jueves, 8 de marzo de 2018

Marco Aurelio - Meditaciones.

El emperador Marco Aurelio (121-180 d.C.) no fue un filósofo pero sí un ferviente seguidor del estoicismo, una corriente filosófica que ensalzaba al hombre que se guiaba por la razón y que vivía conforme a la naturaleza, que era capaz de ser "inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas", es decir, que podía controlar sus emociones y huir de los placeres terrenales.

Durante las campañas militares de la década del 170, ya con más de cincuenta años, escribió una serie de reflexiones filosóficas dirigidas a él mismo que ha recibido el título de "Meditaciones", una obra cumbre de la literatura latina, un manual de vida que defiende los principios filosóficos del estoicismo. Libro dividido a su vez en doce libros presenta sus soliloquios a veces con un par de frases, en otras un largo párrafo, todas anotadas sin un orden establecido, como fruto del momento, y por ello nos encontramos ideas o conceptos repetidos a lo largo de la obra. Sobre todos ellos destaca la idea de la brevedad de la vida, de lo efímero de nuestro paso por el mundo, y nos invita a reflexionar acerca de la importancia de las cosas y de la necesidad de evitar lo superfluo.

Es un libro para leer pausadamente, y que incita a reflexionar con cada anotación.

Libro II
-Comenzar el día diciéndose: hoy encontraré sin duda a un indiscreto, un ingrato, un insolente, un embustero, un envidioso, un insociable. Los desgraciados que tienen estos defectos es porque no conocen los verdaderos bienes y los verdaderos males. Pero yo, que he aprendido que el bien verdadero consiste en lo que es honesto y el mal verdadero está en lo vergonzoso; yo, que conozco la naturaleza de quien comete la falta, que sé que ése también es mi hermano, no de sangre y de carne, sino por nuestra común participación en un mismo espíritu emanado de la divinidad, no puedo considerarme ofendido por su parte.

-Todo lo que constituye mi ser no es más que un poco de carne con un aliento de vida y la facultad de pensar. Abandona tus libros, suprime las distracciones, nada de eso te está permitido, y, como hombre que va a morir, desprecia esta carne, montón de sangre y huesos, tejido de nervios, de venas y arterias. Considera también lo que es tu respiración: aire, sólo aire, siempre distinto, arrojado continuamente y aspirado sin cesar. Solo queda, pues, la parte principal, la que piensa. Ahora bien, habla contigo mismo: eres viejo; no mantengas por más tiempo en la esclavitud a esa facultad maestra no consientas que sea sacudida como un muñeco. No te quejes de tu suerte presenta ni temas la futura.

Libro III
- Si encuentras algo en la vida humana que valga más que la justicia, la verdad, la templanza, el valor o, mejor aún, más que la virtud de un alma que se basta a sí misma en las circunstancias en que está permitido obrar según la recta razón y que se confía al destino en todo aquello que no depende de ella; si quizás encuentras algo preferible, vuelvo a decir, dirige hacia esto toda la potencia de tu alma y hazte con tan precioso hallazgo.

-No estimes jamás por conveniente a ti lo que alguna vez te obligará a traicionar tu lealtad, a abandonar el pudor, a odiar a alguien, a sospechar, a maldecir, a ser hipócrita, a desear algo que necesita paredes y cortinas. Pues el que prefiere ante todo su propia inteligencia y su divinidad y el culto a la excelencia de ésta, no hace teatro, no clama, no precisará la soledad ni la muchedumbre. Lo que es más importante, vivirá sin perseguir ni huir.

Libro IV
- Tan extraño con respecto al mundo es quien ignora lo que en él existe como quien ignora lo que en él se hace. Llama desertor al que procura esquivar las leyes de la sociedad; ciego al que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; pobre al que necesita de otro y no posee en sí mismo lo que contribuye al bienestar de la vida; parásito del género humano al que se subleva y reniega de las condiciones de nuestra común naturaleza, maldiciendo los accidentes que le ocurren, porque la que los producen es la que le ha dado el ser; y, en fin, aplica también esta palabra al que separa su alma de la de los demás seres racionales, porque en el mundo solo hay una sola y única alma.

Libro V
- Sólo los locos persiguen lo imposible. Imposible es que los malos no cometan maldades.

Libro VI
-La mejor defensa es no parecerte a ellos.

Libro VIII
- ¿Quiénes son Alejandro, Cayo César y Pompeyo, en comparación con Diógenes, Heráclito y Sócrates? En efecto, estos penetraban las cosas a fondo, en sus principios en su sustancia, y por nada se alteraba el equilibrio de su alma. Por el contario, los primeros, ¡cuántas inquietudes! ¡Cuánta esclavitud!

- El arrepentimiento es una especie de reproche que se hace uno a sí mismo, por haber despreciado algo útil. Luego es preciso que el verdadero bien sea asimismo algo útil, y que un hombre virtuoso y honrado consagre a ello todos sus esfuerzos. El hombre verdaderamente honrado y virtuoso no podrá arrepentirse de haber despreciado el placer. Por lo tanto, el placer no es ni útil, ni un bien. […] Recibir sin orgullo los favores de la fortuna; y perderlos sin lamentarse.

-¿Deseas ser alabado por un hombre que se maldice a si mismo tres veces por hora? ¿Deseas agradar a un hombre que no se agrada a sí mismo? ¿Acaso puede quererse a sí mismo un hombre que se arrepiente de casi todo lo que hace? […] Los hombres han nacido los unos para los otros. Por tanto, enséñalos o sopórtalos.

Libro IX
- Sobre todo, cuando te quejes de la perfidia de un hombre, o de su ingratitud, obsérvate a ti mismo. Pues sin duda falta tuya es haber creído que un hombre sin fe sería fiel, o haber tenido al hacer el bien otro fin que hacerlo y disfrutar en el momento mismo del fruto de tu buena acción. Has prestado servicio a un hombre: está bien, ¿Qué más quieres? ¿No te es suficiente con haber obrado conforme a tu naturaleza? ¿Necesitas por eso un salario? Es como si el ojo pidiese una recompensa porque ve o los pies porque caminan.

Libro X
- Cuando a un hombre se le han inculcado los verdaderos principios de la filosofía, la palabra más corta y hasta más corriente es suficiente para desterrar de su corazón la tristeza y el temor. Por ejemplo: “Desparrama por el suelo el viento las hojas, así también las generaciones delos hombres”.
Tus queridos hijos no son sino meras hojas, y hojas son también esos hombres que te aclaman con sinceridad aparente y te bendicen o bien, al contrario, te maldicen y te oprimen en secreto con sus reproches y sátiras, hojas, igualmente, aquellos que después de tu muerte evocarán tu recuerdo. Todas esas hojas que nacen con la primavera, el viento después las echa a tierra. Enseguida el monte las reemplaza con otras. Pero el destino común es el de no durar más que un momento, y tú temes y deseas como si todo fuese eterno.

Libro XI
-En la escritura y en la lectura no iniciaras a nadie antes de que se te inicie a ti. Esto, mucho más en la vida.

-Es ridículo no intentar evitar tu propia maldad, lo cual es posible, y, en cambio, intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible.

Libro XII
-Ten presente que, si pudieras elevarte de repente sobre la tierra y ver a tus pies las cosas humanas con todas sus vicisitudes, no experimentarías sino desdén, y más aun viendo al mismo tiempo todo cuando puebla las capas inferiores y superiores de la atmósfera. Cuantas veces te elevaras así, otras tantas contemplarías el mismo espectáculo: objetos vanos y efímeros. Y no obstante, en ellos se origina la vanidad humana.

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