jueves, 15 de octubre de 2015

El suicidio español.

Estuve viendo esta tarde la entrevista de Risto Mejide a Pablo Iglesias y noté al dirigente de Podemos cansado, con una actitud –a pesar de lo que decía- casi derrotista. Y habrá gente que le guste el hecho de que no quiera estar más de ocho años en política, incluso deseando que sea menos tiempo, pero a mí me molesta esa falta de implicación y sacrificio, porque aunque entiendo que un proyecto político tiene que huir de protagonismos excesivos y saber delegar, debería de manifestar la necesidad, aunque sea impostada, de mantenerse en primera línea política para proteger y llevar a un buen puerto ese proyecto. El rechazo a esta contrarrevolución, al fraude de la crisis que se utiliza para acabar con nuestro estado del bienestar requiere mucho más que ocho años.

Pero entiendo que la situación política en España es desalentadora, decepcionante, desagradable. Tenemos al PP que a pesar de todos sus dislates sigue ganando en las encuestas. El PSOE recuperando votos de forma lenta pero estable, a pesar de que lo único que han hecho es cambiar un par de caras, sin atreverse a enfrentarse a la hipocresía ideológica de sus siglas -¿alguien todavía cree que siguen siendo socialistas?-; la última infamia cuando la mayoría de eurodiputados socialistas votaron hace cinco días en contra del aborto seguro a víctimas de conflictos armados. Seamos francos: PPSOE es el mismo concepto: gente que lleva más de treinta años en política, nepotismo, corrupción y financiación ilegal. Y siendo justos está claro que la dictadura y la posterior transición no ayudaron a crear unos mecanismos de control contra la corrupción o la politización del poder judicial –por citar los ejemplos más sangrantes-, ni a fomentar la pedagogía y el interés de la ciudadanía en la política y las exigencias mínimas para desarrollar y proteger una democracia real. De hecho España es uno de los pocos países que tiene en su Constitución la ley electoral, que como todos sabemos a estas alturas, es una ley que se creó ex profeso para fomentar el bipartidismo y dificultar la entrada en el poder de fuerzas minoritarias en el país en que se aplique. Pero eso no sirve como excusa para la necedad de seguir votando a estas formaciones. 

Y pasando a los otros dos partidos, ¿deberíamos de poder extrapolar el auge de Ciudadanos y la pérdida de votos de podemos en las últimas elecciones de Cataluña? Si nos basamos en las últimas encuestas me temo que sí, es cierto que Ciudadanos se ha preparado para estas elecciones desde hace años, y que Podemos ha hecho las cosas mal: la campaña de Cataluña ha estado polarizada por el plebiscito de Mas y ahí no servía poner a alguien desconocido –el efecto Manuela Carmena es irrepetible-, ni el discurso de los recortes, la casta, y bromas burdas como lo del coleta morada… pero aquí el problema –repito- es el ciudadano medio: Podemos representa demasiados cambios, falta de protocolo –no ir al desfile de las fuerzas armadas, los Tweets de Zapata, las críticas desde los empresarios y la banca-, apoyo a Grecia –miedo a un Grexit español-, dificultad en los acuerdos que lleven a gobiernos inestables –en Andalucía fue Ciudadanos quién llegó a un acuerdo con Susana Díaz-, su indefinición y giro al centro, su incapacidad para llegar a un acuerdo con IU para crear un frente común de izquierdas… al final han sido demasiadas cosas. Ciudadanos a pesar de ser un partido de centro derecha, la marca blanca del PP, es relativamente nuevo, está de moda, y eso sirve de coartada para votarle esperando soluciones sin miedo a la inestabilidad. Albert Rivera es inteligente, se pone traje y corbata y sin demonizar a ningún estamento sigue con su discurso conciso y relajado. Los lobbies mediáticos les han dejado en paz, y además tienen diez veces más financiación que Podemos. 

Con todo, el desarrollo de las elecciones es complicado, depende de muchos factores, puede que Rato vaya a la cárcel, puede que antes de diciembre salgan más casos de corrupción que salpiquen directamente a Rajoy –fuego amigo se llama- y que este siga mostrando lo inútil y mentecato que es; puede que Pedro Sánchez no consiga mostrarse como la mejor alternativa de gobierno en los debates, puede que Podemos sorprenda con una estrategia mucho más hardcore que la que lleva hasta ahora, puede que Ciudadanos pase de ser bisagra a ser ganador por la mínima de las elecciones, puede que el 21 de diciembre hablemos de acuerdos mucho más extraños que el típico PP-Ciudadanos PSOE-Podemos. Lo que está claro que van a ser una de las elecciones más importantes desde la transición, la última oportunidad para recuperar el estado del bienestar, para no condenar a millones de personas a la exclusión social, para no seguir en las listas de los países con mayor desigualdad social, con mayor índice de deuda –más de un billón-, etcétera. Y eso, mal que nos pese, requiere coraje, sacrificio, ideas nuevas, proteccionismo inteligente, y una mayor independencia de Europa. Ciudadanos es un atajo a la nada. Pero, sinceramente, entiendo el derrotismo de Pablo Iglesias, España, su ciudadanía, da la impresión de que todavía está esperando a que vuelva la burbuja inmobiliaria para comprar un piso y seguir viviendo a crédito, que siguen enzarzados en maniqueísmos estúpidos estilo España contra Cataluña, creyendo la carnaza que los lobbies mediáticos lanzan sobre ellos, o simplemente pasando de todo, sin intención de votar pero utilizando tres horas al día las redes sociales. Bah.

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