viernes, 6 de febrero de 2015

La enfermedad imita al amor, por eso mis manos siguen manchadas.

Antidepresivos y cafeína. Te pido que juegues con mi enfermedad. Que me cures de mí misma. De estas noches frías y eternas en las que el mundo es mecido por la náusea de la lucidez. Quizás ya es demasiado tarde. Mi cuerpo no alberga banda sonora, ¿qué soy, qué he sido? ¿Ojos de escombros, guion aburrido? ¿En qué idioma está mi vacío para que nadie sepa comprenderlo?

Ajeno a todo tú sigues moviéndote sin éxito encima de mí. Y me aburro. Y te corres en silencio, casi con tristeza. Y yo finjo mi orgasmo. Como sino importara que todo se acabe y se seque más allá de mí. Como la risa demente de un Dios grecorromano. Como bajar de un tren en una ciudad extraña donde nadie te espera. La enfermedad se disfraza de besos. Somos kleenex usados empapados de sangre, lágrimas y semen. Intentando estrangular lo espantoso en una noche demasiado dilatada por la banalidad. El silencio huele a flor quebrada. Te vas dejándome con un hambre inconexa, infinita. Mi corazón se pudre.

La enfermedad imita al amor, por eso mis manos siguen manchadas.

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Siempre lo niego. Pero al final de la noche vuelvo al teclado, lo acaricio, intento salvar el día. Me gustaría tener otro hobby, volver a tocar el bajo, bajarme un par de juegos, cualquier cosa… Pero no, solo la escritura cumple su función, aunque no quiera, aunque resulte incómodo. Necesito ese momento de gloria imperfecta, estar a salvo envuelto en la risa de los dioses, volver a tener la sensación de tocar el piano con el teclado, de fluir como un rio. Pero esta noche no sucede nada. No hay titiritero. He fracasado. Sin reconciliación. Mis dedos giran sobre un eje podrido. Y los muertos me susurran, enfrían con su aliento los barrotes.

Me distraigo. Te miro, otra víctima despistada en este lupanar sin sombras. Escúchame, joven nínfula, rompe tus costillas, intenta salvar tu corazón, deja de implorar amor de rodillas.
No me escuchas
Es demasiado tarde
Buscas sentirte viva
Tragas
Tragas
Tragas
Pero no sirve de nada, has fracasado, no tenías opciones
Yo tampoco
Por eso cuelgo el teléfono
Antes de que tu soledad
Nos hiera de muerte a los dos.

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