jueves, 20 de septiembre de 2018

Cómo escapar de nuestra zona de confort y mejorar nuestra creatividad. (20/30)

            La crítica más habitual que suelen hacerme es que siempre uso la misma jerga intensita y pedante y que mis temas siempre son los mismos: el sexo, la mujer cosificada, las habitaciones llenas de soledad, alcohol y misoginia, el trabajo precario, el desamor y la muerte. Mi prosa poética corre la misma suerte. Aun así habréis de reconocer que, aunque estén relacionados, son una gran variedad de temas. La mayoría de poetastros y juntapalabras solo tienen uno (el desamor), de hecho muchos artistas famosos (y con este apelativo me refiero tanto a escritores, músicos, cineastas y todo el mundo artístico) suelen repetir su primer éxito una y otra vez. Han conseguido el favor del público y, ya sea por falta de talento o cobardía, no se atreven a salir de su zona de confort, aunque eso les aburra terriblemente.

            Lo interesante de los escritores es que tenemos muchos trucos para gestionar la falta de creatividad y salir de nuestra zona de confort. El primero es precisamente lo que estoy haciendo ahora: metaliteratura, es decir, hablar sobre todo lo que esté relacionado con la escritura, sobre cómo y de qué escribir. Os sorprendería el negocio que existe sobre esto. En Estados Unidos cientos de escritores famosos se van de gira por las librerías de varios estados para leer extractos de sus libros y hacer promoción, viven de dar clases en la universidad o de gestionar cursos de escritura creativa. Imaginad por un momento que pudierais asistir a las clases de Chuck Palahniuk o Stephen King, suena fantástico. Incluso puede que lo sea. Con este tema hay discrepancias: unos dicen que los cursos de creación literaria son necesarios, que todo suma, que la experiencia es un grado, y que aunque la escritura no es una ciencia exacta se puede enseñar y aprender. Otros dicen que es una gilipollez, que lo único que sirve es escribir todos los días y leer mucho, a ser posible a los clásicos y los que destaquen de tu generación. Que el mundillo poético es tan endogámico y pedante y las editoriales tan rancias e impersonales, que lo mejor es aislarte. En realidad es una discusión estéril, que cada uno haga lo que quiera, y si hacer cursos te ayuda a seguir escribiendo, adelante con ello, invierte tu dinero.

Algo que siempre aparece en muchos ensayos y guías es la premisa de que puedes escribir de todo, por lo tanto solo tienes que estar atento a las anécdotas, personajes, situaciones y detalles significativos que te rodean. No hay nada mejor que la comedia humana como arcilla creativa y crisol de ideas. Hay que salir al exterior, mezclarte con el resto de la humanidad. Leer es importante, pero insuficiente. Podríamos hacer dos enmiendas a esto: la primera es que muchas veces algo que parece divertido en tu cabeza al escribirlo se convierte en aburrido e inane. Quizás es falta de talento, hay escritores que convierten cualquier escena en algo maravilloso, que se lo digan a Proust y sus puñeteras magdalenas. La segunda es que hay autores que han sufrido unas vidas miserables y asociales y a pesar de ello han sido capaces de unos alardes creativos impresionantes. Emily Brontë vivió aislada junto a su familia, sin relaciones sentimentales conocidas, y fue capaz de escribir una novela, Cumbres Borrascosas, que por su estructura y personajes tumultuosos rompió totalmente los corches literarios victorianos de la época. Todo un logro. Qué decir del funcionario Kafka. O de Emily Dickinson que estuvo gran parte de su vida aislada en su pequeña habitación, ¿quién lo diría al leer su poesía?. Existen muchos ejemplos.

Aprovechar la biografía personal -o ajena-, es otro de los consejos que se suelen dar. Los que tenemos un blog recordamos lo sencillo que era al principio encarar una entrada y como esa sensación se va diluyendo poco a poco. Sucede lo mismo al conocer a alguien: le contamos nuestro pasado para explicar nuestro presente e ilusionarle con nuestro futuro. Luego todo se deteriora y aparece la rutina y la repetición, no hay tantos hechos biográficos interesantes. Ante la página en blanco debes usar la imaginación para dotar de brillo a tu propia mundanidad. Bukowski era un maestro en reinventar y reescribir una y otra vez sus propias historias, yo diría que su collage era 70% ficción 30% real.

Lo que mejor funciona es disciplinarte, tomártelo más en serio, tener un horario fijo para escribir, ponerte la obligación de escribir todos los días mil, dos mil palabras, las que tú consideres. También existen plataformas que ayudan en eso, como el NaNoWriMo en noviembre, incluso Wattpad puede ser un buen incentivo. Yo por ejemplo decidí escribir una entrada todos los días durante septiembre, y está será la número veinte, parece más difícil antes de empezar.

Muchas veces lo que nos obsesiona es precisamente lo más difícil: la primera novela. Pero creo que debería ser la última opción, primero deberíamos probar con los blogs, los relatos cortos, reseñas, incluso con la poesía. Una novela te destroza, te exige demasiada dedicación, compromiso y disciplina. Lo peor es que puede evidenciar tu falta de talento e imaginación y desanimarte para seguir con tu hobby (o vocación vital, que nadie se ofenda). Cuando hablo de novela me refiero a un intento honesto de escribir algo decente que no te avergüence, es decir, el 1% de lo que se publica actualmente. Los juntapalabras que escriben como quien caga sin tirar de la cadena tienen mi condena más absoluta. Espero que tengáis más dignidad personal que ellos y pongáis vuestro baremo de exigencia un pelín más alto.

La escritura automática y tener diarios pueden también ayudar a crear una rutina. Uno de los problemas al escribir es el censor que todos llevamos dentro. Nos da vergüenza hablar de ciertos temas, exponernos, o simplemente creemos que lo que estamos escribiendo es basura. Con los diarios no hay tanto filtro y es un buen crisol de ideas. Muchas veces he empezado a escribir en mi diario banalidades sin demasiada entidad e importancia y han acabado convirtiéndose en entradas bastante líricas. Con la escritura automática funciona mucho mejor, se trata de no corregir, de poner los dedos sobre el teclado y dejarte llevar durante quince, veinte minutos. Normalmente el resultado es una montaña de basura inconexa, pero no debemos de subestimar el subconsciente. Los beats usaban mucho ese método, además de mezclar textos, tomar anfetaminas y grabarse hablando, recortar sus poemas y cambiar las palabras de sitio… Todo vale.

            Si a alguien le ha gustado el tema, recomiendo tres libros: Escribir ficción de Gotham Writers’ Workshop, De qué hablo cuando hablo de escribir de Haruki Murakami, y Mientras escribo de Stephen King.

3 comentarios:

  1. ¿Has leído algo de Spanbauer ?...su concepto de literatura peligrosa es interesante.Y da cursos sobre ello.

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    1. Pues ni le conocía. Apuntado queda, a ver si le encuentro en algún sitio para descargar, o en YouTube. Gracias por la aportación. Un abrazo bella dama 😉

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    2. Las reglas fundamentales de la escritura peligrosa son cuatro:

      Los caballos: Si realizas un viaje en caravana, siempre utilizarás los mismos caballos. Con esta metáfora Spanbauer se refiere a utilizar ideas repetidas durante la narración para que todos los personajes y situaciones hagan referencia al tema central de la misma, como una sinfonía que va creciendo y nunca pierde su línea melódica original.
      Lengua quemada: Escribir ciertos pasajes de una forma incorrecta, retorciéndolos con el objeto de que el lector vaya más despacio y preste más atención, o tenga que volver atrás en el libro para aclararlas y enfrentarse al concepto que se quiere transmitir. Un ejemplo se puede encontrar en la primera frase de La ciudad de los cazadores tímidos: Las cosas empiezan donde no sabes y terminan donde sabes.
      Registro de ángel: No juzgar a los personajes ni definirlos burdamente con términos abstractos. No describir algo como terrible, alegre o simpático, sino dejar que el lector saque sus propias conclusiones basándose en los hechos y las apariencias.
      Ir al cuerpo: Una historia debe ser una sucesión de momentos vividos con todo detalle, describiendo las sensaciones para que parezca que se puedan tocar, para que sean casi físicas. Un ejemplo de esto se puede encontrar en El hombre que se enamoró de la luna, cuando su protagonista dice: Plantado en medio del río, tus pies y tus piernas aullarían de dolor, la sangre te subiría tan rápido como pudiera subir la sangre, poniendo tanta distancia entre ella y el río como la sangre pudiera poner.


      Muy interesante, no sabía que esa esa la "escuela" de Palahniuk, seguiré leyendo sobre ello. Gracias.

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