En
este momento histórico de gran desastre nacional recuerdo la famosa frase de Marx:
"La historia se repite, primero como
tragedia, luego como farsa". Lo de Cataluña y Puigdemont cada vez
tiene menos de sátira, y más de ridiculez grotesca. Las elecciones anticipadas hubieran
sido una manera de ganar tiempo, relajar tensiones, evitar un 155 que destroce
Cataluña y la poca pátina democrática que queda en España. Pero parece que a
nadie le interesa poner un poco de lucidez aquí, ningún partido está a la
altura. Podemos y el PSOE de Pedro Sánchez han sido una decepción anticipada,
pero no por ello menos horrorosa y desalentadora. Borrell en su discurso de
hace unas semanas decía que las fronteras son cicatrices que la historia ha dejado
grabadas en la tierra, entonces, ¿cuál es nuestra excusa si la mayoría de los
nacionalistas –españoles y catalanes- no conocen la historia de su país? El PP
conoce la respuesta, entiende muy bien a los españoles, sabe que albergamos el
gen cainita en nuestro interior, que la guerra civil contra el vecino forma
parte de nuestra naturaleza; no importa demasiado quien sea ese enemigo –catalán,
inmigrante, comunista, funcionario…-, con tal de distraernos de los verdaderos
problemas.
Rajoy
afirmó el otro día que se recuperaría la normalidad en Cataluña después de la aplicación
del 155 en seis meses como máximo. Sabemos que es falso. Rajoy alargará la
situación todo lo que pueda, no solo de esta forma cubre todas las noticias de
corrupción, o que le afecten negativamente, como el muro de Murcia, o los
recortes en prevención de incendios en Galicia, sino que también tiene una
excusa perfecta en caso de que la recuperación económica empiece a ralentizarse
en España. Además, y esto ya es una opinión personal, había mucha gente en el
PP que quería solucionar los “problemas” de Cataluña, y ahora que tienen una
excusa se encargarán de quitar competencias a la Generalitat como los Mossos
d'Esquadra y la educación, y ya de paso arruinar todo lo que puedan esa
comunidad, aunque sea desastroso para el resto de España.
Como curiosidad pongo una traducción del himno Els
Segadors:
¡volverá
a ser rica y plena!
¡Atrás
esta gente
tan
ufana y tan soberbia!
¡Buen
golpe de hoz!
Buen
golpe de hoz, ¡defensores de la tierra!
¡Buen
golpe de hoz!
¡Ahora
es hora, segadores!
¡Ahora
es hora de estar alerta!
Para
cuando venga otro junio
¡afilemos
bien las herramientas!
(estribillo)
Que
tiemble el enemigo
al
ver nuestra bandera:
como
hacemos caer espigas de oro,
cuando
conviene segamos cadenas
(estribillo)
La
antigua canción popular fue adaptada entre 1892 (música) y 1899 (letra). El
mismo 1892 fue adoptada por el Orfeó Català para su repertorio, aunque entonces
aún no tenía ninguna connotación reivindicativa ni patriótica. Sin embargo, al
poco tiempo fue adoptada como himno nacional por el incipiente nacionalismo catalán
de finales del siglo XIX, que buscaba entonces unos símbolos para su proyecto
de nación. Poco a poco se fue politizando, y ya a finales de siglo mucha gente
la escuchaba de pie y con la cabeza descubierta. Pese a todo, su aceptación
inicial fue escasa y contestada por diversos sectores de la sociedad,
especialmente la clase obrera; prueba de ello es que no fue incorporada a los
coros de Clavé. Incluso un catalanista como Valentí Almirall tildó el himno en 1902 de
«canto de odio y fanatismo».
Durante
buena parte del siglo XX Els Segadors no fue aceptado plenamente como himno por
el catalanismo, y se buscaron otras alternativas, como el Cant del poble, con
música de Amadeo Vives y letra de Josep Maria de Sagarra; el Cant de la
senyera, de Lluís Millet y Joan Maragall; o la sardana La Santa Espina, de Àngel
Guimerà y Enric Morera. Durante la transición volvió a ser un himno fuertemente
reivindicativo, siendo clamoroso su canto en la popular manifestación del 11 de
septiembre de 1976 (diada de Cataluña). Con el restablecimiento de la
Generalidad de Cataluña Els Segadors se convirtió en el himno de facto de la
nueva autonomía, hecho que sería oficializado en 1993. El Estatuto de Autonomía
de 2006 lo definió además como «símbolo nacional».
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