“Para muchas personas que padecemos depresión o ansiedad, el mero acto de resistencia, de aparentar «normalidad», es algo desalentador, doloroso y al mismo tiempo heroico. Levantarse de la cama, llevar a los niños al colegio, ir a trabajar, preparar algo de comer… Todo esto puede representar un logro increíble para aquellas personas que tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano solo para mantenerse en pie. ¿Cómo puedes seguir adelante? ¿Cómo haces lo que haces, día tras día, según la idea que la gente tiene de ti y como la sociedad espera que lo hagas, cuando lo que realmente deseas es esconderte y desaparecer?”
La sinopsis es una buena advertencia de que el nuevo libro de James Rhodes no es apto para todos los públicos, trescientas páginas de una cacofonía de voces neuróticas, proclamando un visceral desprecio hacía sí mismo, desconfianza, inseguridad y angustia que provocan que cualquier actividad, aunque sea sencilla y disfrutable, para él se convierta en un proceso lento y doloroso. Pero a pesar de toda la desesperación que transpira sus páginas siempre queda ese momento de reverencia absoluta hacía su salvación, obsesión y redención: la música clásica. Y escribe con tanta pasión que el efecto inmediato es querer escuchar "Don Giovanni" de Teodor Currentzis, a Glenn Gould y sus interpretaciones de Bach, leer una biografía de Beethoven o Chopin o buscar sus playlist en Spotify y descargártelas al móvil. Resulta increíble cuando alguien consigue transmitir su pasión y a la vez despertar tu curiosidad intelectual.
“El inmortal Miles Davis aseguró, hablando de música, que cualquiera puede tocar. La nota solo supone el veinte por ciento. La actitud del puto cabronazo que la interpreta es el otro ochenta. De nuevo, lo mismo se puede decir de la vida. Cualquiera puede vivir, sobrevivir, existir físicamente. Superar el día a día solo constituye el veinte por ciento. Pero vivir bien, con amor, y con risas, aprendiendo y creciendo, creando y disfrutando, ese espléndido ochenta por ciento restante, depende únicamente de nuestra actitud“
Después de cinco meses de gira, entrevistas, procesos judiciales y momentos de gran tensión emocional, todo ello contado sin ningún pudor ni filtro a través de estos diarios, James deja caer al final cierto mensaje de esperanza, como si pudiera reconciliarse con las secuelas de su pasado, con ese niño al que destrozaron de forma tan salvaje. Pero me temo que la única conclusión posible después de leerle es que eso resulta imposible, está demasiado roto, nunca conseguirá llevar una vida normal. La música clásica le salvó la vida, y ahora, con muchas dificultades, le permite sobrevivir. Espero que pueda aferrarse a ello y que, en cierta medida, le compense por todo el dolor que le espera.
Comparto una breve charla TED que dio en Madrid y la fantástica interpretación de Serguéi Rajmáninov.
Me leí el primero con la "playlist" al lado y a la par.
ResponderEliminarCreo que me gustó tanto que no voy a leer el segundo para no decepcionarme.
Vaya, un placer tenerte por aquí de nuevo.
EliminarEfectivamente, no lo recomendaría demasiado si te gustó el primero. Este es la disección y llanto neurótico de un hombre todo, que se repite en bucle durante trescientas páginas. A mí me pueden estas lecturas masoquistas, el poso decadente, pero como libro es totalmente prescindible.
Un abrazo.