lunes, 2 de julio de 2012

Trilogía Decadente De Una Mente Sin Recuerdos (II)

Cierro el cajón lleno de sangre y fotografías viejas. Vuelvo a violarte la boca, encuentro mágico entre nuestras ansiedades. Estás totalmente entregada, asumiendo el ritmo como algo natural, innato, mientras suena ese eco de succión que tanto nos excita. Calor. Saliva. Carne rozando tu garganta sin que la náusea se materialice. La asfixia erótica es un cenagal demasiado concurrido en tu pasado. Podría darte un par de bofetadas, como pequeños latigazos de amor, pero sería la muerte de mi deseo, prefiero trascender mirando tu cuerpo de viciosa pulcritud

Rescoldo animal. Descargo brutalmente mi amor en tu boca y tragas satisfecha. Mi respuesta natural a ese perfecto estímulo de sumisión es empezar a comerte el coño, ese manantial que nunca consigue apaciguar del todo mi sed. Los gestos siempre terminan evolucionando en una bella familiaridad. Fricción. Lengua. Carne. Labios devorando labios. Te dilatas de forma obscena. Un coño es la antítesis de la muerte, vida deslizándose entre tus piernas, placer desbrozado, un espejismo donde escribo, como en el filo de una navaja, el sutil tajo mortal que acabará finalmente con todo. Como un pianista asfixiado por el humo y la falta de talento jugando en el asfalto de las teclas, huyendo como puede de la corriente de indiferencia y miedo que le rodea.

Mi mente es un puto exilio donde las cucarachas marcan las fronteras. Te intenté advertir, había miles de señales, sólo tenías que escucharme. Pero a ti te gustaba el daño controlado, la cuchilla, el miedo seco antes de la actividad prohibida. Un momento de exploración, dedos lubricados por lágrimas o algo peor. Medías el paso del tiempo con cicatrices. No eras capaz de captar tu propia belleza, solo pensabas en el lugar donde incrementar la presión, como si el dolor fuera algo accesorio, un estremecimiento previo al orgasmo. Y te encontré en la bañera, blanco sobre rojo, como si al conseguir cerrar los ojos pudieras deshacerte del frio.

Recuerdo el arpa eólica de tu voz mientras hacías equilibrismos con mis sentimientos. Suenan las sirenas, no hay dios ni héroes, solo un vendedor de flores en el cementerio.

Mother by Pink Floyd/The Wall CD 01 on Grooveshark

8 comentarios:

  1. Hay muchas maneras de retratar la parte pornográfica en un texto, pero la pornografía que aquí dibujas tú es un retrato de un erotismo muy visceral que no llega a ser sucio, sino real. No voy a restarte mérito diciendo que puede que sea yo, que estoy sensible, eres tú que escribes y consigues que la gente reaccione. Y aunque sea para bien o para mal, para mí, es todo un logro.

    También se mezcla el olor de los fluidos a la muerte, a la madrugada que se va apagando, como nos apagamos nosotros, con o sin ilusión.

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    1. Las madrugadas, cuando empieza a clarear, son una bella metáfora de casi todo. En cualquier caso si te gusta, te excita y te asquea -a partes iguales- es porque nosotros, tú y yo, tenemos cierta empatía de ideas, y al igual que mi voz te ha follado muchas veces, mis palabras violan tu alma sin que puedas hacer nada. Tranquila, para bien o para mal no suele suceder con mucha gente a lo largo de la vida.
      Besos.

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  2. Serás poeta... supongo que al final tanta decadencia hace tiritar la piel y el corazón...

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  3. La descripción de la escena es tremendamente visual, sugerente, palabras que destilan una sensualidad que casi puedo respirarlas mientras leo, hasta llegar a ese final erótico-fulminante.

    Pink Floyd, ha sido una buena elección para el post.

    Genial Rorscharch, besos.

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    1. Bueno, la canción no tiene nada que ver con el texto, pero es una de mis favoritas de Pink Floyd, nunca nada de ellos. Me alegra compartir gustos musicales. Mi próxima pareja tiene que adorar a Pink Floyd por encima de todas las cosas…xD
      Beso ;)

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  4. Me gusta. El sexo oral siempre es excitante. El dolor... bueno, no tanto. Un poco puede. Las cicatrices inevitables.
    El final infinitamente triste.
    El miedo y la indiferencia acabaran con nosotros.
    Besos, decadente, besos.

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    1. Sí, el miedo y la indiferencia mutilan demasiado.
      Un beso al estilo Murakami.

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