miércoles, 5 de septiembre de 2018

Basado en hechos reales. (04/30)

A principios de año quedé un par de veces con una compañera de trabajo. 24 años. Más o menos guapa. Más o menos simpática. Tenía algo extraño, una quietud extraña de su mirada, ¿le faltaba un hervor, era tímida, me miraba como si fuera un insecto? Tenía curiosidad y de ahí mi interés. Pero no saqué nada en claro, ella no contestó a mi último WhatsApp y la cosa se quedó ahí. En ese momento no estaba con nadie, o al menos eso fue lo que me dijo. Unas semanas después le concedieron un cambio de turno en el trabajo que había pedido el año pasado, dejamos de coincidir y me olvidé de ella por completo.

Hace un mes volví a verla. Me quedé sorprendido al percatarme de que estaba embarazada. Me dio un par de detalles absurdos sobre el tema y lo dejamos ahí. Ayer volví a verla y tuvimos otra conversación, está vez más larga y surrealista. Lo primero es que está embarazada de seis meses. Que quiere tener el hijo. Que el padre está ausente, ¿ausente por qué? Al parecer tiene cuarenta y tres años, está separado y tiene otros hijos de los que ocuparse. Si hacemos cálculos se quedó embarazada en marzo, es decir, que le conoce, no toman demasiadas precauciones ni antes ni después, quizás se ilusiona con formar una familia, él no sabe exactamente cómo afrontar el problema, y al final pasa de ella. Le pregunto sí al menos le exigirá la pensión. Me dice que quiere ir por libre, que prefiere no pedirle nada ni verle. Lo absurdo es que las condiciones económicas de ella son más o menos como las mías, es decir, tiene un trabajo precario de teleoperadora, vive compartiendo piso y, además, ni siquiera es de Madrid, se mudó desde otra comunidad autónoma, por lo tanto sus padres, más allá de darle dinero, no se podrán ocupar del niño cuando nazca.

            Entiendo que a veces la soledad y la necesidad de sexo encuentran extraños compañeros de cama. Parejas que siempre están discutiendo, tóxicas por pura incompatibilidad, cuyos problemas surgen con el tiempo pero que estaban ahí desde el principio. Pero lo que nunca entenderé es la frivolidad simplona con la que algunos se toman su embarazo, sin medir las dificultades o la responsabilidad que implica, no ya con tu vida, que puedes tirarla a la basura, sino con el niño. En España la conciliación laboral es casi imposible, y más en sus circunstancias: con un trabajo precario y sin nadie que le pueda ayudar. Ah, como detalle menor me dijo que se había enterado de que estaba embarazada por unos análisis de sangre, tenía un retraso de mes y medio pero no se había planteado esa posibilidad, y se sorprendió cuando el médico se lo confirmaron.

***

Todo empezó hace doce años, mi vecino tenía cuarenta años. Era un tipo normal, corpulento, tosco en sus formas, pero agradable, campechano. El típico vecino que no molesta demasiado. Vivía en el segundo, justo encima de mí, con su mujer y su hijo. Había trabajado un tiempo en la construcción y ahora llevaba unos años trabajando de noche, en la seguridad de un parking. Le gustaba internet y los ordenadores, de hecho él y yo fuimos los primeros del vecindario en contratar ADSL. Todo parecía normal de puertas para afuera, sin embargo había una nota discordante en el esquema de su vida. Quizás fuera su matrimonio, su mujer saliendo demasiado por las noches, yendo al bingo, obviando la vida marital. O quizás su trabajo: alienante, aburrido, demasiado sedentario. O tal vez la adolescencia agresiva y difícil de su hijo. Podría ser todo a la vez o ninguna de esas cosas, a veces no hay epifanías y la vida te deja atrás sin acuse de recibo. Empezó a engordar. Era un tipo corpulento, casi de mi altura, ancho de espaldas, cien kilos no eran un problema, ni siquiera ciento veinte. Pero siguió engordando. Y engordando. Nadie le dijo nada, quizás ese era el conflicto de fondo: que no le importaba a nadie, que nadie se daba cuenta.

Llega a los ciento setenta kilos. En las revisiones médicas de su empresa le advierten sobre los problemas de salud que, aun siendo joven, puede acarrearle ese sobrepeso. Pero no hace caso. El coche soluciona su falta de movilidad, y él sigue ajeno a su propio reflejo. Pasan los años, las piernas se hinchan, subir los veinte escalones de cada piso le hacen resoplar, necesita pararse en el rellano y descansar. Y un día se despierta con un dolor intenso en el pecho, tres enfermeros le ayudan a subir sus más de doscientos kilos a la ambulancia y es hospitalizado durante un par de semanas. Primer aviso serio. Pero mi querido vecino, lejos de amedrentarse, toma la determinación de ir hasta el final. ¿El final… qué final? Conseguir una pensión por Incapacidad permanente. Así de sincero se muestra conmigo cuando le veo unos meses después. Y para conseguirlo y no volver a su trabajo, hay que seguir engordando. Le respondo que es una locura, que con cuarenta y cinco años es demasiado joven para querer algo así, ¿alguien más se lo dice, alguien de su entorno le intenta obligar a ir a un psicólogo? Da la impresión de que no.

 El caso, y por adelantar un poco la historia, es que cuando vuelvo de pasar unos años viviendo en Barcelona me entero de que lo ha conseguido. El sobrepeso le ha provocado una cardiopatía que le incapacita para cualquier trabajo físico, además tiene las piernas tan hinchadas por la retención de líquidos (tres veces el tamaño normal) que se le cubren de postulas y heridas. Las vendas no sirven de nada. Ya no sale a la calle y debido a su peso no puede dormir en la cama y lo hace sentado en un sillón del salón. Pero tiene su paguita del estado. Los años pasan y su mujer se separa de él. Su hijo va a dormir a veces a su casa, a verle, pero siempre terminan discutiendo violentamente. Las pocas veces que vuelvo a hablar con él me comenta ilusionado que la solución es un balón gástrico. Pero aparte de la cardiopatía arrastra una insuficiencia real, la operación no es aconsejable. Además tendría que bajar de peso, menos de doscientos kilos, y eso parece ya tarea imposible. A veces le sube el potasio demasiado, o se le encharcan los pulmones, y tienen que ingresarle en el hospital. Allí adelgaza un poco, pero en cuanto vuelve a casa recupera todo el peso perdido.

            Ahora tiene cincuenta y dos años. Ha llegado el verano y las ventanas están abiertas. Un hedor intenso, como de cloaca o fosa séptica, se filtra por todas las casas desde el patio interior. El motivo es la gangrena de sus piernas, debería limpiar las heridas, cambiarse las vendas más a menudo, pero no lo hace, y es la carne putrefacta de sus piernas la que produce esa peste insoportable. Hemos intentando hablar con él en varias ocasiones, llamar a Servicios Sociales, a su familia. Pero la casa es suya, es mayor de edad, y las condiciones en las que quiera vivir, más allá de los problemas de convivencia que provoca, son asunto suyo.

Somos todos unos egoístas y unos miserables, ¿ahora es cuándo nos preocupa y es motivo de debate en las reuniones vecinales? Algunos incluso se preguntan en voz alta cuánto tiempo resistirá así; y al escucharles no puedo evitar pensar que quizás una de sus motivaciones es la venganza, saber que mientras siga con vida podrá seguir polinizándonos impunemente con las esporas infecciosas de su desencanto vital.

8 comentarios:

  1. Respecto al primero, decía mi tio el libanés "Que hay pajas que solucionan una noche y polvos que joden una vida"
    Respecto al segundo decía mi abuelo "y para que se jodan me machaco los cojones"... si te quieres vengar de algien no lo hagas contra tí mismo.

    Abrazuchos tras el pseudónimo.

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    1. Bienvenido al blog.
      Sí, ese sería el resumen de la entrada xD me encanta tu abuelo libanes, qué gran frase, y cuanta verdad añadida. Por aquí todo resulta un poco superlativo y exagerado, pero esta entrada no, que sirva como advertencia ja ja ja
      ¡Un abrazo!

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    2. Que soy yooooo, el de la consuelo!!
      El hermano gafotas es el Alberto Caeiro de Pessoa
      La filosofía de las cosas en sí, su belleza sin envoltorios, sin onanismos que las engalanen con falsos oropeles.
      Abrazos compañero!!

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    3. Ostras, esto no lo había visto, un heterónimo para un blog ja ja ja. Bueno, miento, yo una vez estaba muy aburrido y me hice un alter ego femenino, “Diario de un coño nihilista” llamé al nuevo blog. Me dejaba comentarios en mi blog y todo. Se me fue un poco de las manos cuando un tipo de otro blog empezó a enviarme mails y a decir que se había enamorado de mí, y que no me fiase de Rorschach, que me alejase de él porque solo pretendía meterse en mis bragas, que él quería protegerme y bla bla bla. Pobre tipo, no quiero ni imaginarme su cara cuando le dije la verdad xD
      Bueno, pues eso, tengamos cuidado con los heterónimos, los carga el diablo ja ja ja ¡un abrazo!

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  2. Y un buen día salió al balcón, y lo vio todo abarrotado de gente. Y todos le parecieron absurdos, estúpidos, superficiales. Y se sintió tan solo en medio de la multitud... Así que cogió la escopeta de cañones recortados que guardaba en el desván, y bajó hasta la calle dejando un rastro de humo negro tras de sí. Y fue hasta el centro, donde más personas se encontraban. Entonces, apuntando al primer grupo reunido frente a él, fue a disparar... pero no pudo. Se dio cuenta que su soledad le pertenecía a él; que la estupidez y superficialidad de la gente sólo estaba en su pensamiento; que todo era mucho más complejo de lo que aparentaba ser. Y, tal vez, también, más sencillo. Así que volvió la escopeta de cañones recortados hacia su cara, abrió la boca. y... ¡se disparó contra su propia estupidez! Y la boca se le lleno de flores. Y no las pudo vomitar, muy a su pesar, mientras todo el mundo lo contemplaba sobrecogido...

    Desde entonces su piel huele distinta, y su olor atrae a seres alados a su oscura habitación. Y a veces -sólo algunas veces- es capaz de levantar un poco la persiana para dejar que entre la luz, y contemplar cómo a él también le brotan alas incipientes, que revolotean haciendo un ruido muy peculiar que no perturba su silencio interior, ni molesta el silencio de otros, animándolo a compartir sus rarezas...

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    1. Qué genialidad y buen humor para ser capaz de convertir mi texto en una especie de cursilada moralizante, ¿dispara a su estupidez y le brotan flores de la boca? El amor te está convirtiendo en un ángel de luz, compañero xD Para escribir la entrada me informé sobre la gangrena espumosa, no mires imágenes, son muy desagradables. No sé, yo creo que el ser humano cuando es niño goza de una potencialidad y una energía para cambiar su contexto inauditas, luego nos hacemos mayores en una sociedad que nos aliena desde pequeños, nos castra, nos limita, nos homogénea, y al final, cuando las cosas no salen bien -que suele ser casi siempre, cada ser humano reacciona a su manera, sublevándose, escondiéndose, con bilis e ira, odiándose a sí mismo, con estoicismo, con amargura. Todavía no he leído nada sobre budismo, es una asignatura pendiente este año, pero no, no me convence tu fábula, hay más miseria, mediocridad, odio y mezquindad ahí afuera de la que creemos, no se puede suavizar, nos agrede con su hedor. El hedor de la vida desperdiciada. Del amor desperdiciado. Del movimiento -¿hacía donde vamos, qué queremos?- desperdiciado. No hay alas en este historia, todos esperan que muera o pierda las piernas. Aunque pronto llegará el otoño y empezaremos a cerrar las ventanas y ya no nos importará demasiado.
      Un abrazo muchacho. Espero que todo vaya bien. Sigue sin ver la televisión.

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  3. Respuestas
    1. Para que luego digas que soy un decadente que exagera demasiado su ficción; nada es más decadente y sórdido que la vida real. Un abrazo.

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