de eso tiene que ver con su voluntad.
    Imagina que llevas toda la vida viviendo en un cuartucho sin ventanas. Totalmente a oscuras. Te vas chocando contra todo tipo de objetos haciéndote daño con ellos. De repente, sin saber muy bien cómo, algo da la luz... Es algo así. El problema es que, normalmente, la primera vez que se da la luz en la habitación de tu mente, la iluminación que te llega sólo dura un instante y después todo vuelve a quedar a oscuras. Sin embargo, esa luz que no añade nada, lo cambia todo. Ya nunca te podrás olvidar de esa luz, y será como una "maldición". El verdadero camino comienza justo ahí: en el intento de estabilizarte en esa luz esquiva, que no responde a tu voluntad; que sólo aparece cuando tú desapareces de la escena...

    Con las escuelas budistas tendrás el siguiente problema:

    De la Theravada te atraerá su sencillez tal vez, pero te repelerá su moralismo.

    Del budismo tibetano te atraerán ciertas partes de su pensamiento filosófico, pero el tantra te parecerá ciencia ficción (al igual que algunas de sus descripciones post mortem).

    Del zen tal vez te atraiga lo directo de su enfoque, pero al quitarte desde el principio el asidero de la razón y el pensamiento, te provocará cierto reparo. Pero si sigues escarbando, verás que esos locos que aparentan estarlo, no lo están en absoluto. Y es más: entenderás que lo que aparenta ser un rechazo de la razón, no lo es en absoluto. Su pensamiento es sutil y depurado, solo que son muy conscientes de las limitaciones de la razón para abarcar la realidad.
    Por supuesto yo me quedé con este último enfoque, pero es cuestión únicamente de afinidades personajes. Todas las escuelas tienen algo en común, y se encuentran en la mal llamada "meditación".

    Por cierto, sí: estar en silencio, sin hacer nada, desarrolla la creatividad. Mis mejores ideas me vienen justo en esos momentos, sentado de cara a la pared, sin mover un dedo. Y es bien sabido el influjo del zen en todas las artes. No es por casualidad. En una introducción que hice hace mil años, recuerdo que quien la dirigía nos dijo a todos: cualquiera que practique un arte y practique zen, notará cómo su arte se libera y desarrolla su creatividad de formas que antes le eran negadas, sin que dicha persona haga nada conscientemente para que esto sea así... Y sí: después de profesionales de la salud y profesores, el mundo del arte es lo que más abunda en por estos lares...
    Como ves existen otras formas de liberar la mente y la creatividad, además del alcohol...

    No sé qué te habré puesto. Todo ha sido en piloto automático y es demasiado tarde para repasarlo. Sólo una cosa más: aparta los prejucios y mantén la mente abierta, y te juro que te esperan sorpresas mucho más locas que cualquier expectativa que pudieras tener. Los milagros de verdad se esconden en lo más cotidiano: comer una zanahoria, por ejemplo. Rascarte la nariz. Estornudar. Ver ponerse el sol. Un papel tirado en la acera.

    Un abrazo!

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    1. Precisamente hoy me he acordado de ti, porque al hacer la reseña de “El arte y la ciencia de no hacer nada” muchas de las cosas que decían, eso de dejarse llevar por la red neural por defecto, era, básicamente, la meditación. Hasta la neurociencia te da la razón en ese aspecto del budismo. No estoy muy orgulloso de esa reseña porque he cometido la torpeza de no tomar notas de algunas cosas, ni hacer fotos a las páginas, por lo cual muchos detalles del libro no están bien expresados. Una de las cosas que se me ha olvidado es algo muy curioso: creemos que el mundo tiende a la entropía, es decir, al caos. Los platos no se lavan solos, y además con el paso del tiempo la cocina está más sucia. Con el cerebro sucede al revés: sí limpia los platos cuando le permitimos descansar. De hecho hay menos actividad cerebral (lo puede comprobar por el consumo de oxigeno y glucosa) cuando estamos mecanizados, atrapados por multitareas que nos imponemos desde fuera, que cuando no hacemos nada. Cuando meditamos, miramos al techo, o estamos adormilados en la cama es realmente cuando el cerebro empieza a funcionar de verdad, ¿qué curioso no?. Empieza a coger toda la información, a clasificarla. Es decir, hasta que no descansamos no integramos la información aprendida, no la podemos usar de forma funcional. Es casi lo mismo que con el ejercicio físico. Cuando haces pesas destrozas las fibras musculares, y en el periodo de descanso se crean más, lo que permite aumentan el tamaño del músculo. Con el cerebro sucede algo parecido.
      El libro, en realidad, se pierde en muchas ideas demasiado técnicas, pero solo esas dos conclusiones que te he planteado son una maravilla, porque te indican que nuestra salud mental, el aprendizaje de nuevas capacidades intelectuales y la creatividad dependen de romper el ritmo de stress que llevamos, te confirman que nuestro cerebro no está preparado para la multitarea, y que el capitalismo y su ética del trabajo protestante es lo peor que le puede pasar al ser humano. Nos están convirtiendo en máquinas, en idiotas alienados, en animales que reaccionan ante las exigencias de la fábrica. Es una mierda porque por mucho que entiendas todo esto, el tiempo libre no depende de ti. Pero es una realidad, y la explican sin fisuras.

      Volviendo a tu mensaje, joder, ¿te lees todo lo que escribo? Madre mía, eres un súper fan xD porque eso del budismo me suena que lo puse en una pregunta del Curious, una red social para millennials y gente con problemas de ego; ahí, como en Twitter, divago demasiado. Como siempre digo, es una de las ventajas de no tener muchos seguidores, que puedes hacer el ridículo y luego nadie te lo recuerda ja ja ja.
      Te reconozco que he empezado algún libro sobre budismo pero no consigo concentrarme, es una espinita que tengo, supongo que este mes necesito lecturas menos densas. Y como me ya no leo demasiado y me preocupa que el embrutecimiento se aproxime he empezado este reto de las treinta entradas en septiembre. Pero vamos, que tengo los libros en la recamara (y uno sobre estoicismo) pero sí, es verdad que a priori no me llaman demasiado la atención. Ya te iré comentado algo sí al final me los termino.
      Y nada, que espero que todo vaya bien, que estés ocupado porque la vida te sonríe, te da mucho sexo y te abraza por la noche como si fueras un recién nacido xD
      ¡Un abrazo muchacho ;)!

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