miércoles, 26 de diciembre de 2018

Chocaste con mi mirada y seguiste adelante sin percatarte de nada. El amor nos escupió desde el fondo de nuestras copas.

La poesía nace cuando la existencia muestra una vocación insana por los callejones sin salida, cuando todo cruje en la ruina enamorada de una ausencia retórica, cuando el pensamiento es una enfermedad que gobierna el sabotaje de la vida. Es entonces cuando nos sentamos ante la página en blanco y las palabras fluyen como si nacieran en una isla sin dios, en una grieta llena de absoluta veracidad. Y el recuerdo de un amor se convierte en una obsesión vagabunda e incendiaria que nos hace atravesar un desierto como si fuéramos yonquis de significados. Y la Palabra se convierte en el sustituto de la fe y el misticismo, del rencor y la ruleta rusa, del absurdo y el clímax sexual, del nihilismo y el naufragio, de la risa del ahorcado y la paz del líquido amniótico. ¿Hay alguna excusa genética en los muñecos de nieve bajo mis muñecas, en convertirme en la pandemia de lo que escribo, en ser hambre y quimera, transitable e imposible, en esta escueta inmortalidad que dura apenas un segundo en los ojos del lector?

La poesía tiene esa sutil insistencia en quebrar el descanso de los muertos, como una dosis de cicuta mojándote las bragas, como la preñez de una lágrima apoteósica, como una guerra perenne sobre el filo del cuchillo. La poesía te convierte en un impostor que prostituye el viento y finge amar las cascadas de pólvora del recuerdo de su musa. La poesía es quitar la piedra que tapa la herida e ir transcribiendo el sanguinario canto que escapa invencible.

Cuando estoy triste pienso en beber y zambullirme en el aullido del lobo estepario. Pero el alcohol está lleno de espectros que derriten la zona clandestina del corazón y consiguen que las metáforas que hemos enterrado y desterrado en nuestro cerebro, en un vano intento de supervivencia y felicidad, vuelvan a la vida y nos besen en la boca. Y aunque su abrazo nos hace sentir vivos y plenos, solo disfrutamos de esa alegría espectral y apasionada en la ebriedad, al día siguiente la melancolía sórdida del viejo perdedor nos zozobra con mucha más intensidad. Eso es lo que provoca la adicción de la bebida, la constante insatisfacción nos impulsa a seguir buscando el hachazo adrenalítico, las encrucijadas de la página en blanco, los abismos y aquelarres de las palabras sin mesura. Estamos enfadados porque hemos nacido con estómago y hambre, porque la muerte no da nunca explicaciones, porque ningún dios ha hecho acto de presencia, porque la percepción de lo real pende de un ojo gangrenado, porque tenemos a una bestia dentro desgarrando nuestra singularidad poco a poco. Qué difícil es alcanzar la paz; y mucho más permanecer en ella.

            Pero seguimos escribiendo, es casi inevitable, buscando incansables una patria en la oscuridad, algo real, un destello de libertad que ilumine nuestras noches. Seguimos escribiendo porque la vida es mucho peor si no lo hacemos. Seguimos escribiendo porque, ¿qué otra cosa podríamos hacer?.

martes, 18 de diciembre de 2018

El martes que quise morir.

El martes que quise morir recordé cómo te quedabas dormida en mi cama después del orgasmo. Todavía te ponías celosa, me ansiabas y echabas de menos. Querías estar a mi lado, hacías planes, me mirabas a los ojos, tu boca resbalaba en un desorden de viajes y proyectos. 
El martes que quise morir recordé cuando decías que solo eras capaz de correrte conmigo. Nos compenetrábamos tan bien que ya ni siquiera perdíamos el tiempo odiando a la humanidad.
El martes que quise morir te recordé en aquella habitación, el culo y los muslos llenos de moratones, riéndonos juntos, con el abrigo de nuestro amor puesto, ajenos, sonrientes, amparados, llenos de un viento de incertidumbre que no conseguía tumbarnos. 
El martes que quise morir recordé que la poesía nos hacía jugar juntos, nos alimentaba, calmaba las cicatrices de tu piel, te hacía más procaz y osada. Mi poesía todavía te humedecía y seducía, mis palabras tenían un eco en un interior, tu insomnio era la nostalgia de mi compañía.
El martes que quise morir te recordé en toda tu esencia: la niña-mujer, la musa-poeta, el pájaro hastiado, el arcoíris azul, la imagen desenfocada, el museo de lluvia. Ahora entiendo que no sabías huir de tus muertos, siempre estaban detrás, como calambres en tu pecho.
El martes que quise morir entendí que al robarte la inocencia preferiste nombrarte Herida ante el espejo opaco del futuro. Y que al conocerme solo entreabriste un poco tu alma vieja; era solo cuestión de tiempo que volvieras a la anorgasmia vital, a la periferia de los versos de Pizarnik, a seguir tiritando las cosas que nunca gritabas en la flor quebrada de tu mirada azul.
El martes que quise morir me compadecí de mis venas llenas de deseos inconclusos, de la afónica letanía en que se convertía este echarte de menos y del orgullo, torpe y lúcido, que me impedía volver a llamarte.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Hay palabras que se escriben como si fueran una vela a punto de apagarse.

Los recuerdos, como la lluvia, se agolpan en el espacio más opaco de mi cerebro, como un mar arrasado por una plaga de espejos. Te espero tumbada en la cama, ansiosa por sacrificar mi despecho vital en el altar de tu monstruo púrpura. Me gusta tu nihilismo, esa forma de afrontar la vida sin épica: solo quieres follarme, usarme sin promesas, respeto o amor. Justo lo que necesito. Me excita parecer el estereotipo de una sociedad enferma, enardecida por la búsqueda de nuevos abismos de placer y colisión.

Llaman a mi puerta, ha llegado mi príncipe azul. Adelante, juguemos sin preliminares a la fricción de la carne, a ser tu éxtasis arrodillado, a sentir como tu polla se enamora de mi arcada y mi saliva se desborda por tus cojones. Pero tú también eres adicto al control, y me tumbas con rudeza sobre la cama. Me abofeteas, me insultas mientras muerdes mis pezones, me lames como si me odiaras desde hace años. Tu cuerpo desnudo entumece mis sentidos, las bragas se deslizan hacia el suelo a cámara lenta. Me la metes sin preliminares, fuerte y duro. Me cuesta respirar con tu mano cerrada en mi garganta. Me colocas de espaldas, tus cojones golpeando al ritmo de mis jadeos. Me agarras del pelo y me obligas a mirarte, puedo ver de nuevo esa sonrisita cruel en tu rostro, esa forma de mirarme, como si estuvieras intentado dominar a través del sexo lo que te resulta imposible fuera de la cama.

Quizás ha pasado ya media hora, tenemos el cuerpo sudoroso y enfebrecido, sigo acariciándome el clítoris con violencia pero no consigo correrme. No es culpa tuya, tu rol es perfecto, es mi cuerpo quien me traiciona. Tú lo notas, y con empatía y sadismo me sodomizas. Grito y gimo a la vez. Pero eres un bastardo competente y el dolor desaparece poco a poco dejando paso a un placer más intenso. La cuota perfecta de masoquismo empapa mis sinapsis, el ritmo aumenta, el paroxismo tensa mi cuerpo y, por fin, me corro con fuerza.

Cierro los ojos, me follas cada vez con más violencia, se acerca también tu estertor. Haces un movimiento brusco y noto el semen caliente sobre mi cara, es excitante sentir esa mortaja de vida resbalando por mi piel. Pero ya hemos agotado el lirismo, te separas lentamente y vas al baño a ducharte. Cuánta pasión hace apenas unos segundos y que frívolo parece todo después. Me consuelo pensando que la insatisfacción puede ser una forma de vida barata y desleal, pero al menos permite acunar nuestra soledad de forma civilizada.


******

Me siento alambrada, flor desnuda del paredón. Solo encuentro versos perfectos para una carta de suicidio, rejas de palabras que parecen rayos de luz cuando abro las piernas. A fin de cuentas, ¿para qué vivir? Para qué amar, follar, humedecerse, idealizar, escribir, exponerse, beber con una canción de Nacho Vegas sonando en bucle en tu cabeza… para qué masturbarse pensando en fantasmas sentimentales, para qué dar portazos, resistir, follar sin condón, coquetear con ordenadores sin empatía, hacer el boca a boca a un charquito de semen, practicar el seppuku con alguien que apesta a gasolina… para que robar el timón y pedir lealtad al viento, para qué sublimar, envejecer, mancharse con vulgares sentimientos de pared rota…

Las estrellas siguen pudriéndose en su órbita cementerio mientras la vida mantiene su falaz urgencia. Soy un útero de tierra sucia, un estómago que pasa hambre, unos pulmones infectados por el fango de la hemorragia sentimental, una sonrisa de flor herida, una vieja canción de guerra que idealiza el desgarro, la muerte y la desesperanza, ¿no te conmuevo? Mis venas de insecto siguen masticando la mente reseca y hambrienta del amor. No nacemos para ser felices, ¿arroparías mi grieta, le darías calor con tu cuerpo? A veces tengo la sensación de escribir solo para cubrir la distancia entre el miedo y yo. No soy ilusa, la empatía es la primera vía de contagio, la tristeza parece educada si se vive en soledad, si no salpicas a nadie con ella. Por eso perfecciono el fingimiento.

Por eso reconozco que solo quería ser amada, que el amor rompiera mis huesos hasta llegar a la médula y allí disolviera todos mis rincones oscuros. Pero nada puede brillar en un vacío congelado. Y aunque la noche desafía mi oscuridad y me coge fuerte de la mano, aunque las mariposas de mis anhelos siguen jugando entre las pavesas, tengo la absoluta certeza de que algunas personas, lo merezcan o no, nunca tendrán un final feliz.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Otra reflexión sobre VOX.

            Resulta paradójico que de todos los futuribles políticos que he lanzado en este blog, en lo único que he acertado plenamente haya sido primero con Podemos y su auge (y posterior y desmoralizante declive) y ahora con VOX. A principios de octubre ya advertía que venían para quedarse, lo comentaba con mi entorno y en el mejor de los casos me replicaban con condescendencia afirmando que en España no cabía otro partido de derechas, y menos uno tan claramente xenófobo. Ahora se echan las manos a la cabeza sin saber exactamente qué ha sucedido. Desde Podemos con su habitual falta de autocrítica agitan la alerta antifascista y el “No pasarán”. Deberían de leer a Juan Soto Ivars, y su artículo del día después: “Pues han pasado, levantad la cabeza, no es el fin del mundo. Han pasado porque dejasteis vacía la zona gris, en la que hablan las personas razonables, en la que se discute civilizadamente. Han pasado por el agujero que dejasteis en la clase media y trabajadora con vuestras categorías divisoras.”


            Como ya he comenté algunas de las razones de su éxito, me gustaría ampliar esa primera entrada con una reflexión del contexto social-político global, que quizás explique mejor porque la ultraderecha está arrasando en Europa (Polonia, Suiza o Dinamarca, Francia, Alemania, Austria o Italia), en EEUU (Trump), en Brasil (Bolsonaro), y ahora en España.

La izquierda y la derecha, más allá de cuestiones de regulación económica, han aceptado y hecho propio el discurso del neoliberalismo. Durante las décadas de expansión económica, el concepto de Progreso implicaba aumentar la actividad económica, aumentar el PIB, aumentar la extracción de recursos, aumentar la población, y todo ello como medida cuantificable de la calidad de vida de cada país. Pero ahora que la disponibilidad de recursos ya no es creciente, progresar ya no significa una mejora para la mayoría, y en particular no lo supone para la clase obrera ni para la clase media. El único que sale beneficiado, aunque sea por tiempo limitado, es el gran capital financiero. Es a éste a quien sirve y protege la doctrina neoliberal, y por su falta de comprensión del momento actual, también la derecha y la izquierda.

Sin embargo la ciudadanía ha comprendido quién es el enemigo y cómo le está perjudicando. Los ciudadanos se han dado cuenta de que ese "progreso", esos datos macroeconómicos y del PIB del país que nuestros queridos políticos nos venden como algo deseable, lo que implica es más deslocalización, más contratos basura, más explotación laboral, menos oportunidades para las pequeñas y medianas empresas, más ayudas para grandes capitales sin actividad productiva, más impuestos para todos excepto para el sector financiero... Escuchan lo que dicen los representantes de la derecha y la izquierda y lo único que oyen y que ven es que favorecen al gran capital en detrimento de la ciudadanía, sea esta obrero o empresario, profesional liberal o funcionario. Cada vez más ciudadanos han comprendido, aunque sea de forma intuitiva, que la discusión se ha salido de los conceptos de derecha-izquierda y por eso están cambiado su voto por partidos políticos de corte reaccionario, porque parecen ser los únicos que quieren salir de la inercia de destrucción económica, ciudadana y ambiental sin sentido en la que estamos imbuidos. El problema es que todos estos nuevos partidos añaden a su discurso elementos de xenofobia, homofobia, antifeminismo, neoconservadurismo... pero eso en vez de lastrarlos les ayuda, porque es más fácil polarizar un voto cuando el enemigo es alguien tangible y real y no entes abstractos como el Capital, el FMI o el mal llamado Progreso.

La izquierda, incapaz de salir del paradigma neoliberal, lleva décadas intentado negociar una salida, algún pequeño cambio que permita prolongar el statu quo, pero todo su esfuerzo deviene en un gatopardismo estéril y sin posibilidades de éxito. Podríamos poner como ejemplo cuando se propone subir el salario mínimo a novecientos euros al mes, e inmediatamente el FMI envía una advertencia (y las cosas irán mucho peor cuando el BCE deje de comprar deuda en 2019). Pero, ¿realmente España no se puede permitir pagar un salario mínimo que apenas da para sobrevivir en una gran ciudad? Lo peor es que disfrazan su incomprensión de la realidad con grandes dosis de paternalismo mediocre, tratando con condescendencia a una ciudadanía que consideran desinformada y desorientada.

            Ahora hablemos de VOX. No son fascistas, eso hay que dejarlo claro desde el principio, 400.000 votos son suficientes para no caer en maniqueísmos ni reduccionismos sociales. Ahora vayamos a los ejes de su campaña:

a)    Castigar al independentismo: VOX es un partido estatista, ultraconservador, católico y nacionalista. Según el discurso de VOX, que coincide con los parámetros de discurso nacionalista excluyente, todos los males de Andalucía en particular y los de España en general se deben a las acciones de “los enemigos de la patria” (Trump repetía una y otra vez en campaña cómo la pérdida del patriotismo es causa de todos los males que aquejan a EEUU). Hay muchas personas que ya no se creen a Cs y PPSOE y quieren mano dura, penas largas de cárcel, ilegalización de partidos, devolución de competencias y un 155 duro y penoso. Nacionalismos enfrentados y polarizados.
b)    Acabar con lo que llaman “ideología de género”. La izquierda ha cambiado la guerra de clases por la guerra de sexos. Cuando Carmen Calvo dice que hay creer a la mujer “sí o sí, siempre” lo que se está cargando en la presunción de inocencia, invirtiendo la carga de la prueba. Cuando la “portavoza” Irene Montero la indemnizan con 70.000€ por un poema “machista”, pero luego defiende la libertad de expresión, nadie critica su incoherencia. Cuando se habla de cultura de la violación o de hombres que son violadores y maltratadores en potencia, eso es un feminismo revanchista y totalitario. Cuando se hacen campañas como está, o se apoya a Juana Rivas desde las instituciones a pesar de estar incumpliendo la ley (la Justicia italiana indica que es: "Manipuladora, lábil y con funcionamiento mental patológico grave"), todo ello provoca un rechazo silencioso a buena parte de la sociedad, mujeres y hombres indistintamente. Cuando VOX indica en su programa: “Supresión de organismos feministas radicales subvencionados, persecución efectiva de denuncias falsas. Protección del menor en los procesos de divorcio", algunos consideran que lo más lógico es apoyarles.
c)     Expulsar a los inmigrantes. Andalucía es una de las comunidades autónomas que más inmigración ilegal recibe. Parte del problema es la actitud de la izquierda buenista: niega y silencia las noticias de manadas o hechos delictivos relacionados con la inmigración ilegal, habla sobre la inmigración solo en términos positivos, y por tanto no pone soluciones para las negativas, por ejemplo el choque cultural y religioso, o cuando el inmigrante no quiere integrarse y crea guetos. VOX solo pone el foco en la parte negativa, pero al menos habla de ello.
d)    Otro punto que relaciona la victoria del Bolsonaro (Brasil) con el ascenso de VOX es el tema de la corrupción, y como consecuencia de ella la desafección política. La mayor parte de la abstención corresponde a la izquierda -casi cuatro puntos por encima de 2015-, negando su voto tanto al PSOE como a Unidos Podemos y sus confluencias, al no considerarlos como referentes políticos válidos.
e)    Redimir a quien está harto de que le llamen facha. Sí, hay nostálgicos franquistas, hay nacionalistas españoles de todas las edades, hay quien se emociona escuchando El novio de la muerte y luego se pone a cantar a Rosalía. Hay quien le molesta que Dani Mateo haga un sketch y se suene los mocos en la bandera; a mí, personalmente lo que más me molesta es que después se haya disculpado.

Por terminar vuelvo a decir lo mismo que en mi primera entrada de octubre: VOX ha venido para quedarse. Y teniendo en cuenta que la única reacción de la izquierda es mirar hacia otro lado o polarizar su discurso, como están las cosas en Cataluña (qué patético Quim Torra pasando dos días de ayuno en el monasterio de Montserrat, pero más patético y ridículo el fraude de la huelga de hambre de los independentistas en la cárcel a base de batidos nutricionales), parece que lo van a tener bastante fácil. Auguro que lo mismo que sucederá en Andalucía (tripartito PP-Cs-VOX) pasará en cuanto haya Elecciones Generales. Y yo, qué queréis que os diga, creo que nos lo merecemos. Recuerdo aquel vídeo de Celia Villalobos discutiendo con Pablo Iglesias en su primer día en el Congreso cuando dijo aquello de: “Somos un fiel reflejo de esta sociedad...” y Pablo iglesias le contradijo. Pues no, querido Pablito, al final el tiempo ha demostrado que ella tenía razón; espero que medites estas Navidades en tu casoplón sobre lo ocurrido, porque ya han conseguido pasar y, dicho de paso, sin demasiado esfuerzo.

jueves, 22 de noviembre de 2018

La ciudad es un abrazo que perdió la cordura hace demasiado tiempo y ahora derrumba su odio sobre nosotros.

El insomnio es una herida profunda que empapa el mundo
Que transforma la madrugada en un cinturón de castidad oxidado

En el silencio de la noche el doppelgänger se acerca de puntillas y llama la a puerta
Tiene vocación de sepulturero y un tenue olor a peonías
Quiere mudar mi piel, dejarme atrás, ocupar mis huecos
Resisto y no le permito entrar, entierro mi mente entre las sábanas
Espero a que las agujas del reloj funcionen de nuevo y amanezca por fin

No me atrevo a perder mi masoquista lucidez, mis recuerdos, el dolor
¿Quién sería sin todo ello?
¿Qué sería sin todo ello?



***
El amor es una epidemia sin respuestas
El dulce arrullo de un accidente inevitable
Una bella blasfemia en el altar insomne de mi pecho

Tu cuerpo era un poema con vocación a violín mojado, un bello invierno emocional
Acariciarte era como besar los pétalos de un relámpago
Tan bella como millones de biblias ardiendo bajo un perfecto sol azul

Tu portazo ha masacrado mi corazón
Me has convertido en una cárcel de recuerdos
En una vida manchada de frío y soledad

Te imagino ofreciendo a otro tus caricias homicidas
Llorando con una sonrisa el fin de nosotros
Mientras quemas todas mis cartas
Olvidándome

Yo no quiero ser capaz de hacerlo

Por eso no puedo dormir
Ni caminar fuera de nosotros
Ni escribir un poema que no santifique tu nombre
Ni dejar de echarte de menos cada segundo de mi inexistencia

Por eso estoy aquí otra noche más
Dedicándote estas palabras
Acariciando muy bajito tu recuerdo
Intentando resistir el destierro
Al que tu orgullo nos ha condenado.

En el Obscuro Jardín del Manicomio / A Quien Me Leyere / Peter Punk - Leopoldo María Panero

En el obscuro jardín del manicomio
los locos maldicen a los hombres
las ratas afloran a la Cloaca Superior
buscando el beso de los Dementes.

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.

Los ángeles cabalgan a lomos de una tortuga
y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa.
Mañana morirá otro loco:
de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
sabrá mañana nada.

El loquero sabe el sabor de mi orina
y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas
ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres.

***
Los libros caían sobre mi máscara
(y donde había un rictus de viejo moribundo),
y las palabras me azotaban
y un remolino de gente gritaba contra los libros,
así que los eché todos a la hoguera
para que el fuego deshiciera las palabras...

Y salió un humo azul diciendo adiós a los libros y a mi mano que escribe:
"Rumpete libros, ne rumpant anima vestra":
que ardan, pues, los libros en los jardines y en los albañales
y que se quemen mis versos sin salir de mis labios:
el único emperador es el emperador del helado, con su sonrisa tosca,
que imita a la naturaleza y su olor a queso podrido y vinagre.
Sus labios no hablan y ante esa mudez de asombro,
caigo estático de rodillas, ante el cadáver de la poesía.

***
Peter Punk es el amor
y Campanilla su princesa
en el cielo está buscando
el secreto de la nada
todos los niños extraviados

Peter Punk es el amor
y Campanilla su princesa
Garfio busca en vano
el secreto de su mano
y Campanilla llora
al pie del árbol extraviado
ladrón de las sirenas
ladrón de las enanos

Peter Punk intenta en vano
su amor explicar
en una playa desierta
Campanilla lo dejó


miércoles, 21 de noviembre de 2018

La hipocresía de Leticia Dolera.

En realidad, con ver el vídeo de Un Tío Blanco Hetero (que incluyo al final del texto) no hace falta añadir nada más. Pero por ponernos un poco en contexto: a Leticia Dolera se le encargó dirigir una serie feminista en Movistar+ sobre la vida de tres mujeres y sus vicisitudes y problemáticas, siendo ella una de las protagonistas interpretando a una mujer que se queda embarazada y la despiden por ello. Pero, ironías de la vida, una de las actrices seleccionadas (Aina Clotet) una vez elegida y cerrado el casting informó de que estaba embarazada de varias semanas y nuestra excelsa líder feminista prescindió de ella. Ayer salió un comunicado de Clotet poniendo blanco sobre negro todo lo que ha sucedido y dando detalles jugosos al respecto.

            Cuando algunos como yo hemos echado unas risas ante la noticia por Twitter la reacción feminista se ha dividido en dos patrones: o mantenerse en silencio (¿Dónde está Barbijaputa ahora, o Dolera?) o una huida hacia adelante escribiendo cosas como esta: “Todos los comentarios contra Leticia Dolera nacen de la misoginia absoluta. Se le tiene ganas por ser mujer y rostro reconocido del feminismo en España. Estaban ahí a la espera para disparar contra ella, sin atender a razones, y este ha sido el pretexto perfecto.”. Después de un par de intensas y estériles discusiones por Twitter parece que el dogmatismo visceral gana la partida, pero para los demás aclarar que lo que molesta es la hipocresía de Dolera: vivir en su mundo naif y reduccionista donde todos los males de la mujer son culpa del tiránico y opresor heteropatriarcado, y que al conseguir una serie feminista gracias a su famita, cuando tiene que poner a pruebas sus ideas y ofrecer un ejemplo de sororidad se comporte igual que aquello que lleva años criticando es, como mínimo, paradójico y lamentable. Un buen ejemplo de como suele ser directamente proporcional la visceralidad, ingenuidad y maniqueismo de tus proclamas con tu coherencia ideológica. Vale también para los políticos, aunque claro, con aquello de lo personal es político...

Incoherencias hay en todas las ideologías, pero no despedir embarazadas es puro sentido común, no feminismo. Intentar justificarla por puro colectivismo es cagarla aún más y retratar el sectarismo y la poca crítica interna predominante en una parte de feminismo de red social. Aina Closet ya tenía el papel adjudicado, estaba de solo cuatro semanas cuando informó de su embarazo y según su comunicado empezaron inmediatamente a darle excusas sobre el seguro, el problema de las escenas de sexo, etcétera. Pero ella mismo daba soluciones: dar parte de su sueldo para compensar lo que se saliera del presupuesto o rodar las escenas de sexo antes (al empezar el rodaje estaría de solo tres meses y medio). Lo gracioso es que había rechazado otro proyecto y estaba interesada en trabajar en esta serie porque era feminista, e incluso había permanecido callada hasta ahora por no crear polémica, pero claro, Leticia Dolera tenía que quedar bien a toda costa y después de unas declaraciones sorprendentes hace un par de semanas en una entrevista, Closet ha hecho público su comunicado.

En resumidas cuentas, y por aclarar obviedades:
1-Criticar a Leticia Dolera no es criticar al feminismo, solo a alguien que no está a la altura del altavoz mediático que tiene; como siempre digo mejor leer a Simone de Beauvoir, Virginie Despentes o Camille Paglia, y dejar los analfabetismos ideológicos para las redes sociales y los tweets de 280 caracteres.
2-No me da ninguna pena, cuando mezclas un feminismo marxista trasnochado con discursos simplistas, es lógico que la lupa defectuosa con la que etiquetas a los demás se vuelva en tu contra.
3-Cuando alguien hace una crítica al feminismo y lo primero que sueltas es “machista” o “misógino”, te estás retratando como una borrega adoctrinada.

Por meter algo de humor dejo un enlace al elmundotoday muy gracioso. Y ahora el vídeo: corto y con el comunicado de Closet íntegro:

viernes, 16 de noviembre de 2018

Esplín.

Nuestro comportamiento es tan autolítico como creativo. Somos esfinges sin secreto buscando respuestas que no existen. Quizás por eso permanecemos tranquilos en medio de la oscuridad, nuestros cuerpos estrechándose entre las sábanas, tentando la suerte del superviviente, abrasándose en las zonas de contacto, tanteando la posibilidad remota. Recorro tu espalda muy despacio, transmitiéndote un poco de locura y malas intenciones. Me fascinan tus ojos, ese vértigo de kilómetros de profundidad, ese interior cálido y peligroso, ese accidente de color y densidad. Ojos que me arrasan en silencio, que desean atravesar todo mi ser, que me tientan con obscenidades aún desconocidas.

            Mi boca desciende hacia tu coño pagano, esa doble curvatura de incitación y humedad, vértigo inaprensible en plena excitación. Su sabor provoca en mí la sensación de flotar de nuevo en líquido amniótico, libre de toda realidad y dolor. Es un coño preñado de lluvia y absolutos, con ecos de mar y densidades de laberinto emocional. Mi polla se adentra en él, y cada centímetro de nuestra piel húmeda y sensible transmite al unísono una sinfonía de colapso.

Sensación de dominio. Sensación de sumisión. Intercambio de perspectivas. Miradas perdidas aunque coincidentes. Palabras obscenas transformadas en cánticos. Miedo controlado. Confianza ciega. Vientres abiertos en canal con un hacha sentimental. Cerebros arrancados de raíz tirando del nervio óptico enamorado. Ingravidez. Misticismo sin afección ni culpa. Dolor radiante sin prejuicio ni vergüenza. Los restos de timidez son el requisito indispensable para la entrega. Vulnerabilidad. El grado adecuado de violencia. El egoísmo derrotado ante nuestra naturaleza hedonista. Azotes que mañana serán excelsas marcas amoratadas. Dedos sumándose a la profanación de tu corazoño. Rostros enrojecidos. Sonrisas vesánicas. Ósculos mostrando la profundidad del secreto que compartimos.

Y llega la victoria, la eclosión, algo rasgándose al filo de la inconsciencia gracias a nuestra cruel voluptuosidad. Llega el estallido inverso, la intuición de inmortalidad, la vida desfilando veloz en apenas unos segundos. Llega el orgasmo de visceralidad suicida, la carne abierta en combustión espontánea, el corazón rozando la anoxia. Pero lo más peligroso, lo que me desarma, es ver aparecer tu sonrisa justo después de correrte. Y es entonces cuando quedo perdido, a tu merced, porque esa sonrisa ilumina y justifica por sí sola toda mi existencia.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Las manos de la muerte se crispan sobre un cuerpo que no es el mío, sino la suma de todas las ausencias que me componen

La vida te ha golpeado con su sadismo enfermizo una y otra vez. La vida, esa maravillosa y mezquina broma cruel, te ha marcado con demasiados traumas inasumibles. Por eso decides tomar la iniciativa, un último acto de anarquismo libertario existencial: preparas un baño caliente, te metes en la bañera y te cortas las venas longitudinalmente, la forma más honesta de hacerlo. Mantienes firme la cuchilla contra la carne mientras la madrugada transcurre tranquila, indiferente y ajena.

Acurrucada en la bañera de agua tibia te preguntas si has tomado la decisión correcta. Todo lo que has experimentado desfila en tu mente como una película muda de director esquizoide: tus miedos magnificados hasta el placer masoquista, tus escasas alegrías minimizadas, integradas en un crisol de imágenes sin vigor. Empieza a invadirte un sopor frío, cierta languidez, ese leve mareo que el sistema nervioso envía como señal de emergencia. Sabes que no va a doler, que no durará mucho, no hay tanta sangre en el cuerpo, no atesoramos tanta vida como creemos.

Mientras el agua se tiñe de rojo reflexionas sobre lo que podrías haber sido dentro de cinco o diez años. Piensas incluso en un pequeño intruso creciendo en tu interior, devastando tu cuerpo, perpetuando más el sinsentido acumulado. Ya no habrá más besos, ni expectativas. No habrá más música, ni viento en la cara, ni dolor, dicha, enfermedad o cansancio. No más traiciones, venganzas ni ausencias. Lames parte de la sangre que recorre tu antebrazo, su gusto metálico te recuerda vagamente al vino excesivamente fermentado en barricas podridas, al útero materno antes de tener consciencia de nada.

El fin te consume como un grito silencioso, sin embargo la punzada de pánico se disuelve con un último pensamiento: el infierno seguirá mañana para todos los demás, pero para mí no. Para mí no.

Sonríes y cierras los ojos.


***

Has traspasado con el fuego líquido de tus labios una larga sucesión de cuerpos hasta llegar al mío. Dominas el arte de la angustiosa espera y conoces el cómo y el porqué. Hay un vacío embriagador en ti, algo de perversión inacabada, de placer homicida, de guerra sin tregua. A veces me sugieres una mezcla imposible de odio y veneración, de entrega y huida. A veces me das miedo y suscitas un cosquilleo homicida en las puntas de mis dedos.

Tus ojos rozan el verde oscuro en mitad del orgasmo, ojos hermosos y literarios, de loca hipersensible y vital. Tu capacidad de seducción es casi dolorosa, has sabido conjugar la inocencia perdida con la infinita ansia de depravación que solo unos pocos sabemos apreciar. Para ti deseo es realidad, no hay posibilidad de negación, no existen límites. Todos palidecemos ante tu sed de sangre, sudor y lírica. Siempre has dominado el arte de aniquilar pasiones estúpidas con un gesto seco y perfecto, con un mohín de desacuerdo, con una terca displicencia ante el proceso que nos convierte en polvo.

Te excitan las noches tormentosas, te gusta arrancarte la ropa y girar sobre la hierba del prado imaginando miles de manos tocándote, suplicando ser aplacadas por la savia de tu orgasmo. Tu naturaleza abrasiva te hace proclive a la autocombustión, ese atavismo que confirma nuestra conexión con la nada y lo imposible, con lo que sólo existe en las fantasías dictadas por nuestro deseo más furibundo. Eres, en resumen, la banda sonora de la estructura arquetípica que me envuelve y domina. El altar en el que arder hasta que, aburrida, esparzas mis cenizas contra el viento.

jueves, 8 de noviembre de 2018

El cumpleaños de Kovacs.

Kovacs iba a cumplir cuarenta años y había conseguido todo lo que un hombre podía desear: era enormemente rico y gozaba de un prestigio mundial, no solo por sus donaciones, sus patentes científicas y su implicación en varias causas humanitarias, sino también por su vida personal y sus variados y comentados amoríos de vodevil. Se había convertido en todo un ejemplo generacional de éxito empresarial y personal.

Su trayectoria vital se había viralizado gracias a varias películas y libros de enorme éxito que el mismo se había encargado de dirigir y escribir: en ellas mostraba como ser niño prodigio le había aislado del mundo y había corrido el riesgo de verse anclado en el aburrimiento estéril del colegio y la mediocridad de sus coetáneos, pero él estaba llamado a cosas más importantes, y se esforzó en convertirse en un genio autodidacta en todo lo que se proponía, daba igual que fuera el dibujo, la escultura, componer música o las artes marciales, todo se le daba bien y en todo conseguía ser el mejor.

El joven Kovacs finalizó su formación universitaria cinco años antes de lo habitual. En realidad, podía haberse perpetuado en el fatuo mundo académico, pero su faceta creativa le impedía estancarse en esos oxidados corches, así que pronto descubrió que su talento podía optimizarse económicamente en el (no tan) azaroso mundo de la Bolsa. A los veinticinco era una de las primeras fortunas del país. A los treinta rivalizaba con monarcas, jeques y freaks tecnológicos de internet en la lista de las cien personas más ricas del planeta. Lo demás había sido un camino trufado de éxitos y honores.

Ateo, heterodoxo, nietzscheano, con una vasectomía hecha nada más cumplir los dieciocho años, su curiosidad sin límites le exigía placeres proporcionales a sus capacidades. Se convirtió en un Dorian Gray moderno, con la salvedad de que tenía un absoluto control sobre su placer, no era inteligente desperdiciar salud y experiencia vital, conocía sus propios límites y su autocontrol le permitía parar justo después de superarlos. Las drogas no le consumieron, la bebida no le diezmó, el juego y las obsesiones consumistas pasaron de largo sin apenas rozarle. Nunca confundió el sexo con amor, deseaba con total intensidad emocional y se alejaba justo antes de que la dependencia emocional le hiciera caer en el patetismo. Era capaz de disfrutar de toda la depravación potencial de cada ciudad en una sola noche, y levantarse totalmente recuperado, sin secuelas aparentes por la excesiva pérdida neuronal y seminal.

 Sin cultivar un ego arrogante y detestable había llegado a la edad madura con la sensación del deber cumplido, convertido en una especie de rey del mundo, al menos de ese mundo que damos por válido en función del dinero y salud acumulado, la empatía satisfecha y el sexo garantizado. Además, la genética había sido benigna en su devenir vital y el cabrón aparentaba solo treinta años: distinguido y sutilmente atlético seguía poniendo cachonda a una joven de veinte, a una veterana de treinta y hasta a esas sacerdotisas de la vida y el desengaño que frisan los cuarenta. El monstruo púrpura se mantenía en plena forma: venoso, enorme, vicioso, hambriento, ansioso de coñitos con los que alimentarse cada noche.

Pero a pesar de tanta perfección y triunfo, o quizás precisamente debido a ello, en el amanecer de su cuadragésimo cumpleaños Kovacs decidió suicidarse. El sol todavía no había conseguido rasgar el horizonte boscoso que se divisaba desde su lujoso ático, pero el degradado cromático de azules iba dorándose levemente. En la mesa había una carta para su abogado, con las últimas voluntades y la distribución que debía hacerse de sus bienes, una botella de vodka ruso, pura ambrosía, y también un iPhone de última generación. Kovacs apuró su copa y deslizó sus dedos de pianista por la superficie táctil de la pantalla para realizar una última llamada:

- Hola, Mónica…
- Kovacs, ¿eres tú? (voz somnolienta) Joder, ¿cuántas veces te he dicho que no me llames de madrugada?
- Bueno, quizás no tenga mucha importancia en el orden fundamental de tu existencia, pero he decidido volarme la cabeza, y pensé que querrías saberlo.
- Ya, ya, mi amor… Llevas hablándome sobre el suicidio desde hace diez años. No te preocupes, será rápido y maravilloso.
- No, no, esta vez va en serio. He cumplido cuarenta y todo está hecho. La vida no tiene por qué gastarse sola. Debemos ser nosotros los que decidamos el momento de apagar el interruptor.
- Me enfermas, ¿te parece divertido despertarme para otra sesión de filosofía barata?
- Sólo quería decirte que la mayor parte de mi fortuna será para ti.
- Oh, gracias, gran señor. Es lo menos que merezco por permitirte jugar al medievo con mi culo y mi corazón. Si no te importa prefiero hablar cuando ya sea de día… (Clic)
- Maldita meretriz desagradecida, se ha atrevido a colgarme.-, murmuró Kovacs antes de estampar el teléfono contra la pared.

Se quedó quieto durante unos minutos considerando otras opciones. Pero no, estaba seguro de su decisión, la decadencia empezaba a vislumbrarse y no podía permitirlo, esta era la solución perfecta, la única posible: amartilló la pistola, respiró profundamente, metió el cañón en su boca y apretó el gatillo con suave determinación. ¡¡BANG!! Sus sesos se esparcieron por la pared dejando un bonito dibujo abstracto del que Hemingway estaría muy orgulloso.

Al día siguiente su esquela llenó de dolor el corazón de millones de mujeres.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Acabo el último vaso sabiendo que no habrá mañana, que no existe esa palabra, que he sido engañado.

Cuando tú no estás las sinfonías se convierten en solos para un piano borracho y sordo. No hay polifonía, no hay complejidad en el estúpido devenir.
Cuando tú no estás las nubes de la noche me condensan en un lamento de animal a punto de ser sacrificado. No hay lógica, ni cordura, ni sentido.
Cuando tú no estás el solista es incapaz de controlar sus dedos, las notas se duplican hasta cometer el error de existir. No hay placer al golpear la cabeza contra las paredes acolchadas.

Cuando tú no estás la ciudad es un desierto baldío, un atasco sin coches, una extensión árida de sufrimiento. No hay ni una sola vida imprescindible.
Cuando tú no estás mis manos sólo pueden recorrer el camino de la perplejidad. No hay senderos de locura, no hay sudores mezclados creando oleajes de sagrado placer.
Cuando tú no estás el eco de tu piel empalma mi alma a todas horas, buscando el cielo y la promiscuidad de la tormenta que apacigüe este frío. No hay orgasmos en el ocaso, no hay sensación que merezca recordarse.

Cuando tú no estás no importa que se desencadene el absurdo, que caigan las bombas, que muera el aire, que cese el pulso. Cuando tú no estás solo queda la inexistencia y la nada.

***
Olvidarse de uno mismo sentado frente a la ventana, apreciando los matices ocres reflejados en los tejados de la casa de enfrente. Sentirse parte de la estación, de la lluvia que sigue cayendo. Languidecer mientras atardece, acuchillar el vaso de vino, vaciarlo y llenarlo de nuevo. Tocarse un poco los cojones, aunque solo sea para comprobar su presencia siempre oscilante, tartamuda, acuciante en su necesidad. Y pensarte, desconocida, pensar en follarte cuando ambos estemos afilados como cuchillos, suaves como cañones humeantes de violencia, receptivos como mártires de la caricia.

A ti, querida desconocida, que eres luna de sonrisa aviesa, callejón sin salida, ausencia y ensueño, luz y reflejo, lluvia sobre mi lápida, bosque en llamas, desierto que fecundar. Mi acometida aguarda tu dilatado vacío, la marea creciente de tu interior. Somos carne humeante manchada de semen. Mi grito sobre tu grito. Tu necesidad sobre mi anhelo. Mi amor sobre tu fantasía. La única posibilidad de felicidad sobrevolando un firmamento sin estrellas. Ven y conviértenos en algo real.

***
El otoño es una estación realmente extraña, aúna la melancolía del alma con la excitación de la carne y los sentidos. Todo muere en otoño, la naturaleza se recrea en los tonos ocres, en los insectos agonizando bajo las hojas, en la preparación para el largo sueño invernal o quizás la fría muerte. En otoño el sexo cobra más importancia que de costumbre porque se nos recuerda sutilmente que la carne está en constante degradación, y entendemos que el sexo es la anestesia de la trascendencia, o quizás la trascendencia en sí misma, dado que sirve de antídoto contra esa muerte, de recreación y distracción.

Somos envoltorios de carne, pequeños animales con ansias de supervivencia y placer que luchan por perpetuar sus genes mientras la naturaleza entera sigue declinándose en horizontes quemados de hojas sin clorofila y nidos resecos por los rayos de un sol efímero y cruel. El otoño es un maullar de gatos en celo, el comienzo de una bella despedida.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Diez películas y una serie para amantes del cine de terror.

            Esta hubiera sido una entrada perfecta para Halloween, pero entre que ayer estuve trabajando y he tardado mucho en subir las películas a MEGA (mi fibra de Yoigostar no tiene pinta de ser simétrica), no he podido actualizar hasta ahora. En cualquier caso, y ya pasado Halloween, cualquier momento es bueno para disfrutar de alguna de las siguientes películas. La particularidad de la selección es que son películas actuales, nada de clásicos ni de títulos mil veces repetidos en las listas de los cinéfilos más puristas. He intentado atraer la atención sobre directores que intentan hacer cosas diferentes, joyitas ocultas de los últimos años que quizás han pasado desapercibidas. No están todas las que son, pero si son todas las que están. Además, y quizás lo más interesante de esta entrada, es que como ya he dicho las he subido todo a MEGA para que, en caso de que tengáis curiosidad sobre alguna, os la podáis descargar sin problemas: simplemente hay que acceder al enlace, botón derecho del ratón sobre la película que os guste, opción Download, Standard Download, y se descargará en unos minutos.


Halloween, el origen (Rob Zombie 2007)

La matanza de Texas (1974), Halloween (1978), Viernes 13 (1980), Pesadilla en Elm Street (1984), Hellraiser (1987) y Muñeco diabólico (1988) fueron las películas que plantaron la semilla de los miedos modernos, terrores que a su vez bebían del giallo italiano y la veneración por los monstruos heredada de los films de la Hammer. El problema fue el absoluto abuso de secuelas, remakes y continuaciones destinadas a coger polvo en las estanterías de los videoclubs. La saga de Halloween es un buen ejemplo: once secuelas, una actualmente en los cines. Obviamente la primera de John Carpenter es la mejor, un clásico que fue rodada en apenas tres semanas y que marcó los patrones de un género que todavía hoy en día se repiten y plagian hasta la saciedad; pero no por ello hay que desdeñar todo lo que se ha producido después, y este remake de Rob Zombie me parece bastante acertado captando el espíritu original de Carpenter y aportando ideas propias.

Amanecer de los muertos (Zack Snyder 2004)

Remake del filme de terror de George A. Romero del director Zack Snyder (Watchmen) Dejando de lado los innumerables tópicos, los diálogos tontorrones y la escasa originalidad, este remake aporta todo lo que un amante del subgénero puede pedir: unos FX sobresalientes, un maquillaje soberbio, escenas de violencia sobrecogedora, actores más que decentes y por supuesto sangre y gore hasta la extenuación. Pocas veces ha habido en la historia del cine de terror un comienzo tan brutal y violento como en esta película, donde se explicita la facilidad con que el mundo que conocemos puede derrumbarse en una sola noche. Aunque deja de lado la sátira moralizante de la original, el thriller de acción mezclada con horror, en la línea de videojuegos survival horror, compensa con creces.

La cabaña en el bosque (Drew Goddard, 2012)

La película es una mezcla delirantemente entretenida de El Show de Truman, Viernes 13 (o cualquier slasher de tintes similares), Battle Royal y el universo lovecraftiano. ¿se puede mezclar ciencia-ficción, humor y terror y que salga bien? Pues quizás solo si tenemos de guionista a Joss Whedon (Buffy Cazavampiros, Los Vengadores) y Drew Goddard (la serie de Netflix Daredevil). La cinta queda claro que no trata solo de cinco chavales a punto de ser asesinados en una cabaña, por eso evitar los spoilers y disfrutar de los sorpresivos giros de guion que os aguardan. Está claro que el paso del tiempo la convertirá en una película de culto.

Martyrs (Pascal Laugier, 2008)

Martyrs es una película excesiva, difícil de ver. Y, como todo exceso, cuenta con su secta de admiradores y su horda de detractores. Los primeros veneran su ferocidad y los segundos detestan su visceral desmesura. La primera parte es magnífica, inquietante, con unos mecanismos de suspense, ritmo y alucinación que consiguen causar verdadero desasosiego y desconcierto en el espectador, entonces se produce un giro que da comienzo a la parte final siendo este último tramo, quizás por el cambio de ritmo, algo más fallido, aunque añade más matices a la historia. Pascar Laugier utiliza para crear esta pesadilla cinematográfica algunos recursos del “slasher” de finales de los años 70 y algún que otro homenaje literario (como “A sangre fría” de Capote o “Los Libros de Sangre” de Clive Barker), con ello quiero decir que no hay nada al azar, y que su director tenía muy claro qué quería hacer.
Martyrs es una de las películas más excesivas, trasgresoras y valientes que he visto, solo apta para cinéfagos acostumbrados al gore. Los demás id con cuidado.

Hereditary (Ari Aster, 2018)

Hereditary tiene un guion repleto de aciertos e ideas, creando constantemente incertidumbre en el espectador. Además la soberbia interpretación de los actores, la puesta de escena y fotografía y, sobre todo, el equilibro entre desarrollo emocional y escenas perturbadoras consiguen regalarnos una película fantástica. Pero también hay que saber disfrutarla: este es un tipo de terror más “lento”, sin tantos efectivísimos, subidas de volumen, sustos o riadas de sangre; es un terror casi contemplativo, no en vano son los mismos productores de la película “La Bruja”, por lo que para poder disfrutarla tienes que tener todo esto en cuenta.

V/H/S (Varios Directores, 2012)

Película de episodios del tipo "found footage", desde la perspectiva de varios cineastas de género. El apartado técnico es impecable en todos los segmentos, la variedad de los mismos hace muy apetecible el conjunto y la calidad indudable de los directores que hay detrás del proyecto convierten a esto en algo totalmente RECOMENDABLE, no lo dudéis, dadle luna oportunidad.

Zombies Nazis 2 (Tommy Wirkola, 2014)

La película empieza justo donde acaba la primera parte, (no es necesario verla, esta la supera en todo) y continúa el enfrentamiento entre los humanos y los zombis nazis, esta vez contando con la ayuda de un ejército de zombis comunistas. La película demuestra un sentido del humor increíble, todas las escenas están llenas de ironía, slapstick y brutalidades gore, muy al estilo de la encomiable Braindead. No os dejéis llevar por los prejuicios que genera su título: es una película muy divertida. A destacar, entre otras, el momento de erotismo macabro mientras suena “Total Eclipse Of The Heart”. Esperando con ganas su tercera parte (tiene escena postcréditos).

La autopsia de Jane Doe (André Øvredal, 2016)

«Jane Doe» es el nombre genérico que habitualmente se otorga a una mujer si se desconoce su identidad a la hora de realizar una autopsia. Øvredal pone en marcha lo que parece un thriller forense, desvelando con habilidad y poco a poco lo que está ocurriendo, y finalmente lo convierte todo en un capítulo de The Twilight Zone donde los sobresaltos gratuitos no desentonan. El film no solo pretende ser efectivo, sino que trata de ofrecer el mejor entretenimiento posible al público más exigente, manteniéndolo en tensión mediante una atmosfera desasosegante y claustrofóbica, que acabará por redimir un desenlace que desgraciadamente no está a la altura pero que tampoco desmerece demasiado el conjunto. Muy recomendable.

Posesión infernal (2013) / No respires (Fede Álvarez, 2016)

Tres años después de dirigir el remake de Evil Dead, una maravilla de la que también pongo aquí un enlace, y con la que nuestro querido uruguayo Fede Álvarez recaudó más de cien millones de euros, rodó No respires. En esta película tres jóvenes se cuelan en la vivienda de un exmilitar ciego con el objetivo de robarle, una historia ideada por el propio Álvarez a partir de la brillante ocurrencia de invertir los tópicos: una home-invasion narrada desde el punto de vista de los asaltantes, un antagonista que en lugar de gozar de superpoderes inexplicables sufría una minusvalía y, por último, se desarrolla en un escenario invertido para el género (la única casa decente de un barrio tenebroso en lugar de la única casa tenebrosa de un barrio decente). Rodada con una cámara que ha tomado muy buena nota del David Fincher, salpicada de sobresaltos efectivos, un sótano con sorpresa desagradable y, sobre todo, con uno de los antagonistas más interesantes de la historia del cine de terror.

La maldición de Hill House (Mike Flanagan, 2018)

Para terminar tengo que recomendar encarecidamente esta serie. Son solo diez capítulos, diez horas de un puzle emocional, narrativo y técnico perfectamente encajado. Son evidentes las referencias a 'El Resplandor' y la adaptación de los 60 de la novela de Shirley Jackson. Pero más allá de eso Mike Flanagan ha creado un universo particular en el que se mezclan todos los clichés y tópicos habidos y por haber en el cine de espíritus y fantasmas. Los dos grandes logros de Flanagan son que en ningún momento cae en la parodia involuntaria, todos los detalles están muy cuidados en este aspecto; por otro lado, consigue evitar la monotonía narrativa sin abusar de efectismos estridentes, algo que podría haber sucedido con previsible normalidad, más aun teniendo en cuenta la cantidad de producciones mediocres sobre fenómenos poltergeist, aparecidos o casas encantadas, en su mayoría películas y series que no han aportado nada (o casi nada) al género fantástico. Sin embargo, cuando las ideas están bien desarrolladas, siempre existe cierto margen para innovar. Otra sorpresa de Netflix. Enlace para descargar por Torrent aquí.

viernes, 26 de octubre de 2018

Escritura automática.

Querida lectora: he de advertirte que estamos entrando en una dinámica destructiva. Suena inquietante, referirse a la destrucción siempre lleva latente una tragedia, pero ahora que he captado tu atención quiero tranquilizarte, en realidad todo es más pueril: lo que quería decir es que somos satélites girando en órbitas excéntricas y asincrónicas, buscándonos y evitándonos a la vez. Como la frontera entre el placer y dolor, entre la potencial adoración e indiferencia entre el escritor y su musa.

Entiendo tu prudencia: somos lo que escribimos, pero no siempre. El terreno de la ficción se alimenta de una parte esencial y otra especulativa. Es fácil desear a ciegas, guiados por la belleza de algunas palabras, de algunos gestos. Sin embargo, ¿es posible encapricharse de un cerebro, querer acariciar las manos que escriben los textos que te emocionan? Yo creo que sí, aunque forme parte de esa dinámica destructiva de la que hablaba antes, del caos apoderándose de nuestras pequeñas esperanzas. De momento estamos seguros, somos tan ajenos como impredecibles, tan extraños como deseables. Quizá ahí esté el truco, la clave de nuestra virginidad conceptual.

            Por eso te escribo presa de un súbito ataque de melancolía, atemorizado ante el anonimato que marchitará todas nuestras posibilidades. Te propongo que seamos valientes, que nos convirtamos en devenir y casualidad. Y como primer paso dejemos el sexo como mera cuestión epistemológica, vayamos a lo importante: enséñame tus aristas, tus desequilibrios, el color de tus pensamientos, los defectos que no compartes con nadie; ayúdame a entenderte. El amor es un allanamiento de identidad, una impudorosa aceptación, una alegre emancipación de todas las etiquetas. Ven, atrévete, coge mi mano, desnúdate, enséñame tus heridas, canta conmigo, llueve conmigo. Hagamos una locura. Sálvame. Sálvanos.


******

Puedo creer que he tocado fondo, sobrepasado ya el nivel crítico de frustración. Puedo sonreír a los niños que juegan en el parque cuando, en realidad, quiero estampar sus sesos contra el suelo. Puedo mantener un trabajo precario durante ocho años y que no parezca un fracaso vital. Puedo albergar pulsiones suicidas, tener la certeza de que la cuchilla y el agua tibia, o el monóxido de carbono, siempre serán una opción, una válvula de seguridad que me permite no ser aprensivo con mi futuro. Puedo dejarme llevar por el camino del exceso y beber y drogarme como si estuviera más cerca de los veinte que de los cuarenta. Puedo masturbarme, saboreando el dolor físico y mental, rememorando cada oportunidad perdida, cada recuerdo en toda su salvaje intensidad. Puedo leer libros de forma compulsiva intentado buscar alguna justificación, alguna idea que permita llenar el hueco existencial que ha provocado desechar la religión, la familia, el trabajo y el consumismo como forma de vida.

Puedo cerrar los ojos, respirar hondo y saltar por la ventana. Puedo dejar abiertas antes las espitas de gas y acabar con medio vecindario. Puedo reivindicar un espacio propio, e ignorar las advertencias y amenazas de una dictadura disfrazada de democracia. Puedo revolcarme en la autocompasión, en mis complejos y manías, ser un masoquista y volverme también despiadado, porque ambas tendencias siempre van unidas. Puedo tener esperanza en el futuro como máxima utopía desechable. Puedo odiar a Bukowski por decepcionarme. Puedo autoengañarme e ignorar mi pasado, y así repetir los mismos errores una y otra vez. Puedo arrastrarme al hedonismo más trivial, hasta que la inanidad y la falta de estímulos cause mi embrutecimiento y obliteración neuronal. Puedo obviar mi falta de talento y enfadarme con la sempiterna página en blanco. Puedo ser pedante y causar sonrojo mayúsculo por mi falta de contención. Puedo presumir de soledad cuando lo único que pretendo es esconder mi pusilanimidad.

            O puedo seguir con este blog. Y ver qué sucede.

jueves, 25 de octubre de 2018

Insomnio de isla, huella de amor amortiguada, tilos aplastados, luz de otoño en labios de ceniza, botellas sin mensajes, zapatos mojados en el retrovisor. La soledad es universal y no admite matices. Grandilocuencia.

Tus manos tienen el poder de acariciarme sin contacto, de transformar azar en certeza. Tus manos, piel dibujándose más allá de huesos y arterias, respiran libertad cuando sonríes. Tus manos son una voz amiga en tierra extranjera, una pausa entre tormentas, cuando las gotas de agua repiquetean con elegancia sobre el petricor. Tus manos son kilómetros de paisajes, ríos deslizándose por la corteza de mi soledad.

Pienso en tus manos de forma obsesiva, en su roce fugaz con las mías. Dedos deslizándose, subiendo y bajando, celebrando la carne, abriéndome el alma, ardiendo entre las mías, encajando sin resquicios, con la presión perfecta para el delirio. Unas manos que escriben, componen, susurran, gritan, destruyen y crean. Que acarician mi sexo, que cubren mi boca.

Tus manos son el asidero al que agarrarse cuando todo se vuelve difuso. Manos atadas al cabecero de la cama, crispadas por el orgasmo derramado, obligando a las mías a masturbar el espacio que todavía existe entre nosotros. Manos que mutan entelequia y dolor en instante y placer, la eternidad de sus líneas hundiéndose en mi decadencia vital, dejando atrás dos cuerpos temblorosos, aislados por fin del ruido y la furia.

Quiero sonreír para que tus dedos dibujen mis labios justo antes de besarte. Quiero morir para que cierres mis ojos con tus manos. Llueve afuera. Llueve dentro. Llueve en todas partes.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Crítica de la serie de Netflix 'Maniac'

Llegué a esta miniserie (diez capítulos y sin segunda temporada) con unas expectativas bastante altas, no sólo porque las primeras imágenes que se filtraban era muy inquietantes y llamativas, sino por los responsables del proyecto: Cary Joji Fukunaga y Patrick Somerville, el primero, guionista de la última adaptación de IT al cine y director de True Detective -la inigualable primera temporada-; el segundo, guionista de The Leftovers, una serie de culto. La historia también tenía mucho potencial, y más aún los actores: Emma Stone interpreta a la Annie Landsberg, una joven drogodependiente trastornada por su pasado y adicta a un fármaco que testan en un laboratorio. Por otro lado tenemos a Jonah Hill interpretando a un hombre con rasgos psicóticos que es extorsionado por su familia, culpable de muchas de sus obsesiones, para librar a su hermano de un escándalo judicial. Los dos se deciden a participar en el ensayo clínico de una empresa farmacéutica. El tratamiento, creado por James Mantleray (Justin Theroux se marca la mejor escena de presentación de un personaje en toda la serie), promete que, si se toma una secuencia de pastillas durante tres días, puede arreglar cualquier problema de la mente humana y “erradicar todas las formas innecesarias e ineficientes del dolor humano”.

Una vez entramos en las instalaciones donde permanecerán durante tres días, los episodios se dedican a mostrarnos el subconsciente de los dos protagonistas a través de experiencias generadas por una inteligencia artificial (que tiene personalidad, emociones, y empieza a resultar un problema según avanza la serie) en la que vemos a los personajes asumiendo otras identidades. Siete de los diez capítulos de Maniac relatan esos viajes mentales, con giros propios del surrealismo, cada uno con una estética y género distinto: en plan James Bond, El señor de los anillos, América profunda en un homenaje a los hermanos Cohen… la serie es una mezcla rica, ecléctica e innegable de varios títulos y autores: Eternal Sunshine of the Spotless Mind, de Michel Gondry, un poco de la esencia distópica retro de Blade Runner, “Her” de Spike Jonze o "I'm here" o en "Moon" de Duncan Jones.

Quizás el problema es la desconexión y la falta de calidad de algunos de esos capítulos; no se sabe aprovechar los códigos de las representaciones oníricas y se sienten impersonales, más como una serie de sketches. Da la sensación de que los guionistas quieren abarcar demasiadas cosas pero no acaban de encontrar el tono, y se queda en un ejercicio curioso y estéticamente encomiable, pero muchas veces superficial a nivel de guion.

Sin embargo, a pesar de dejar al espectador descolocado con su humor, sus situaciones absurdas y extravagantes y sus abruptos vaivenes de calidad, es una propuesta diferente, y eso siempre es de agradecer. Naturalmente Black Mirror (por poner un ejemplo) es muy superior, pero mientras llega una nueva dosis no está mal disfrutar de Emma Stone, su interpretación es potente y conmovedora, y es impresionante la expresividad de sus ojos en los primeros planos. En definitiva, no es la mejor obra de Cary Fukunaga, pero sí es, probablemente, la más personal; y aunque no es una serie para todo el mundo, sin duda es una de las más interesantes de Netflix en lo que va de año. Ah, y tiene escena postcréditos.

domingo, 14 de octubre de 2018

Anne Sexton (1928-1974)

DESEANDO MORIR 

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.

Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.

Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo, 
he aceptado su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina
sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden
olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,

y a pesar de todo ella me espera, año tras año, 
para reparar delicadamente una vieja herida, 
para liberar mi aliento de su dañina prisión.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto,  una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso
Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

LA BALADA DE LA MASTURBADORA SOLITARIA 

El final de la aventura es siempre la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te encuentra ausente. Horrorizo
a aquellos que están cerca. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.

Dedo por dedo, ella ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La toco como una campana. Me recuesto
en la enramada donde tú solías montarla.
Me tomaste prestada sobre las sábanas floridas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Toma, por ejemplo, esta noche amor mío,
En la que todas las parejas se unen
con giros compartidos, debajo, arriba,
el dúo abundante en esponja y pluma,
arrodillándose y empujando, cabeza con cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.

Salgo de mi cuerpo de esta forma,
un milagro molesto. ¿Podría
exhibir el mercado de los sueños?
Me abro. Me crucifico.
Mi pequeña ciruela le decías
De noche, sola, me caso con la cama.

Después llegó mi rival de ojos negros.
La dama del agua, alzándose en la playa,
con un piano en la punta de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Y pasé a ser la escoba vieja.
De noche, sola, me caso con la cama.

Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de oferta del perchero
y yo me rompí igual que una piedra.
Te devuelvo tus libros y las cañas de pescar.
El periódico de hoy dice que te has casado.
De noche, sola, me caso con la cama.

Chicos y chicas son uno esta noche.
Se desabrochan blusas. Se bajan las braguetas.
Se quitan los zapatos. Apagan la luz.
Las trémulas criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente, bien saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

LOS BOMBARDEROS 

Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado 
y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos,
América?