viernes, 27 de septiembre de 2019

Reseña: ‘La vegetariana’, de Han Kang (2007)

"Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. Ni muy alta ni muy baja, con una melena que no era ni muy larga ni muy corta, tenía la piel descamada y amarillenta, ojos sin pliegues, pómulos ligeramente prominentes y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal. Calzada con unos zapatos muy sencillos, se acercó a la mesa en que yo estaba sentado, con un paso que no era ni rápido ni lento ni enérgico ni débil."


Yeonghye es una mujer joven y anodina que pasa desapercibida incluso ante los ojos de su marido y familia. Tampoco su marido es un hombre que tenga algo especial, así que llevan una vida sosegada. Un día Yeonghye decide hacerse vegetariana, deshaciéndose de toda la carne que hay en casa y provocando una reacción de incomprensión en toda la familia. Su obsesión por mantenerse lejos de la carne y el insomnio que le provocan sus pesadillas serán ahora su rasgo más característico.

     La vegetariana es una novela escrita en tres partes que cuenta una historia de subversión utilizando el vegetarianismo para ello. En Corea del Sur casi toda la dieta gira en torno a la carne y los productos animales, así que es más complicado eludirlas en la dieta de lo que nos puede resultar a nosotros, sobre todo en 2007 -año de publicación-, donde todavía las hamburguesas de tofu no eran tan normales en los supermercados. Por eso y porque el papel de la mujer es diferente en otras culturas, la protagonista de esta historia recibe un rechazo y una extrañeza que se nos pueden antojar exagerados.

     Es además muy representativo que la persona que protagoniza el libro sea la única que no tiene voz en él. En la primera parte, La vegetariana, será el marido quien nos relate el comienzo de esta obsesión, un hombre que no muestra afecto ni pena, apenas un poco de sorpresa con el cambio. La mancha mongólica, segunda parte del libro, será contada por el cuñado de la protagonista, un artista que parece ser el único que ha encontrado la diferencia entre Yeonghye y el resto de las mujeres: una mancha en su piel. Y la tercera parte, Los árboles en llamas, está narrada desde el punto de vista de la hermana de Yeonghye, para mí, la más devastadora de las tres.

Aunque este planteamiento de narración a tres voces podría sugerir una repetición desde tres diferentes puntos de vista de la misma historia, en realidad está contada de una forma lineal, desde el inicio del proceso de cambio de Yeonghye hasta el punto final de la historia. Los acontecimientos son bastante duros en algunos puntos de la novela, abordando temas como la depresión, la violencia, las violaciones, las enfermedades mentales y, especialmente, la soledad.

Tal vez sea ese sentimiento de soledad e incomprensión que asola a los personajes lo que más fascine de la novela. No saben cómo ayudarse unos a otros, no se comprenden y tampoco parece que traten de hacerlo. Cada uno de los tres narradores busca regresar a su statu quo, a una comodidad asentada en sus vidas que les aportaba seguridad y estabilidad; quizás no fuera felicidad, pero hacía que la sensación de cotidianidad se pareciese mucho a ella.

 La narrativa de Hang Kan no posee alardes narrativos ni un vocabulario excesivamente culto o refinado, su manera de contar la historia es sencilla, aunque para nada simple; sin embargo esa sencillez esconde detrás un enorme poder de evocación emocional. En resumen, una novela fascinante y muy recomendable.

“Todo esto no tiene ningún sentido.
No puedo aguantar más.
No puedo seguir adelante.
No quiero seguir adelante.
Volvió a recorrer con la vista los objetos de la casa. Nada de lo que había allí era suyo.
Del mismo modo que su vida no había sido nunca su vida.”

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