martes, 17 de diciembre de 2019

Reseña: ‘Carta al padre’, de Franz Kafka

“No hace mucho me preguntaste por qué afirmo tenerte miedo. Como de costumbre, no supe qué responderte, en parte precisamente a causa de ese miedo que te tengo y en parte porque para explicarlo necesitaría tener presentes más factores de los que soy capaz de manejar al mismo tiempo cuando hablo. Esta respuesta que intento darte ahora por escrito será igualmente muy incompleta, porque también a la hora de escribir me atenazan el miedo y sus consecuencias, y porque las dimensiones del asunto van mucho más allá de lo que mi memoria y mi entendimiento son capaces de abarcar.”

En noviembre de 1919 Franz escribió esta extensa carta, una de las más famosas de la literatura, a su padre Hermann Kafka, quien nunca la llegaría a leer. Según Max Brod, que la publicó póstumamente en 1952, el escritor se la dio a su madre para que se la entregara a su padre, pero ella, tras leerla, se negó a hacerlo y se la devolvió. En ella, Kafka retrata y analiza la compleja relación que tuvo con su padre, con quien siempre tuvo una relación distante. Es fácil ver por qué: Franz era un hombre sensible, retraído, inseguro, creativo y vulnerable, mientras que Hermann era un hombre hecho a sí mismo, triunfador, fuerte, práctico, firme, severo y autoritario.

“Para ti el asunto siempre fue muy sencillo, al menos, por la forma en que hablaste de él delante de mí, e, indiscriminadamente, delante de muchos otros. Te parecía que era más o menos así: trabajaste duramente toda tu vida, sacrificaste todo por tus hijos, especialmente por mí, a raíz de lo cual yo he vivido <<como un rey>>, teniendo total libertad para estudiar lo que quisiera, sin motivos para preocuparme por mi subsistencia, es decir, sin preocupaciones en absoluto; no pedías que te agradeciera por eso, tú conoces <<la gratitud de los hijos>>, pero por lo menos esperabas alguna deferencia, alguna señal de simpatía; en cambio, yo me he ocultado desde siempre de ti, en mi habitación, entre mis libros, entre amigos locos, entre ideas extravagantes; nunca hablé abiertamente contigo, no estuve a tu lado en el templo, nunca te visité en Franzensbad, tampoco en otros aspectos tuve nunca un sentido de familia, nunca me ocupé ni del negocio ni de tus demás asuntos, te endilgué la fábrica y luego te abandoné, apoyé a Ottla en su capricho y mientras no movía un dedo por ti (no te traigo ni una entrada para el teatro), hago todo por los amigos. Si resumes tu juicio acerca de mí, resulta que no me reprochas nada realmente malvado o indecente (a excepción tal vez de mi última intención de casarme), sino frialdad, distancia, ingratitud. Y me lo reprochas como si la culpa fuera mía, como si hubiera podido cambiar todas las cosas con un movimiento de timón, mientras que tú no tendrías la menor culpa de lo sucedido, excepto la de haber sido demasiado bueno conmigo”.

En aquella época la educación era muy estricta y el padre además de su autoritarismo natural debía aplicar las normas de conducta que él mismo había vivido, por lo tanto Kafka describe un padre muy duro y cruel con él y también con el resto de la familia. Kafka considera ese choque de caracteres una batalla perdida, su narración tiene un constante tono de sumisión, de aceptación, de darse por vencido.

“De modo directo, recuerdo un solo acontecimiento de los primeros años; tal vez tú también lo recuerdes. Una vez, de noche, yo lloriqueaba sin cesar pidiendo agua, seguro que no por tener sed sino probablemente en parte para fastidiar, en parte para entretenerme. Después de que algunas fuertes amenazas no hicieran efecto, me sacaste de la cama, me llevaste a la terraza y me dejaste parado allí un rato en camisón ante la puerta cerrada. No quiero decir que eso haya estado mal, tal vez en ese momento no se hubiera podido recuperar la tranquilidad nocturna de otro modo, pero quiero usarlo para caracterizar tus recursos pedagógicos y su efecto sobre mí. Seguro que a partir de ese momento fui obediente, pero había sufrido un daño interior. Mi modo de ser jamás me permitió relacionar correctamente el hecho de pedir agua sin sentido, que era lógico para mí, con el hecho en extremo terrible de que me llevaran afuera. Aun años más tardes me hacía sufrir la idea atormentadora de que aquel hombre gigantesco, mi padre, la última instancia, podía venir y sacarme de la cama de noche casi sin motivo, para llevarme a la terraza y de que, por lo tanto, no era nadie para él. Eso sólo fue un pequeño comienzo entonces, pero esta sensación de insignificancia que me domina a menudo (una sensación que, sin embargo, en otro sentido es también noble y fructífera) proviene en gran medida de tu influencia. Hubiera necesitado algo de aliento, un poco de simpatía, que me abrieran un poco el camino; en cambio, me lo obstruías, sin duda con la buena intención de que yo transitara otro camino. Pero yo no servía para eso. Me alentabas, por ejemplo, cuando hacía el saludo militar o cuando marchaba, pero yo no era un futuro soldado, o me alentabas cuando podía comer mucho o acompañar incluso la comida con cerveza, o cuando podía imitarte cantando canciones que no entendía o repetir como un loro tus expresiones preferidas, pero nada de eso tenía que ver con mi futuro”.

Pero al leer con atención la prosa de Kafka nos deja ver entre líneas que ese padre cruel que describe no es más que una imagen en su cabeza, las acciones del padre parecen naturales -al menos en su época-, el problema es que Kafka se ve profundamente afectado por ellas. La carta describe varios períodos de su vida, desde su niñez, pasando por su juventud hasta la edad de treinta y seis años y en todo momento relata la influencia del padre en su vida, una vida sin escapatoria, donde sentía que no podía refugiarse en su idioma, ni en su religión, ni en sus hermanas y sólo le quedaba escribir y encerrarse en sí mismo.

“Ya he insinuado que con el hecho de escribir y todo lo que se relacione con ello he realizado pequeños intentos de independencia, intentos de fuga con poco éxito, que no me llevarán muy lejos según innumerables pruebas.”

Hacia el final de la carta se centra en el tema del matrimonio y las veces en que se comprometió, nos cuenta sus temores, miedos y lo que le provocaba la opinión de su padre al respecto. Resulta llamativo cómo Kafka se deja llevar por su neurosis y en esas últimas páginas se hace a sí mismo las mismas acusaciones implacables que le haría su padre, aceptando esa culpabilidad y cayendo en ese círculo tóxico de dependencia del cuál no sabe cómo escapar.

Una carta muy interesante para quien quiera conocer la biografía y pensamientos de este excepcional escritor. Quien quiera leerla puede descargar desde AQUÍ el ePub. También añado un enlace en descarga directa AQUÍ para la fantástica novela gráfica biográfica sobre el autor que realizó Robert Crumb y David Zane Mairowitz.

3 comentarios:

  1. Hola Rorschach!!!!!
    Madre mía cuánto tiempo sin leerte!!!!!! Años... Me alegro de volver a hacerlo.
    No conocía la carta de Kafka, sin duda, un hombre sensible, inseguro, tímido y encerrado en sí mismo que le producía auténtico pavor un padre tan estricto y severo, que por otro lado sería de lo más "normal" para la época, pero aún así, un abrazo de vez en cuando, seguramente le habría venido muy bien.
    Me ha gustado leerte.
    Un abrazo!!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola muchacha! Sí que ha pasado tiempo, sí. Los blogs están bastante abandonados y ya pocos nos dedicamos a actualizar a menudo; de hecho pensé que tú también habías desaparecido. Tiempos de YouTube y redes sociales, pero me gusta seguir por aquí, aunque como habrás comprobado ahora me dedico a escribir reseñas y no tantos relatos repletos de sexo y decadencia xD De todas formas fue una buena época, había mucho movimiento por aquí 😉
      Y nada, espero que si te interesa el contenido te sigas pasando por aquí Un abrazo.

      Eliminar
    2. Holaaa Rorschach!!!!!
      He estado tiempo fuera del blog, entraba muy de tarde en tarde, pero ahora me he vuelto a enganchar porque pasé muy buenos momentos, como tú también dices y aunque hay poco movimiento es suficiente y debemos cada uno con su granito de arena volver a poner en marcha ésto que nos hizo tan felices antaño. Ya veo que has cambiado el contenido de tus escritos, jajaja!!!! Recuerdo que me ponía colorada muchas veces, al leerlos en voz alta, pero no por ello podía dejar de hacerlo ;)
      Siempre has sabido llevar a buen puerto con tu tinta ávida y extraordinaria fluidez, cuánto escribías, da igual lo que escribes, lo importante es escribir y sentirse satisfecho por ello.
      Así que me quedo por aquí, vale?? ;)
      Un abrazo!!!!! :)

      Eliminar