jueves, 19 de junio de 2014

El Rasguño.

Hace tres años y medio comencé a pulular por aquí. Tanto tiempo, y parece que todo cambia para quedarse igual que antes, el gatopardismo sempiterno nos aflige. El rey abdica y nos colocan a otro papanatas en su lugar. No hay referéndum. Vivimos en otra dictadura creada a nuestra medida, la mediocracia, la propaganda política ejercida por los medios de comunicación, dirige nuestra intención de voto, nuestro sentido común. Vemos a Francisco Marhuenda, a Inda, a Alfonso Rojo, a cualquiera de esos perros mediáticos de la derecha, y parece que somos listos al darnos cuenta de la trampa. Pero luego no hacemos nada, nos limitamos a escribir alguna entrada furibunda, a repartir “me gusta” en Facebook. Los caciques tienen el poder desde hace décadas y sin embargo la abstención crece.

Nadie se informa realmente, ¿quién se ha leído el programa de Podemos, cómo van a cumplir todas sus promesas? No hay revulsivo más allá de la indolencia. La política mueve un país, decide cuánto vale una barra de pan, si hay educación y sanidad gratuita, si vas a tener pensión… pero no hacemos nada. Eso sí, lloramos y nos enfurecemos cuando “la Roja” deja de menstruar y pierde el Mundial. Sublimar éxitos y batallas en la simpleza del deporte es el «Panem et circenses» moderno. Hábiles en nuestra coartada, ¿qué importa la trascendencia, quién piensa en eso cuando lo importante es sobrevivir?

De día la mente suele ser mucho más conservadora que de noche; quizás ese ritmo atípico de la madrugada provoca que la gente sea más sincera, más pura y honesta en sus reacciones. Y todo esto se nota también en la escritura. El dolor es un comienzo inevitable, y una oportunidad perdida. De hecho crecer es llevar la herida de un lugar a otro hasta hacerla inherente. Por eso es tan práctico leer a los estoicos: te hacen percatarte de que la autosuficiencia es la única forma real de felicidad personal. La oportunidad de singularidad la perdemos poco después de la adolescencia. El capitalismo alienante. Homo homini lupus. La notoriedad está sobrevalorada, deberíamos buscarla en nuestro interior. Esa es la única razón lúcida para seguir escribiendo.

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