domingo, 29 de septiembre de 2019

A veces somos réquiem de palabras, romanticismo roto por la humedad cruel de una casa que nunca fue nuestra.

Gestos de cariño, mirada de jardín, arquitectura de falda airada
Giraste tu belleza hacía mi boca y cubriste de escarcha el desierto de mi trinchera
Y al terminar el verano, con veleidad autista, me olvidaste en medio del camino
Entre unicornios decapitados y pájaros ahorcados

La melancolía es dejarse embriagar por el lenguaje de una sombra tartamuda
Por un amor tabernario vagabundo de poemas
Por el bosquejo de piel cicatrizada que nunca devuelve los besos que le mando

Si no fuera tan esdrújula la metáfora que nos quiso muertos
Sería más fácil para el alcohol destruir el escenario
Quizás por eso hay zonas del inconsciente vetadas al deseo de la voluntad
Tras ellas el campo magnético de la tristeza con su simbolismo insalubre y voraz
El tabú del dolor del superviviente
El ajenjo en la boca sucia que desnuda todos los pecados caníbales callados a gritos

El manicomio, la rosa, los alfileres entre la niebla, las pértigas de lluvia, los ojos verdes chispeantes…
Nada es suficiente para la gloria del crucificado

Pero permíteme regatear en el naufragio
Me conformo con ser
Tu inefable e indiscreto
Arañazo en la pared.

La creación de un mito literario y propagandístico.

El Mundo publica una foto y habla de un libro (AQUÍ) que demuestran que el famoso incidente entre Unamuno y Millan Astray en el paraninfo de Salamanca no fue para tanto y que el filósofo y el militar se despidieron amablemente después de su intercambio de palabras. Esto supone otro varapalo al anhelo de la izquierda por convertir a Unamuno en un héroe del antifranquismo.

"Luis Portillo construyó su relato literario sin haber estado ahí. Unamuno no contestó a Millán Astray, tomó la palabra para contestar un discurso previo del catedrático de Literatura Francisco Maldonado que había identificado a Cataluña y el País Vasco con la "antiespaña". Para Unamuno hablar de lo "antiespañol" o la "antiespaña" era algo inadmisible que había combatido toda su vida. Él tenía un concepto universal de lo español enlazado con el idioma. Y utilizó el ejemplo de lo ocurrido con José Rizal (fusilado injustamente por los españoles y posterior héroe de la independencia de Filipinas). Fue la referencia a José Rizal lo que hizo saltar a Millán Astray que lanzó el grito "Mueran los intelectuales traidores" porque él había combatido en la guerra de Filipinas contra los autoproclamados seguidores de Rizal".

El discurso que Luis Portillo puso en la boca de Unamuno es una invención literaria de arriba abajo. "Ni viva la muerte, ni gritos de rigor, ni venceréis pero no convenceréis, ni retratos de Franco... Nada de eso ocurrió. Unamuno tomó la palabra y de una manera muy didáctica intentó explicar el porqué vencer no era convencer y conquistar no podía ser convertir. Hace unos días se lo había explicado también a Franco, en el que siempre confió, primero apoyando la sublevación, y luego creyendo que era el único que podía poner fin a los desmanes de su propio bando".

La fabricación de la leyenda que ha llegado hasta nuestros días, incluso reproducida en el cine a través de la película de Amenábar Mientras dure la guerra, queda perfectamente documentada con la reproducción por parte de Severiano Delgado de un sinfín de documentación. Como prueba gráfica de que el incidente no pasó de ser más que un cruce de palabras duras entre ellos, está la reproducción de la fotografía que sirve de portada a la edición de este libro. En ella se puede comprobar como a la salida del acto en la universidad, una vez que Carmen Polo de Franco ya se ha subido al coche oficial, Millán Astray y Miguel de Unamuno se despiden amablemente en presencia del obispo Plà y Deniel.

La izquierda española oficial tiene un concepto de la literatura basada en ideas étnica e ideológica sectarias: los únicos escritores que les interesan tienen que ser de izquierdas, por una parte, y además españoles y mucho españoles. Y cuando les indicas que su adorado Antonio Machado era machista y antisemita; o que Lorca era un señorito andaluz que prohibía la asistencia de Miguel Hernández a sus lecturas porque su rusticidad le causaba repulsión física; cuando les dices que Rafael Alberti y Miguel Hernández eran unos estalinistas impresentables después de todo lo que ya se sabía (libros-denuncia de la represión soviética publicados, entre otros, por Emma Goldman en los años 20 o André Gide en los 30); la izquierda grita, moquea y te señala con el dedo, porque en su concepción de la literatura que-hay-que-leer no entra que los escritores propuestos puedan tener una mancha.

            Esa es la tendenciosa y maniquea forma en que abogan por la cultura: solo sirve y promueven la que puede fortalecer ideológicamente a su rebaño. Una de sus referencias, Almudena Grandes, lo explicaba así en un artículo “El cine de un país, como su literatura, su teatro o su música, resulta una herramienta esencial para consolidar una identidad nacional. Y si hace falta algo en España, ahora mismo, son esa clase de herramientas, si de algo estamos huérfanos los españoles del siglo XXI es de señas de identidad.” Naturalmente lo que no reconocía era cuáles eran las señas de identidad prioritarias para ella.

            Sigue vigente esta dura reflexión de Unamuno referida a España -auténtica, real, y quizás por eso menos recordada-: "¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!".

viernes, 27 de septiembre de 2019

Reseña: ‘La vegetariana’, de Han Kang (2007)

"Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. Ni muy alta ni muy baja, con una melena que no era ni muy larga ni muy corta, tenía la piel descamada y amarillenta, ojos sin pliegues, pómulos ligeramente prominentes y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal. Calzada con unos zapatos muy sencillos, se acercó a la mesa en que yo estaba sentado, con un paso que no era ni rápido ni lento ni enérgico ni débil."


Yeonghye es una mujer joven y anodina que pasa desapercibida incluso ante los ojos de su marido y familia. Tampoco su marido es un hombre que tenga algo especial, así que llevan una vida sosegada. Un día Yeonghye decide hacerse vegetariana, deshaciéndose de toda la carne que hay en casa y provocando una reacción de incomprensión en toda la familia. Su obsesión por mantenerse lejos de la carne y el insomnio que le provocan sus pesadillas serán ahora su rasgo más característico.

     La vegetariana es una novela escrita en tres partes que cuenta una historia de subversión utilizando el vegetarianismo para ello. En Corea del Sur casi toda la dieta gira en torno a la carne y los productos animales, así que es más complicado eludirlas en la dieta de lo que nos puede resultar a nosotros, sobre todo en 2007 -año de publicación-, donde todavía las hamburguesas de tofu no eran tan normales en los supermercados. Por eso y porque el papel de la mujer es diferente en otras culturas, la protagonista de esta historia recibe un rechazo y una extrañeza que se nos pueden antojar exagerados.

     Es además muy representativo que la persona que protagoniza el libro sea la única que no tiene voz en él. En la primera parte, La vegetariana, será el marido quien nos relate el comienzo de esta obsesión, un hombre que no muestra afecto ni pena, apenas un poco de sorpresa con el cambio. La mancha mongólica, segunda parte del libro, será contada por el cuñado de la protagonista, un artista que parece ser el único que ha encontrado la diferencia entre Yeonghye y el resto de las mujeres: una mancha en su piel. Y la tercera parte, Los árboles en llamas, está narrada desde el punto de vista de la hermana de Yeonghye, para mí, la más devastadora de las tres.

Aunque este planteamiento de narración a tres voces podría sugerir una repetición desde tres diferentes puntos de vista de la misma historia, en realidad está contada de una forma lineal, desde el inicio del proceso de cambio de Yeonghye hasta el punto final de la historia. Los acontecimientos son bastante duros en algunos puntos de la novela, abordando temas como la depresión, la violencia, las violaciones, las enfermedades mentales y, especialmente, la soledad.

Tal vez sea ese sentimiento de soledad e incomprensión que asola a los personajes lo que más fascine de la novela. No saben cómo ayudarse unos a otros, no se comprenden y tampoco parece que traten de hacerlo. Cada uno de los tres narradores busca regresar a su statu quo, a una comodidad asentada en sus vidas que les aportaba seguridad y estabilidad; quizás no fuera felicidad, pero hacía que la sensación de cotidianidad se pareciese mucho a ella.

 La narrativa de Hang Kan no posee alardes narrativos ni un vocabulario excesivamente culto o refinado, su manera de contar la historia es sencilla, aunque para nada simple; sin embargo esa sencillez esconde detrás un enorme poder de evocación emocional. En resumen, una novela fascinante y muy recomendable.

“Todo esto no tiene ningún sentido.
No puedo aguantar más.
No puedo seguir adelante.
No quiero seguir adelante.
Volvió a recorrer con la vista los objetos de la casa. Nada de lo que había allí era suyo.
Del mismo modo que su vida no había sido nunca su vida.”

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Reseña ‘El coleccionista’, de John Fowles.

La novela, un thriller psicológico, representa un tour de force entre dos personajes: Frederick y Miranda. Frederick es un joven psicótico, introvertido, de carácter débil, de clase social media-baja y con pocos recursos culturales, de físico no especialmente agraciado. Colecciona mariposas, le gusta pescar, y vive una vida solitaria incapaz de tener amigos o relacionarse con mujeres. Está obsesionado con una muchacha a la que sigue, vigila y desea en secreto durante años, hasta que llega un momento en que puede lanzar su red. Miranda, objeto del amor platónico y obsesivo de Frederick, pertenece a un nivel social alto, es muy guapa, culta, interesada en el arte, los movimientos pacifistas y humanitarios; a su vez está enamorada de un pintor que podría ser su padre, pero no acaba de decidirse.

La parte primera y el epílogo final, consiste en la narración de Frederick, su versión de los hechos. La suerte le depara una cantidad importante de dinero, envía a Australia a su tía y prima (con las que ha vivido hasta el momento), y abandona su oscuro trabajo de oficinista en el ayuntamiento de un pueblo del sur de Inglaterra. Ahora puede hacer realidad su sueño. Y, ¿en qué consiste este sueño? Tener a Miranda. Poseerla, pero no en el sentido sexual, (triunfa la represión) sino que necesita tenerla como un objeto más de su colección: una delicada mariposa viva, bellísima y frágil, pero reclusa. Frederick planea minuciosamente el secuestro y la mantiene oculta en un sótano de una casa perdida en la campiña inglesa, acondicionada para tal fin. Se establece entre ambos una tensa relación que va oscilando, desde la reacción violenta, pasando por un tanteo de posiciones, a todo tipo de intentos de huida incluyendo la seducción.

Miranda no acaba de comprender qué quiere de ella ese Calibán, como le llama en su diario, parafraseando a Shakespeare en La Tempestad. Frederick no es monstruoso, como Calibán, ni esclavo ―salvo de su pasión― sino que es él quien esclaviza a su objeto de deseo. Miranda no entiende ese deseo que no es físico, Frederick solo quiere mirar, saberla allí, saberla propia, poseer un objeto precioso que vive, respira, y que, en teoría, debería corresponderle amorosamente. Pero ella no es una muñeca sino una persona real e inteligente que no soporta la falta de libertad y sobre todo, no soporta la ausencia de una razón que explique las cosas.

La segunda parte, quizás un poco insulsa y repetitiva, vuelve a contarnos todo de nuevo desde el punto de vista de Miranda, cómo se refugia en sus recuerdos y su mundo interior ante el aislamiento y forzada reclusión. La cultura diferencia a ambos personajes los distancia irremediablemente, y ella se recrea, para goce de los lectores, en humillarlo siempre que puede. Frederick no se emociona ante el arte, ni ante la música ni frente a un cuadro, ni siquiera como reacción espontánea al tener tan cerca el objeto de su obsesión. En realidad, su motivación no es el amor, él solo es capaz de poseer, quizás como sublimación inconsciente de la frustración que le causa el complejo de clase e inferioridad. El final, quizás lo mejor de la novela, sobrecoge por su hosco realismo.

En cuanto a la adaptación al cine, es una de las últimas películas del gran William Wyler, con un joven y perturbador Terence Stamp y una tremendamente expresiva Samantha Eggar. Tuvo un enorme éxito y el tiempo la ha convertido en un título de culto.

Por poner alguna nota, algo a lo que no soy demasiado afín, le daría un 6.5/10. Os dejo un enlace a la novela en formato ePub, con una nueva y excelente traducción de Andrés Barba.

Reseña ‘Las consolaciones de la filosofía’, de Alain de Botton

"Vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia humana. Pues así como ningún beneficio hay de la medicina que no expulsa las enfermedades del cuerpo, tampoco lo hay de la filosofía si no expulsa la dolencia del alma".
Epicuro

De Botton se acerca a textos, ideas y episodios biográficos de Sócrates, Epicuro, Séneca, Nietzsche, Montaigne, Schopenhauer, pero sin ánimo de hacer un repaso exhaustivo, y sí con la voluntad de interrogarles desde el presente y extraer lecciones de sus obras que nos ayuden a enfrentarnos a problemas que fueron formulados hace siglos, sí, pero que, por más que nos pese, siguen siendo contemporáneos.

El volumen está estructurado en seis capítulos y en cada uno de ellos De Botton llama la atención sobre una virtud. Así, Sócrates, condenado a muerte por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la juventud, es ejemplo de aquel que vive hasta las últimas consecuencias conforme a sus convicciones y dedica sus esfuerzos a la búsqueda de la verdad, independientemente de la opinión de la mayoría.

A Epicuro recurre para recordarnos que la felicidad no es cuestión de dinero, sino de un profundo ejercicio de autoconocimiento; los mayores placeres de la vida nos lo reservan las cosas sencillas y que a partir de tener unas necesidades básicas cubiertas el resto del dinero y riquezas posee un valor cada vez menor y llegando a tornarse completamente inútil. De Séneca, que conoció los mayores avatares de la fortuna que cabe imaginar, nos previene ante la idea de pensar que cualquier situación de la vida, buena o mala, no va a cambiar con el tiempo. Cualquier eventualidad, por dura y dolorosa que sea, es posible y uno ha de estar preparado para lo que nos traigan los azares de la existencia, aceptando lo malo igual que se acepta lo bueno. Algo nada fácil y que requiere una preparación y una actitud estoica de por vida.

Montaigne nos pone en guardia ante el orgullo de creer que lo sabemos todo, de confundir erudición con sabiduría, y sobre todo ante la falsa presunción de creer que aquello que rodea nuestra vida y que procede del entorno cultural en el que hemos nacido es ‘normal’ y ‘anormal’ lo que se hace o piensa fuera del mismo, llegando hasta el extremo de despreciar como inferiores a los seres humanos de otras culturas y naciones. Y lo hace siglos antes de que el Holocausto dejara un mar de dudas sobre el proyecto ilustrado, poniendo en entredicho la gran ilusión moderna de que la racionalidad y la educación, por el solo hecho de hacernos más cultos, nos hará más felices o sensatos.

De Schopenhauer y sus devaneos sentimentales deberíamos aprender que el rechazo amoroso no debe suponer un trauma, pues la negativa de la otra persona está más fundamentada en una corriente inconsciente emanada de la voluntad de vivir y asegurar la reproducción, y no tanto en el hecho de que nuestro carácter o aspecto sea horrible. Las uniones fracasan, según el autor de ‘El mundo como voluntad y representación’ porque no son aptas para engendrar al hijo ideal. Un consejo útil para los que sufren con las aventuras amorosas. El rechazo sentimental, que consideramos único e intransferible, es parte de un proceso universal tendente a perpetuar la especie.

Y finalmente Nietzsche y como pasó de una filosofía de vida fundamentalmente pesimista, influida por Schopenhauer, a otra mucho más vitalista que veía en las dificultades y obstáculos de la vida la esencia misma de la virtud, el medio por el que podemos hacernos mejores. De Botton localiza el germen de esa idea, también formulada en Montaigne, de que el arte de vivir radica en sacar provecho de las adversidades, y que la sabiduría se alcanza cuando respondemos a las mimas.

En resumen: un libro didáctico, ameno, original que se lee rápidamente y deja una buena impresión. Alain de Botton sabe muy bien como presentar un tema, exponerlo sin rodeos y captar la atención del lector. Naturalmente se le puede tachar de superficial, dada la complejidad y autores que trata en tan pocas páginas, pero se trata de una buena introducción para despertar la curiosidad del lector novel.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Besa mis labios, mi piel, mis dedos, mis ojos, mi cerebro; hazme olvidar. Enamorarse funciona para aquellos que pueden soportar esa sobrecarga psíquica llena de promesas de eternidad efímera, yo prefiero follar en medio de la tristeza y conservar el sentido del humor.

Tres de la mañana, pensamientos inconexos en torno a una botella de vino. Frustrado, incompetente para la vida real, esquivando la autorrealización personal y la trascendencia, confundiendo el sexo con amor, escribiendo para doblegar la sonrisa del coyote, para sobrevivir, para no masturbar el fraude y terminar vomitando idiosincrasia inútil. Buscando ser el suicida que cae en los márgenes de la página en blanco, que sobrevive a la caída e intenta respirar mientras un pequeño hilillo de sangre florece, como la sonrisa de Dios, sobre el párrafo.

Las mujeres. Oh, sí. No me avergüenza reconocer que tengo miedo a intimar con ellas, es demasiado arriesgado, la mayoría son veleidades ciclotímicas, molinos de viento esquizoide de excéntrica ferocidad. Hay demasiados juegos de poder, sucede demasiado rápido pasar de una fascinante calidez a la insoportable tensión de la insatisfacción y los reproches. Mi única fortaleza consiste en huir, pero, ¿cómo hacerlo? Están por todos partes, contoneando sus cuerpos al ritmo de un diapasón obsceno, intentar eludirlas sólo consigue que me obsesione más con ese reino estrecho y húmedo donde la naturaleza exige que eyaculemos ríos blancos de fertilidad hedionda.

Alguien llama a la puerta e interrumpe mi soliloquio autocompasivo. ¿Quién podría venir a mi casa a estas horas? Cuando abro la puerta la sorpresa me deja mudo: Carla. Tuvimos una fuerte discusión hace un par de meses, pensé que sería definitivo y no volvería a verla. No debería dejarla entrar, Carla solo me trae problemas, demasiado intensa, joven y loca, con esa tendencia estúpida a mezclar antidepresivos con alcohol; pero, ¿acaso se le puede culpar? Durante toda su vida ha sufrido los abusos de una familia disfuncional y de una colección de novios tarados y agresivos; por lo menos se toma la vida con humor, no ha permitido que los traumas le hundan. Sigue en el umbral, expectante, sin decir nada, contoneándose, su carmín rojo corrido, los ojos extraviados, una falda cortísima que me deja ver un destello de lencería negra, y, quizás lo más importante, una botella de Absolut Vodka en la mano.

-        Rorschach: “El amor no es eterno, pero nos hace eternos a nosotros.”
-        Carla: “Déjate de gilipolleces, he venido a follar. Bésame, pedazo de cabrón.”

Nuestros diálogos siempre están repletos de romanticismo. Nos besamos y, sin más ceremonia, entra en casa y se tumba en el sofá. Satie suena de fondo humillado ante la visión de su cuerpo. Me tumbo junto a ella, mis manos se deslizan por su cuerpo, aparto sus bragas y ejerzo cierta crueldad en su interior. Carla gime, pero me aparta enseguida, en sus ojos un brillo peligroso, le da un trago a la botella directamente, me saca la polla y escancia un poco de ambrosía sobre ella; muy lentamente, y sin apartar su mirada de mí, se la mete entera en la boca. La chupa con brío y ganas, con esa intuición de puta que siempre me hace perdonárselo todo; yo respondo a su generosa oferta abofeteándola con saña y agarrándola del pelo para poder follarme su boca al ritmo adecuado. Carla es como una enfermedad: cuando estás infectado ya no hay cura posible, solo queda zambullirse en su accidente con sonrisa de loco. Cuando estoy a punto de correrme le doy la vuelta, le subo la falda y empiezo a jugar con la lengua, a bosquejar su clítoris, a zambullirme en ella; el sexo es una guerra donde tienes que darlo todo, relampaguear ante el milagro del orgasmo ajeno y propio. Cuando ya está totalmente encharcada se la meto con dureza: es como estar dentro de las entrañas de una flor azul, algo sórdido y delicado a la vez.

Follamos con pasión, con ecos de reconquista, reconociéndonos el uno en el otro: somos dos inadaptados, demasiado lúcidos en nuestra otredad para aceptar el surco común, lidiando con una existencia imposible de reconciliar con la normalidad. Carla quiere alargarlo y cuando estoy a punto de correrme me muerde con saña, cambia de postura, me cosifica. Admiro que nunca se niegue a hacer lo que sugiero, nunca se ofende por mis insultos y brusquedades, para ella el placer está por encima de tabúes y convencionalismos. No se lo confieso porque no quiero darle más poder sobre mí, pero follar con ella es como estar enganchado a la heroína y al opio a la vez, te crea una dependencia cada vez mayor por conseguir una dosis más, un minuto más, un beso más, otro orgasmo lleno de histeria.

            Mi vecino golpea la pared, estamos haciendo demasiado ruido. Levanto a Carla y la empotro contra esa misma pared. Sus piernas acarician el vacío, el mundo gira cada vez más deprisa, es como una muñeca en mis brazos, nuestras lenguas mezcladas en gritos de poesía y elegías de amor. Noto como vuelve a correrse, sus uñas deslizándose por mi espalda en surcos de grotesca pasión, su coño como una herida abierta; su placer me excita demasiado y me desbordo en su interior.

Quizás sea amor después de todo.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Arthur Schopenhauer - El arte de conocerse a sí mismo

01.
Desear tan poco y conocer tanto como sea posible ha sido la máxima principal que ha guiado mi existencia; pues la voluntad es nuestra parte más vulgar y mezquina; como a los genitales, tenemos que ocultarla, aunque unos y otra se hallen en las raíces de mi ser. Mi vida es heroica, no definible en términos pequeño-burgueses o mercantilistas, y menos en los que cuadran al común de las gentes, que no conocen otra existencia que el trajinar diario de cada individuo; mal pudiera, pues, afligirme al constatar cómo me veo privado de todos aquellos aditamentos de la vida convencional del sujeto típico: cargo público, hogar, relaciones sociales, esposa e hijos. La vida de tales personas se reduce a asuntos de esa índole; la mía, en cambio, es de tipo intelectual, y su despliegue gradual e ininterrumpido durante los cortos años en que dura la plenitud intelectual y su libre ejercicio está destinado a beneficiar con sus frutos a siglos enteros de la humanidad.

18
            En un mundo tan profundamente vulgar como el nuestro, todo aquel que no lo sea debe necesariamente aislarse, y esto siempre ha sido así de hecho. Cuando más se pueda uno apartar de la compañía de los hombres, tanto mejor se hallará. Así como el hambriento debe hacer caso omiso de una hierba incomestible o incluso tóxica, así debe obrar con respecto a los hombres quien sienta la necesidad de socializar, dada la naturaleza de éstos. Por lo tanto, es una rara y enorme suerte disponer de cualidades suficientes en la propia persona como para no tener que acudir, por fastidio o aburrimiento consigo mismo, a la compañía de los otros.

24.
            Quien hasta los cuarenta años cumplidos no ha asumido la carga de tener esposa e hijos, poco debe de haber aprendido si más tarde se decide a hacerlo. Es como si hubiera recorrido a pie las tres cuartas partes de un trayecto que normalmente se efectúa con diligencia, y quisiera cubrir la parte restante del mismo con el billete de todo el viaje. Lord Byron: “Cuanto más observo a los hombres, menos los soporto; si pudiera decir lo mismo de las mujeres todo estaría bien.”; Petrarca: “Quien busque la tranquilidad que evite a la mujer, fragua perpetua de disputas y penalidades.”

29.
            Uno debe estar imbuido de la convicción, y no olvidarla nunca, de que ha descendido a un mundo poblado de seres moral e intelectualmente lamentables que le son extraños, y a los que debe evitar a toda costa; debe considerarse a sí mismo como un brahmán entre sudras y parias, y a actuar en consecuencia. A los pocos que son mejores se los debe estimar y honrar en la medida en que lo sean. Uno nace para  aleccionar al resto, no para acompañarlos. Debido a la envidia inherente a la naturaleza humana es inevitable que quienes carecen de ingenio y destreza alberguen una animadversión recóndita contra quienes se hallan más elevados que ellos [… ]; esta inferioridad la disimula tan instintivamente como un insecto que se hace el muerto; pues la disimula ante sí mismo.

34.
            […] Si uno se fija cuidadosamente en los aspectos repugnantes de la fisonomía y en los modales de los hombres cuando los conoce por primera vez, sentirá un rechazo a tratarlos más de cerca, lo cual debe ser siempre bienvenido. Los hombres son como aparentan ser; y no cabe decir nada peor de ellos. Para avergonzarnos de ser personas basta con contemplar aquellos rostros a los que aún no hemos logrado acostumbrarnos. Es siempre desconcertante y a menudo peligroso el que la apariencia y la realidad diverjan mucho entre sí; por ello, me alegro de que el mundo se presente ante mis ojos tan aburrido como lo es para mi razón […] Ninguna deuda se salda tan fielmente como el desprecio.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Otra inútil entrada sobre política.

Escribir sobre la actualidad política en España es como un mal vicio: contraproducente, improductivo y repetitivo (no voy a contar nada nuevo); pero no puedo evitarlo, leo un par de artículos mientras desayuno, escucho por la radio las declaraciones de unos y de otros y me veo impelido a lanzarme airado contra el teclado con ganas de desahogarme y compartir cuatro o cinco obviedades. No sé ni por dónde empezar. Primero sería hablar sobre el titular del periódico digital elconfidencial: “Sánchez rechaza una investidura "gratis" de Podemos: solo la aceptará con un acuerdo”. Es decir, prevenido ante la idea de que Pablo iglesias podría darle los votos gratis de la investidura pero sin aceptar la chorrada programática de ayer y pasando a la oposición, advierte que no aceptará ser el candidato oficial y que eso llevará a elecciones.

Hablemos también del programa electoral que enseñaron el martes, esas 370 medidas para las cuales han pasado todo el mes de agosto hablando con varios colectivos sociales. Lo primero es que, según leo en Twitter, muchos de estos colectivos han acusado a Pedro Sánchez de reunirse con ellos solo para hacerse una foto, sin aparecer ninguna de sus sugerencias en esas medidas. Pero dejando aparte el postureo y la pérdida de tiempo, lo más grave y bochornoso es que esas medidas vienen sin ningún tipo de memoria económica, es decir, no sabemos de dónde van a sacar el dinero para llevarlas a la práctica, y por la generosidad de algunas de ellas (actualizar de nuevo las pensiones por el IPC) ni siquiera están teniendo en cuenta la próxima recesión. Pero además muchas de ellas son meros deseos sin concretar: (310. Atraer talento internacional, 181. Reforzaremos los mecanismos de participación de la juventud en las instituciones y crearemos un parlamento joven) o cosas directamente surrealistas: (Reactivaremos la Mesa Estado-Comunidades autónomas del videojuego)

Afirman que quieren llegar a un acuerdo con Podemos y para ello les darán cargos en organismos públicos (organismos que todavía tienen cierto prestigio porque son neutrales, como el CIS, CGPJ o el Defensor del Pueblo), pero ayer en una entrevista en Onda Cero a José Luis Ábalos, esté ni siquiera sabían cuales eran exactamente, porque a ver, ¿acaso importaba?. Al igual que tampoco importa que sea de nuevo Carmen Calvo, la que filtró WhatsApp y ofertas manipuladas de forma burda por Photoshop, quien dirija de nuevo las ‘negociaciones’.

            En el otro lado tenemos a Pablo Iglesias. Siempre diré que es un personaje inteligente, sabía desde el principio lo que pretendía Sánchez, por lo cual va a lo suyo: ahora toca irse de plato en plato (ayer en el Los Desayunos de TVE, hoy estaba en Telecinco), hablando en tono electoral: “Aceptar su veto ha sido un acto de generosidad inédito en este país, puedo permitir esa humillación personal, pero no puedo permitir que humillen a nuestros casi cuatro millones de votantes […] ya he soportado las cloacas policiales y del Estado; si Sánchez quiere elecciones, adelante, pero es su responsabilidad, la única opción si quiere nuestros votos es entrar en el Gobierno”.

            Luego ves este vídeo de Revilla increpando a un camarero por insultar al Pedro Sánchez, haciendo declaraciones posteriores en las que amenaza con ir al día siguiente para hablar con el dueño de ese establecimiento… no sé, ¿estoy a favor de que se insulte a un político por la calle? No, siempre he defendido el respeto y la educación, pero, ¿cómo gestionar la indignación al percatarte de cómo nos están tomando el pelo? ¿Cómo gestionar la frustración al darte cuenta que para ellos, da igual el sesgo político, lo importante es mantenerse en el cargo, la lucha de egos, el tacticismo, las pequeñas victorias mediáticas a golpe de tweet, visita en el plato o entrevista pactada? Da igual que ‘el relato’ sea obscenamente burdo y ridículo; da igual que se use un lenguaje torpe, fruto de alguna ocurrencia de un asesor puesto a dedo, para intentar enmascarar la inanidad del discurso, como el término ‘gobernanza’ o ‘la tercera vía’. Da igual. Por eso puedo afirmar que soportar el insulto debería estar dentro del sueldo de político, ¿qué opciones de desahogo, de acción directa nos quedan? Pero no, Revilla se puede permitir el lujo de encararse con un ciudadano, como un matón de barrio, porque la democracia en este país es permanecer sonrientes y callados hasta las próximas Elecciones Generales, esas que costarán 180 millones de euros de nuestros impuestos, para que este gatopardismo rancio que arrastramos desde tiempos de Franco siga adelante. Qué asco de país.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Los crímenes del amor.

Me gusta el reto que supones, esa descarada forma de sonreír y pedir disculpas cuando llegas tarde a nuestra sesión. Endurezco el tono y te exijo que te desnudes; cuando me obedeces con delicada lentitud te agarro del cuello y me inmolo contra tu boca. Tú me muerdes, me abrazas con violencia, es un beso nítido, la carne como campo de batalla. Caemos sobre la cama, la belleza de lluvia de tu sexo palpita entre mis dedos, hueles a victoria, a gasolina del alma. Pero has sido mala: mereces unos azotes. Te ordeno que comiences a contar: 1… 2… 3… el estallido de mi mano contra tu culo, la marca roja, tus pequeños gritos de placer confundido… 10… 11… 12… palmadas rígidas, duras, violentas, pero eligiendo bien el lugar, cambiando ligeramente la posición, acariciando primero con las yemas de los dedos… 18… 19…. 20…

Todo sigue su guion sin censuras: con los ojos humedecidos te arrodillas junto a la cama, me bajas los pantalones y cierras los ojos; te agarro del pelo y mi polla se estremece cuando golpea tu garganta; la sensación de dominio es absoluta, usarte para mi placer, tus sumisas manos aferrándose a mi culo, tus dedos jugueteando, dejando que uno se deslice en mi interior… Estoy a punto de correrme cuando me separo de ti. Sonríes casi con beatitud. Oh, sí, querida puta, muy bien, casi te he perdonado, casi. Te tumbo de nuevo en la cama y mi lengua se desliza sobre tu cuerpo hasta llegar al accidente de lava que gobierna entre tus piernas: mi lengua te penetra con dureza, tu clítoris naufraga en mi mar de saliva, mis dedos te inundan y sodomizan.

El amor deja huellas en la piel, marcas en las muñecas, eso te susurro al oído cuando termino de atarte. Empiezo a follarte fuerte y duro, sin piedad, con ira. Tu reaccionas gimiendo de forma escandalosa, como te suele gustar, pero hoy el castigo sigue: te abofeteo un par de veces y te exijo silencio. Mis embestidas son cada vez más rápidas y prolongadas, veo como te muerdes los labios, como te deshaces en silencio con cada nueva embestida. Así tiene que ser, con pasión, rompiendo la frontera de la belleza, sometiéndote, dominándote, dejándonos llevar por nuestra parte animal, follando como si detrás del orgasmo se escondiera un turbio apocalipsis, borrar los límites del sometimiento a través de la pura fricción.

Temblamos al borde la convulsión, como místicos en pleno viaje de peyote. Te aprieto el cuello con más fuerza y acelero aún más el ritmo: enseguida tienes un orgasmo en el éxtasis agónico de la asfixia y, casi a la vez, siento que te atravieso y me precipito en tu interior. Nuestra carne humea incandescente, se funde en un perfecto milagro, en un descarado guiño a los dioses paganos, como un bucle de infinita obscenidad.

Te quiero, querida sumisa, pero no vuelvas a atreverte nunca más a llegar tarde.