Camino por Callao con los ojos cosidos en nieve. Nadie se
fija en mí, otro amanecer inmóvil de figuras de cera ¿Cómo me sueñan los
dioses, me tratan como una iglesia hueca y abandonada? No hay besos ni cruces,
solo el aliento gris del cemento mojado acercándose veloz para aplastarme. No
puedo. En este mismo segundo alguien muere, orgasma, dilata, defeca, sueña,
fracasa, resbala, duda, cae, siente un sabor metálico en la boca, deja un
mensaje de carmín en forma de risa desnutrida o vómito de carne.
Musa. Fetiche. Ofrenda. Basura. Cadáver. Si me dejas
anidar en tu mano me desvestiré de existencia y aire. Habitar no es vivir, penetrar
mis huecos no es poseerme. Encuentro sonrisas llenas de imperfección debajo del
edredón, un sótano sangriento que transforma a la niña en mujer, a la mujer en
loba esteparia. Trago trozos de bombilla que me oscurecen garganta abajo y me
hacen recordar. Me chupas. Me follas. Sucedo
debajo o encima de ti. Silencio. Me quedo ahí, semidesnuda de calor, tirada,
dormida como un feto, la inocencia diluyéndose entre mis piernas.
Emparedada en esta cárcel de piel y huesos, el
rascacielos de mi mente tiene forma de ataúd, de precipicio, las palabras
resuenan incomprensibles en mi nuca, pechos de flor y desorden, busco un ahora que las manillas del tiempo no
acuchillen con prisa, consumo y egoísmo. Vivo una verdad inexacta que me hace
feliz, como mucho, tres veces al año.
Olvido el poema. Un teléfono suena. El aire empieza a
sangrar.
La vida es un conjunto de expectativas y decepciones, y a
veces algunas sorpresas que te permiten idealizar el tiempo que te queda por
delante.
Aunque en filmaffinity tenía
una nota media de ocho, había un cierto murmullo en el ambiente, algunas
opiniones negativas. Pero estaba esperanzado es que simplemente fuera
consecuencia del agravio comparativo al ser El caballero oscuro
una película excepcional. Es de esas películas que a pesar de durar casi tres
horas las disfrutas sin mirar en ningún momento el reloj. Luego hablas y hablas
de ella, la despedazas, la vuelves a montar y sigue brillando. Gracias a ella y
a Watchmen
-aunque esta no haya tenido ni la mitad de éxito-, se abrió una nueva forma de
hacer cine de superhéroes, porque seamos francos, Batman Begins
tampoco era especialmente buena.
En cualquier caso hablamos de Christopher Nolan, desde su
debut con Following,
la podéis encontrar en versión original por torrent, pasando por El truco final (El
prestigio), Origen,
Insomnio –más
floja- y la soberbia Memento,
teníamos a un director que nunca había decepcionado. Guiones estudiados al milímetro, tratando al espectador como alguien inteligente, exigiéndole a su vez un esfuerzo para disfrutar totalmente de la película.
Por eso intenté ser práctico, acudir sin prejuicios,
sabía que era muy difícil que superase la segunda parte, pero bueno, Batman es
mi personaje de comic favorito, Tampoco iba a exigir demasiado a Nolan, un poco
más de su habitual receta: épica, acción, tres horas de buen cine, incluso si
quería hacerlo al estilo Los Vengadores, no me
importaba.
A la hora miré el reloj por primera vez. Intente no
preocuparme. Pero a la hora y media ya no pude evitar empezar a despotricar. Me
sentí igual que cuando vi “El ataque de los clones” con ganas de matar al
director y a los productores.
Vamos a ser justos, Nolan ha leído los comics –cosa no
muy habitual por otra parte-, se nota en muchos detalles, la recreación de la
lucha con Bane, algún diálogo suelto, el collar de perlas de su madre,
etcétera. El error es que ha leído los comics equivocados, ha intentado recrear
la saga “Tierra de nadie” cuando esta da mayor importancia a la policía, a los
personajes secundarios, cuando realmente no funciona del todo en el cine. Bane,
dejando aparte el doblaje atroz, resulta interesante como némesis, pero no
sirve durante toda la película. Luego la parte de The Dark
Knight Returns de Frank Miller tampoco funciona tal y como la plasma él. En
esa saga pasan diez años, es un futuro mucho más distópico, aparecen otros
superhéroes, y las acciones de Batman son mucho más lógicas. Además, ese es un
relato intimista que tira de voz en off, recurso que Nolan no utiliza en estás
películas, por eso cuando los secundarios fallan, Batman no consigue empatizar
con el espectador.
Con esto quiero decir que, como lector de comic y
espectador, sé lo que Nolan ha intentado hacer. Pero el resultado ha sido
horrible, y él, en la sala de montaje, tendría que haberlo advertido. A nivel
general la película adolece de una total falta de ritmo, es aburrida, los
personajes secundarios no tienen ni una sola línea de diálogo digna, hasta los
que en las otras películas funcionan aquí están desdibujados, las escenas de
acción, siendo buenas, no son épicas. La banda sonora es aburrida por
repetitiva, Batman apenas aparece, y Bruce Wayne no resulta ni la mitad de
interesante que la meretriz de la cucaracha del baño.
Catwoman parece Batgirl, una niña mimada que roba el
coche a Batman y le toma el pelo siempre que quiere, pero de buen corazón.
Vamos por favor. Catwoman es una prostituta que sabe algo de artes marciales,
una dominatrix que viste de cuero, que nunca llevaría el pelo largo. Hasta Michelle
Pfeiffer tiene una estética mejor escogida. Un desastre. Alfred –Michael Caine-
llorando en las dos escenas que tiene. Morgan Freeman dos escenas sin
contenido, el policía que quiere ser Robín que vaya al casting del Capitán América
y nos deje a todos en paz, los finales de Bane y Thalia, la hija de Ra's al
Ghul, son de pandereta, de esas veces que tienes ganas de ir al baño y no
volver.
Las escenas dramáticas o redención, como la de Bruce
Wayne con la columna destrozada –se la curan con un golpe en la espalda y
colgándole como un jamón- donde solo puede escapar de una cárcel dando un salto
pero sintiendo miedo a morir (¿WTF?) son largas y bochornosas para cualquier persona
mínimamente inteligente.
Y el final es tan absurdo y carente de sentido en la
mitología de Batman, que bien podía haber terminado con Nolan escupiendo a la
cámara que me hubiera sentido igual.
En resumidas cuentas, y a pesar del sentir general –joder,
hasta aplaudieron al final de la película-, la realidad, al menos mi realidad,
es que la película es basura. Una gran y enorme basura, primero por el
potencial desperdiciado, segundo por joder la trilogía, tercero por hacerme
perder mi tiempo, y cuarto, Nolan, por favor, tú sabes hacerlo mucho mejor.
Y para los que no les gusta leer, la nota directamente:
2.5 (sobre 10, naturalmente)
El canto de plañidera es una nevera vacía donde juegan
las ratas,
el éxtasis después de la agonía es el amor que se aprende
de los que fueron y ya no son.
La esperanza es una canción sin letra, como la mejilla
seca de una flor que encuentras entre cartas de amor llenas de polvo.
Y antes de que el musgo cubra tus labios y borre su
nombre de la tumba,
recuerdas que no soportaba vivir en voz alta, enamorada de un silencio con forma de corpiño.
La conjetura no deja de ser un mar sobre un mar, un
pasillo embrujado que oculta un tú
dentro de un yo.
Y ningún revolver cargado podrá deshacerlo.
**
Te gustan los charcos, las canicas, los laberintos
emocionales que llenan la boca y despellejan rodillas, la poesía que huele a
habitación estancada, sudor y sexo, los cigarros que se apagan en los dedos
mientras escuchas a los cipreses llorar por el viento.
No te gusta pertenecer a las cosas, a la gente. Quieres
ser una piel demolida a golpes de besos y abrazos, quieres ser la tinta derramada que
transforme el dibujo, quieres iluminar una habitación con tu saliva y recordar como
las mariposas brotaban de tu coño y se posaban en mis manos antes de morir.
**
Rojo. Rojo insomnio. Como el vino de rosa putrefacta, como unos ojos cobrizos pasados
por el tamiz del deseo, como el carmín de una puta, el virgo granate, el rubor
escarlata, como los rubís que anidan entre tus piernas, como el mar desencantado ante un atardecer de mal presagio. Y allí donde mire el mundo es rojo, mi querida pelirroja, una herida abierta que sigue supurando tu ausencia.
Bolaño está sobrevalorado, como casi todo lo que nos
rodea, pero luego tiene frases, vulgares en su obviedad, que te dejan pensativo:
"La soledad sí que es capaz de
generar deseos que no se corresponden con el sentido común o con la
realidad."
Y es terriblemente cierto. Es llamativo cómo funcionan las
relaciones humanas. Tropiezas con una persona entre millones, casualidad más
que causalidad, una copa de más en una noche en la que te sientes solo, y
quizás por ello más receptivo o desesperado. Inicias una conversación. Las
palabras son anzuelos. Quizás os guste el mismo escritor o el mismo grupo
musical, quizás solo te gusten sus ojos, o sus tetas. En cualquier caso intentas
que el encuentro se repita. Todo es muy endeble al principio. Pero los
matrimonios suelen surgir así, en un cine lleno de asientos vacíos, sin que tenga
nada que ver el puto destino. La vida es un tapiz que te da la espalda y que intentas
desentrañar mientras eludes las trompetas de la justicia poética.
Sigues por tanto sincerándote, construyes una amistad llena de pequeñas confidencias
y dependencias. Y finalmente verbalizas el deseo sexual.
Aquí se nos presenta una situación curiosa. Ella ni
siquiera es demasiado guapa, tampoco inteligente, pero claro, ¿qué es la
inteligencia? Dicen por ahí que hay siete tipos, que normalmente todos
destacamos en alguno. No deja de ser una forma condescendiente de hacernos
sentir especiales, cuando solo somos la mierda cantante y danzante, catastralmente
mediocres. Y eso sin hablar de los adictos a la televisión, los deportes y las mayorías
absolutas del PP, que además son idiotas especializados.
Nos rodea una engañosa pátina cultural que nos hace escupir
las opiniones más vanguardistas o populistas –el sofisma de la mayoría siempre tiene razón- como
robots, esquivando el sentido común, sin discriminar la información, sin
tomarnos el tiempo necesario para pensar una respuesta. La inteligencia por el
contrario, te deslumbra, te sorprende.
Esta chica no lo es. Como coartada escribe poemas llenos
de filigranas que son clichés de pura mierda, sucedáneos sin alma, una página
al azar del diccionario de sinónimos. Dan vergüenza ajena pero se mueve en un
circo en el que todos aplauden y ríen.
A pesar de eso te empiezas a hacer ilusiones, quieres
intentarlo, quizás confundas vacuidad con introspección. Pero es una mala
decisión, porque descubres demasiado tarde que nuestra protagonista es una
calientapollas. El pensamiento visceral que surge es que además es una
mentirosa, ¿cómo llamarías sino a una mujer que verbaliza toda clase de sentimientos
para luego, como un cervatillo ante los faros de un coche, quedarse paralizada
cuando quieres algo más?
Si fueras un mero espectador admirarías lo intuitiva que
se muestra al dosificar su morbo, pero claro, eres su víctima. A pesar de todo,
siendo justos, tienes el corazón en la bragueta y por eso perdonas o relativizas
vuestras incompatibilidades, por eso sigues creando entelequias haciendo caso
omiso de su falta de acción, pintando un premio sobre una imagen cada vez más
irreal.
Pero un día la niña-mujer tiene un despunte de
pragmatismo cartesiano, le preocupa salir de las sombras y provocar mi
decepción, mi bostezo. Por eso, con una vulgar excusa, apaga mi foco y huye con
una sonrisa ofendida. Al día siguiente, lo que ella considera un lapso de tiempo prudencial, se levanta la falda para que puedan olfatear su ropa
interior con facilidad. Así es el juego. Esta vez pondrá su coño, su culo y su
boca. Y será más o menos feliz. No conmigo claro, con un satélite en forma de
perro, ha comprendido que es más sencillo mirar hacia abajo que hacía arriba. Un razonamiento normal para un alma aguada.
Por eso tengo que borrarla, escupir en su recuerdo, quemar
sus cartas, hacer desaparecer su huella física. Emparedar su número de
teléfono, convertir su voz y sus canciones en un sonido grimoso y desagradable.
Pero al final no requiere tanto esfuerzo, ella es como
uno de esos árboles de navidad artificiales que despojados de adornos caben en
una caja minúscula de cartón. Menos que nada. Un mareo carente de significado,
que ahora, desde tan lejos, no entiendes como ha sucedido.
Si no traduces alguna letra o disfrutas de alguna
grabación en directo, se tiende a pensar que Joy Division está sobrevalorado. “…en una habitación sin ventanas, en una
esquina, encontré la verdad. Interpretando tu muerte con sombras chinescas”
No suele haber justicia poética, solo revisionismo peor o mejor encauzado, como
The Killers destrozando Shadowplay.
Sigue siendo una de mis tres opciones preferidas para la banda sonora de mi
suicidio. Siempre hay malos ejemplos. Taxi Driver, esa enorme crítica a la
sociedad americana que nadie entendió, siendo encumbrada precisamente por eso.
Bukowski, ese viejo indecente con suerte, chapoteando sobre el teclado mientras
su mente pierde el equilibrio en el borde de un vaso. ¿Hay una libertad real ahí?
Ahora estoy en su fiesta de despedida, con los demás
imbéciles del trabajo. Uno a uno mostrando sus sonrisas como piezas de dominó,
la retórica ahogándose en maniqueísmos, bromas de mal gusto, coqueteos y
desmembramiento público. Pero es la última oportunidad que tengo de disfrutar
de Leonor. Cada vez estaba más agobiada por esta sensación de supervivencia perpetua
que hay en España, como si cada día fuera una fotocopia gris del anterior. Por
eso se va a Londres, ha conseguido un buen trabajo, quiere divertirse, mejorar
el idioma, sorprenderse, y cuando esté agotada la experiencia irse a otra parte.
Tiene la elegancia de no presumir demasiado.
Leonor tiene el pelo azabache cuervo y los ojos grises,
inteligentes, tristes, inquietos, vívidos. Tiene una nariz insolente y los
labios muy finos. Se le forma una pequeña arruga en la comisura cuando no le
gusta algo, como si no se atreviera a fruncirlos del todo. Es menuda y de
pechos pequeños, voluptuosa pero delicada. Apenas lleva cuatro meses trabajando
con nosotros, pero solo por la manera que tiene de echarse el pelo atrás y
mirarte de reojo ya fue capaz de enamorarme el primer día.
Cuando dejamos el restaurante y nos dirigimos a una
discoteca cercana, pienso que sería demasiado melodramático pedirle que se quedase
o sugerir un primer y único encuentro sexual. Siempre la he observado de lejos,
no sé cómo reaccionaría, quizás se mostraría cínica o bromease alegremente.
Me dedico a beber mientras ella baila rodeada de idiotas.
Hiere la sensibilidad verla en un lugar tan mezquino, como un Van Gogh en un
garaje. Decido entre la tercera y la cuarta copa salvarla a pesar suyo. Pero
justo cuando me desprendo con un sonido hueco de la barra alguien se abalanza
sobre ella y le asfixia la boca. No suena el trueno de la bofetada y para mi
sorpresa es correspondido con animosidad. Al final alguien tendrá su ración de
sexo esta noche.
Consigo acercarme sin que el orgullo me haga trastabillar
y me despido de ella. “Te deseo suerte,
el amor está sobrevalorado, pero a pesar de eso te quiero” Hay demasiado
ruido para que haya podido oírlo, pero por si acaso me doy la vuelta y huyo
rápidamente.
El taxi me deja en casa. Pienso en llamar a una puta,
desfondar la conciencia, amargar el placer, un poco de compañía. Pero ya es
demasiado tarde incluso para eso.
Justo cuando me voy a rendir llaman a la puerta. Son las tres de la madrugada, ¿quién cojones será? Abro pero no hay nadie. En el
suelo hay un paquete. Lo abro. Es un mapa antiguo de tela con varias zonas señaladas,
y en una esquina, bordado con letras doradas, la siguiente leyenda: “El mapa de la vagina de oro”
Beso a la botella en ausencia de labios más cálidos. Meses.
Mi barrio es un gueto. Ruidoso, hediondo. Perros y humanos corroyendo el
silencio. El calor estrujándome los huevos. Me masturbo como última opción de
amor, pero la cabeza ensangrentada de un niño desborda el coño en primer plano,
y los gemidos pasan a ser gritos.
Exceptuando en los trabajos vocacionales o relacionados
con el arte, el resto, la mayoría, capitalizan nuestra identidad, ahogándola en
un trabajo agotador donde solo somos un número, una pieza más en la cadena de
montaje. Simultáneamente en todos los países hay miles de personas haciendo lo
mismo que tú, utilizando los mismos programas, las mismas maquinas. Podrían
sustituirte millones de personas y nadie notaría la diferencia. Sin embargo la
mayoría se retrata en sueldos, en cargos nominales. Si por ejemplo dices que te
gusta escribir, enseguida te preguntan:
¿has publicado algún libro, has ganado dinero con ello? Si no produce
dinero, no tiene valor. Incluso en las escasas ocasiones que hablas del blog la
gente –peyorativo- te sugiere poner publicidad. Presumimos, con cierta pulsión
sexual, de los cargos en nuestra tarjeta de crédito abducidos por el
capitalismo. La casa, la televisión, el coche, las tetas, el móvil, la ropa, las
joyas, todo lo más grande, caro y destacable posible. Que incongruencia buscar
marcas o etiquetas que nos representen, cuando la única huella personal y real
que podemos plasmar es con algún hobbie creativo. Y matizo que viajar sería una
buena inversión sino cayéramos en el síndrome del turista que nos obliga a
inmortalizar todo a través de una cámara de fotos y luego subirlo al Facebook.
Deberíamos de tener un monitor en el antebrazo con
nuestros datos, por ejemplo la vida que nos queda, quizás nos ayudaría a no
tragar tanta mierda y decir basta antes de acostumbrarnos al sabor. También se
podría ver las reservas de amor, de inocencia, de generosidad. ¿Tienes todavía
inocencia que gastar, amor? Adelante. Hay demasiados jugando a las canicas con
los sentimientos ajenos. Pensad en todas esas personas solitarias, tímidas,
ovilladas en su soledad, con todo el amor intacto todavía, mientras tú sigues
perdiendo el tiempo rastrillando empatía en el desierto.
Vivimos tiempos acelerados, resumidos, de números que
crean estadísticas. Twitter y sus ciento cuarenta caracteres, no hay tiempo
para la noticia, solo para el titular. Las relaciones también se miden con un
número. Si sufres por una ruptura de seis años la gente se acomoda a tu lado,
si lo haces por una de tres meses bufan y esquivan tus quejas. ¿De qué sirve
publicar diez libros si son todos basura? Mil amigos en Facebook, una colección
de cromos inservible. Citas que se prostituyen de libros que nunca se leen.
Aforismos que realmente no significan nada fuera de su contexto.
Alguien dice: “mi
blog tiene 100.000 visitas” 350 seguidores, 200 visitas diarias” ¿ese es el
único resumen? Como si no se tratara tanto de ofrecer –palabra
con reminiscencias de obligado altruismo-, como de ofertar
-palabra que implica vender un producto- un número bonito y más grande
que los demás.
Las estadísticas genocidan el talento. Hay excepciones: me
estás leyendo. Pero en Blogger fíate más de los pináculos de soledad, sin imágenes
música, comentarios o seguidores, solo el texto en blanco emborronado con
letras. Porque las fotos en bikini rodeadas de faltas de ortografía o la poesía
rancia que huele a mierda en todos sus lugares comunes son legión, y es fácil
perder la esperanza.
Supongo que todo esto viene porque me acojona un poco tener
tantas visitas. Menos mal que a partir de la segunda botella me importa todo
una mierda y surge esta especie de grito/vomito conceptual que nadie suele
entender.
Ah, esa metástasis de sentimientos que es el amor
furtivo, fugaz, idealizado, solo cuatro líneas sin talento que rebotan en tu
mente, en tu cuerpo.
Notando la desesperanza de una mariposa que sube desde el
estómago para morir en tu garganta.
Ahogando lagrimas que sienten nostalgia de un perfume, del
sexo con caricias, de historias con voz rara.
Te gusta perseguir imposibles, absurda, buscando ser
inolvidable, pero te deshaces, arqueada contra la pared, como la nieve.
Puta nieve. Efímera y blanca.
Tan fría que todos resbalan sobre ti, incapaces de dejar
una huella en tu paisaje, protegida como estás por la oscuridad.
Pero en ocasiones, de forma extraña, sin que sepas explicarlo, aparece alguien que te derrite y transforma en marejada.
¿Por qué nos gusta acariciar la cicatriz si todo acaba en
hojarasca de otoño?
Solo somos esquinas en círculo forcejeando por compartir
algo trascendente. Buscando la presión, el calor, la huella adecuada.
Por eso te regalo esta poesía.
Así, cuando pases por ese
portal vacío que mira con sorna la ausencia de amantes, sabrás que siguen follando en otro lugar. Y les podrás
dedicar, si quieres, un sueño. O una sonrisa.
Destino es una palabra romántica, y por tanto irreal y
estúpida, el miedo al caos utiliza ese tipo de palabras como cobarde cancerbero
de la conciencia.
Aunque un blog, al igual que un diario, que cualquier
apunte perdido en una libreta, no deja de ser algo efímero –me encanta esta
palabra- también podríamos ir más allá y llegar a la conclusión nihilista de
que todo lo es, incluidos nosotros mismos, todos nuestros orgasmos, triunfos,
fracasos y experiencias. Tantos anhelos para al final morir mirándonos el
agujero del calcetín, rodeados de nada y de todos, con miedo, con necesidad de
más, recordando las sobadas palabras del replicante de Blade Runner.
Y aunque escribir es como hablar el idioma de los
aeropuertos, como descubrir que los finales son bendiciones contradictorias, es
un consuelo saber que siempre puedes editar, añadir, quitar, mejorar. Siempre
hay una segunda oportunidad para arreglar las cosas, para pedir perdón, para
comprender sin límites de tiempo ni consecuencias, como si el espíritu de la
escalera claudicase ante el perfeccionismo de tus dedos. Puedes rendir un
homenaje, o parodiarte. O cambiar los detalles. Aunque eso ya lo hace la
memoria.
Ángel tenía un restaurante familiar, de esos pequeños, de
comida casera, acogedores, de los que todos conocen el nombre de los demás y
siempre hay conversaciones de mesa a mesa. Fui allí durante diez años. Conocí a
su mujer que era la cocinera. A su hijo que le ayudaba aunque odiaba ese
trabajo y quería ser militar. Y a Ángel en particular, que había sido torero y
había disfrutado de cierta fama hasta que tuvo una tremenda cogida que le
lastró con una cojera de por vida. Los dos últimos años fueron malos para el
negocio, pero también para su carácter. No era feliz, no hacía feliz a la gente
de su alrededor. Cuando pasas tantas horas implicado en un negocio es
comprensible que te obsesione, que se convierta en su vida. El último año
empezó a tener mareos, cada vez estaba más cansado. Tenía incluso momentos de
insensatez con su familia, con los clientes de más confianza.
En julio ya era
evidente que le sucedía algo. Tuve una conversación al respecto, le dije que no
veía sentido a que estuviera todo el día trabajando, que adelantase las
vacaciones, o que al menos cerrase una tarde para ir al médico. Él me miro con
cierta suficiencia y desdén y me replicó que había que ser responsable. A
finales de esa semana su mujer consiguió convencerle para ir al médico. Era demasiado
tarde, el tumor que le provocaba los mareos, el malestar físico, los cambios de
humor, acabó con su vida quince días después, con tan solo cincuenta y un años.
Y aquí, entre la segunda y la tercera cerveza, me he
acordado de él, de sus conversaciones, cuando alguna vez estábamos solos en su
restaurante los sábados y se emocionaba contándome alguna de sus faenas, o
aquella vez en París cuando estuvo con tres mujeres diferentes la misma noche.
O cuando preparaba sus postres caseros, las torrijas, los flanes, y dentro de
lo que cabe, se le veía feliz.
La historia no es muy amena, ni encierra ninguna
conclusión. Simplemente sucedió.
Moonlight Antes de lograr
audiencia sufrió un parón por la huelga de guionistas del 2007. Más adelante la
cancelaron con solo dieciséis episodios. Comparte
muchos rasgos con Forever
Knight, la serie de los ochenta, el protagonista es un vampiro que se hace
pasar por detective privado e intenta controlar a los de su especie y compensar
su status. Tiene un toque romántico gracias a Sophia Myles,
que solo con su pasiva belleza ya engrandece la serie.
True
Blood Está basada en los libros de Charlaine
Harris. Es divertida, buena banda sonora, guión tirando a mediocre. Pero
seamos sinceros, después de la segunda temporada lo que nos llama la atención
aparte de Pícara, perdón, Sookie Stackhouse son los momentos de sexo y
violencia. Cuando aparecieron las hadas ya supe que era la típica serie, como
Fringe, que vería a ratos. Pero he aquí que ahora, en este verano insulso en
que gasto mi vista delante del monitor, los últimos cuatro episodios de la
quinta temporada me han entretenido bastante.
The
Vampire Diaries Basada en la saga literaria del mismo título de L.J. Smith.
Versión Glee de True Blood.
Adolescente enamorada de dos hermanos vampiros (uno bueno y otro malo) que se
disputan el alma de la chica. Si tienes más de quince años no reconozcas que
gastas tu tiempo en estas cosas.
Buffy
the vampire slayer La diferencia con la anterior es que está es muy
divertida, un referente popular. Efectos especiales cutres, situaciones y giros
de guión auto paródicos, amor adolescente, artes marciales, magia. Un
divertimento que al final te enganchaba y que se reinventaba en cada nueva
temporada. Sigue en comics.
Blood
Ties no me parece destacable. Being Human es de la
BBC, un vampiro, un hombre lobo y Annie, una fantasma deciden intentar
compartir piso de forma civilizada. Solo por la propuesta bien merece la pena
ver un episodio.
Películas:
Nosferatu
(1922) Obra clave del expresionismo alemán, un clásico del cine de vampiros en
el que queda grabada en la memoria el terrorífico Max Schreck, un ser
esquelético de mirada sobrecogedora, uñas largas y orejas puntiagudas. La
siguiente destacable es Drácula
(1931) de Béla Lugosi. Todas las películas de Hammer Films son pequeñas joyas,
la primera fue Horror of Dracula (1958), protagonizada por
sus actores ,Christopher Lee (Conde Drácula) y Peter
Cushing (el cazador Abraham Van Helsing) Los vampiros de la Hammer
Films se caracterizan especialmente por la abundancia de sangre y efectos
derivados, decorados góticos y coloridos, ambiente macabro y sexualidad
explícita.
El
Baile De Los Vampiros (1967) Inmensa película paródica de Polanski, con un
final agridulce, y con una Sharon Tate pletórica que luego sería víctima, ya
embarazada del director, de Charles Manson y su banda.
Bram Stoker's Dracula (1992) Francis Ford Coppola. Una
de las mejores aproximaciones al libro.
Abierto
Hasta El Amanecer (1996) Guión de Quentin Tarantino y baile con serpientes
de Salma Hayek, ¿Qué más se puede pedir?
The Addiction (1995) y El Ansia (1983). Versiones más filosóficas y de
culto del vampirismo.
Lesbian
Vampire Killers Un intento moderno de recordar las películas de la Hammer
sobre Carmilla, que tendían a mezclar el erotismo –o la pornografía en el caso
del director Jesús Franco- con el vampirismo. Nada interesante.
Déjame
entrar (2008) La única joya destacable de los últimos años. Oskar, un niño
de doce años que es acosado por sus compañeros de colegio, encuentra consuelo
en su amistad con Eli, una extraña niña que en realidad es un vampiro. Hay
amor, silencios, y un rastro de cadáveres entre los dos.
En el anime hay algunas escaramuzas con el tema, a nivel
personal me gustaría destacar los cuatro Ovas de Vampire Princess Miyu.
Trata de Miyu, una joven vampira con sangre humana que lucha contra los
Shinmas, vampiros que no solo se alimentan de sangre sino de las emociones más
negativas de los humanos. Un diseño maravilloso de personajes y una banda
sonora a juego con la amargura de la historia. Luego también Vampire Hunter D:
Bloodlust Otra interesante película de anime precioso diseño artístico,
siniestro, romántico y espectacular
Libros
A pesar de la creencia popular no fue Drácula el primer
libro sobre vampiros, antes que Stoker hubo otros escritores que insinuaron las
líneas de la mitología en sus relatos. Uno de lo más destacables fue El Vampiro (The
Vampyre), relato escrito por John William Polidori. Era médico personal de Lord Byron y fue escrito en
el verano de 1916 cuando en compañía del
poeta Shelley y de su futura esposa Mary Godwin, Byron sugirió que todos
escribieran un relato sobrenatural. De esa noche surgió también el famoso Frankenstein
o el moderno Prometeo. Polidori se suicidó cinco años más tarde, a los
veintiséis.
Drácula
fue finalmente publicada en 1897 por el irlandés Bram Stoker, convirtiendo a su protagonista en el vampiro más famoso. Se dice
que Stoker se basó en las conversaciones que mantuvo con un erudito
húngaro llamado Arminius Vámbéry y que éste fue quién le habló de Vlad
Draculea. La novela, escrita a modo epistolar, presenta otros temas como el
papel de la mujer en la época victoriana, la sexualidad, la inmigración, el
colonialismo o el folklore.
Como curiosidad existe una segunda parte escrita por el
biznieto que se basa en varios apuntes breves de Bram Stoker sobre una posible
continuación e ideas desechadas Drácula, el no
muerto.
A partir de entonces, seamos sinceros, hay pocas obras destacables:
Soy
Leyenda Novela de ciencia ficción escrita por Richard Matheson en 1954 con
uno de los mejores finales que he leído en mucho tiempo. Nada, absolutamente
nada que ver con sus adaptaciones al cine de las cuales no destaco ninguna.
El misterio de
Salem's Lot de Stephen King (1975) una de las razones por las que hay que
respetar a este grandioso novelista.
El ansia (1981) de Whitley
Strieber incluye elementos de sexualidad transgresora y examina la
biología de los vampiros, sugiriendo que sus capacidades especiales son el
resultado de las propiedades físicas de su sangre dado que son una especie que
evolucionó de forma paralela a los humanos.
Entrevista Con El
Vampiro Hasta que no se estrenó en
1994 la película homónima
no me enteré de su existencia. Hay doce libros en total: Entrevista con el
vampiro (1976) Lestat el vampiro (1985) La reina de los condenados (1988) El
ladrón de cuerpos (1992) Memnoch el diablo (1995) El vampiro Armand (1998) Pandora
(1998) Vittorio el vampiro (1999) Merrick (2000) Sangre y oro (2001) El
santuario (2002) Cántico de sangre (2003)
El primero fue escrito como una catarsis después de la
muerte de su hija pequeña. Da una visión innovadora de los vampiros, los hace
tremendamente poderosos, sin apenas limitaciones, enterrando sus raíces en un
entorno romántico, seductor, pero con esa fragilidad que les lleva a no poder
olvidar, a la locura, al desaliento, a la búsqueda de un sentido dentro del
terrible nihilismo que les posee, a la búsqueda de un amor que nunca es
inmortal como ellos.
Hay que destacar que Anne Rice venía de escribir con
seudónimo relatos eróticos de temática BDSM como “El rapto de La Bella Durmiente” o
“El castigo de La Bella Durmiente” muy
recomendables (si alguien los quiere se
los puedo pasar por correo), y que hay mucha tensión sexual inherente en
los textos.
De la saga en si misma solo se pueden recomendar los tres
primeros. Una trilogía excepcional donde el personaje de Lestat de Lioncourt,
enfant terrible, se gana con su carisma al lector. A partir de ahí la señorita Rice pierde el
norte, solo observa su cuenta bancaría y se dedica a escribir mierda infumable
que los adictos a la coprofagia saborean con placer. Una lástima.
Crepúsculo
El primero de la saga fue la típica lectura de verano, ese libro que llevas a
la playa y no te importa que se moje o se llene de tierra. Los trucos argumentales eran demasiado obvios desde la primera página, el tufillo religioso que mantenía el sexo como tabú, la
personificación del ideal masculino en el protagonista, la chica no demasiado
atractiva con un enorme mundo interior, tímida, que sufre las típicas
calamidades adolescentes. Bueno, me dije, no pasa nada, disfrutemos y poco más.
Y a los dos días ya lo había terminado. Me enteré de que había un segundo y me lancé a comprarlo. Este incluso me gustó más, la idea de que la protagonista se pase TODO el libro intentando suicidarse me hacía gracia. Como una larga carta de
desamor. O sea que ya fue irremediable que los otros dos lubricaran el verano.
Del tercero no recuerdo mucho, el clásico triángulo amoroso. Pero el cuarto me
gusto, la parte final cuando se transforma en vampira, tiene la hija y se
preparan para la guerra, aunque el final sea tan anticlímax. Nunca los recomendaría, son una trampa mortal.
De las películas más o menos lo mismo. Al final, menos la
última que me indigne por dividirla en dos partes, las he visto todas. Y
seguramente en noviembre estaré con todas esas exaltadas adolescentes
preguntándome, en la oscuridad de mi butaca, si Pattinson será capaz esta vez de mostrar algún registro diferente durante el metraje, o si su apoplejía también es inmortal.
La Hermandad
de la Daga Negra es una saga compuesta por diez libros escritos por J.R.
Ward. Los libros de la serie combinan la acción y el amor sobrenatural con
altas dosis de erotismo y sexo. La casa de la noche
Las dos sagas son basura, pero al menos la segunda tiene la excusa de ir dirigida a adolescentes.
Y por último destacar en comic la serie de los años
setenta La
tumba de Drácula. Y más actual El Predicador
de Garth Ennis, donde aparece Cassidy, un vampiro irlandés alcohólico.
Julio ha comenzado y me siento más loco de lo habitual.
Quizás sea la falta de dinero, la dieta de alcohol, levantarse, como en tiempos
de la universidad, con un par de chupitos de vodka. Años perdidos, brindis
corroyendo el cerebro. Tantos grandes escritores, con grandes premios y fama,
todos borrachos, alcohólicos. Lo cual indica que escribir no debe de resultar
tan difícil y que quizás su gran interés era solo limar el tiempo, buscar la
desconexión. Odio julio. Demasiado calor. Pero no es solo por eso, ya he
gastado medio año. Medio año siendo un animal, un animal que come, caga y
eyacula en soledad. No ha habido fricción existencial en ningún momento. Para
eso hace falta cojones y mis bolsas escrotales son meramente ornamentales.
Intento sublimar esta apestosa soledad escribiendo, pero
no sé cómo continuar la historia. Miro la pantalla idiotizado y echo otro chorrito
de vodka al vaso de vino. Es una grata combinación, aunque prefiero el tequila.
Me imagino el físico de Shannen Doherty para mi protagonista, una especie de
Bonnie insatisfecha que busca en el lugar inadecuado, con esa potencialidad
chisporroteando en sus pupilas. Unas pupilas, como el resto su cuerpo,
dilatadas por las drogas y el placer. Se pone a cuatro patas para excitarle. Piensa
que lo suyo es diferente, como pensamos todos, es lo malo de vivir las cosas en
primera persona, te haces excesivas ilusiones sobre el resultado. El amor la
tira del pelo, la muerde, poso de culpabilidad, marioneta del sexo. La
rebeldía, la libertad, la juventud. Y todo sigue su curso hasta que el orgasmo,
como accidente existencial, acaba con la pantomima.
Esto no funciona. El texto fluye, o simplemente es mierda
llenándolo todo, más basura aquí y allá. Me viene una arcada real y vomito
sobre mi ordenador, esos de oficina que consigo de segunda mano. Una economía
también decadente. El procesador hace un ruido extraño y el monitor se apaga.
Bien
Cojo la botella de vino y salgo al exterior. Son las tres
de la madrugada, todo está en calma, todo el mundo está en su casa, en la cama,
han hecho los deberes. Duermen el sueño de los justos, acompañados, todos, sin
excepción, después de haber masturbando el cuerpo de su pareja con más o menos
gracia. Ahora tocaría la parte hostil, violenta, peligrosa, psicópata. Pero no,
soy alguien tranquilo, me gusta observar el botón rojo de destrucción pero nada
más. Muchas veces me veo obligado a socializar con ellos y sus sempiternas
ofensas, pero veo a la mayoría como perros recién atropellados, desorientados,
salpicando con su sangre y su dolor. Debería de responsabilizarme,
sacrificarlos, pero me siento ajeno, un desahogo de ese tipo no me haría sentir
vivo.
La gente sigue ahí arriba, en sus casas, con sus planes,
su dinero, su trabajo. Y yo aquí abajo, caminando solo con mi botella de vino
barato. Quizás tenga un problema con el alcohol, no sería el primero de mi
familia. Mi familia. Empiezo a recordar ciertas cosas y con ellas a mi abuela,
y en un gesto excesivo decido acercarme al cementerio. No tardo más de media
hora. Es sencillo llegar, cementerio de pueblo, no demasiado grande y sí
demasiado cerca. Tenemos status de ciudad por el número de habitantes, pero la
chabacanería y las viejas costumbres son más difíciles de quitar. Cuando llego doy
vueltas alrededor hasta que veo un árbol junto a la pared por el que puedo
escalar fácilmente. Salto con la agilidad propia de un idiota y casi me
desfondo la rodilla. En cualquier caso la botella está a salvo. Recuerdo cuando
era niño que veníamos a menudo a limpiar la lápida de mi abuelo, cogía agua y
paseaba por ahí. Nunca me he sentido melancólico o triste en un cementerio, más
bien como un observador, un curioso, alguien a quien le llama la atención la
fechas, los apellidos, la ostentación, el abandono de algunas lápidas. Tengo
demasiado interiorizado el carácter absoluto de la muerte, el final de todo,
por eso los cementerios siempre me han parecido de una excentricidad
anacrónica.
De todas formas el ambiente provoca inquietud, quizás sea
el silencio, estar ahí en medio de la nada, pisar una tumba de tierra sin darte
cuenta. Tardo un rato en encontrar la lápida de mi abuela, me siento sobre ella
y echo un trago. Pienso en las últimas palabras que intercambiamos en el
hospital, en lo irreconocible que estaba en el tanatorio, en cómo me resistía a
llorar el día que la enterramos.
En ese momento alguien enciende un cigarro con una
cerilla, al estilo Marla Singer, y me da un susto del cojón.
Kierk: Joder, ¿quién coño
eres?
Es una chica morena, media melena, con una borrachera
considerable por la forma que tiene de acercarse a mí. No debe de medir más de
1.60, rellenita. Lleva una falda vaquera y un top negro. Tiene anillos en
varios dedos y un colgante demasiado grande para mi gusto. No se puede decir que
sea guapa, es más bien del montón, pero tiene unos ojos ámbar de medusa que me
dejan noqueado durante unos segundos. Se sienta a mi lado, echa un trago a la
cerveza que lleva y eructa con una sonrisa.
Mujer: No voy a follar
contigo.
Kierk: Ja, ja, ja. Joder,
no puedo negar que solo por el hecho de decirlo ya me has despertado las ganas.
De todas formas soy muy gilipollas, alguien de extremos, o te respeto como a
una hermana o te violo antes del alba. Deberían de sacrificarme, no estoy
aprovechando el regalo de la vida.
Mujer: Te noto triste,
desahuciado, perdido, si necesitas de alguien que te salve has venido al lugar
equivocado. Los fines de semana me veo con un hombre casado, me saca más de
quince años. Es divertido, pero a veces, después de follar, empieza a gimotear
cuando se pone el anillo. A pesar de todo sigue llamándome, es parte del juego.
Mujer: Vivo cerca, me
gusta venir de vez en cuando a beber, a pensar. ¿Te llevabas bien con tu
abuela?
Kierk: No. Pero me
apetecía despedirme. Podría decirte que soy presa del Ennui, pero la verdad es que mis tendencias suicidas son motivadas
por cosas más estúpidas.
Mujer: ¿Y antes de
cortarte las venas con esa botella de vino barato, decidiste que la única cosa
que tenías pendiente era despedirte de tu abuela muerta? Poético. Triste.
Lamentable. Quizás haces bien, quizás sea lo más lógico. Ahora sí que me
gustaría follar contigo. Creo que sería un final adecuado para esta noche.
Empieza a caminar y elige una lápida. Es una chica
rellenita, poco atractiva, sin embargo, en esa breve conversación, en la forma
de desnudarse, de quitarse la ropa interior y ponerla debajo, en como alarga el
brazo y se ofrece, me subyuga. Hay algo dentro de ella que trasciende, que es
real, sincero, sin imposturas, en la forma que adopta su boca cuando la
penetro, en la forma desinhibida de moverse, en la lógica de sus orgasmos. Me
corro dentro de ella. Había olvidado como era dejarse llevar completamente.
Ella espera unos minutos y luego se levanta. Hace un
gesto con la mano y escucho como se aleja. Dejo caer la cabeza, busco con la mano la
botella y pego el último trago. Ni siquiera le he preguntado su nombre. Me giro bruscamente y la busco con la mirada. Pero solo hay niebla y silencio. Unos segundos de duda y ya ha dejado de existir.
Otra vez sola. Sé que soy una dependiente emocional, no
soporto el rechazo, tiendo a convertirme en un personaje de Lucia Etxebarría con un terrible síndrome de Diógenes emocional.
Solo quiero echar un polvo, que me empotren, follar, vivir, huir hacia delante
dejando atrás su recuerdo como un pequeño bloque de cemento ahogándose en el
mar. Me gustaría no recordar el sabor de su semen, de su polla, de su risa, no
estar hundida en esta sima premenstrual. Las píldoras azules envuelven mi
cerebro en nubes de algodón con la textura del terciopelo, soy un feto rodeado
de líquido amniótico. A veces tengo la tentación de combinarlas con alcohol.
Escribir es una forma de retrasar eso, de combatir el autismo de la sonrisa
blanda que me provoca el Prozac. Porque sin ellas me siento un transbordo, un
túnel de placer provisional que sus manos han saqueado totalmente, un trozo de
carne con secuelas.
Cuando le sueño siempre está con otra, y despierto con
una sensación caustica en la boca provocada por los celos. Con lo fácil que
sería salir a la noche, a las muescas, a la competición de experiencias. Pero
aún no puedo. Y es una paradoja, porque mi cuerpo arde, soy compulsiva con el
sexo, con él me dejaba hacer cualquier cosa que se le ocurría, era su coño
nihilista, allí donde naufragaban todas las fantasías y hollaban la tierra
convertidas en experiencias. Reducía mi locura ciclotímica con su polla,
escanciando el premio garganta abajo. Recuerdo el trio que hicimos, como ella
sabía atar con delicadeza, como me penetraba sin permiso con su mano, esos
pechos pequeños llenos de anticlímax, la pasión trasgrediendo, profanando,
vaciándonos, columpiándose entre nuestros cuerpos, dejando unas marcas
indelebles.
Pero no puedo estar siempre suplicando a la guadaña.
Píldora azul. La música continúa, y me
abandono un poco más.
La resignación es la aceptación de lo inevitable. Así me
siento con respecto a mi relación con Ophelia. El sexo se ha atenuado y ahora
vemos en el otro una figura más cercana a la realidad, ¿nos despedimos o
seguimos con el beso de rutina antes de acostarnos? Las relaciones son como un
libro, la primera página es el primer roce con intención, pero al cogerlo entre
tus manos ya intuyes el número de páginas. Los optimistas, extrañamente
denigrados como románticos, suelen releer los mejores párrafos para alargar la
trama y esperan incasables la segunda parte. Pero el agotamiento ya está
latente en ese primer encuentro. Eres perfecto hasta que abres la boca, te
bajas tus pantalones, dejar de venderte y empiezas a sincerarte del todo. O
quizás no, quizás existen relaciones sin bostezos, donde las leyes de la naturaleza
se disipan y las endorfinas son eternas. Pero seguramente se debe más a
factores externos que nos distraen, como la familia, la lealtad, el masoquismo,
enamorarte de alguien que no existe siendo tú alguien al que no dejas existir
totalmente. Abnegación como sublimación de la autorrealización personal en el
otro, síndromes de Electra y Edipo.
Me voy por las ramas, culpemos al alcohol. Lo que intento
decir es que Ophelia y yo hemos perdido la inocencia. Si solo fueran sus
grandes orejas, o el pasado sentimental siempre erigiendo alguna sombra, podría
aceptarlo, pero hay otros detalles inaprensibles que nos separan, como su forma
de enfrentarse a los problemas o sus silencios a destiempo. Pero odio los
finales, por eso me cuesta implicarme. Y no me refiero solo a las mujeres, me
sucede con los amigos, con los lugares donde paso más tiempo del habitual. Me cuesta
asumir que las cosas no son para siempre, que son fungibles, que desaparecen.
La gente habla de aceptación como forma de madurez, pero a mí solo me produce
tristeza.
Me acuerdo ahora de esa vidente que a finales del año
pasado –post
aquí-, me aseguró con sus visiones prospectivas que una mujer trigueña iba
a conquistar mi corazón durante años. No habló en ningún momento de conejitas
parlanchinas. Quizás con el fin de distraerme me entran ganas de ajusticiarla
por crearme falsas esperanzas
Zona del retiro, caseta de mala muerte descolorida por el
sol. La anciana medio dormida, ojos como charcos, pega un respingo al escuchar
a Rorschach entrar y le saluda automáticamente como si fuera su nieto favorito.
Rorschach: (Alzando la
voz) Señora, exijo una retribución, he esperado pacientemente pero nada,
absolutamente nada de lo que me dijo se ha cumplido.
Clotilde: A ver joven,
cálmese, permítame una tirada de cartas (Baraja
con pulcritud, corta con mano izquierda, disposición sobre la mesa, momento de
concentración) Ah, ah, es normal que no se haya cumplido nada, tienes los
caminos bloqueados. Necesitas una limpieza.
Rorschach: ¡¡Pero señora,
no me ofenda, que me ducho todos los días!!
Clotilde: No, no,
querido, me refiero a una limpieza espiritual. Tengo un santero recién
llegadito de Cuba, Puede hacerte un trabajo y limpiarte los caminos.
Rorschach: (Levemente intimidado) ¿Por qué toda esa
jerga que utiliza tiene reminiscencias homosexuales?
Clotilde: (Risueña) Querido, tranquilo, deja que
te lea la mano. (La mira muy concentrada
durante un par minutos, como si el mundo se reflejará en la palma) Sí,
todavía tienes una oportunidad, la chica sigue ahí, pero tienes los caminos
bloqueados. Haremos un endulzamiento y para finales de julio vendrá a ti.
Rorschach: (Retira la mano
con cierta brusquedad) ¿Endulzamiento, pero de qué cojones me está hablando? (pausa) Aunque la idea de una mujer viniendo
a mí… resulta agradable pensar que el destino todavía me conserva en su agenda.
Clotilde: (Decidida) Hoy
mismo puedo hablar con el santero. Tirará los caracoles por ti toda la noche,
bajará los santos de su madre y hará la limpieza. Solo te costará doscientos
euros.
Rorschach: ¡¿Pero está
usted loca?! Si le pago esa cantidad no tendré comida esté mes. Ni siquiera
podré pagar internet.
Clotilde: No hay que
ser tacaño con el amor, esa mujer estaba destinada a ti desde febrero, pero tienes
mucha decadencia a tu alrededor y tienes que forzarlo. Es tu año del dragón, ahora
o nunca.
¿Y qué he hecho? Pues pagar, me hubiera gustado veros ahí
dentro, con esa anciana que parecía una de las Parcas con unas tijeras sobre el
hilo de mi vida. Tenía datafono o sea que pagué con tarjeta. Y nada, ahora a
esperar, me ha prometido que en veinte días empezaré a ver resultados.
A veces creo que ya he tocado fondo, esa especie de escatológica
asincronía con tu propia alma, esa incapacidad para eludir la frustración, esa
bilis letal que quema tu garganta cuando tienes que sociabilizar y sonreír a
tus compañeros de trabajo, cuando lo que realmente quieres es expandir
su cerebro desparramándolo por el suelo. Pero todavía sigo aquí, con las
pulsiones suicidas vaciando el vaso de vino una y otra vez hasta el vómito,
hasta que los días se difuminan y la resaca solo es otra voz inmisericorde
dentro de mi cabeza. Languideciendo estúpidamente, soñando con
terrorismo urbano, con quemar, romper, destrozar, aunque solo sean mis nudillos
contra la pared. Acariciando mi polla recordando quimeras y oportunidades
perdidas, con ese masoquismo despiadado de la soledad, sin esperanza, pero conservando
el humor, ese sonido de estertor amable, del tullido arrastrándose por un coño
reseco, dispuesto a arañar un poco de placer antes del accidente final.
Hay momentos en que el silencio te ahoga entre cuatro
paredes y el frío empieza a supurar, te sientes totalmente solo y relativizar
no sirve de nada. Los locos son personas con demasiada sensibilidad, saturados
por la realidad, incapaces de aceptarla sin echarse a reír o a llorar sin
control. En momentos así busco sentir algo, tecleando, escuchando música,
viendo una película, leyendo. Desgraciadamente solo el talento me emociona. Me
resulta asombroso que el resto del mundo llore por un resultado deportivo pero
no le afecte la muerte de un personaje literario, el final de un libro, una
canción cuya letra parece que ha sido escrita para ti y que entra en bucle en
tu cerebro.
Estoy solo. Y puede que tú, ahí, leyéndome en el
ordenador o en el móvil, también lo estés. No me refiero a una soledad absoluta
y dramática. Seguro que tienes amigos, hijos, algún amante, toda una vida
esperando ahí afuera con una puntualidad modélica. Me refiero a esa soledad más
sutil, donde la gente de tu entorno no sabe realmente lo que piensas, como sientes,
que deseas, que te excita. Te escondes, huyes del rictus, del juicio
condescendiente, no quieres convertirte de pronto en la rara, en la extravagante. Por eso me agrada que me leas, que pongas
tu propia banda sonora, que pueda llegar a emocionarte.
Te imagino a veces masturbándote, mezclando el vicio y la
poesía entre tus dedos. Me gustaría estar ahí.
O quizás no, quizás tú, sí, tú, mereces todas las mentiras que han
escupido sobre tus piernas abiertas porque solo eres una tara infumable, una cobarde inconsciente e idiota. Y ahora, condenada a sufrir esa soledad
como una segunda piel de la cual nunca podrás desprenderte, sufres el justo pero elevado precio por dejarte caer sin intentarlo.
Pero, ¿quién soy para juzgarte de forma tan dura?
Adelante, ven aquí, la noche mezclada con alcohol es un buen paliativo para la mortaja del alma. Podemos columpiarnos con medio cuerpo fuera de la
ventana, mirar al suelo y reírnos de lo fácil que resultaría todo. Yacer ebrios
esperando una segunda oportunidad mientras seguimos fecundando pesadillas tras
las atalayas del manicomio. En el fondo todo es optimismo suicida y ansia de
sexo, hastío y tu coño caliente abierto en canal. Y aunque esta soledad, en
mitad de la nada que compartimos, siempre es preferible a una compañía
desquiciada, sigo buscando en ti un puto pedazo de cariño.
Cierro el cajón lleno de sangre y fotografías viejas. Vuelvo a violarte la boca, encuentro mágico entre
nuestras ansiedades. Estás totalmente entregada, asumiendo el ritmo como algo
natural, innato, mientras suena ese eco de succión que tanto nos excita. Calor.
Saliva. Carne rozando tu garganta sin que la náusea se materialice. La asfixia
erótica es un cenagal demasiado concurrido en tu pasado. Podría darte un par de
bofetadas, como pequeños latigazos de amor, pero sería la muerte de mi deseo,
prefiero trascender mirando tu cuerpo de viciosa pulcritud
Rescoldo animal. Descargo brutalmente mi amor en tu boca
y tragas satisfecha. Mi respuesta natural a ese perfecto estímulo de sumisión
es empezar a comerte el coño, ese manantial que nunca consigue apaciguar del
todo mi sed. Los gestos siempre terminan evolucionando en una bella
familiaridad. Fricción. Lengua. Carne. Labios devorando labios. Te dilatas de
forma obscena. Un coño es la antítesis de la muerte, vida deslizándose entre tus piernas, placer desbrozado, un espejismo donde escribo, como en el filo de
una navaja, el sutil tajo mortal que acabará finalmente con todo. Como un
pianista asfixiado por el humo y la falta de talento jugando en el asfalto de
las teclas, huyendo como puede de la corriente de indiferencia y miedo que le
rodea.
Mi mente es un puto exilio donde las cucarachas marcan
las fronteras. Te intenté advertir, había miles de señales, sólo
tenías que escucharme. Pero a ti te gustaba el daño controlado, la cuchilla, el
miedo seco antes de la actividad prohibida. Un momento de exploración, dedos
lubricados por lágrimas o algo peor. Medías el paso del tiempo con cicatrices.
No eras capaz de captar tu propia belleza, solo pensabas en el lugar donde
incrementar la presión, como si el dolor fuera algo accesorio, un
estremecimiento previo al orgasmo. Y te encontré en la bañera, blanco sobre
rojo, como si al conseguir cerrar los ojos pudieras deshacerte del frio.
Recuerdo el arpa eólica de tu voz mientras hacías
equilibrismos con mis sentimientos. Suenan las sirenas, no hay dios ni héroes,
solo un vendedor de flores en el cementerio.
Llevo un rato
mirando la pantalla sin saber sobre qué escribir. Cuando me sucede eso suelo
ponerme a leer algún libro o alguno de los blogs que tengo en favoritos,
incluso los periódicos digitales. A malas puedo hablar de política, de
economía. Otras veces me remonto a mi pasado. O a mi incierto presente/futuro.
También suele surgir el tema del amor. Pero para la decadencia hace falta algo
más. La gente cree que las palabras son como las caras bonitas, se ponen juntas
y obtenemos un resultado. No es así. Quizás en otros géneros puedes simularlo,
esa mierda de libros llamados –bendito google- Chick-lit, postfeministas que
presentan a mujeres de clase media-alta obsesionadas con las compras y los
ejecutivos perversos, o peor aún, clones de Bridget Jones cliché de neurótica impresentable. Crear un argumento donde la pija descerebrada de turno tiene
como mayor tesoro un bolso que vale ocho veces el salario medio
interprofesional y está enamorada del guapo y misterioso, o del guapo bonachón,
o del guapo cabrón, debe de resultar aburrido pero inmensamente sencillo. Tanto
como escribir sobre vampiros y hombres lobos, o sobre zombies que conquistan el
mundo. Pero la gente
quiere escapismo, una palabra tras otra, ser feliz. Una felicidad mongoloide, pero felicidad a fin de cuentas.
La decadencia,
sin embargo, es más complicada de trasladar al texto, tiene que haber un estado
anímico concreto para que sea creíble, tiene que haber soledad, aislamiento,
ira, resignación, un corazón deshilachado, una mano aterida a una copa de vino.
Leed las biografías. ¿Es masoquismo? Quizás. Y cobardía, derrotismo e incapacidad
para sociabilizarse. Defectos. Pero dejando un enorme zurullo en la base de la
Pirámide de Maslow diría que la felicidad es subjetiva, independiente de
necesidades y estereotipos culturales, que la autorrealización es posible si no
existen carencias espirituales. Tampoco quiero decir que el artista tenga que
sufrir, a lo sumo tiene que esforzarse y ser perfeccionista, lo único que
pido es, y perdonad el exabrupto, COJONES. O si la expresión mundana no es del gusto de las múltiples feminazis del lenguaje: OVARIOS. Sí, simple y llanamente. Se trata de
llenar la página de forma visceral, da igual si es decadente, humor paródico, o
cualquier mierda biográfica que para vosotros resulte importante, no podéis dejar
indiferente. No hace falta ser zafios, podéis expresar mucha mierda en una
poesía, pero hay que ser sincero, porque el único público real eres tú, y no merece
la pena venderse si pierdes la oportunidad de mostrarte.
Quizás lo he
comentado anteriormente, no reviso mis post antiguos, la decadencia, el
realismo sucio, es una gran broma nihilista, se puede simplificar diciendo que
es la cultura del fracasado, como ver Fight Club y pensar que solo trata de un
esquizoide terrorista. Pero hay más cosas. Ves ahí abajo a un loco que ha
tocado fondo y ese agravio comparativo que todos tenemos tan interiorizado te
hace sentir mejor con respecto a tu vida. Pero luego observas que el loco no
grita: canta. Y te deja estupefacto, ¿qué cojones hace ahí, porque no está
llorando, porque no quiere subir? Y sientes esa sutil falta de libertad que te
rodea. Él es un gilipollas, eso por descontado, pero es libre. Se ha bajado momentáneamente
de la rutina adocenante de cuarenta horas de trabajo, de dos horas de colas y/o transporte público, de parejas posesivas, de esa única agenda que todo el mundo
sigue sin plantearse si le hace feliz. Y resulta que el bufón, el loco, se ríe
del traje nuevo del emperador.
No necesitamos bajar a su agujero para aprender de él,
desde aquí se le escucha, solo tenemos que aprovechar la oportunidad,
cuestionarnos, valorar nuestro tiempo con otro baremo. Y a veces el insomnio
nos sorprende con el gorjeo de nuestro propio pájaro azul. Y es un canto
orgulloso, real, enfático. Las cosas más importantes son inaprensibles.
Ahora, con
vuestro permiso, voy a seguir bebiendo.