jueves, 5 de abril de 2018

Marta Sanz – La lección de anatomía

“Una mujer se queda desnuda para que los demás la miren. La midan. Su cuerpo es el texto en el que se ha escrito su biografía. La mano derecha es más grande que la izquierda porque es la mano con que la mujer agarra, escribe, acaricia, desencaja la tapa de los botes de legumbres. Antes, a la mujer su abuela le da unos azotazos en el culo. Va al colegio y se forja un pequeño corazón competitivo. Nada como si fuera un besugo. Ama desesperadamente a su madre y la salva de morir en un ridículo incendio. Canta desgañitándose Pájaro Chogüí y se hace amiga de muchas niñas y mujeres, y del niño más gamberro de octavo de egebé. Desprecia a las asistentas y va cada noche a los cines de verano. Para seducir se aprieta las carnes ridículamente como si su cuerpo fuera el de otra persona. Bebe, fuma, se pone mala y tiene miedo de sus alumnos. Se manifiesta. Se casa. Trabaja de ocho a ocho. Miente y dice la verdad. Como casi todo el mundo. Cumple cuarenta años. Se queda quieta. Reclama el derecho a dejar de complacer. El derecho a la lentitud.”

Hay ciertos escritores que, en un momento dado de su madurez, son capaces de reflexionar y de descubrir esos momentos del pasado en los que, bajo una apariencia cotidiana e inocente, se hallan las claves de su personalidad, de su forma de sentir y de entender el mundo. Esos escritores convierten su biografía en una novela en la que pueden ser narradores omniscientes, pues poseen la información que les faltaba en el pasado. Y esto es lo que aparentemente (siempre quedará la duda de si es una biografía brutalmente honesta o algo totalmente inventado) ha conseguido Marta Sanz en este libro, centrándose –con extraordinaria atención y detalle- en ciertos episodios aparentemente nimios de su infancia, adolescencia y juventud. Sin embargo no es una novela de aprendizaje con golpes de efecto, con la autora disfrazada de niña ingenua; es más bien una introspección reflexiva narrada desde la experiencia, un ejercicio de racionalización y comprensión de lo que en su momento se vivió de forma natural e inconsciente. La autora lo consigue con un estilo sobrio y poderoso, muy persuasivo, alejado de toda retórica y lleno de expresividad, con imágenes de gran poder plástico (como cuando describe el desnudo de una tía suya, sumergida en la bañera de casa: «El pelo del pubis flota como el musgo. Es un animal que se esponja y sube hacia la superficie para coger aire»); tiene un oído infalible para evocar el lenguaje oral, para sintetizar en una frase el carácter de un personaje; capaz de convertir lo cotidiano en extraordinario, de dotarlo de un valor paradigmático que trasciende la anécdota personal.

Además el conjunto de secundarios que se asoman por sus páginas deslumbran por su naturalidad, por la sensación de verdad que transmiten: tías que llegan de visita a su casa de Benidorm, un primo favorito que patina en una pista de hielo y desaprueba los amores de la protagonista, compañeros del instituto emocionados porque van de excursión a Almería, la madre de una amiga que regenta una tienda, unos adolescentes que hablan por la noche bajo su ventana, profesores… Otros personajes tienen un mayor desarrollo, como el de la madre; pero el que más destaca por su complejidad es la propia protagonista y narradora de la novela: su inteligencia y capacidad de racionalizar sus sentimientos no siempre la llevan a ser coherente. A menudo se autoimpone, de forma casi enfermiza, complacer a personas que en realidad le importan poco o cuya actitud desaprueba; en otros momentos vive como si estuviera jugando, como si la realidad fuera algo ajeno y convencional, pero al tiempo se toma el juego tan en serio que puede llegar a sufrir. Existe cierto contrate a la hora de narrar sus inquietudes, con una atención detallada y obsesiva a la hora de analizar sus amistades, la relación con su madre, la competitividad o a las relaciones de dependencia o de poder… y unos apuntes llanos y pudorosos con referencia a la sexualidad, o sus inquietudes religiosas y existenciales.

Para terminar decir que es una novela muy femenina, la narración se basa fundamentalmente en su relación con otras mujeres: con su madre, la abuela Juanita, sus tías, sus maestras, sus amigas. Las figuras masculinas (el padre, su novio juvenil, su marido) pasan fugazmente por sus páginas y se mantienen en un segundo plano. Es obvio que el título de la obra no es casual, como el cuadro de Rembrandt en el que se disecciona un cadáver, la autora ha atomizado y analizado su propia vida, y lo ha conseguido a través de una prosa certera, realista y vívida. El libro ha resulta ser una sorpresa agradable.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es entretenido, sobre todo para gente talludita que haya vivido la EGB, y los colegios de monja, o haya estado en Benidorm de vacaciones xD
      No llega al "Nada" de Carmen Laforet, pero resulta bastante ameno.
      Un abrazo ;)

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