lunes, 11 de agosto de 2014

Danzad, danzad, malditos.

Tenía por ahí un borrador sobre consejos para escribir todos los días. Pero no me apetece corregirlo ahora, además algunos conceptos se repiten de la entrada anterior. Hoy estoy cansado. El calor. La resaca. El martirio inocente de las canas de mi barba. Hay comida que parece mucho más comestible antes de introducirla en el microondas. He abierto una cerveza. Y luego otra. Y otra. No escribes mejor estando borracho. Eso es una idiotez. Pero te dejas llevar más fácilmente por el subconsciente, crea un estado de libertad y desasimiento que te absuelve de la modorra mental. La coartada para mantener un blog es borrar al menos la mitad de lo que has escrito.

Releo a Pizarnik. Suena tan depresiva como siempre. Enamorada de ciertas palabras como “viento”, “sed”, “soledad”, deben de aparecer en casi todos sus poemas. Pero no es malo, son como estribillos sobre el papel, meandros de metáforas que desembocan en un mar de flores muertas. Sus poemas gritan palabras desde la boca del mudo.

Hoy he visto una película: Danzad, danzad, malditos, dirigida por Sydney Pollack y basada en la novela “¿Acaso no matan a los caballos?” de Horace McCoy. Está ambientada en la época de la Gran Depresión: en EEUU se montaban espectáculos que consistían en hacer bailar a parejas de forma continuada, día y noche, con pausas mínimas. Mientras bailaban recibían comida, y si ganaban podrían sobrevivir con el dinero del premio. Era algo grotesco, con pruebas cada vez más duras y extenuantes. Pero existía un público deseoso de disfrutar de la miseria ajena y que patrocinaba a parejas. A pesar del ritmo (1969) te mantiene enganchado y me parece recomendable. Quizás ayuda no ver tan lejano ese poso de desesperación, de miseria y abatimiento que viven los personajes en la película. En Europa, por mucho que diga Rajoy y su cohorte de impresentables, la clase media está totalmente abandonada.

Europa agoniza. Vendemos armas a Israel mientras lanzamos proclamas en favor de la paz. Desmontamos la sanidad y la educación en pos de convertir a generaciones enteras en ganado, en esclavos. Todo se repite. Sin escrúpulos.

Tengo que abandonar el texto, mis obligaciones me reclaman. Si me has leído hasta aquí –sí, tú, mi desconocido lector-, hazme un favor: humanízate un poco esta noche, sal de la cadena, mira a tu alrededor. Sé que estarás cansado, sé que ha sido otro día agotador. Pero haz el esfuerzo y haz algo que merezca la pena. Algo pequeño, como ver una película, leer durante una hora, echar un buen polvo, actualizar tu blog, llamar a alguien y tener una conversación interesante. Salir cuando oscurezca y hacer una foto a esta luna inmensa que tenemos ahora. Cualquier cosa. Pero no permitas que sea otro día igual. Lucha por el segundo siguiente. No desfallezcas todavía.

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