sábado, 19 de octubre de 2019

'El amenazado', poema de Jorge Luis Borges

Todos sus biógrafos coinciden en que Borges era un tipo enamoradizo. Una cualidad imprevista, casi incoherente, en la que el carácter escéptico y suspicaz del autor argentino se quebraba de un modo inocente e infantil. En una de sus célebres conversaciones con Osvaldo Ferrari, Borges confiesa: "He estado enamorado siempre a lo largo de mi vida, desde que tengo memoria, siempre". En otra ocasión, también durante su vejez, se lamentaba de no haber ocupado todo su tiempo en tareas intelectuales: "Con toda tristeza descubro que me he pasado la vida entera pensando en una u otra mujer. Creí ver países, ciudades, pero siempre hubo una mujer para hacer de pantalla entre los objetos y yo. Es posible que hubiera preferido que no fuera así, hubiera preferido consagrarme por entero al goce de la metafísica, de la lingüística o de otras disciplinas". Incluso en la odiosa comparación se aprecia cierto tono de reproche: "Yo creo que las mujeres no son demasiado importantes en Kafka. En mí sí lo son; yo no pienso en otra cosa".

En 'El amenazado', quizá su más célebre poema de amor, Borges parece querer confesar, tanto en su título como en sus versos, la paradoja de un hombre eternamente enamorado que nunca logró amar por completo debido a su impotencia. Con alguna de sus musas llegó incluso a iniciar una relación amorosa, pero su disfunción sexual y su torpeza amatoria —sirva de ejemplo la descripción que del Borges amante hace Estela Canto en sus memorias, haciendo hincapié en que "sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente"— terminaron frustrando todos sus planes sentimentales. Solo su matrimonio con María Kodama, en su más avanzada vejez, fue satisfactorio. Sus carencias, como es lógico, estaban de antemano disculpadas. Quizás por eso el poema es al mismo tiempo, un poema de amor, dolor y frustración:

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado,
pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes:
el ejercicio de las letras,
la vaga erudición,
el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte
para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad,
las galería de las bibliotecas,
las cosas comunes,
los hábitos,
el joven amor de mi madre,
la sombra militar de mis muertos,
la noche intemporal,
el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo
es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente,
ya el hombre se levanta a la voz del ave,
ya se han oscurecido los que miran por la ventana,
pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor:
la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria,
el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías,
con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Del libro El oro de los tigres (1972)

2 comentarios:

  1. En amor a veces es complicado.

    A veces la única opción es amar sin ser correspondidos, lo cual dudo que sea fuente de felicidad

    Un beso.

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    1. Han salido grandes obras literarias de los amores románticos platónicos, famoso el amor de Petrarca por Laura, pero sí, suelen ser insidiosos y contraproducentes, lo mejor es pasar página e intentar, con cierto equilibrio, estar solos, superarlo y luego buscar un amor correspondido. Quizás la clave es creer que nos lo merecemos, aprender a no conformarnos, todos tenemos derecho a vivir una bonita historia de amor, otra cosa es que se den las circunstancias para ello, pero, ¿por qué aspirar a ello? Un abrazo, espero que las cosas mejoren con el tiempo.

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