En esta nueva obra, Zygmunt Bauman realiza una brillante descripción de las condiciones en las que elegimos cómo queremos vivir y de las limitaciones que pueden imponerse a dicha elección. Por último, pero no por eso menos importante, nos ofrece un estudio sobre las maneras en que nuestra sociedad, la sociedad líquida e individualizada de consumidores, influye (aunque no determina) la manera en que construimos y narramos nuestras trayectorias vitales
La
mayoría de las personas no quieren enfrentarse a su propia mortalidad, a su
tremenda insignificancia dentro de la infinitud del universo, se comportan como
hormigas. Toda la desgracia de los hombres –concluía Pascal en una de sus
frases memorables- proviene de una sola cosa: no saber permanecer en reposo en
una habitación. Correr siempre de un lado para otro es solo una manera de “perder
la cabeza”. Como cuando uno está corriendo tiene pocas posibilidades de pensar,
simplemente sigue corriendo, y la dura y difícil tarea de mirarse de cerca se
mantiene a cierta distancia de forma perpetua, infinita, o por lo menos
mientras le quedan fuerzas en las piernas para seguir en la pista.

La
preocupación de Séneca se orientaba hacia la autosuficiencia y el autodominio.
También era decidida y completamente individualista. No se basaba en la
omnisciencia divina ni en la razón suprema y la omnipotencia de la sociedad,
sino que se dirigía en cambio, a las mentes nobles, al buen sentido, la
voluntad y la determinación de los seres humanos en tanto que individuos, y a
los poderes y recursos de los que disponían individualmente. Los llamaba a
afrontar la miserable condición humana cada uno por su cuenta y a hacerlo
categóricamente, resistiendo y evitando la farsa de la terapia mal concebida y
engañosa de apartar la mirada de su sombría realidad, así como a desistir de la
búsqueda de placeres fugaces, un camino que podría permitirles olvidar la
verdad durante el tiempo de la búsqueda, pero ni un momento más.
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