
Idolatrarte. Despreciarte. Amarte. Odiarte.
Soñarte. Olvidarte. Tatuarte. Quemarte.
Necesitarte. Abandonarte. Arroparte. Azotarte.
Reivindicarte. Negarte. Respirarte. Devorarte.
Poblarte. Parasitarte. Evocarte. Atormentarte.
Follarte. Follarte. Follarte. Follarte.
Follarte. Follarte.
Follarte…
Soñarte. Olvidarte. Tatuarte. Quemarte.
Necesitarte. Abandonarte. Arroparte. Azotarte.
Reivindicarte. Negarte. Respirarte. Devorarte.
Poblarte. Parasitarte. Evocarte. Atormentarte.
Follarte. Follarte. Follarte. Follarte.
Follarte. Follarte.
Follarte…
Aunque necesitamos algo
transcendente e imposible, no solo la necesidad física desubicada, tendemos a
desflorar la nada que nos separa con cierto masoquismo emocional. Desnudez
congestionada de sentimientos. Impostura. Excepción. Besos histéricos que esconden
amor con ojeras de muerte. Ofréceme tu culo mientras besas mi voz. Carne y
dolor golpeando la pared. Abrir tu soledad en canal. Follarte la boca.
Acariciar tu cuerpo como un conquistador. Inmolar nuestros sueños. Huir colonizado.
Ya es tarde para heroicidades: no me dejaste un jardín de flores de semen, era
tu corazón de mermelada derramándose de su jaula de huesos.
Las palabras deshilachan
conceptos pero no penetran. Son besos helados sin vocación. Persianas bajadas.
Pájaros muertos fornicando detrás de mis ojos. Demasiadas cicatrices para
enamorarse. Cortejando un espejismo. Morder con saña cada instante y sólo
conseguir horas viudas. Dibujemos en nuestra caída el idioma secreto del
viento, lubriquemos una tempestad de silencio que sea cómplice de nuestra
necesidad.
Miles de ojos de sangre en
el suelo, balas con forma de corazón. Somos las flores desnudas del paredón.
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