viernes, 14 de junio de 2019

Reseña: Charles Bukowski, Las campanas no doblan por nadie

La editorial Anagrama ha sacado otra recopilación de relatos cortos y artículos que el autor fue escribiendo a lo largo de su vida. Se trata de cuentos extraídos, sobre todo de la serie publicada en L. A. Free Press, «Escritos de un viejo indecente» en los años 70, y se pueden leer otros que aparecieron, en las revistas «Hustler» y «Oui» en los 80 e incluso uno que jamás vio la luz, de 1948, «Una cara amable, comprensiva». Quince cuentos que muestran al Bukowski más salvaje y procaz, piezas bañadas en sexo y alcohol y como guinda también se incluyen algunos de sus dibujos. Los temas suelen ser una excusa argumental: Hank ayuda a un viejo amigo alcohólico a largarse de un hospital; el empleado de un sex shop cuenta anécdotas estrambóticas protagonizadas por algunos clientes, como aquel que debido a sus problemas respiratorios pide que le hinchen una muñeca; un solitario masturbador sueña con que aparezca la mujer de su vida; un tipo es secuestrado por tres mujeres; una chica acude a una entrevista de trabajo en la que le hacen preguntas sobre prácticas sexuales extremas…

Anagrama ya había publicado en 2012 ‘Ausencia del héroe’, más de trescientas páginas de relatos y ensayos escritos entre 1946 y 1992, y un año después ‘Fragmentos de un cuaderno manchado de vino (1944-1990)’, dos libros que merecían la pena porque había mucho material inédito y de calidad. Sin embargo, este libro no merece la pena, son regurgitaciones de historias leídas mil veces, o simples encargos a revistas pornográficas sin mayor relevancia. Llevo notando que los últimos años todo lo que se publica de Bukowski es tremendamente innecesario, sin un filtro de calidad; la editorial ‘Visor Libros’ parece obsesionada con sacar un poemario anual, ¿cuál es el truco para sacar tantas antologías de material inédito cuando nuestro querido autor murió en 1994? Tan simple como mandar a la viuda y a su editor a rebuscar en los armarios material desechado, aunque sea un ripios inconexos en servilletas manchadas de mierda, juntarlo todo y poner en portada el nombre de Bukowski en letra grande. Creo que para el lector es contraproducente leer este libro porque se crea una idea equivocada, rancia y defectuosa de Bukowski; aunque también es evidente que tanta novedad editorial puede despertar la curiosidad sobre su obra a nuevos lectores.

Resumen: una montaña de mierda con alguna perla residual, como casi todos los libros que se llevan publicando desde hace diez años. Bukowski es ‘Mujeres’ ‘Cartero’ ‘Poemas de la última noche de la tierra’ ‘El amor es un perro del infierno’, etcétera. Esto es una pantomima comercial que ya dura demasiado y empieza a causar repugnancia.


"Había roto con Jane y ella había sido la primera mujer a la que había amado y tenía las tripas colgando de una cuerda y empecé a beber, pero era igual, era peor, beber no hacía más que agravar el dolor, pero también estaba furioso porque se había acostado con otro hombre, un idiota de cuidado además, como para castigarme, y eso acabó con parte del amor pero no con todo y, para asegurarme de no encontrármela en algún bar de la ciudad y que volviera a empezar todo el sufrimiento, esa tarde cogí un autobús (me habían retirado el carnet por conducir borracho) a Inglewood y me puse a beber en un bar lleno de paletos, un bar decorado como Hawái y, puesto que Hawái me parecía el lugar más falso del mundo, entré en el bar y me puse a beber, con la esperanza de buscarme una buena pelea con quien fuera, pero no me molestaron y Jane se me seguía apareciendo, escenas suyas en las que cruzaba la habitación, se ponía las medias o reía, y bebí más rápido, puse canciones y conversé como loco con la gente, sin la menor sensatez, pero se reían y, cuanto más reían, peor me sentía. Las partes buenas de nuestra relación eran como una rata revolviéndose y mordiéndome en el estómago.”

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