miércoles, 2 de octubre de 2013

Labios azules.

Hachís. A veces el humo es un muro. A veces el sentido de la vida se reduce a chutes químicos, como follar con gente desalmada que sabe cosificarte con honestidad. Mañana tendré que levantarme a las seis y media para ir al trabajo, sin embargo estoy aquí, mirando la página en blanco, intentando rastrear, fijar la palabra. Pero quizás el cincel es incapaz de sonsacar nada del bloque de mármol, quizás la posibilidad sólo existe en el ojo de la araña. Pero los decadentes tendemos más al ridículo que a la coherencia.

Podría quejarme de ciertas imposiciones de la vida real, pero al final este juego se reduce a tu constancia, a tus decisiones y fuerza vital; sino te agrada tu trabajo busca otro, prepárate, estudia un idioma, échale cojones. Naturalmente hay vidas entrampadas en las cuales la gestión se reduce a simple supervivencia. Pero siempre hay un hálito de libertad, siempre puedes esforzarte por ver el lado positivo de las cosas, aprovechar esa hora que te queda al final del día para preservar un poco de lucidez mental ante el matadero.

Por tanto no hay náusea en el texto, sólo la botella de vino barata, y algo fría, de tu ausencia. Me imagino la nostalgia como una puta que se cuela en la fiesta del presente, con su maquillaje excesivo, dejando aquí y allá marcas de su desnudez. Y todo, ¿para qué? Prefiero el lenguaje mudo de sordidez cuando te pongo pinzas en los pezones y te explico que el amor es dolor, cuando intento astillar tu piel, tu jaula. Cuando te corres y piensas que, a fin de cuentas, el otoño siempre podrá consolarte con la belleza de su juego infantil de hojarasca.

Volviendo al presente he de confesar que tengo un fantasma en casa. Joven vestal de túnica blanca. Aparece de pronto y siento como sus ojos azules forman sombras chinescas de amor sobre mi piel. Nunca me ha hablado. Cuando he intentado tocarla mi mano ha atravesado su cuerpo traslucido. Es enloquecedor. Frustrante. Sin embargo la necesito. Despierta ternura en mí, como si volviera al verano de mis quince años, invencible, ajeno a las derrotas que vendrán, una brisa suave jugando con su falda, el tiempo amigo mudo de algo que siempre creeré perfecto.

Otras veces necesito poseerla. Sin preliminares, ejercito invasor que domina su languidez, su abandono, naufragando en su interior con un par de dedos, acariciando su rictus lívido, penetrándola contra la pared con lenta brusquedad, abriendo las muescas de su carne. Mis dedos de saliva en su boca, defensas caídas, entregada… ¿pero a qué, a quién, por qué? No. Mejor así. Sin decepciones. Sin sueños cogiendo polvo debajo de la piel.

Pero lo que nunca sabré es que a veces
cuando estoy dormido
se acuesta conmigo
en la lado frío de la cama
y ahuyenta los monstruos de mi sueño
con sus labios azules.

Just a Car Crash Away by Marilyn Manson on Grooveshark

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