miércoles, 3 de abril de 2013

Cuarta Colaboración.

Recuerdo como te vi entrar en el sanatorio. Apestabas, seguro. Tú no me viste, y si lo hiciste ni me di cuenta. ¿Me recuerdas? Sentada al borde de la ventana, la de la esquina. A dos manos; una sujetaba un cigarro, la otra la poca cordura que se me derramaba entre caladas. El tabaco siempre me ha colocado de una forma especial.

Desapareciste durante dos días. A saber qué te hicieron esas bestias de lógica blanca. El tercero, no sería ni media mañana, volví a verte. Ojeroso, pero aquí todos estamos ojerosos, con marcas en las muñecas, como las mías. Aquí todos intentamos suicidarnos. Yo seguía en mi ventana. Entonces me reconociste. Sí, claro que me reconociste y no te acercaste, aquí tú eras el más cobarde. El cielo siempre está plomizo, no puede ser más hermoso, la degradación de abismos entre dos aguas invertidas. Pero no te acercaste, sólo sujetabas la botella. Tu botella.

Imagina el espacio que nos rodeaba, un desierto lívido sin más tinte que el rojo de tu vino y el verde de mis ojos. Se te veía tan pequeño, mi decadente ninfómano, tan frágil... Aquí todos somos putas rotas.

Compartimos aquella distancia galáctica durante ¿una, dos horas? y luego, bajo el silencio esquizo, me digné a acercarme, lenta, puede que incluso temerosa, a ti. Creo que hacía tiempo que no tenías tan cerca un rostro adolescente. Se te notaba porque tus pupilas se dilataban sangrantes. Y estaba tan cerca, mi boca de tu boca, que te hincabas violentamente en la botella. Entonces me arrodillé a la altura de tus rodillas, también creo que pensaste que iba a mamártela (te sobrecogiste), pero no. Cogí tus manos y les di la vuelta, quería ver los vestigios, tus caminos extraviados. Y apoyé mi cabeza en ellos, aún no habían cerrado sus bocas. Y como buen cobarde, te quedaste ahí, quieto. Me estabas manchando de sangre. Tu muerte se corría en mis mejillas.

Pero se nos acababa. Tú no lo sabías, yo sí. Incorporé mi lengua hasta tu garganta, hasta tu oído. Iba a sisearte algo, pero se me olvidó. Había empezado. Mi cuerpo estaba muriendo en humo, y tus cicatrices supuraban vino. Y nos deshicimos en los vicios del alma, lenta y desoladamente.

Échale la culpa al alma.

Smokey Taboo by CocoRosie on Grooveshark

13 comentarios:

  1. Brutal.
    Pero precioso al mismo tiempo.

    Gracias por compartirlo.

    Enhorabuena y abrazo sentido a la autora.

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  2. Madre mia... Fascinación es la palabra.
    Los abismos, las metáforas, la extraña ternura.
    Buena elección.
    Besos mi tejedor de alas perfectas.

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    1. Sí, es un texto que no deja indiferente. Un buen regalo.
      Besos querida musa.

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  3. Me alegro que no seas de fiar y lo hayas publicado... me parece un texto muy especial.
    Espero que te mande más y los disfrutemos ;)

    (Conste que me he quedado con las ganas de saber la última frase, curiosidad...)

    Besos abisales

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    1. Al final lo he publicado tal y como me lo envió. Es lo adecuado, aunque no me agrade del todo como utiliza la palabra “alma” en el texto no me apetece sentirme como Max Brod…xD
      Besos decadentes versión 3.0

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  4. Tremendo escrito. Admirable lo que se puede crear con la mente y saber plasmarlo de una manera tan impactante...
    Besos merecidos a la autora, y también ti ;)

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  5. Sí, es brutal. Entre lo vivo y lo casi muerto.

    :)

    Un beso

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  6. Coincido con los comentarios es brutal,intenso magnifico no deja indiferente;me ha gustado.
    Como ves no soy tan mala y por fin me decido a comentar.Saludos

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  7. Muy buena entrada Te felicito, muy bonito, besos.

    Enhorabuena.

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  8. Felicidades a la autora! Estarás contento, eh? tu blog no es sólo bueno por lo que escribes tú ;)

    Me gustaría saber por qué lo del alma...

    Besos

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  9. Es muy bueno el relato anónimo, hay que reconocerlo, pero empiezo a echar de menos un relato tuyo... Nos tienes tan mal acostumbradas. ¡Anda... escribe algo tuyo esta noche! Me encantaría leerte a las siete y media, mientras desayuno mis tostadas de mermelada de fresa. Eso sería genial.
    Besos mon frère...

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