viernes, 5 de octubre de 2018

Reseña: Fahrenheit 451, Ray Bradbury (Pentalogía Distópica 3/5)

Fahrenheit 451 es la temperatura a la que se inflaman y arden los libros. El protagonista es Guy Montag, un bombero, en cuyo casco lleva también ese mismo número, que vive en una ciudad sin nombre en un futuro indeterminado donde los bomberos no apagan el fuego, sino que lo provocan. Bradbury imagina una sociedad en la que los libros están prohibidos, las casas son ignífugas y los bomberos no usan extintores sino lanzallamas. En esta sociedad al revés la ignorancia es la felicidad, y los libros están considerados como un arma peligrosa porque provocan infelicidad y tristeza porque contienen ideas potencialmente subversivas y “reaccionarias”. El Estado se sirve del cuerpo de los bomberos para perseguir a todos aquellos que demuestren un cierto interés por la lectura, y de esa forma seguir gozando de plena autonomía para mantenerse en el poder sin que la población les cuestione o exija nada.

“Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada.” Es el diálogo interior de Montag que, después de unos breves encuentros con su vecina Clarisse McClellan, empieza a dudar de las reglas de la sociedad en la que vive. Es está sociedad sin libros lo que predomina es la uniformidad, la mediocridad, el abotargamiento y alienación a través de la tecnología y la publicidad y la apariencia de la felicidad. Montag se percata de que está tan aturdido por el bombardeo mediático cotidiano que no es capaz de recordar dónde conoció a su mujer, Mildred, ni cuándo tuvo la última conversación con ella. El tiempo pasa a golpes de anuncios y de entretenimiento televisivo carente de todo trasfondo cultural. Las pantallas de televisión cubren completamente las cuatro paredes y sustituyen a la “familia” con sus programación infinita: La televisión, esa bestia insidiosa, esa medusa que convierte en piedra a millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa sirena que llama y canta, que promete mucho y en realidad da muy poco“.

Fahrenheit 451 tiene, en cierta medida, un final optimista: los pocos intelectuales supervivientes forman una resistencia y cada uno asume la misión de memorizar completamente un libro, de ser personas-libros y llevar en su interior a Charles Darwin, Confucio, Thomas Jefferson, a Maquiavelo o Byron. De esta forma es posible conservarlos para las generaciones futuras.

La novela de Bradbury es una advertencia clara de cómo una sociedad acrítica, indolente y conformista puede caer en esta desidia intelectual sin necesidad de ser obligada por una dictadura totalitarista como la que plasma la novela 1984. Pero también es una oda a la literatura, a los libros, y al conocimiento en su sentido más amplio. Perder el patrimonio literario equivale a perder el propio pasado. Perder la costumbre a la lectura equivale a perder la capacidad de pensar, reflexionar, preguntarse el por qué, el para qué, y el cómo de las cosas. Por eso sus personajes son como autómatas sin alma, son infelices, están embrutecidos y se dejan manipular por el sistema sin hacer preguntas ni objetar nada. El libro, como cuenta Ray Bradbury en el prefacio, es también un eco de acontecimientos históricos, como el incendio de la biblioteca de Alejandría o la quema de libros de 1934 por orden de Hitler, al igual que un sincero homenaje a todos esos libros que, en épocas convulsas, fueron considerados inmorales y condenados a la hoguera, la censura y el olvido.

“Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. -Son la guardia pretoriana de César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: "Recuerda, César, que eres mortal". La mayoría de nosotros no podemos salir corriendo por allí, hablando con todo el mundo, ni conocer todas las ciudades del mundo, pues carecemos de tiempo, de dinero o de amigos. Lo que usted anda buscando, Montag, está en el mundo, pero el único medio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en un libro. No pida garantías. Y no espere a ser salvado por alguna cosa, persona, máquina o biblioteca. Realice su propia labor salvadora, y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía a la playa”.

Hay dos adaptaciones de la novela al cine. La de 1966 del director François Truffaut es bastante libre (cambia el tratamiento del personaje de Clarisse y el final es más edulcorado), y los efectos especiales no son precisamente los mejores; aun así es muchísimo mejor que la adaptación que hizo HBO este año, la cual es muy lamentable. Como no la he encontrado por streaming os dejo un enlace por MEGA por si tenéis curiosidad por ver la de Truffaut, solo hay que dar al botón de download y en unos minutos la tendréis en vuestro ordenador.

2 comentarios:

  1. Me parece un excelente análisis de esta novela que no he leído.
    Descarto ir al Fnac ya que considero que los precios allí son bastante abusivos, posiblemente en hermanos Vidal encuentre un ejemplar por el módico precio de dos euros, es una librería antigua de libros más bien raros.
    Tomo nota de estas tres obras que vienes comentando, necesito imbuirme de literatura concienciadora y comprometida para abandonar así este modo de vida mediocre, manipulado, alienado.
    Llevo últimamente manteniendo un duro pulso entre lo que hago y lo que quiero hacer.
    La terquedad del impulso irracional me conduce de nuevo al abismo autodestructivo, no por ello abandono la esperanza de un genuino cambio.
    Movimiento, acción, aire y agua.
    Lo de ayer ya no importa, ¿qué consecuencias de tan despreciable desliz podre sufrir en el trascurso de un año?
    Aquí en la ciudad donde habito son fiestas del Pilar.
    La zaragozana esta haciendo su mes de octubre y eso se traduce en la suciedad de las calles, plagadas de latas de ambar vacías, litros de cerveza avanzando cuan erizos por el asfalto ante el ímpetu del cierzo barriendo hacia ningún lugar cualquier resto de la noche.
    Mi alma contrariada ante el deseo de fiesta y la triste realidad de su postración en el lado de la tristeza y la soledad.
    Y es que antes que Zaragozano mis venas guardan la esencia de la sangre de Soria, sangre celtibera del frio paramo castellano.
    Éramos pocos en el alto de Garray, cerco Numantino, y antes elegimos el suicidio que la invasión por parte del ejercito romano.
    La leyenda continua en el monte de las animas en donde vislumbre una noche de luna llena la lánguida mirada de Marian con ecos de un deseo dormido y castas intenciones.
    Hoy me arreglare después de la ducha y leeré en profundidad los periódicos dominicales con sus suplementos, el país, el heraldo de Aragón…
    Me agradan los artículos de Javier Marías, Arturo Pérez Reverte es algo sádico, últimamente parece que esta mas tranquilo… Rosa Montero escribió hace unos meses un articulo sobre la gente que padece algún tipo de enfermedad mental fabuloso, con eso justifico su existencia, hasta se me saltaron unas lágrimas…
    Lo que no termino de entender la falta de imaginación, de compromiso, de irreverencia, de la mayoría de los columnistas, de muchos periodistas conformistas y chupatintas…
    Imagino que los emolumentos que percibirán serán sustanciosos por escribir esos artículos semanalmente, es duro tener que recurrir a blogs de gente anónima donde poder encontrar algo bueno…
    Los intelectuales de este país suelen ser cínicos engreídos, mediocres bien amamantados, como el puto Pérez Reverte, con sus historias de Bosnia, de guerras…
    Señor Reverte no me saque la escopeta, xdddd








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    1. Aunque son novelas muy conocidas puede ser que haya gente que no las haya leído, como parece ser tu caso, por eso mi intención con esas reseñas es intentar invitar a su lectura. Son fantásticas. Y seguro que las encuentras a buen precio en cualquier sitio. Si puedes ahorrar te aconsejaría comprar un lector de libros electrónicos, a mí se me estropeó hace un mes el que tenía (varios años de uso) y seguramente en diciembre, al ritmo de lectura que llevo, ya lo habré amortizado con creces. Libros clásicos, como estos, los encuentras fácilmente en cualquier página.
      Si, todos luchamos con ese tipo de impulsos. Siempre digo que mi gran problema es que soy un pusilánime indolente. Con el tiempo libre que tengo -más ahora que no hay ninguna relación sentimental que pueda distraerme-, debería leer no cien libros, sino doscientos, escribir todos los días, hacer reseñas, releer, estudiar. Y, sin embargo, me cuesta incluso levantarme por las mañanas. Ennui, desaliento existencial. Quizás intento adornar literariamente algo que es una simple depresión, o más bien una falta de perspectiva vital. En cualquier caso siempre estoy lamentándome de no hacer más cosas. Incluso estás reseñas me cuestan demasiado, la primera media hora es como la escena de “Cadena Perpetua” cuando el protagonista, casi al final de la película, para salir de prisión tiene que atravesar cinco largos kilómetros de alcantarilla llena de mierda y aguas residuales. Como la imagen de Bukowski -dibujado por Robert Crumb-, atándose los zapatos al empezar el día pensando: “¿Y ahora qué?”.

      Los intelectuales en España son mercenarios mediáticos. Sí, Reverte y su leve cruzada contra el feminismo radical y el lenguaje inclusivo esa una excepción, pero su zona de confort, como bien has indicado, es la guerra y sus despojos. Ya nadie se atreve o sabe hablar claro. Desde luego el papel está muerto, ahí poco vas a encontrar, quizás en periódicos digitales existan cosas que merezcan más tu atención. Yo suelo leer los artículos de elconfidencial.com y también se suelen compartir cosas interesantes en meneame.net. hay gente interesante allá afuera. Nuestros intelectuales más visibles vienen a ser como el programa “El intermedio”: un escapismo insulso pero sin la pedagogía de una buena sátira; marionetas del Estado, analfabetos morales.

      Cuídese muchacho, la vida sigue afilando sus cuchillos allá afuera, nunca se sabe cuando nos llegará el turno de la Matanza.

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