viernes, 23 de mayo de 2014

Ven, joven nínfula, déjame romper tu lencería azul, violemos la soledad con un poco de sexo duro.

Leer el libro Skagboys de Irvine Welsh y entristecerme por su actual falta de talento. Quería dejarme llevar por la nostalgia, por el respeto intrínseco que consideraba oficioso en esta precuela de Trainspotting, pero ha sido incapaz de arrancar algo de magia a las palabras. Y había muchas. Casi seiscientas páginas. Puedo recomendar una película: Snowpiercer (Rompenieves) dirigida por Bong Joon-ho. He formateado el ordenador. Dos veces. Windows 8 me recuerda a una película pornográfica amateur desenfocada, a una despedida de soltera en la que todas llevan una polla de plástico en la cabeza y se sienten mal porque hace más de un mes que no sienten una de verdad entre las piernas. Luego he visto un documental “Zeitgeist”; divertido, cae en el sensacionalismo, pero tiene ideas ingeniosas. Mañana por la noche veré los otros dos, será una buena terapia antes de empezar a encañonarme al estilo Taxi Driver delante del monitor del ordenador.

Divago. Ha sido un mal día. Estéril. Yermo. Indolente. Dipsomanía aburrida. Nihilismo suspicaz. Irritado. No hay red de seguridad. Mañana madrugo. El capitalismo es una lacra, naufragamos entre el cansancio, las obligaciones y el miedo a no conseguir el dinero necesario para sobrevivir. Luego paseamos por los centros comerciales a principios de mes, sacamos la tarjeta de crédito y lidiamos con la frustración comprando cosas que, a priori, no necesitamos. Si sólo entregásemos dinero no sería importante, pero entregamos algo muchísimo más valioso: nuestro tiempo, todo el tiempo invertido, vendido, esclavizado a una causa ajena para luego venderlo de nuevo en objetos que nos atrapan como sanguijuelas. De acuerdo: hay gente con ambición, empresas propias, genéticas, pero prefiero pensar como Seneca: no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita.

Bukowski si entendía cómo funcionaba este tinglado y a pesar de todo conservaba su sentido del humor. Me lo imagino llegando a casa después de diez horas de trabajo, temblores en las manos, dolores de espalda, una nevera desangelada. Arrastra los pies entre su soledad, enciende un puro, se sienta delante de la máquina de escribir, da un largo trago a su primera cerveza de la noche y sonríe: adelante con el placer del condenado, con la guerra sin cesar, escrutemos la locura en busca de la palabra, el verso y la ruta hasta que las personas parezcan flores al fin, y el amor, ese perro del infierno, nos permita robar alguna rosa azul de las avenidas del infierno. Adelante a pesar de su infancia y las palizas de su padre, a pesar del alcoholismo, de la sordidez, de las putas, del desamor, de la muerte de Jane, del divorcio, del aislamiento, a pesar de todos los recuerdos y el dolor. Hay que seguir porque es su forma de sobrevivir, de dotar a los días de brillo, de parar brevemente la transmutación en tuerca y eludir la locura.

La epifanía sutil está al alcance de todos, no hay que ser un gran escritor, no hay que pensar en el arte con mayúsculas, ni masturbarnos en ridículos círculos literarios de red social para percatarnos que dotar de cierto orden nuestro caos interior otorga una transcendente paz intelectual que no es posible de otra forma. Así de simple. Demiurgos y mendigos delante de la página en blanco. Coger carrerilla y lanzarnos hacía la luz. Quemarnos. Explotar. Y recordarnos. Como el niño que se inventa un final feliz para una película mediocre. Como el decadente que canta desde su agujero una bonita balada de héroes y fracasos. Qué fácil es regodearse en la fascinación del abismo, lo respeto, pero ven, dame la mano, sal al exterior, observa: todo sigue igual, hemos asesinado a los dioses, ya no hay nadie a quien echar la culpa, ¿qué importa la nieve, qué importa el pasado? Sigue adelante. Vive. Y no mires atrás.

Gift Of Fury by Basil Poledouris on Grooveshark Jonathan Davis - Forsaken by Jonathon Davis on Grooveshark

lunes, 12 de mayo de 2014

Hay demasiados fantasmas entre tu boca y la mía.

Ruiseñor, deséame suerte. He tenido un sueño. Mi abuelo moría en la habitación de al lado. Y yo escuchaba los sollozos de mi abuela. Tenía siete años y no comprendía la transcendencia de la muerte. Y la pregunta se atoraba en mi garganta y me impedía respirar.

Miro el reloj: son las cinco de la madrugada. En dos horas tendré que levantarme. Ducharme. Esquivar el baile de sombras del espejo. Resistir el impulso de llamar al manicomio y pedir habitación. Intento volver a dormir. Imposible. Me incorporo y enciendo el ordenador. Debería aprovechar y escribir algo. Mi blog está abandonado. Hace casi un mes que no escribo nada, ni siquiera una frase vacua estilo: “Robar flores tiene más sentido que amar, porque su belleza dura más que los sentimientos”. Pero me cuesta escribir, ya no leo, no tengo tiempo ni ganas de nada. Sólo me dedico a ser útil a la sociedad completando mi hermosa jornada laboral con la desesperación kafkiana del que lleva en el mismo circulo del infierno capitalista cuatro largos años. No comprendo la resistencia de los demás, yo noto el cáncer extendiéndose por mi cerebro. Gusanos devorando poco a poco mi singularidad, las cucarachas amotinadas en mi corazón. La transfiguración en tuerca, en saco de arena deshilachado.

Escucho gritos en la calle. Discusión sentimental. Una cruenta ruptura. O quizás sólo estén disfrutando de los preliminares de un buen polvo dialéctico. Difícil saberlo con la adrenalina del alcohol formando figuras de neón sobre su contexto. Como aquel relato que nunca escribí cuyo protagonista va mutilándose poco a poco para intentar ganar el favor de una mujer. Primero un dedo, luego la mano, luego una pierna… Macabros regalos que va dejando delante de su puerta con un bonito lazo de color azuloscurocasinegro. Totalmente obsesionado sigue y sigue amputando hasta que lo único que queda de sí mismo es su polla. Desesperado por la indiferencia mostrada por su amada se arrastra hasta su casa y se deja caer en el felpudo. Ella al abrir la puerta se encoge de hombros, abre su bolso y mete ahí a su tramposo Werther. Sí, así es el verdadero amor, convirtámonos todos en el consolador de alguien.

Voy a la nevera y cojo un par de cervezas. Dulce combate. Las voy devorando como Saturno a sus hijos. Sus lágrimas de espejo perforan mis tripas con vocación de vómito. Resisto sin fingir felicidad. Soy la puta descartada de Dios. Soy la que limpia los retretes de su inmenso prostíbulo existencial. Decido pensar en otras cosas. Podría escribir un cuento donde la niña asesina al lobo en un frenesí de violencia. Donde la niña se esconde debajo de la cama del psicópata y lame la sangre que gotea de sus sabanas. Podría pensar en tu coño. En el grito convulso que ahoga el papel y justifica tu belleza. En lamer el pecado que escondes entre las piernas e inventarme una delicadeza del color de mis cojones.

Por eso ven. Ven. Ven. Todo es tan efímero que no existe un mañana más allá de estas líneas. Los años de plenitud han sido devorados por los cuervos. Los dos hemos nacido grieta con vocación de jardín. Es nuestra naturaleza, cómo gatos jugando con el globo antes de explotarlo con cruel veleidad. Déjame caer en tu boca. Ahogarme en tu saliva. Desciende sobre mí con tu sonrisa afilada y mastícame sin piedad.

Acúname en este romanticismo de caricia violenta y espita de gas que llamamos amor.

It's On! by KoRn_(p) on Grooveshark

viernes, 18 de abril de 2014

Cambié mis manos por garfios, pero las estrellas son difíciles de arrancar y los años secaron mi almohada.

Me falta energía vital para escribir. Mi musa se muere de frío. La fatalidad es tan natural como la belleza, y mucho más justa. Los decadentes no conmueven, sólo son un derrumbe en precario equilibrio.

Todo es una trampa. Una jaula oxidada. La ambición como único pasaporte. Pero no quiero guantes de látex. Quiero la herida. La sangre. La bilis. Zozobra. Cainismo neuronal. Necesito un alud carnal. El amor es agua y la sed se transforma en mar. Hasta que la saliva de tus besos se vuelva improcedente.

Los centros comerciales están llenos de almas nuevas con dos años de garantía. Reza de rodillas al dios del dinero mientras recibes diez latigazos de tiempo perdido. El viento se estanca en nuestros cerebros. Madrid. Cerveza fría. Labios resecos de pornografía. Vivir a mordiscos con arena en los ojos. Bailar encima de la cama. Vomitar las instrucciones de uso de la vida sin salpicarte los zapatos. Límpiate la sonrisa. Ven. Ven. Ven.

Sylvia Plath merece una mejor traducción. Gabriel García Márquez ha muerto. La vida sigue adelante con sus pequeños naufragios. Los pulmones se desgarran por no gritar. Una flor descubriendo el Hades con los pétalos manchados de. Intentar encajar mi polla dentro de tu zapato de papel. Abrirte de piernas y lamer tus defectos ante el ojo cojo de la realidad. Boca de anzuelo de sangre. Árbol de huesos. Cornisa de carne. Fotografía obscena de un sueño donde los poemas mueren en una orgía de palabras y tinta. Me dijeron de pequeño que no permitiera que floreciera el miedo. Pero el miedo creció dentro de mí y formó parte de mis huesos y mi mirada. Me convirtió en un adorno floral con síndrome de Diógenes emocional.

Tampoco importa demasiado. No hay forma segura de traducir el oleaje. Los puntos suspensivos claman venganza e intentan derretir con éxito las alas de todos los poetas. Espaldas ensangrentadas. Manos como garras intentando meter los sueños en sus jaulas. Poesía confesional. Como si tus huesos fueran muletas y la lluvia un telegrama de despedida. Las mujeres nacen de nuevo cuando el jinete cabalga dentro de su boca. Luego duermen con el clítoris dolorido. Y al despertar, en medio de su fría cama, sólo encuentran palabras.

Y ni siquiera son las mías.

Get Lucky by Scott Bradlee & Postmodern Jukebox on Grooveshark Apache by Incredible Bongo Band on Grooveshark

jueves, 10 de abril de 2014

Escribir.

Escribir es desahogarse. Intentar desenvolver la metáfora, sacarnos la polla cerebral y masturbarnos una y otra vez hasta llegar a algo que parezca vivo. El proceso creativo es una trampa en sí mismo. En mi caso cojo un paquete de cervezas -o una botella de vino- y espero a la madrugada. El motivo es simple: no quiero que nadie me moleste, no quiero interrupciones. Busco el desasimiento de la realidad. El teclado cuando fluye es mejor que cualquier droga.

Ya tenemos el escenario. Estamos ahí, en la oscuridad y el silencio. Mi rutina es beber una o dos cervezas. Bukowski es una aberración estadística pero el alcohol funciona. Te libera. Hace que todo varíe su importancia, al menos al principio. Si todos fuéramos visceralmente racionales nadie escribiría poesía. No busco tema. Quiero divertirme, sorprenderme, ser mi propio público. El aplauso es el enemigo. Pero todavía queda por delante media hora de esfuerzo titánico. Siempre hay que esforzarse, somos demasiado perezosos para que las cosas fluyan sin más, nuestro cerebro está atrofiado tras cientos de horas muertas. Hay que conseguir reanimarlo, dejar de tartamudear delante de la página. Hay que lanzarse hacia delante y encontrar la inercia. No hay reglas en este momento. Da igual si transitas lugares comunes. Si hay más pornografía que realidad. Si el texto enferma por tus maniqueísmos. Lo importante es encontrar un estilo propio. La belleza vendrá después. Sigues y sigues hasta agotarte. Hasta que el texto vampiriza todo lo que ofreces. Quizás sea un párrafo, o varías páginas, prosa o poesía, no importa.

Ya lo tienes. Te sientes orgulloso. Pero aún no deberías. Ahora viene la parte de releer y corregir. A mí esta parte me agrada, veo piezas de un puzzle que hay que ordenar. Normalmente me sobran la mitad. Hay que quitar ideas redundantes, adverbios, acortar frases, combinar metáforas. Un estilo recargado. Es la forma que tengo, que cada uno busque la suya propia. Corregir es algo indispensable: la literatura tiene algo de ciencia exacta, hay que saber sus reglas ortográficas. Por mucho que tu vómito de palabras sea honesto, si está mal escrito es una falta de educación hacia el lector, que desconecta del texto y es incapaz de disfrutarlo. Es como si estuvieras echando un polvo y alguien llamase a la puerta. Se arruina. No es una cuestión de elitismo, el lenguaje requiere un respeto. Y no importa si el contexto es Blogger, Twitter o cualquier denostada red social.

Ya tenemos el texto. Lo hemos releído y corregido. Hemos disfrutado del proceso. Lanzamos la botella al mar. Ahora algunos masajean la etiqueta de escritor, buscan cierta reacción asociada a la notoriedad. Bien. Puedo entenderlo. Todos tenemos cierta ansiedad de vocación subdesarrollada en nuestro interior. Para mí escribir se basa más bien en sobrevivir rodeado de horas muertas. Necesitar contar algo, desahogarse. La vida es un asco y sólo queda el suicidio o el arte. Lo demás no me importa.

Y como prueba de ello lo dejo aquí. Me he quedado sin cerveza y me veo obligado a salir de nuevo a la calle y sonreír a los ruiseñores de caos.

Scentless Apprentice by Nirvana on Grooveshark