viernes, 9 de marzo de 2018

Prólogo al libro de Fiódor Dostoievski “El jugador”

Pocas novelas perdurables del siglo XIX se escribieron tan rápido como El Jugador, cuya creación por parte de Dostoievski fue casi milagrosa. Todo empezó en el otoño de 1866. Dostoievski se hallaba una vez más endeudado, en parte debido al juego. Stellovski, su editor, le exigía, según contrato firmado tiempo atrás, la entrega inmediata de una novela de la que, desgraciadamente, no había escrito ni una sola línea. Dostoievski había recibido dinero por anticipado de su editor, y Stellovski podía llevarlo a la cárcel si para el 1 de noviembre no tenía en su poder la novela.

            Los amigos de Dostoievski, capitaneados por Miliukov, decidieron ayudarle, y estaban dispuestos a perpetrar entre todos una novela o algo que se le pareciera, pero a Fiódor no le convencía la idea y la desestimó tajantemente. Ante semejante callejón sin salida, Miliukov le propuso al novelista recurrir a los servicios de una secretaria, que fuese escribiendo a toda velocidad lo que Dostoievski le dictara. Y fue así como apareció en la vida del escritor Anna Grigórievna, más tarde su mujer. Gracias a su colaboración, Dostoievski pudo rematar El Jugador en una semana. Con la novela concluida, el escritor corrió a entregársela al editor cuando ya solo quedaban unas horas para que se cumpliera el plazo. Stellovski, que quería apoderarse de todos los derechos de autor de su pupilo, no se hallaba ese día en su despacho. Al parecer había salido de viaje. Pero Fiódor no se desesperó por eso y entregó la novela en la comisaría del distrito, desbaratando los planes de un editor perfectamente infame, que ha pasado a la historia como símbolo de la avaricia y la mezquindad.

            Los que crean que por el hecho de haber sido escrita en siete días El jugador es una novela ligera se equivocan. Ni es una novela ligera ni de gestación forzada. Es una novela tan meditada y tan profunda como las otras de Dostoievski, y tiene además una ventaja: está exenta de las divagaciones morales y religiosas, a veces completamente ajenas al campo semántico del texto, a las que tan proclive era Dostoievski, y su sustancia está completamente diluida en la acción y en la cadena de emociones a las que se somete el protagonista y con él el lector.

            Bien es cierto que para escribir tan rápido una novela tan excelente es necesario tenerla en la cabeza, y no es menos evidente que cuando ocurre eso la realización puede llegar a ser muy rápida. Ahí está el único secreto: antes de que Anna Grigórievna cogiera la pluma, Fiódor ya había configurado íntegramente el relato en su cabeza y ya solo le quedaba dictarlo. Y lo tenía configurado porque, en buena parte, era el relato de sus propias experiencias como jugador en aquellos casinos de Renania, tan bien descritos en la novela, frecuentados por aristócratas rusos dispuestos a dejar en ellos hasta el último rublo.

            Novela llena de peripecias bien significativas, por ella desfilan personajes genuinamente rusos, como la inolvidable Antonida Vasílevna, tan bondadosa como tiránica, y que tanto recuerda la generala de La patrona o, como el mismo narrador, Alexei Ivanovich cuya voz tanto nos acerca al cielo y al infierno del jugador. Un cielo y un infierno que quizás hunden sus raíces en una experiencia terrible que tuvo el novelista, tras haber sido declarado culpable de atacar a la Iglesia y al Estado. Dostoievski fue condenado a muerte y padeció un simulacro de fusilamiento. El pelotón ya estaba a punto de disparar contra él cuando le conmutaron la pena por cuatro años de trabajos forzados en Siberia.

            Si uno sitúa en el momento en que se llevó a cabo aquel simulacro que estuvo a punto de convertirse en realidad, reconocerá que fue como si la vida jugase con Dostoievski a la ruleta rusa. Todo estaba decidido y, de pronto, llega la orden de no disparar. Dentro del infortunio, fue como un golpe de suerte monstruoso. Como apostar al cero y ganar. Y uno sospecha que, en adelante, Dostoievski estuvo condenado a buscar, precisamente en el juego, esa emoción externa y decididamente infernal.

            El hecho de haber estado al borde del abismo una vez, creo en él una tendencia peligrosa, tan inconsciente como fatal. Y al borde del abismo estaba aquel día otoñal en que le dijo a su amigo Miliukov: “Estoy perdido”. Estaba perdido pero, una vez más, se encontró gracias a la escritura, y por eso ahora tienes en tus manos, lector, esta apasionante novela sobre el dolor y el placer de un adicto al sonido de las ruletas, tan parecido al de las serpientes de cascabel.

4 comentarios:

  1. Me gusta tu prólogo.
    Solo me ha despistado lo de "ajenas al campo semántico".

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    1. Como le decía a Marián hay que reivindicar las novelas cortas de Dostoievski, que van directamente al grano xD Crimen y Castigo es una maravilla, pero no creo que me plantee leerla otra vez. Sin embargo estoy seguro de que “Memorias del subsuelo”, caerá alguna que otra vez.
      Besos.

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  2. Y qué bien dibujados están todos los personajes. Una novela de 202 páginas y que no necesita más. Efectivamente Dostoievski disfrutaba con su secretaria escribiendo, se entendían muy bien (y el tema del Jugador lo conocían muy bien los dos, aunque desde distintos ángulos), es una suerte encontrar una mujer que comprenda así a un hombre...

    Dostoievski era un genio, pero todos los genios necesitan una "manita" femenina...y la suerte de algunos es haberla encontrado. Después disfrutaron ampliamente de los Hermanos Karamázov y la alargaron a sabiendas de que había inspiración para más. Así que como él mismo dice: "estoy satisfecho de que mi novela se divida en dos relatos, conservando, sin embargo, su unidad integral". Y cómo no, dedicada a su querida Anna Grigórievna. Y aún tenían pensado escribir más sobre los hermanos Karamázov...

    Un beso.

    P.D. A mi, personalmente, me gustan más sus novelas más cortas. Pero es que le cogieron tanto gusto a los Hermanos Karamázov, que casi la convirtieron en un ensayo.

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    1. Bueno, hay que tener en cuenta que Anna, como algunos personajes de Dostoievski, era una mártir permisiva; antes de embarcarme en la relectura de este maravilloso libro había un ensayo biográfico, que siempre viene bien para dar mejor contexto a la obra, y ahí cuenta que tuvieron que irse cuatro años de Moscú por deudas, y que justo cuando empezaron el viaje por Europa Dostoievski se gastó todo el dinero en la ruleta. Lo único que consiguió frenar su ludopatía fue que prohibieron el juego en Alemania, Anna se mantenía en un contexto de total sumisión, aunque eso les llevase a la ruina. Realmente este libro es totalmente autobiográfico, desde su adicción al juego, hasta ese amor extemporáneo e inclemente con Polina, fiel reflejo de la aventura que tuvo, estando casado, unos años antes. Y sí, es cierto, iba a escribir una segunda parte de Los hermanos Karamázov.
      Estoy de acuerdo contigo, me gustan más sus obras cortas, y de hecho mi libro preferido es “Memorias del Subsuelo”. Naturalmente los demás son una maravilla, pero hay que tener en cuenta un par de factores: Dostoievski estaba SIEMPRE agobiado por las deudas, se gastaba el adelanto de sus libros antes de escribirlos, y además cobraba por capítulos y muchas veces por páginas, que iban siendo publicadas en revistas y publicaciones semanales; todo esto nos hace preguntarnos, ¿cómo hubieran sido estas novelas, Crimen y Castigo por ejemplo, si no hubiera estado agobiado por los plazos, y le hubieran pagado lo mismo por una obra de mil páginas que por una de quinientas? También es curioso que fuera eslavófilo, ¿Dostoievski apoyando al zar, reaccionario ante la modernidad que representaba Europa? ¿Cómo cuaja esto con esos personajes donde los protagonistas son los “humillados y vencidos”? Meterse en las biografías de tus autores favoritos es siempre contraproducente xD
      Un beso querida Marián.

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