jueves, 31 de octubre de 2019

Echo de menos las marcas que dejaban tus besos sobre mi piel, ese baile perfeccionado de contracciones y embestidas, el retroceso de tu rostro manchado de carmín ante la bofetada consentida. Siempre fuiste una mujer que se divierta enseñando sus cicatrices, que rezaba a un fuego clandestino mientras la lluvia crecía en su interior.

Las montañas ríen a lo lejos, como cubitos de hielo que parpadean al intentar barrer la oscuridad de un recuerdo. El silencio es una orgía de heridas sin orgasmo, la hierba desafinada del párrafo vacío, un fetiche bautizado con el humo de una batalla que perdimos hace demasiado tiempo. Hay muchos pensamientos que me siguen como coyotes a punto de morir de frío y que no digo en voz alta ni me atrevo a escribir, quizás porque ya ni siquiera tenemos espacio en una canción.

Me imagino la nostalgia como una meretriz que se cuela en la fiesta del presente, con su maquillaje excesivo, dejando aquí y allá marcas de su impúdica desnudez. Y todo, ¿para qué? Prefiero el lenguaje de la sordidez cuando te explico que el amor es dolor, cuando intento astillar con mis palabras tu piel, tu jaula, cuando te corres sola y piensas que, a fin de cuentas, el otoño siempre podrá consolarte con la belleza de su juego de hojarasca.

Volver al presente es confesar que tengo un fantasma en casa. Aparece de madrugada y siento como sus ojos forman sombras chinescas de amor sobre mi piel. Ya no me habla, y cuando intento tocarla mi mano atraviesa su cuerpo traslúcido. Es frustrante. Supongo que el corazón es un cazador solitario, un barco en miniatura atrapado en una brújula oxidada, sueños cogiendo polvo debajo del pasado.

Nunca sabré que a veces
cuando estoy dormido
se acuesta conmigo en el lado frío de la cama
y ahuyenta los monstruos de mi sueño
con sus labios azules.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Reseña: ‘Mujeres’, de Charles Bukowski (1978)

En esta novela (cronológicamente situada entre ‘Factótum’ y ‘Hollywood’) Bukowski nos presenta a un Henry Chinaski que ha dejado su trabajo de cartero, tiene más de cincuenta años y por fin ha empezado a conseguir cierto éxito como escritor, aunque su éxito todavía está en transición. Ahora que ya no tiene que luchar por sobrevivir y se dedica a tiempo completo a la escritura, también decide volcarse en sus vicios: el alcohol y las mujeres. La primera relación de la que se habla en el libro es con Lydia, una mujer treinta años menor que él con la que vive un romance intenso, desquiciante y tóxico. Después de Lydia comienza un eterno desfile de mujeres en la vida del escritor, todas con personalidades extravagantes y demenciales. Da la impresión que Chinaski solo busca mujeres disfuncionales para sumergirse en su comedia humana y poder luego escribir sobre ello; pero es una actitud de masoquismo ridículo, porque muchas veces se enamora y cada ruptura le hace sufrir intensamente.

Bukowski ya no divaga sobre cuestiones filosóficas, sobre la vida, la sociedad o la naturaleza humana, este libro es más solipsista, reflexiona solo sobre sí mismo, sus relaciones -si se les puede llamar así-, y sobre el escepticismo tormentoso que le provoca el amor. Se nota su nueva situación personal: más tiempo para escribir poesía, para viajar y acudir a recitales, para el hipódromo, para ver combates de boxeo, para pagar a sus cada vez más numerosas admiradoras un billete de avión para visitarlo. El alcohol es un elemento omnipresente en cada escena, pero se pierde la soledad a la que antes estaba unido, ahora siempre hay mujeres a su alrededor, visitas de admiradores, fiestas en su casa, recitales con barra libre…

El libro resulta entretenido al principio porque Bukowski sabe cómo escribir situaciones cotidianas de manera divertida, pero según van pasando los capítulos se vuelve más y más repetitivo debido a que el esquema siempre es el mismo: conoce a una mujer, se emborrachan, follan, aparecen los poemas de amor, luego las discusiones, hasta el estallido final y la ruptura; y vuelve a empezar el ciclo, con algunas variaciones pero la esencia siempre es la misma.

Aburre un poco tanta reiteración, sin embargo son precisamente esos defectos, el hecho de que tengamos un protagonista que no aprende nada, enzarzado sin control en relaciones cada vez más tóxicas, obsesionado en vender su serenidad de ánimo para obtener material para otro poema u otro capítulo de la novela, lo que consigue parcialmente que el libro tenga alma. Una vez más Bukowski nos gana con su visceral honestidad a la hora de retratar sus grandes limitaciones como ser humano. Y esa valentía despierta, incluso a pesar nuestro, cierta simpatía, porque al final Chinaski solo es una víctima de sí mismo, una persona tan defectuosa, perdida y aislada emocionalmente que es incapaz de tener una relación sentimental sana y equilibrada. Y así, entre la lástima y cierta repulsión, llegamos al final de la novela donde se intuye cierta necesidad de redención, de romper el círculo vicioso en el que lleva inmerso toda la vida.

En resumen: no es de sus mejores libros, a pesar de la fama que tiene, pero sí puede resultar interesante para conocer un poco más a Bukowski y su trayectoria vital. Podéis descargar el ePub (AQUÍ)

“Detestaba las relaciones así, el tipo de relaciones sexuales de Los Ángeles, Hollywood, Bel Air, Malibú, Laguna Beach. Extraños al conocerse, extraños al despedirse. Un gimnasio de cuerpos innominados masturbándose mutuamente. La gente amoral suele considerarse más libre, pero a menudo carece de la capacidad de sentir o de amar. Así que se hacían promiscuos. Los muertos jodiendo con los muertos. No había juego ni humor en su práctica, era una cópula de cadáveres. La moral era restrictiva, pero estaba afianzada en la experiencia humana a través de los siglos. Algunas morales tendían a mantener a los hombres esclavizados en fábricas, en Iglesias, y fieles al estado. Otras morales tenían simplemente buen sentido. Era como un jardín lleno de frutas venenosas y frutas buenas. Tenías que saber cuál escoger y comer y cuál abandonar.”

“Una vez que una mujer te da la espalda, olvídala. Te aman y de repente algo se da vuelta. Te pueden ver muriéndote en una cuneta, atropellado por un coche y pasarán a tu lado escupiéndote.”

“"Dejé el teléfono. Pensé en Sara. Pero Sara y yo no estábamos casados. Un hombre tiene sus derechos. Yo era un escritor. Era un viejo indecente. Las relaciones humanas nunca solían funcionar. Sólo las dos primeras semanas tenían algo de electrizante, luego los participantes perdían el interés. Las máscaras caían y la realidad aparecía: dementes, imbéciles, chiflados, rencorosos, sádicos, asesinos. La sociedad moderna había creado su propia especie y la había enfrentado entre sí. Era un duelo a muerte en un cerco sin salida. Lo más que podía uno esperar de una relación, decidí, eran dos años y medio como máximo.”

“La segunda pelea también fue buena. La muchedumbre rugía y se desgañitaba y trasegaba cerveza. Habían escapado temporalmente de fábricas, almacenes, mataderos, garajes de limpieza de coches… volverían a la cautividad al siguiente día, pero ahora estaban fuera, enardecidos por la libertad. No estaban pensando en la esclavitud de la pobreza, ni en la esclavitud de la beneficencia y los sellos de comida. El resto de nosotros viviría tranquilo hasta que los pobres aprendieran a construir bombas atómicas en sus sótanos.”

Reseñas de otras novelas de Charles Bukowski:
Cartero (1971)
Factótum (1975)
Mujeres (1978)
Hollywood (1989)

Reseña: ‘Factótum’, de Charles Bukowski (1975)

"Fue entonces cuando aprendí que no es suficiente con hacer tu trabajo, sino que además tienes 
que mostrar un interés por él, una pasión incluso".

‘Factótum’ es la segunda novela de Charles Bukowski, aunque cronológicamente estaría situada entre ‘La senda del perdedor’ y ‘Cartero’ . Dado que los primeros párrafos del libro no ofrecen ningún tipo de introducción, conviene ubicarnos: Chinaski es un joven de veintitantos años al que la vida le impone el aprendizaje más difícil: la pobreza, la incomprensión familiar y la hostilidad de sus semejantes. Tras abandonar su hogar, logra evadir el reclutamiento para la guerra y se dedica a sobrevivir, pasando de trabajo en trabajo y de ciudad en ciudad, probando algunos de los oficios más miserables que existen.

La actitud que adopta el protagonista para afrontar su dura existencia es el individualismo y la misantropía, sin ningún deseo por encajar en los ambientes laborales y sociales. Ante la explotación y la falsedad que le rodea se refugia en el alcohol, las apuestas, el sexo sórdido y, finalmente, en la escritura, la única actividad que realmente le proporciona una satisfacción más allá de lo mundano. El autor dota a su alter ego, a pesar de su indolente apatía, de un extraño heroísmo: Hank reconoce demasiado pronto la falsedad de las promesas del sueño americano, y su falta de ambición e interés por una vida normal son su forma de rebelarse ante una realidad de esclavitud asalariada.

Aunque el libro tiene cerca de sesenta capítulos llenos de estrambóticas anécdotas y descripciones de trabajos absurdos, estos solo abarcan ciento noventa páginas. No hay introducciones ni rodeos, no hay excesivas descripciones, sólo la narración llana, reducida al mínimo y exenta de cualquier floritura; todo ello refuerza la sensación de honestidad y desnuda literalidad autobiográfica. Pero a pesar de esta extrema sencillez y la forma tan directa de explicar las situaciones también se percibe cierta carga de crítica y denuncia social, mostrando la derrota de la lucha de clases y cómo la ética del trabajo es una mera coartada para la explotación y la alienación denigrante de la clase obrera.

Padre del realismo sucio el libro está repleto de palabras altisonantes y detalles escatológicos, regocijándose en lo políticamente incorrecto. Otra tema en el que incide mucho es en justificar su alcoholismo, como si esa fuera la única respuesta al vacío emocional y la sensación constante de fracaso. También intenta, sobre todo al final, soslayar reflexiones y sentencias fruto de su particular forma de ver la vida; un ejemplo es el último capítulo, el final mismo del libro, que resume de manera simbólica la problemática, al estilo Sísifo, del personaje. A pesar de la crítica social que fluye en la narración no es uno de sus mejores libros, resulta demasiado repetitivo, un cajón desastre para sus anécdotas de trabajo, que se lee con rapidez pero que deja poco poso.

Factótum fue adaptada en una película homónima protagonizada por Matt Dillon en 2005, abajo tenéis el enlace a YouTube. También, para quien lo quiera leer, (AQUÍ) enlace al ePub.

"Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier hombre privado de agua y comida. Cada día sin soledad me debilitaba. No me enorgullecía de mi soledad, pero dependía de ella".
«Mi ambición está limitada por mi pereza».

Reseñas de otras novelas de Charles Bukowski:
Cartero (1971)
Factótum (1975)
Mujeres (1978)
Hollywood (1989)

martes, 29 de octubre de 2019

Reseña: ‘Hollywood’, de Charles Bukowski (1989)

En ‘Hollywood’ Bukowski relata cómo le proponen escribir un guión para una película que esté basado en sus relatos de juventud. Decide hacerlo a regañadientes motivado por la amistad que va surgiendo con el director y productor Jon Pitchon, uno de los personajes más excéntricos, locos y carismáticos de la novela.

El desarrollo de la historia se inicia con la creación del guión, luego continua con un periodo en donde se intenta conseguir financiación y actores interesados en participar en la película y, una vez conseguido esto, da inicio al rodaje y finalmente el estreno. Todo esto es seguido de cerca por Chinaski, quien aprovecha la coyuntura para mostrarnos cómo es realmente el mundo de Hollywood detrás de las cámaras y cómo el dinero se vuelve el eje de toda. A través de fiestas, reuniones y entrevistas, Chinaski critica la sociedad desde su ya clásica postura pesimista y cínica, desvelando a su manera la insidiosa naturaleza humana que se esconde detrás de los focos y las cámaras, la cual tampoco dista demasiado de la realidad que vivió en su juventud.

            Como todos sus libros es autobiográfico, si tenéis curiosidad podéis ver la película, ‘Barfly', cuyo enlace a YouTube añado al final de la reseña.

Muchos de los personajes que aparecen son representaciones de artistas famosos como Francois Truffautt (Francois Racine), Tom Jones (Tab Jones), Jack Kerouac (Mack Kerouac), Francis Ford Coppola (Francis Ford Lopalla), Jean- Paul Sartre (Jean-Paul Sanrah), Jon-Luc Godard (Jean-Luc Modard), Barbet Schroeder (Jon Pinchot), Madonna (Ramona), Dennis Hopper (Mark Austin), Sean Penn (Tom Pell), Mickey Rourke (Jack Bledsoe)), Faye Dunaway (Francine Bowers),  Frank Stallone (Lenny Fidelo), Norman Mailer (Victor Norman) y Timothy Leary (Jim Serry) entre los más conocidos.

A pesar de sus más de trescientas páginas es un libro que se lee con bastante rapidez. La historia en sí es muy simple, pero la forma en que Bukowski plasma sus pensamientos y humor en medio del rancio ambiente de Hollywood le da un prisma diferente e interesante. Además, el argumento tiene como leitmotiv los encuentros con personajes a cada cual más excéntrico, por lo que gran parte de la narración se desarrolla mediante diálogos cortos de un ritmo y calidad deslumbrantes.

“De todos modos, todos necesitamos escapar. Las horas son largas y de alguna forma han de ocuparse hasta que llegue la muerte. Y simplemente no hay tanta belleza ni emoción por ahí como para andar yendo de un lado a otro. Las cosas se vuelven pronto monótonas y abrumadoras. Nos despertamos por las mañanas, damos una patada a las sábanas, apoyamos los pies en el suelo y pensamos: Ah, mierda, ¿y ahora qué?”

“Debía de estar loco. Sin afeitar. La camiseta llena de quemaduras de cigarrillos. Mi único deseo era tener más de una botella en el aparador. Yo no estaba de acuerdo con el mundo y el mundo no estaba de acuerdo conmigo, y había encontrado a otros como yo, la mayoría mujeres, mujeres que la mayor parte de los hombres no querrían en su misma habitación, pero yo las adoraba, me inspiraban, yo hacía teatro, soltaba tacos, me pavoneaba de un lado a otro en ropa interior diciéndoles lo fantástico que era, pero solo yo me lo creía. Ellas simplemente gritaban: «¡Vete a tomar por culo!», «¡Sirve más alcohol!». Aquellas damas del infierno, aquellas damas en el infierno conmigo.”

Reseñas de otras novelas de Charles Bukowski:
Cartero (1971)
Factótum (1975)
Mujeres (1978)
Hollywood (1989)

sábado, 26 de octubre de 2019

Reseña: ‘La senda del perdedor’, de Charles Bukowski (1982)

"El problema era tener que seguir eligiendo entre un mal y otro y daba igual lo que eligieras te iban cercenando a pedazos hasta que no quedaba ya nada. A los 25 todo el mundo estaba acabado. Una jodida nación entera de gilipollas conduciendo coches, comiendo, teniendo bebés, haciéndolo todo del peor modo posible como votar por el candidato presidencial que más les recuerda a ellos mismos"


Estamos ante la génesis de la mitología de Henry Chinaski (alter-ego del escritor) abarcando el primer periodo de su vida. El libro narra las vivencias que marcaron al escritor durante su niñez y juventud temprana, con todos sus traumas, sus desgracias, sus pequeños triunfos y detallando la manera en que intenta sortear los obstáculos. Chinaski crece dentro de una familia disfuncional (Un padre violento y una madre sumisa y ajena que no hace nada para impedir que le maltraten) recibiendo castigos desproporcionados e injustos. Además sufre el acoso de sus compañeros debido a su condición de extranjero y por sufrir, al comienzo de su adolescencia, un terrible caso de acné virulento e intratable. El contexto temporal y social es la época de la Gran Depresión, años de desesperación, pobreza y sordidez.

Con frases cortas y diálogos muy básicos, sin utilizar recursos estilísticos, adornos ni relleno de ningún tipo, Bukowski logra que sus vivencias parezcan reales y honestas, de ahí que resulten tan efectivas. Violencia, miseria, lucha de clases, injusticia, sexualidad y alcohol se convierten en los temas que impulsan la trama a cada instante, todo concentrado en capítulos cortos llenos de golpes de efecto. La voz del narrador es desenfrenada, impetuosa y vibrante; la carencia lo enriquece y alimenta, no tiene recuerdos en los que ocultarse y solo le queda avanzar, sobrevivir. Pero está cansado de luchar contra un mundo que le exige encajar, y ese cansancio causa empatía en el lector, nos hace ponernos de su lado, sobre todo cuando decide rebelarse, dejar de intentarlo y asumir una derrota con sabor a libertad.

"Podía ver el camino que se abría frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme."

            Como curiosidad el título original de la novela ‘Ham on Rye’ está abierto a muchas interpretaciones. Para algunos hace referencia al bocadillo de jamón (ham) con pan de centeno (rye) que muchos niños llevaban al colegio por aquella época. Según otras teorías, sería una alusión a la opresión que sus padres ejercieron sobre él durante su infancia. Otra teoría apunta a un homenaje a la novela de J. D. Salinger "El guardián entre el centeno" (Catcher in the Rye).

Reseñas de otras novelas de Charles Bukowski:
Cartero (1971)
Factótum (1975)
Mujeres (1978)
Hollywood (1989)

viernes, 25 de octubre de 2019

Lo caníbal de la ruina, la arritmia entre cubos de basura caídos, la desmemoria de una hoguera que disuelve el pegamento que une tus huesos a mis cenizas.

Madrid es de nadie y de todos
Una mole carente de sutilidad
Gigantesca fábrica de ruido y contaminación
Donde millones de almas grises
Se hacinan frustrados por las distancias que los separan

Y aunque por la noche intenta vestirse de capital
Transformando Gran Vía en una redentora Torre de Babel
Sigue siendo chabacana, un estado policial
La ciudad donde los héroes han olvidado su nombre
Y la anciana que toca el violín en la boca del metro
Es apartada a empujones

Vuelvo a casa andando, cansado del trabajo
Cuando me cruzo con el mendigo de mi barrio
Al verme me señala con su dedo tuerto
Y me grita con voz alegre: “En mi derrota mando yo
Como si los demás solo fuéramos
El decorado de corcho y alfileres
De su poesía

Tiene razón el viejo sabio
No todos pueden adorar las pelusas
De sus bolsillos rotos
Como si fueran reinas destronadas

A esta ronda invito yo, le contesto
Y le doy unas monedas
Se ríe de forma estridente
Y se aleja rumbo al supermercado

Exagerar a nuestro favor es como regalar flores de plástico
La ilusión enseguida se mancha de polvo

Las calles gritan
Y nadie parece darse cuenta de ello.

jueves, 24 de octubre de 2019

¿Qué opinas sobre la exhumación de Franco?

Hoy he recibido un comunicado de mi compañía de la luz informándome que en el próximo recibo aparecerá un nuevo concepto con el nombre de “Suplemento territorial por tributos autonómicos del año 2013 según orden TEC/271/2019”, porque en dicho año la normativa contemplaba que en caso de que los peajes de acceso de energía eléctrica fueran gravadas con tributos de carácter autonómico, al peaje de acceso se le incluiría un suplemento territorial para los consumidores de esa comunidad, pero dicho suplemento no se llegó a aprobar por el gobierno, y las eléctricas han demandado al gobierno ante el Tribunal Supremo, y este les ha dado la razón. Por supuesto se callan que la verdadera razón es que el gobierno les obligó a prolongar la vida útil de las infraestructuras eléctricas para reducir el coste alegando que ya cobraban por un mantenimiento que no realizaban, y que en el caso de haber sobrecostes a lo ya cobrado, se revisaría si procedía aprobar esa partida. Teniendo en cuenta que los gastos e ingresos de las eléctricas son opacos, no comprendo cómo pudieron justificar dichos sobrecostes ante el Tribunal Supremo, o más bien como el Tribunal Supremo les dio la razón sin que tuvieran que justificar el sobrecoste. Me imagino que la ley del 2013 estaba mal redactada, cosa normal con los gañanes que nos gobiernan, y era de obligado cumplimiento hubiera o no sobrecostes. Así que pagaremos dos veces por lo mismo como necios.

Pero en las noticias no leí nada de eso, sólo la salida de Franco del Valle de los Caídos. Pero prefiero no enterarme de nada, así se es más feliz, que luego lees parte del programa económico de Errejón y te quedas igual que si el relato hubiera sido de unicornios, hadas y mágicos arcoíris: nada se justifica -como siempre-, más allá de que todo lo pagarán subiendo los impuestos a los ricos. Y luego, en Madrid, la derecha dándose cuenta que sus promesas electorales de bajadas de impuesto son inviables porque gracias al gobierno de Gallardón y Botella los gastos fijos del consistorio, sin nuevos ingresos, comprometen por regla general más del 85% de su presupuesto, y con el techo de gasto tan rígido aprobado por ellos mismos en el mandato de Rajoy no pueden incurrir en déficit.

¿Y aun así me preguntas qué me parece lo de Franco? Pues una tomadura de pelo, una cortina de humo, un escupitajo a la inteligencia de los españoles, una forma de no hablar de Cataluña -el ciudadano no puede concentrarse en más de dos temas a la vez-, una idiotez supina, algo que no me interesa en absoluto porque no sirve de nada, ¿o a ti te sirve para que el recibo de la luz sea más barato, o para que se gestionen mejor tus impuestos? Nos merecemos todo lo que nos pasa. Lo mejor es la muchachada de Twitter, dándose golpes de pecho ante el inusitado ‘avance democrático’. De verdad, qué tristeza, cuánto potencial desperdiciado.

lunes, 21 de octubre de 2019

¿Cómo has conseguido mantener tantos años el blog, qué te motiva para escribir?

Dejando aparte lo que siempre digo parafraseando a Paul Auster: “No es que escribir me produzca un gran placer, pero los días son peores si no lo hago”, a veces también recuerdo una anécdota que sucedió en la presentación de un libro de Almudena Grandes. Ella empezó a hablar de sus comienzos como escritora, cuando nadie aun la había publicado, relatando que desde que era una niña siempre dedicaba mucho tiempo a escribir pero cuando terminó la universidad y empezó a trabajar apenas tenía tiempo libre. Entonces decidió madrugar un poco más y escribir una hora todos los días antes de irse a trabajar. Cuando llegó la ronda de preguntas alguien le interpeló: “Disculpa Almudena, pero, ¿no te costaba mucho mantener esa disciplina todos los días?” Y ella respondió: “En absoluto, a mí me encanta escribir, era posiblemente el mejor momento del día”. Cuando dedicas tanto tiempo a algo, sin ni siquiera monetizarlo o conseguir algo de reconocimiento, está claro que lo haces porque te gusta.

De todas formas escribir en un blog es diferente a, por ejemplo, plantearse escribir una novela o un poemario; es cortoplacista, groseramente cómodo. A veces me imagino a Bukowski, con mi edad, aún desconocido, peleándose por ver algún poema publicado en un fanzine outsider de poca tirada en los setenta. Me lo imagino aborreciendo su trabajo, su vida, temeroso por su futuro, ahogado por las resacas, su alcoholismo, su fealdad y su incapacidad para relacionarse; ansioso por el ansia de reconocimiento y fama, por sublimar sus taras y trascender un pedacito de ego en la escritura. Me gusta pensar en él porque normalmente consigo que la pereza inicial de enfrentarse a la página en blanco desaparezca; el motivo es claro, ¿qué excusa barata podría buscar para no acometer un reto tan nimio, pequeño, insignificante y trivial como es el hecho de actualizar de vez en cuando un blog?

También podría ponerme lírico y contestar a la pregunta de otra forma. Afirmar que escribir en un blog, ante miradas desconocidas y potencialmente extemporáneas es, ante todo, puro fingimiento: fingir que voy a escribir sobre cosas diferentes y no sobre mis obsesiones habituales. Fingir que tengo un público exigente que me abuchea o idolatra con cada nueva publicación. Fingir que a mis ex les importa lo que escribo y se masturban a escondidas con cada mención ambigua sobre su belleza. Fingir que tengo un animal del poder y que me deslizo junto a él por el teclado. Fingir que la vida tiene sentido y que el arte es importante porque puede resolver la náusea existencial. Fingir que soy Zaratustra mutando de camello a león. Fingir que soy inmortal mientras siga acariciando el teclado. Fingir que la página en blanco es un enemigo a batir y que su profanación demuestra la ficción de mi talento. Fingir que las biografías taradas de la mayoría de los escritores famosos son una anécdota sin importancia. Fingir que aún me sigue gustando y fascinando Bukowski. Fingir que el amor es un reloj borracho y la nostalgia algo que merece la pena aunque te acuchillen sus pretéritos perfectos e imperfectos. Fingir que todavía hay tiempo para todo y que no sucumbiré a la soledad más impertinente. Fingir, en definitiva, que escribir es importante y trascendente, aunque solo sea pura sublimación y escapismo mediocre.

sábado, 19 de octubre de 2019

'El amenazado', poema de Jorge Luis Borges

Todos sus biógrafos coinciden en que Borges era un tipo enamoradizo. Una cualidad imprevista, casi incoherente, en la que el carácter escéptico y suspicaz del autor argentino se quebraba de un modo inocente e infantil. En una de sus célebres conversaciones con Osvaldo Ferrari, Borges confiesa: "He estado enamorado siempre a lo largo de mi vida, desde que tengo memoria, siempre". En otra ocasión, también durante su vejez, se lamentaba de no haber ocupado todo su tiempo en tareas intelectuales: "Con toda tristeza descubro que me he pasado la vida entera pensando en una u otra mujer. Creí ver países, ciudades, pero siempre hubo una mujer para hacer de pantalla entre los objetos y yo. Es posible que hubiera preferido que no fuera así, hubiera preferido consagrarme por entero al goce de la metafísica, de la lingüística o de otras disciplinas". Incluso en la odiosa comparación se aprecia cierto tono de reproche: "Yo creo que las mujeres no son demasiado importantes en Kafka. En mí sí lo son; yo no pienso en otra cosa".

En 'El amenazado', quizá su más célebre poema de amor, Borges parece querer confesar, tanto en su título como en sus versos, la paradoja de un hombre eternamente enamorado que nunca logró amar por completo debido a su impotencia. Con alguna de sus musas llegó incluso a iniciar una relación amorosa, pero su disfunción sexual y su torpeza amatoria —sirva de ejemplo la descripción que del Borges amante hace Estela Canto en sus memorias, haciendo hincapié en que "sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente"— terminaron frustrando todos sus planes sentimentales. Solo su matrimonio con María Kodama, en su más avanzada vejez, fue satisfactorio. Sus carencias, como es lógico, estaban de antemano disculpadas. Quizás por eso el poema es al mismo tiempo, un poema de amor, dolor y frustración:

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado,
pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes:
el ejercicio de las letras,
la vaga erudición,
el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte
para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad,
las galería de las bibliotecas,
las cosas comunes,
los hábitos,
el joven amor de mi madre,
la sombra militar de mis muertos,
la noche intemporal,
el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo
es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente,
ya el hombre se levanta a la voz del ave,
ya se han oscurecido los que miran por la ventana,
pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor:
la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria,
el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías,
con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Del libro El oro de los tigres (1972)

jueves, 17 de octubre de 2019

El ego no sabe amar, el ego solo quiere la guerra, batallas de hedonismo y belleza no vivida.

Fue una historia triste, de fracaso y metralla
De locos románticos transformados en versos proscritos
Que dejan atrás solo la soga del ahorcado
Y patrias masacradas sin mesura

Durante meses no hacía pie, ni siquiera la escritura me servía
Utilizaba el alcohol y el exceso para calumniar al olvido
Para brincar en el estrépito y librarme del exilio

Me convertí en emboscada: necesitaba la cuchillada, el vértigo incendiario
Necesitaba la zona muerta alzándose contra la ausencia
Necesitaba la magulladura y el espanto
Necesitaba la ruleta rusa destrozando las paredes de una casa vacía

Pero tampoco salió bien, ¿acaso había alguna posibilidad?
De la sal nunca crece la hierba

Tu fuerza fue aprender a no llorar, a amar solo tu soledad
Mi fuerza era esconderme siempre tras el fusil de la escritura
Tanta pasión derramada por un imposible
Cuya sombra hecha de huesos nos dejó la respiración atragantada
Y convirtió el cansancio en falta de fe
El estertor en dinamita hambrienta de sequía y abulia existencial

Pero aprovecho el poema para advertirte: quien no sabe llorar, tampoco sabe amar
Quien no empatiza con el otro, no sabe empatizar consigo mismo
Al no hacerlo ni te compadeces, ni te perdonas
Y eso siempre te condenará a separaciones y despedidas

Y aunque sé que no puedes evitar llorar cuando estás sola
Enfrascada en los brazos de la belleza, del haiku hambriento o de una canción
Lo cruel de ese momento
Atrapada en tu soledad azul
Es que ni siquiera la luna te acaricia.

viernes, 11 de octubre de 2019

Reseña: ‘Kentukis’, de Samanta Schweblin (2018)

«Lo primero que hicieron fue mostrar las tetas. Se sentaron las tres en el borde de la cama, frente a la cámara, se sacaron las remeras y, una a una, fueron quitándose los corpiños. Robin casi no tenía qué mostrar, pero lo hizo igual, más atenta a las miradas de Katia y de Amy que al propio juego. Si querés sobrevivir en South Bend, le habían dicho ellas una vez, mejor hacerse amiga de las fuertes.»

Vivimos en la era tecnológica, la de la sobreexposición en las redes. Un momento en el que ir de vacaciones sin subir una foto o aparecer en un restaurante de moda sin enseñar el plato, parece causar la mitad de satisfacción. Una sociedad que cuenta likes, seguidores y comentarios, en la que se mira qué tipo de foto tiene más reacciones, o qué frase ingeniosa se puede convertir en un tweet viral. Una sociedad de la soledad, un mundo en el que es difícil mirar a los ojos ya que estos están fijos en una pantalla, se sustituyen los cafés por conversaciones de WhatsApp y la gente parece apreciar más a los amigos virtuales desde el silencio de su casa que a los reales que pueden darte un abrazo.

Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) nos lleva a esa sociedad, la nuestra, y escribe una novela en la que las personas pueden ser o poseer un kentuki. Un kentuki es un robot incapaz de hablar que meterás en tu casa y te seguirá por todas partes logrando unas interacciones regladas... a no ser que te las saltes. Una única conexión por robot y si se apaga es para siempre. Así que, ¿ser o poseer un kentuki?  Esa es la gran pregunta y la única división que establece la autora del libro entre los personajes que aparecen en su novela. Personas diferentes que deciden comprar el juguete de moda: unas exponen su vida con más o menos reglas, abren su casa y su intimidad a un desconocido que toma la forma de un inofensivo animal (siempre es más fácil si el objeto tiene pinta de inofensivo), y otros que optan por el voyerismo, mirar a través de los ojos del muñeco siguiendo a sus ‘amos’, entrando en una especie de sumisión elegida que se mezcla con el placer de ir descubriendo los secretos de una persona real. Y a su alrededor los secundarios, esos que confían o desconfían de este nuevo invento, los que piden trato digno, los que advierten del peligro o alaban la posibilidad de ofrecer compañía.
  
Los Kentukis generan una dependencia enfermiza en quienes los poseen, si no se recargan a tiempo y se les agota la batería nunca más podrán volverse a conectar a Internet para establecer contacto con nadie y entonces el temor a perder aquel contacto metálico, sin vida real pero conectado al mundo virtual, despierta inquietudes perturbadoras en quienes lo poseen. Hay reminiscencias claras de Black Mirror y en cómo no somos conscientes de lo mucho que hemos cambiado socialmente con todas estas tecnologías que se van instalando en nuestra cotidianeidad.

Uno de sus grandes aciertos es no centrarse en una única historia, de esta forma sacrifica profundidad pero consigue una visión global mucho más completa que muestra los efectos de la tecnología y el intenso estado de orfandad, alienación y dependencia que pueden producir. ‘Nihil novum sub sole’, dirán algunos, pero eso sí, fabulado de una forma muy entretenida y amena.

jueves, 10 de octubre de 2019

Exparejas.

El fin de semana pasado en uno de los descansos surgió el tema de las exparejas y, como suele ser habitual, uno de mis compañeros de trabajo empezó a despotricar sin parar sobre su antigua relación. Como últimamente no tengo paciencia en mis interacciones sociales le interrumpí preguntándole: “Pero explícame una cosa por favor, si tan terrible era, si tan loca estaba, ¿por qué estuviste tantos años con ella, eres masoquista?”. Inmediatamente se calló, irritado porque no había podido desahogarse. En realidad intentaba hacerle un favor, claro que hay ex que son nocivos y tóxicos, todos hemos tenido la mala suerte de cruzarnos con gentuza que no nos han aportado nada. Pero no es lo habitual, la mayoría de nuestras amoríos largos son de una estructura bastante vulgar: nos enamoramos, vivimos unos meses-años fabulosos, empiezan a surgir las desavenencias, los problemas de afinidad y al final, en mitad de la decadencia, alguno de los dos toma la decisión de romper; normalmente esto se produce porque crees -aunque sea inconscientemente-, que allá afuera existe alguien mejor con el que va a ser más feliz.

Ser abandonado, que alguien que antes te amaba muestre de pronto esa indiferencia, es demoledor para el ego. Por eso la reacción más habitual y cómoda, dejando aparte la tristeza por el saudade sentimental, es el rencor. Es cómoda porque es una coartada para el ego: esa persona no merece la pena, te ha hecho un favor, estas mejor sin ella, etcétera. Y una vez que te has volcado en pensar solo en las cosas negativas, haciendo gala de una compleja reprogramación mental, únicamente queda aguantar unos meses de resaca emocional, intentando ocupar tu tiempo con nuevos hobbies, y ya de paso recuperando a todos esos amigos que el noviazgo había dejado en segundo plano. El tiempo es el gran disolvente y, normalmente, incluso en las historias de amor a lo Jane Austen seis-ocho meses de conductismo mental hacen desaparecer el dolor. Y si ya de paso tienes la suerte de cruzarte con otra persona, puedes reemplazar la diáspora sentimental por otro problema, en mi caso, de falda airada.


Cualquier otra cosa es cronificar la situación, lo dice alguien que durante los dos primeros años de este blog se dedicó incansablemente a escribir sobre el desamor -aunque lo aderezase con algunas maravillosas entradas de literatura erótica que fueron bastante bien recibidas-. Y aunque pueda parecer un problema ese gusto por revolcarse durante las noches interminables de insomnio en los pozos insalubres de la memoria, tiene como consecuencia que, de algún modo, empiezas a recordar la historia de una forma más justa y ecuánime.

Por supuesto hay que hacerlo con precaución, dejar pasar mucho tiempo hasta que llega la indiferencia objetiva, la pausa, la inanidad emocional del recuerdo, pero cuando llega ese momento puedes crear un contexto, una visión completa: ni enfocarte solo en los primeros meses maravillosos, ni tampoco en los últimos de distanciamiento e incomprensión. Cojamos todo y veamos qué sale. Y normalmente, hablando siempre de relaciones normales sin toxicidades ni excesivas dependencias emocionales, lo que se comprueba es que cada uno, a su manera, ha intentado ser una influencia positiva. Por ejemplo, gracias a una de mis ex conseguí romper con muchos miedos de la adultez al mudarme a Barcelona, buscar trabajo en una ciudad nueva, etcétera. Gracias a ella cambié mis prioridades vitales y eso me enriqueció como individuo. Por eso cuando recuerdo esa relación tiendo a pensar en los casi tres años que pasé allí, y no en el desencanto de la vuelta a Madrid. Por mi parte, por citar otro ejemplo, conseguí que una de mis ex dejase de fumar y sus conductas autolesivas, y además amplié con creces sus horizontes literarios. Al final se trata de eso: de sumar, no de restar.

Por eso me chirría tanto la frase de: ‘mi ex estaba loca’, sobre todo cuando fue una relación de años. En serio, ¿solo recuerdas las últimas mezquindades, no hay nada en tus recuerdos que reivindique todo ese tiempo? Todo esto está relacionado con mi anterior entrada: vivimos una época en la que infantilizamos la ruptura por miedo al dolor emocional, y por eso pasamos página con el atajo maniqueo de la desmemoria. Borramos una relación como quien deja de seguir una cuenta en Twitter. Apartamos años de vivencias, vacaciones y buenos momentos en una carpeta que nunca volvemos a abrir. Pero para mí, como humilde juntapalabras que suele recurrir a la escritura automática y a cierta exhibición emocional, me parece una pérdida absurda, porque esas vivencias forman parte de ti, incluso los errores sirven de aprendizaje. Por eso siempre intento recordar a todas mis ex con cariño y tener buena relación con ellas, no por un síndrome de Diógenes sentimental del que alguna vez me han acusado, sino más bien porque me siento agradecido por el tiempo que hemos compartido. En cierta forma es como el placer de la relectura, una forma de impedir que un libro que en su momento te dejó emocionado y sobrecogido, coja polvo olvidado en la estantería.

De todas formas no me hagáis mucho caso, todo el mundo sabe que los decadentes, a pesar de todos sus exabruptos, en el fondo son unos sentimentales impenitentes, un anacronismo totalmente contraproducente en la sociedad actual.

martes, 8 de octubre de 2019

Amistad.

Voy a incidir mucho en equiparar amistad y relación sentimental, porque creo que lo ideal es que tu pareja también sea tu amiga. Cualquier relación compleja, duradera, empática y enriquecedora requiere dedicación; de hecho todo lo que merece la pena requiere cierto esfuerzo. La amistad empieza por en encuentro casual de afinidades y se mantiene en el tiempo gracias a la lealtad. La lealtad es estar ahí no solo en los momentos buenos, también en los malos, ser fiel a una corresponsabilidad con la otra persona. Creo que en las amistades de verdad existe cierto noble altruismo. Por desgracia en estos tiempos modernos hemos intoxicado cualquier incomodidad con etiquetas y excusas, como si las relaciones solo fueran un contrato comercial superficial, por eso duran tan poco las parejas y hay tanta ingratitud y egoísmos: nos tratamos como piezas de recambio: en cuanto una empieza a dar problemas la tiramos y compramos una nueva. Ponemos de excusa una mala experiencia, o cualquier ejemplo cercano de relación tóxica y abusiva para justificar reemplazar la empatía por una obsolescencia programada, lo cual, aplicable a las relaciones sentimentales, es la antítesis moderna del romanticismo, lo que produce cierta disonancia cognitiva.

El problema surge cuando nos cruzamos con gente especial, personas cuya afinidad no es tan fácil de conseguir, y terminamos menoscabando la relación porque no sabemos relacionarnos de otra forma. Y después de estropearlo con nuestras incongruencias, surgen nostalgias, soledades y ataques de orgullo estúpido. Pero incluso ahí la sociedad neoliberal tiene la coartada preparada: “Se fuerte y autosuficiente, no mires atrás”. De esa forma nos sentimos culpables y convertimos el dolor de la perdida -y da igual si el contexto es un amigo o tu pareja-, en una debilidad, es decir, un error de carácter que hay que eliminar.

El resultado son muchas personas con decenas de miles de seguidores en las redes sociales con los que hablan continuamente de chorradas, pero pocos amigos de verdad con los que poder compartir esos problemas existenciales que te desvelan de madrugada los domingos, a pocas horas de volver al trabajo. Es una soledad ruidosa y estéril, como la de esas personas que nada más llegar a casa encienden la televisión, aunque ni siquiera la vean, para tener algún sonido de fondo. Sucede igual en las relaciones amorosas: la moda es ser poliamoroso, eliminar el duelo y pasar página al día siguiente, criticar a quien sacrifica -atención a la connotación negativa- su energía en una pareja con problemas… lo que toca es ser práctico, eficiente con tu tiempo, como si tuvieras que dar los resultados anuales de tu empresa en una reunión de inversores. Pero, en mi opinión todo eso resulta contraproducente, y se convierte en una forma de embrutecimiento afectivo que nos aísla y limita.

viernes, 4 de octubre de 2019

Las 13 rosas, ¿otro mito de la izquierda?

Las 13 Rosas es el nombre con el que se conoce a trece jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 tras ser condenadas por un tribunal por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayoría, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.

Las JSU habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas (AQUÍ) -está perfectamente documentado en los papeles del PCE, con las direcciones exactas-, donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana. Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal. La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas, Entre ese primer grupo de ejecutados también fueron fusilados cuarenta y tres hombres, donde se encontraba un joven de catorce años, sin embargo sus muertes no despertaron la misma repercusión que la de las mujeres.

Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:
Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que por su edad, no levantaban sospechas.
Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.
Carmen Barrero Aguado era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.
Pilar Bueno Ibáñez era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.
Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.

Ante estos datos que he encontrado en apenas veinte minutos leyendo artículos por internet sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra. Pero, ¿es esta la verdad, quién es inocente tras una guerra civil, hasta donde llega la malversación y manipulación de la historia de unos y otros? ¿Es Pío Moa un historiador veraz o un delincuente intelectual (AQUÍ)? ¿Es la izquierda una creadora de mitos y propaganda para tapar su derrota en la guerra y la desastrosa Segunda República? Dudas, dudas, dudas. Por tanto no me parecen tan extemporáneas las declaraciones de Ortega Smith, al menos, para los pocos que aún tenemos tiempo y curiosidad, nos estimula a leer e informarnos un poco más, aunque eso nos convierta en huérfanos de certezas.